martes, 2 de junio de 2015

NOSOTROS O ELLOS Nº 192

LA GRAN GUERRA PATRIA
70 ANIVERSARIO DE LA VICTORIA DEL EJÉRCITO ROJO SOBRE EL NAZISMO
 NUESTRO HOMENAJE

Introducción:

LA GUERRA FUE UNA PUJA ENTRE LOS MONOPOLIOS POR UN NUEVO REPARTO DEL MUNDO QUE LES ASEGURARA MERCADOS Y GANANACIAS.

En 1916 Lenin finalizaba el trabajo denominado “EL MPERIALISMO, ETAPA SUPERIOR DEL CAPITALISMO”. En él señalaba los cinco rasgos fundamentales a saber:

1.       LA CONCENTRACIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y EL CAPITAL SE HAN DESARROLLADO HASTA UN GRADO TAL QUE HA CREADO MONOPOLIOS QUE JUEGAN UN PAPEL DECISIVO EN LA ECONOMÍA.

2.       LA FUSIÓN DEL CAPITAL BANCARIO CON EL CAPITAL INDUSTRIAL Y LA CREACIÓN SOBRE LA BASE DE ESE CAPITAL “FINANCIERO” DE UNA OLIGARQUÍA FINANCIERA.

3.       LAS EXPORTACIONES DE CAPITALES, A DIFERENCIA DE LAS EXPORTACIONES DE MERCANCÍAS, ADQUIEREN IMPORTANCIAS EXCEPCIONALES.

4.       SE FORMAN ASOCIACIONES CAPITALISTAS INTERNACIONALES MONOPOLISTAS QUE SE REPARTEN EL MUNDO.

5.       CULMINA EL REPARTO TERRITORIAL DE TODO EL MUNDO ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS CAPITALISTAS.

¿Y las potencias que no llegaron a ocupar posiciones importantes? ¿Cómo harían para “ganar terreno”?.

Un terreno necesario para que sus monopolios puedan obtener grandes ganancias.

A partir de que se ha cumplido el rasgo número cinco que señalara Lenin, cualquier modificación de ese reparto debería efectuarse por la fuerza. Y ello fue lo que dio origen a las Guerras Mundiales.

Los monopolistas (entre los cuales se encontraban “los aliados”) hicieron y hacen de la guerra un “buen negocio”. Las víctimas las ponen los pueblos.


  “Los ejércitos alemanes deciden invadir la URSS en junio de 1941. Durante la II guerra mundial Stalin, en persona, dirigió el ejército Rojo en la guerra contra Alemania y, tras la batalla de Stalingrado, la URSS consiguió la victoria y Stalin reconocimiento mundial como uno de los líderes de mayor repercusión”

La segunda guerra mundial.


34.000.000 de muertos computa la nefasta e incompleta estadística, pues pueden haber sido cientos de miles más.

28.000.000 de mutilados, agrega, sin contar con los efectos que sobre la mente de los “sanos” produjo la guerra imperialista.

935 mil millones de dólares (de 1940) sólo en gastos de guerra, gran parte de éstos se convierten en “ganancia” de los imperialistas.

Miles de ciudades, poblados y bienes producidos por millones de trabajadores a través de los siglos, destruidos por el interés económico, por el capitalismo en su fase superior.

Después de finalizada la primera guerra mundial y después del surgimiento del primer país socialista sobre la tierra, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, los Estados Unidos, en conjunto con Francia e Inglaterra, adoptan medidas económicas y políticas destinadas a restaurar la industria pesada en Alemania. Para ello invierten miles de millones de dólares con un claro objetivo.
Desarrollan una potente industria militar que pretenden utilizar para derrocar a la Unión Soviética. Una poderosa fuerza de choque contra el primer país socialista. “El bebé debe ser ahogado en su cuna” expresaría Churchill.
La segunda guerra mundial no se inició como guerra mundial sino con una serie de “focos de lucha”.
El primer “foco” se produce en septiembre de 1931: Japón invade China. Para iniciar (y justificar) la invasión los japoneses utilizan “el viejo, poco original pero efectivo truco del imperialismo, similar al utilizado por los yanquis en La Habana, para ingresar con argumentos a la guerra contra España: atentar contra su propio barco, el Maine.
Los japoneses hacen “volar” la línea del ferrocarril de Manchuria meridional, de su propiedad, culpando a los Chinos y justificando la ocupación, contando para ello con la complicidad de Inglaterra y Francia, países que lideraban la Liga de las Naciones, destinadas a evitar nuevos conflictos. La mayor acción de estos dos países en esa liga consistió en nombrar la “Comisión Litton” que trataría la “internacionalización” de la zona ocupada, no el retiro de los invasores.
Japón no quiere compartir el saqueo con los otros imperialistas y por ello se retira de la Liga de las Naciones en marzo de 1933. Es el año en que los nazis llegan al poder en Alemania proclamando, sin tapujos, que sus objetivos son el dominio del mundo por medios violentos, mostrándose a su vez, como el “baluarte de occidente contra el comunismo”. Y en octubre de 1933 Alemania toma la misma decisión que Japón: abandona la Liga de las Naciones, ya no hay que darle explicación a nadie.
En marzo de 1935, desconociendo la prohibición del tratado de Versalles, los nazis implantan el servicio militar obligatorio y comienzan a formar un poderoso ejército. Ese desconocimiento del tratado de Versalles es acompañado por Inglaterra, quien concertó en 1935 un “acuerdo naval” que le concedía a Alemania, el derecho de poseer marina de guerra. Supuestamente limitada, ya que el acuerdo contiene un párrafo que expresa “hasta el 35% del tonelaje de la potencia naval del imperio británico”.
También en 1935, la Italia fascista, respaldada por Francia e Inglaterra, ocupa Etiopía. Nada hace para impedirlo la Liga de las Naciones. En EEUU se aprueba una ley de “neutralidad” que indica no vender armas a los beligerantes. Ley por demás de clara: Italia tiene armas, Etiopía no. La URSS, en cambio, se pronuncia a favor del pueblo agredido.
En 1936 Alemania ocupa la zona desmilitarizada de Renania. En julio de ese año, Franco se amotina contra el régimen republicano, con el apoyo militar de la Alemania de Hitler y de la Italia fascista. La Liga de las Naciones no sólo no actúa, sino que, a través de su “Comité de no Intervención” impedía que la república española pudiese comprar armas. Mientras, los EEUU mantenían su ley de “neutralidad”, no vendiendo armas a los bandos.
En julio de 1937 los japoneses atacan al ejército chino y avanzan a Peiping, pensando obtener una rápida victoria. La resistencia del ejército popular chino convirtió una guerra relámpago en una guerra prolongada.
Alemania, Japón e Italia avasallan nuevos territorios ocupándolos: Manchuria, Etiopía y España iniciarían la lista. Lo habían logrado gracias a la complicidad activa de Francia, Inglaterra y los EEUU. Permitían que el monstruo creciera pues su destino principal sería el de destruir la URSS.
En 1933 el gobierno soviético había analizado la situación y previsto su desarrollo. En febrero de ese año propone emitir una declaración común contra la agresión, la que no es considerada. A fines de ese año la URSS propone una resistencia activa común para frenar a los nazis, la que tampoco es considerada. Todos los países capitalistas aspiraban a que la maquinaria de guerra fascista barriera con la Unión Soviética.
A comienzos de 1934 los gobiernos soviéticos y francés intentan conformar un acuerdo, “el pacto oriental” de ayuda mutua entre la URSS, Checoslovaquia, Finlandia, Letonia, Estonia y Lituania y un tratado separado URSS-Francia como si Francia fuese uno más de los países mencionados. Mientras, la URSS aceptaba reconocer a Francia el tratado de Locarno, firmado en 1925, que aseguraba las fronteras de Francia y Bélgica frente a Alemania. Papel importante en el armado del llamado “pacto oriental” lo cumple el estadista francés Luis Barthon.
En 1934 la URSS ingresa a la Liga de las Naciones y propone un sistema de seguridad colectiva contra la agresión, por la paz y por la defensa de los pueblos de China, España y Etiopía.
En 1935 la URSS concluye el tratado con Francia y Checoslovaquia. El gobierno burgués checo impone la cláusula de que la URSS podrá defenderlo de una agresión sólo si lo hace primero Francia. Poco después el gobierno francés, apoyado por Inglaterra, violará y anulará el tratado.
Francia, Inglaterra y los EEUU, sus gobiernos, incitan a la Alemania nazi, al agresor, a que ataque a la URSS. Les entregan, a cambio, varios países europeos.
En noviembre de 1937, el ministro inglés Lord Halifax se entrevista con Hitler. Encomia sus grandes “méritos por la lucha contra el comunismo” y le promete la ciudad de Danzig (Godnia), Austria y Checoslovaquia, expresándole que esos son “cambios en el orden europeo que, seguramente, tarde o temprano deberían acaecer”; y le solicitaba que, de ser posible, lo realizara “mediante una evolución pacífica”.
En la misma reunión, Lord Halifax manifiesta la disposición de Inglaterra y Francia de adherir al eje Berlín-Roma constituido en octubre de 1936, para que “ninguna de las cuatros potencias quedarán al margen, en forma alguna, de esa elaboración”. Ese gran eje tenía como objetivo la URSS: “el bebé debe ser ahogado en su cuna”.
No le fue bien a Halifax; no percibió que Hitler interpretaba sus deseos de una gran alianza como una manifestación de debilidad. Además, si la hacía, ¿qué quedaría para Alemania? No obstante ese primer fracaso, Inglaterra insiste y, en marzo de 1938, por intermedio de su embajador en Alemania, intenta llegar a un nuevo entendimiento, a “una verdadera y cordial amistad con Alemania”. Hitler interpretó que tenía vía libre para sus planes y, en efecto, la tenía. El 11 y 12 del mismo mes sus tropas ingresan a Austria y la ocupan. El 13 promulga la ley de su anexión a Alemania.
Los gobiernos de Inglaterra y Francia, con el beneplácito de los EEUU, aprobaron rápidamente el cambio. Sólo la URSS denunció el saqueo y el 17 de marzo convocó a otros gobiernos a detener la agresión y a no permitir el desencadenamiento de una nueva guerra mundial. La nota de convocatoria para que esa reunión se realizara decía: “mañana quizá sea tarde, pero hoy todavía puede hacerse si todos los estados, especialmente las grandes potencias, adoptan una posición sin ambigüedades en el problema de la salvación colectiva de la paz”.
Dicho mensaje no fue escuchado pues todo avanzaba según lo previsto, que era dejar que Alemania se apropiara inicialmente de territorio europeo para que luego ésta apunte, con toda su potencia, a destruir el sistema soviético. Los soviéticos lo sabían, pero lo que no sabían los franceses ni los ingleses era que Hitler no tenía intenciones de compartir con ellos sus conquistas.
Hitler apuntaba ahora a Checoslovaquia. Había que justificar la agresión y utiliza para ello a sus partidarios en ese país. Su estrategia arrancó con una supuesta discriminación contra los ciudadanos de origen alemán, discriminación contra el Partido de los Alemanes Sudetes, dirigidos por el fascista Geinlein quien, apoyado desde Berlín, organiza provocaciones e, incluso, una insurrección armada contra el gobierno checo.
Estaba vigente el tratado soviético-checo de 1935 suscripto en apartado por Francia, quien se vio obligado a cumplirlo por la presión popular en ese país. Hitler estima prudente postergar sus planes pero les recuerda, en especial a Inglaterra, de que Checoslovaquia ya había sido entregada.
Fue el temor a la reacción interna por la que Francia (acompañada por Inglaterra) decide “honrar” el tratado. Por lo tanto, hay que torcer esa reacción de sus pueblos, hay que cambiar esa reacción interna para que Hitler pueda ingresar, ocupar y anexar Checoslovaquia. Por lo tanto, durante los próximos meses “bombardean” al pueblo a través de toda la prensa para que prevalezca la idea que Francia e Inglaterra no están preparadas para la guerra  y que el pueblo no tenía por qué embarcarse en una guerra ni morir por la defensa de un “lejano” país. Simultáneamente presionan al gobierno checo para que capitulara frente a Hitler y le recordaban a éste, a Alemania, que debía cumplir con el compromiso de atacar a la URSS.
Para que esto sea posible, a mediado de 1938 llega a Checoslovaquia el inglés pro nazi Lord Runciman a fin de “mediar” entre el gobierno checo y el partido alemán fascista de Geinlein, convirtiendo un problema interno en una cuestión internacional; y el 15 de septiembre de ese año se resuelve el futuro de Checoslovaquia (su desmembración) en una reunión entre el presidente del Consejo de Ministros de Inglaterra, Chamberlaim y Hitler. Sólo cuatro días después, el 19, los gobiernos de Francia e Inglaterra exigen al gobierno checo la entrega de todos los territorios en donde la población germana superara el 50%. EEUU respaldó todo lo actuado. Como el gobierno checo vacilaba el 21 (sólo dos días después) se le envía un fuerte ultimátum.
La URSS, en cambio, estaba dispuesta a respetar el tratado, aún sola. A tal efecto concentró 30 divisiones en la frontera y puso alerta a su aviación, pero el gobierno checo rechaza la ayuda y el mismo 21 capituló ante Francia e Inglaterra y el 22, sólo unas horas después, Chamberlain se reúne de nuevo con Hitler y le informa que los Sudetes pueden ser transferidos a Alemania. A Hitler le parece poco y exige la realización de plebiscitos (organizados por él) en las regiones donde los alemanes son minorías y, además, exigió que Checoslovaquia satisficiera las demandas territoriales de Polonia y Hungría.
El 29 y 30 de septiembre se reúnen, en Munich (Alemania), Hitler, Mussolini, Chamberlaim y Daladier; allí consolidan el desguace de la nación checa a quien, además, le exigen que anule su tratado con la URSS.
El 6 de diciembre de 1938 se firma una declaración franco-germana de no-agresión. Así la seguridad de ambos países quedaba “garantizada”. Para Francia e Inglaterra eso significaba que todos los caminos conducían ahora a Moscú. Para EEUU también, el New York Time aseguraba que ese tratado franco-germano “era una criatura norteamericana” La idea de utilizar a una Alemania que, entre todos hacemos más poderosa, para destruir al socialismo, avanza. Después nos quedaríamos con la URSS y también con Alemania, piensan los dirigentes yanquis...
Frente a esta situación los soviéticos actuaban. Se convoca al XVIII Congreso del Partido Comunista que resuelve: 1) Continuar con la política de paz y por el fortalecimiento de las relaciones con todos los pueblos y países del mundo; 2) Vigilar e impedir que las provocaciones arrastren a nuestro pueblo a un conflicto; 3) Fortalecer el ejército y la marina rojas y 4) Afianzar las relaciones internacionales de amistad con los trabajadores de todo el mundo por la paz y la amistad de los pueblos.
Incentivada por los gobiernos de los EEUU, Francia e Inglaterra, Alemania prepara ahora su agresión contra Polonia. En octubre de 1938 Hitler exige que se le entregue Danzig y el corredor que unía Polonia con el Báltico.
El 15 de marzo de 1939 Alemania consolida la ocupación de Checoslovaquia: Bohemia y Moravia pasaron a ser “protectorado alemán” y Eslovaquia fue declarado “estado independiente” con un gobierno pro fascista.
Unos días después Hitler exige a su aliada Lituania la faja costera de ese país quien la entrega con prontitud.
En abril de ese mismo año (1938) tropas conjuntas de Italia y Alemania invaden Albania sin consultar con sus aliados del pacto de Munich: Francia e Inglaterra.
Un mes antes Hitler había entregado a Hungría la Ucrania subcarpática que pertenecía a Checoslovaquia.
Mientras, en Alemania, los ideólogos del “Tercer Imperio” comenzaron a reclamar las colonias ocupadas por Francia e Inglaterra luego de la derrota alemana de la primera guerra mundial. Tal como lo afirmaba Lenin, una vez surgido el imperialismo, una vez finalizado el reparto de la Tierra entre ellos, en el futuro, cualquier modificación se debía realizar desplazando a otros colonialistas.
Francia e Inglaterra comenzaron a temer que el imperialismo alemán no estuviese dispuesto a respetar los intereses de sus imperialismos y deciden, por primera vez, ejercer una tibia presión diplomática.
El gobierno inglés anuncia a Polonia que le da garantías que protegen su integridad territorial, lo que no cumplió. Igual “seguridad” le ofrece a Rumania y Grecia.
En marzo de 1939 Inglaterra y Francia habían iniciado unas formales negociaciones con la URSS, conversaciones que duraron cuatro meses. Objetivo: no llegar a ningún acuerdo, pero mostrar a Alemania que podrían hacerlo. Y, por vigésima vez, convencer a Alemania que si  atacaba a la URSS, ellos nada harían para impedirlo.
En esas conversaciones la URSS ofreció a Francia e Inglaterra, si era agredida por Alemania, 136 divisiones, 5 mil piezas de artillería, 10 mil tanques y 5 mil aviones. Los ingleses ofrecieron ¡5 divisiones de infantería y una de tanques!
Mientras, en Inglaterra, este país (olvidándose de Francia) ofrecía a Alemania toda la Europa sureste y Polonia (a la que sólo unos meses atrás había garantizado defender) y considerar a la URSS y a la China “zonas en que Alemania e Inglaterra podrían encontrar amplias posibilidades para aplicar sus fuerzas”.
Pero el imperialismo alemán, los nazis, no deseaban compartir el reparto del mundo a medias, con Inglaterra. Y se prepararon para invadir Polonia, contaban con la indiferencia de su presidente, el traidor Beck.
La situación de la URSS era muy crítica y compleja. Por un lado la amenaza de Alemania con el apoyo no declarado de Francia, Inglaterra y los EEUU.
En oriente, los japoneses en 1938 intentaron irrumpir en territorio soviético siendo derrotados por el ejército rojo.
En 1939 los japoneses invaden Mongolia, aliada a la URSS, y son nuevamente derrotados por el ejército rojo en el río Jalín-gol.
Japón, alentado por Inglaterra, dispone realizar una gran ofensiva contra la URSS. Ante esta situación los soviéticos, aún sabiendo de su seguro no-cumplimiento, en agosto de 1939 concretan un plan de no-agresión con Alemania. Su objetivo: ganar tiempo y crear condiciones más favorables para la defensa de su territorio y de su sistema.
Y la “guerra” comienza, el 1º de septiembre de 1939, pero comienza entre los países imperialistas.
Los alemanes, en virtud de las tibias presiones de Francia, Inglaterra y los EEUU; en virtud de los acontecimientos ocurridos en China, Etiopía, España, Austria, Checoslovaquia y Albania; en virtud del pacto de no-agresión firmado con la URSS, llegaron a la conclusión de que era menos riesgoso para ellos comenzar la guerra por el predominio mundial derrotando a sus rivales imperialistas, que enfrentar a la URSS. Eso lo harían luego y no sería un enfrentamiento, sería un paseo.
El 1º de septiembre de 1939 Alemania invade Polonia. Para hacerlo aparece la tradicional “justificación”. Una tropa de criminales nazis, utilizando uniformes del ejército polaco, ataca la emisora radial alemana de la ciudad fronteriza de Gluwitz. Los alemanes responden a la “agresión” ocupando Polonia. Esta acción se considera el inicio de la segunda guerra mundial.
Con motivo de la invasión a Polonia, Inglaterra y Francia se ven obligadas a declarar la guerra a Alemania, se trataba de una declaración formal, la llamada “extraña guerra” ya que, paralelamente, insistían de un acuerdo con Hitler que desencadenara la guerra soviética-germana.
El gobierno polaco abandonó a su población, masacrada por los nazis. Junto con el mando superior militar, los miembros del gobierno huyeron al extranjero llevándose el oro del banco nacional. Fueron los ciudadanos polacos, las brigadas obreras comunistas y socialistas, las que ofrecieron resistencia al poderoso ejército alemán. La lucha se mantuvo hasta el 2 de octubre.
El gobierno soviético no contempló este accionar sin tomar decisiones. Sabía que en algún momento atacarían la URSS, sabía que, tarde o temprano, Hitler acordaría volcar sus fuerzas contra la naciente nación socialista. Por eso, cuando Alemania invade Polonia, surge en la URSS la necesidad de crear una barrera defensiva para detener el avance nazi. El ejército rojo ingresa a Bielorrusia occidental y en Ucrania occidental, territorios que habían sido anexados por Polonia en 1920, donde se los arrebataron a la naciente república soviética.
Comienza la defensa de la patria de los trabajadores, comienza la defensa de la patria, comienza lo que más adelante se convertirá en la Gran Guerra Patria.
En Letonia, Lituania y Estonia se había instalado el poder soviético en 1918 por parte de los trabajadores, pero pronto fueron derrotados por los “blancos”, los que con apoyo extranjero instauraron un gobierno títere en 1919.  En 1940 los trabajadores logran destituir a esos gobiernos pro fascistas y, en el mes de agosto de ese año, resuelven integrarse a la URSS. Igual actitud adoptan Bucovina y Moldavia.
En los planes del imperialismo estaba utilizar a Finlandia como una cabeza de puente para atacar a la URSS, en particular a Leningrado, la segunda ciudad en importancia, situada a sólo treinta y un kilómetro y medio de la frontera.

En conocimiento de ello, la URSS propone a Finlandia trasladar la frontera a 60 kilómetros, otorgando, a cambio, el doble de territorio en la región de Carelia.

Los finlandeses rechazan la propuesta, una decisión que podía esperarse, pero, incentivados por Inglaterra y los Estados Unidos, comienzan a efectuar una escalada de provocaciones que desembocan, en noviembre de 1929, desatando la guerra entre Finlandia y la URSS.

La estrategia de los monopolios era clara desde el inicio. No dar tregua al primer país socialista, agredirlo por todos los frentes posibles, desgastarlo, utilizando para ello todos los recursos necesarios y todos los métodos a su alcance. “El bebé debe ser ahogado en su cuna”, la máxima de Churchill.

Pero los planes de Inglaterra y Francia, que en lugar de preocuparse por lo que estaba ocurriendo en Alemania preparan sus tropas para enviarlas a Finlandia, se ven frustrados: el ejército rojo derrota al finlandés y se coloca en condiciones de ocupar la totalidad del país. Sin embargo, en una acción que no tiene precedentes por parte de los vencedores, la URSS se limita a asegurar su frontera noreste para evitar que se la ataque por allí. En marzo de 1940 se firma el tratado de paz. La frontera cercana a Leningrado (istmo de Carelia) se traslada. Parte de las penínsulas de Rybachi y Sredni se incorporan a la URSS y la península de Hanko fue arrendada por treinta años.

Mientras, los “aliados” continuaban con su “extraña guerra”. Ese mismo mes de marzo de 1940, Welles, subsecretario de estado de los EEUU, viaja a Europa para firmar la paz con Alemania y acordar, en conjunto, dirigir todas las acciones bélicas contra la URSS.

Pero los fascistas, que hasta ahora no habían enfrentado ninguna resistencia de los gobiernos “aliados”, no estaban dispuestos a incorporar nuevos socios. De hecho, ya lo tenían en los grandes monopolios de esos países, como la Ford Motors, por ejemplo.

Mientras eso ocurría, la URSS lograba recuperar la Ucrania occidental, la Bielorrusia occidental, Letonia, Lituania, Estonia, Bucarina y Moldavia y correr la frontera con Finlandia.

Alemania e Italia, mientras, preparaban la invasión a Francia e Inglaterra con el objetivo de sumar el poderío de esas potencias para fortalecerse. Contaban con muchos amigos locales y esperaban poca resistencia oficial.

En abril de 1940 Alemania ocupa Dinamarca y Noruega, desde donde planea instalar una cabecera de puente contra Inglaterra. Los gobiernos burgueses de ambos países capitulan sin ofrecer resistencia. La resistencia sólo provino de grupo de trabajadores y patriotas.

El 10 de mayo de 1940 Alemania ocupa Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Estas últimas tres naciones habían declarado su “neutralidad” para no ser parte de la guerra, en una clara muestra de ingenuidad política o de colaboracionismo encubierto.

Para justificar la invasión los nazis recurren al viejo truco yanqui del acorazado Maine en la bahía de La Habana: la aviación alemana bombardea la ciudad alemana de Freiburg culpando de ello a la aviación holandesa y belga. Una línea común por parte de los agresores: su propio barco destruyen los yanquis para “justificar” la guerra contra España; sus propios trenes destruyen los japoneses para “justificar” la declaración de guerra a China; sus propios aviones bombardean a su propia ciudad y a sus propios ciudadanos para “justificar” la invasión a Holanda y Bélgica. Armas de destrucción masiva declara Bush y “justifica” su invasión a Irak. Así actúan los monopolios, así es el imperialismo. En todas sus acciones la falsedad predomina.

El 19 de junio Londres sufre el primer gran bombardeo aéreo alemán. Las acciones aéreas se mantienen durante meses hasta principios de 1941 constituyéndose esas acciones aéreas en las más importantes de la “extraña guerra”, por no decir la única.

Francia, la poderosa Francia, la vencedora de la guerra anterior, de la primera guerra mundial, no ofreció resistencia a la invasión Alemana. El 22 de julio de 1940 el gobierno de Petain, capitula. Indignados, los patriotas de toda Francia se unen para rechazar la ocupación. Los trabajadores comunistas y socialistas están a la vanguardia de la verdadera Resistencia.

Hitler divide en dos a Francia: la norte, ocupada por el ejército alemán, y la sur a cargo del capitulador y traidor Petain, colaboracionista que apoyaba a Hitler abasteciendo de materiales a su ejército y de mano de obra esclava a sus industrias, deportando trabajadores.

El 10 de julio es Italia la que invade el sur de Francia y es nuevamente Petain el que, el 24 del mismo mes, capitula.

En julio los fascistas italianos ocupan la Somalia británica en África, y en septiembre ingresan a Egipto. Una vez más queda demostrado que sólo la guerra producirá cambios sobre el reparto inicial del planeta efectuado por el imperialismo: De la Somalia británica a la Somalia itálica.

El 27 de septiembre de 1940 se firma, en Berlín, el “Pacto Tripartito” entre Alemania, Italia y Japón. En ese acuerdo se distribuyen áreas de influencia”: Europa y África para Alemania e Italia, Asia para Japón.

En octubre Italia avanza sobre Grecia; el gobierno de este país está dispuesto a rendirse pero el ejército y la población ejercen una fuerte resistencia.

Europa está siendo totalmente ocupada, y ahora también África colonial, tal como lo preveía Hitler: no sólo sin un alto costo, sino con una enorme ganancia al disponer su ejército e industria de nuevas materias primas, nuevos alimentos, nuevos soldados y mano de obra esclava.

Nada, absolutamente nada dijeron Inglaterra y los EEUU, como nada, absolutamente nada (salvo algunas “declaraciones” de compromiso) decían sobre los crímenes horrendos que los nazi-fascistas producían en las zonas ocupadas: Comunistas, judíos, sospechosos, enfermos, sean viejos o niños recién nacidos, debían ser exterminados. Sólo en la invasión a Polonia los nazis masacraron a más de seis millones de personas. A ellos hay que sumarles los asesinatos en todos los otros países ocupados desde Checoslovaquia a Francia con un factor común, un factor común que satisface a los monopolios y a sus gobiernos de Inglaterra y de los EEUU: los más buscados para ser asesinados eran, en primerísimo lugar, los comunistas.

Campos de concentración, campos de exterminio, diabólicos experimentos con seres vivos, genocidio, fusilamientos en masa “ejemplificadores”. Avanzaba el “nuevo orden”; la “moral fascista” en pleno auge, favorecida, impulsada, sostenida, mantenida, por los gobiernos de la “extraña guerra”: por el gobierno de Francia, ahora colaboracionista y por el de los EEUU e Inglaterra. Cómplices de la masacre e impulsores de que la misma se traslade, multiplicada, sobre la URSS.

La guerra tuvo, desde el inicio, un carácter imperialista, pero la Resistencia de los pueblos comenzaba a darle otro cariz: antifascista; y para no poco sectores: pro socialista, pues comprendían que el fascismo no es más que la manifestación más sincera del imperialismo, la manifestación más honestas de sus objetivos, la de mostrarse cómo son, donde, al decir del manifiesto comunista, “prevalece un régimen franco, descarado, directo, escueto de explotación”, donde prevalece un régimen que no deja en pié más vínculo “que el del interés escueto, el dinero contante y sonante que no tiene entraña”. Un régimen que únicamente idolatra al capital que vino al mundo “chorreando sangre y basura por todos los poros, de la cabeza a los pies”.  

Comentaban compañeros cubanos, refiriéndose al caso del niño Elián, que fueron fundamentales las decisiones del gobierno y pueblo cubano de exigir su  reintegro a la patria socialista. Que fueron  importantes las multitudinarias expresiones de apoyo de toda la sociedad cubana, en particular, las de sus niños y jóvenes en esa lucha titánica y justa. Pero todo ello no era suficiente, se necesitaba, además, contar con el apoyo de la propia opinión pública norteamericana; no la de sus dirigentes sino la de sus ciudadanos. Ciudadanos que deberían comprender que Elián era un niño secuestrado, un niño que era utilizado por un grupo mafioso que pugnaba por “legalizar” ese secuestro. No fue esa el primer caso en la historia en que la opinión pública obliga a su gobierno a tomar actitudes distintas a las planeadas.


La “extraña guerra” es un ejemplo de ello. Pese a declarar la guerra a Alemania, los “aliados”: Francia, Inglaterra y los EEUU, nada hacían, incluso nada hicieron cuando uno de ellos, Francia, fue ocupada con crímenes y genocidio denunciados y comprobados. Nada hicieron desde esa declaración formal del 3 de septiembre de 1939.
Fueron los pueblos los que reaccionaron, fue la “opinión pública” de esos países la que exigió a sus gobiernos actitudes más firmes, más comprometidas.
En todo el mundo se conformaban frentes antifascistas, encabezados o compartiendo su dirección por los comunistas, los socialistas, los patriotas nacionalistas y todos aquellos que no compartían el “nuevo orden” impuesto o a imponer por el fascismo.
Los comunistas, sus partidos comunistas, fueron la vanguardia en la lucha contra el enemigo común, contra el fascismo. Vanguardia en cualquier lugar y en cualquier terreno. La defensa del primer país socialista de la historia de la humanidad y la defensa de la vida misma de la humanidad era el móvil donde se ofrecía la propia vida.
El Partido Comunista de Alemania, en la más dura clandestinidad, agitaba la consigna de la derrota del fascismo entre obreros y soldados, agitaba la consigna de transformar esta guerra de los monopolios en una guerra contra los monopolios, en una guerra revolucionaria. En las acciones, llevaba a cabo atentados contra fábricas de armamentos y objetivos militares. Piensen en lo extremadamente difícil de sus tareas, expuestos a todo, a la tortura, a la muerte, incluso a la delación de sus compañeros y de sus pequeños hijos.
El Partido Comunista de Italia organizó la lucha para derrotar a Mussolini. En mayo de 1941 elabora un manifiesto donde vuelve a denunciar el carácter imperialista de la guerra y miles de ciudadanos se suman a la lucha antifascista.
El Partido Comunista de Japón se pronuncia contra el militarismo nipón y llama a su derrocamiento.
El Partido Comunista de China organiza las primeras guerrillas contra los ocupantes de Manchuria. En 1932 se unen a los obreros de Shanghai con el 19 ejército popular chino y, dirigidos por el Partido Comunista, se lanzan sobre los agresores. En 1937 el PC convoca a todo el pueblo chino a la lucha por la liberación nacional.
El Partido Comunista Checoslovaco crea un frente popular antifascista. El 15 de mayo de 1939 convoca al pueblo a la resistencia y a recuperar la soberanía de la Checoslovaquia desmembrada y ocupada.
En Yugoslavia se crea un movimiento de liberación nacional encabezado por el Partido Comunista. El 15 de abril de 1941 convoca a la derrota total del fascismo mientras, el movimiento guerrillero, también dirigido por los comunistas, atacaba a las tropas nazis y colaboracionistas.
Los Partidos Comunistas de Bélgica, Holanda, Dinamarca y Noruega, convocaban a la lucha por la liberación nacional.
En Francia, la Resistencia crecía día a día. Actos de sabotaje y heroicas acciones guerrilleras se efectuaban bajo la dirección del Partido Comunista.
En la Argentina, el Partido Comunista promueve la creación de un “frente democrático nacional antifascista, para aplastar el fascismo y construir una Argentina grande, próspera, feliz y respetada en el mundo”.
En Uruguay, en Chile, en Perú, en Brasil, en Cuba, en toda América Latina y el Caribe los Partidos Comunistas son los que encabezan la lucha contra el nazifascismo.
Los comunistas de todo el mundo estuvieron entre los más valientes, fueron los más conscientes, los que más se esforzaron en cada momento por unir a todos los patriotas contra el enemigo fundamental, contra el imperialismo nazifascista.
Inglaterra y los EEUU  finalmente “resuelven” combatir al nazifascismo, pero lo hacen tarde y a regañadientes; lo hacen por dos razones: a) la exigencia de sus pueblos y de todos los pueblos para que abandonen su papel de meros espectadores, y b) porque comienzan a intuir  que los fascistas no van a poder destruir a la Unión Soviética. Aún así, las acciones de guerra que inician, son menores, son de utilería.
Con Europa ocupada, con África invadida, con el ejército japonés en Asia, para los planes del imperialismo, se ha cumplido una etapa: ahora le ha llegado el turno a la Unión Soviética.
Al iniciarse el verano, el 22 de junio de 1941, domingo de madrugada, sin declaración de guerra, el ejército fascista alemán invade la URSS por tierra mientras la aviación bombardea poblaciones civiles. ¡Adiós al pacto de no-agresión!  Los alemanes no ingresaron solos, los acompañaban tropas de Italia, de Finlandia, de Rumania y de otros países colaboracionistas.
Los fáciles y lógicos “triunfos”  del ejército alemán en Europa les hicieron creer a los agresores que repetirían su accionar en la patria de los trabajadores. Tal era la importancia que los nazifascistas otorgaban a esta invasión que fue iniciada y dirigida personalmente por Hitler. A la operación la denominaron “Barbarroja” y debía ocupar y destruir, en pocas semanas, al primer estado socialista y apoderarse de sus tierras, de sus industrias y de sus riquezas naturales, entre ellas el carbón y el petróleo. Completado ese paso, el nazifascismo se instalarían para siempre en el mundo.
En ese momento Alemania disponía de 214 divisiones activas (regimientos, infantería, artillería, ingeniería, servicios y caballería o tanques) y 7 brigadas (unidades tácticas). El 70% de ellas fueron destinadas al frente soviético. Pero además, a las 150 divisiones alemanas se suman otras 40 de sus aliados. Siete millones de soldados y oficiales, 20 mil aviones, 14 mil tanques contra el país de los trabajadores. La fuerza bélica más poderosa que se haya conocido.
Los gobiernos de Inglaterra y de los EEUU continuaron con su “extraña guerra” o “guerra boba” como también se la conoce. Simultáneamente brindaban para que los nazis tuviesen éxito en su ataque a la URSS y para que no sea un éxito fácil. Estaban convencidos de que los nazifascistas destruirían la Unión Soviética y aspiraban que por ello pagaran un precio alto que luego obligue a los alemanes a reconocerlos como socios en el nuevo reparto del mundo.
Harry Truman, senador y luego presidente de los EEUU, el 24 de junio de 1941, dos días después de iniciada la invasión nazi a la URSS, expresaba: “Si vemos que gana Alemania debemos ayudar a Rusia, pero si vemos que gana Rusia debemos ayudar a Alemania. Así, que se maten lo más que puedan” Y H. Hoover, compartiendo en gran parte ese pensamiento, aconsejaba no intervenir, esperar el fin de la guerra, ya que el ganador de esa contienda no estaría en condiciones de enfrentar el poder militar “intacto” de los EEUU, y cedería ante ellos. Otros dirigentes no estaban de acuerdo con esos razonamientos.
Al invadir la URSS, el 22 de junio de 1941, los alemanes entran en guerra por primera vez. Se acabaron los paseos triunfales de la “guerra boba” y los ejércitos de utilería, consentidos y posibilitados por gobiernos capituladores y falsos “aliados”. Ahora se enfrentaban a una nación, a un gobierno, a un pueblo, a un ejército.
Stalin se convirtió en el jefe visible, en el conductor de lo que se llamó La Gran Guerra Patria. Y fueron millones sus protagonistas. El gran pueblo soviético se comprometió a luchar hasta derrotar al invasor. La Gran Guerra Patria se desarrollaría en todas las áreas: en el ejército rojo enfrentando a los nazis; en las fábricas incrementando la producción, en especial la producción de armamentos para la defensa de la nación; en las minas extrayendo más minerales; en los yacimientos petroleros cubriendo las necesidades cada vez más crecientes de combustible; en el campo incrementando la producción de cereales, de leche, de verdura de aceites, de manteca; en los centros de estudio manteniendo abiertas escuelas y universidades; en los centros de salud adecuándose para recibir miles y millones de heridos, formando especialistas médicos y enfermeras; en la preparación de la mujer para que reemplazara al hombre que tuvo que empuñar el fusil; en todas las áreas estaban los comunistas y su partido jugando el papel de vanguardia que la historia les había asignado. “Trabaja no sólo para ti, sino para tu compañero que está en el frente” era una de las consignas; la otra, más contundente: “aplastemos al enemigo”.
La Gran Guerra Patria no era sólo en defensa del socialismo, era también la defensa de la gran Rusia, de toda su historia. La guerra, así, no era sólo patrimonio de los comunistas, era patrimonio de todo el pueblo soviético. Pero la conducción de esa gran epopeya estaba a cargo del gobierno soviético y de su partido comunista, que en una de sus primeras medidas, el día mismo de la invasión, resuelve enviar al frente a 48 mil de sus mejores cuadros dirigentes. El Partido Comunista es el partido de la clase obrera, pero es, y más que nunca en el poder, el Partido de todas las clases sociales no antagónicas.
Hasta ese 22 de junio, hasta ese día, los alemanes se deleitaban saqueando, violando, torturando, esclavizando y asesinando seres humanos sin asumir riesgos, a partir de ahora se enfrentarían con la muerte.
Podríamos decir que “en el campo de juego” se ubica todo el aparato de guerra nazifascista, que se fortaleció con la fácil ocupación de Europa y África, lanzada ahora contra la Unión Soviética, y en la platea se encuentran los gobiernos protagonistas de la “guerra boba”, de la “extraña guerra”, los Ingleses y los yanquis, los falsos “aliados”, apostando por Alemania mientras estaban obligados a declarar que apoyaban a la URSS.
Obligados por el papel que jugaron las masas en sus propios países y en el resto del mundo; por el papel de la organización y movilización de esas masas, por el papel creciente de la resistencia en las zonas ocupadas, por el papel de la unidad popular contra el enemigo común. Presión tan fuerte que obligó a esos gobiernos “aliados” a dar, al menos formalmente, su apoyo a la URSS frente a la agresión nazifascista.
Pese a saber que la ofensiva nazi se preparaba los soviéticos no la esperaban sino más adelante y por ello fueron inicialmente sorprendidos. Los ejércitos nazis tomaron la iniciativa y tuvieron las ventajas iniciales que de ella derivan. En las primeras semanas ocupan importantes puntos estratégicos y, si bien pagan un alto precios por su avance, llegan en septiembre, en el otoño, a las proximidades de Moscú.
Para el alto mando alemán, el 10 de octubre de 1941 Moscú caería en sus manos. Tan convencidos estaban que indicaron a sus tropas que lugar debían ocupar cada una de ellas en la capital de la Unión Soviética. Stimson, secretario de guerra de los EEUU le comunica a su presidente, Roosevelt que, en menos de un mes y en no más de tres, la URSS sería totalmente derrotada. Los grandes diarios tenían las portadas reservadas para el título “CAYÓ MOSCÜ”.
Subestimaron al ejército rojo y al heroísmo de la población soviética. No repararon que los combates en el frente oriental, en el único frente verdadero, eran cada vez más encarnizados y que ello producía muchas bajas, obligando a los alemanes a emplear sus reservas, obligándolos también a suspender otras operaciones de guerra, como la ofensiva a Egipto y otras áreas en el África, lo que les permitió a los ingleses emprender la ofensiva en África septentrional, donde aún así fueron derrotados, en enero de 1942, por las tropas ítalos-germanas.
Mientras se estancaba la ofensiva alemana y se libraba la batalla de Moscú, el 7 de diciembre de 1941 los japoneses bombardean Pearl Harbor, en las islas Hawai y atacaban, simultáneamente, otras dos bases (Wake y Midway) y las posiciones británicas en Singapur, Malasia y Hong Kong.
Japón le declara la guerra a los EEUU e Inglaterra un día después de bombardearlos. Japón descarta el triunfo alemán sobre la URSS, territorio de donde se abastecería de petróleo y hierro.
El pueblo norteamericano percibe con mayor fuerza la amenaza fascista, el fascismo también los ataca a ellos.
Los japoneses extienden su intervención a varias islas del Pacífico y Oceanía, pero éstas no dejaban de constituir acciones secundarias, la guerra se decidiría en el frente soviético.
El 6 de diciembre de 1941, mientras los aviones japoneses se dirigían a Pear Harbot, el ejército rojo derrotaba a las tropas nazifascistas en las puertas de Moscú. Fue una gran victoria, pero no decisiva, pues el ejército nazi es muy poderoso y se repliega para reorganizarse.
Y en su retirada, precipitada, corriendo, huyendo, dejaron su poderoso armamento. Fue la primera gran derrota del hasta ahora “invencible” ejército alemán. Poderoso, pero no invencible. Esa derrota cambió el ánimo general y elevó el espíritu combativo de la resistencia en los países ocupados y de todos los movimientos antifascistas del mundo. Crecen los destacamentos guerrilleros y crecen sus acciones, cada vez más audaces. Incluso se crearían nuevos movimientos, como el Parido Obrero Polaco en diciembre de 1942.   
Ese triunfo del ejército rojo permitió que se concretara, a principios de 1942, la dilatada coalición antifascista que, hasta entonces, avanzaba a tramos, frenada por las actitudes de los gobernantes de los EEUU e Inglaterra. Aún así, estos países no pensaban cumplir ni con la mitad de los compromisos asumidos entre los cuales se encontraba uno fundamental: la apertura del segundo frente, del frente occidental.
Los alemanes fueron rechazados de Moscú pero aún ocupaban Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Lituania, Estonia y otras regiones. Se trataba de un territorio clave, con casi 90 millones de habitantes, donde se obtenía el 33% de toda la producción industrial de la URSS, donde pastaba el 50% de su ganado y el 50% de la tierra cultivable.
En esas áreas, la “raza superior” cometió los más atroces crímenes: Utilizaba a los niños, en especial hijos de comunistas y judíos, para practicar tiro al blanco. Exponían a los ejecutados, en su mayoría mujeres y niños, en plazas y otros lugares públicos. Sólo en Kiev, en tres días, fusilan a 52 mil personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos. En un cementerio de esa ciudad, a la que fueron llevados, los obligaron a cavar la fosa, a acostarse en fila en su fondo, siendo asesinados en ese lugar mientras otra fila se preparaba para arrojar tierra sobre los muertos para luego ser obligados a acostarse sobre esa nueva capa.
La “raza superior”, el imperialismo, el verdadero rostro del capitalismo cuando nadie pone freno a sus naturales instintos.
La apertura del segundo frente era una cuestión clave. Millones de personas se hubiesen salvado pues ello acortaba la guerra. Alemania concentraba toda su potencia en el frente oriental y no tenía capacidad para enfrentar otro frente, el occidental, sin abandonar o debilitar a aquél.
Pero el segundo frente no aparecía. Y ello permitió que los alemanes, en los primeros meses de 1942, prepararan una nueva ofensiva contra el frente soviético. Había que asestar un golpe demoledor a los rojos, exterminarlos, que no quede nadie vivo, y se debía hacer en el verano, con la complicidad de EEUU e Inglaterra, quienes no abrirían el comprometido segundo frente.
Y así fue, el segundo frente no apareció y los alemanes iniciaron su segunda gran ofensiva contra el gobierno y pueblo soviético...

Pese a los compromisos “firmes” asumidos en Londres (Alianza anglo-soviética del 26 de mayo del 42) y en Washington (Acuerdo soviético-norteamericano del 11 de junio del 42), solo apareció una “afortunada” declaración que decía: “Se ha alcanzado un completo acuerdo en lo que respecta al problema impostergable de la apertura del segundo frente en Europa”. Declaración en el acuerdo, pero en la realidad, EEUU e Inglaterra acuerdan no abrir el segundo frente y esperar cuales son los resultados de la segunda ofensiva alemana contra los soviéticos. Los canallas del “mundo libre”, los “demócratas”, el imperialismo no fascista solo hasta que se planteen serlo.

No abrir el segundo frente era, objetivamente, permitirle a los fascistas concentrar todas sus fuerzas, toda su potencia, contra la Unión Soviética. El primero de enero de 1942 los alemanes concentran el 70% de sus fuerzas contra los soviéticos, al primero de julio de ese año la concentración llegaba al 77%. Casi todo el ejército contra los soviéticos permite a los nazis, a costa de grandes pérdidas, llegar a la puerta de Stalingrado.

El autor del dicho “al bebé hay que ahogarlo en su cuna” continúa fiel a su dicho. Churchill llega a Moscú en agosto de 1942 para decirle a Stalin que no iban a abrir el segundo frente, comprometido para dos meses atrás, pues “no disponemos de los medios necesarios para esa operación y nuestras tropas carecen de la experiencia necesaria”. Hipocresía al por mayor.

Los japoneses, por su parte, avanzaban sin mayores sobresaltos ocupando Birmania hasta la frontera India, ocupando la península de Malaca y el estratégico Singapur, donde se apropian de la base naval con todas sus instalaciones intactas y toman los 70 mil efectivos que se les rindieron. Luego continuaron con Borneo, Célibes, Bali, Timor y Sumatra. Y en febrero de 1942 los japoneses aniquilaron las flotas americanas y holandesas destinadas en Asia. Ya habían conquistado las islas de Nueva Guinea, del Almirantazgo, Nueva Islanda, Nueva Bretaña y casi todas las Salomón. Ahora apuntaban a Australia.

En África, luego de un tibio repunte de las tropas inglesas, los ejércitos nazifascista emprenden una contraofensiva, el 21 de febrero del 42 y las derrotan. Avanzan ocupando Libia y llegando a El Hazala a fines de mayo, límite que les imponía la falta de combustibles y alimentos, prioritariamente concentrados en el frente oriental. El 20 de junio del 42 los nazifascista toman Tobruk y hacen prisioneros a 30 mil soldados. Los ingleses huyen y son perseguidos por Egipto hasta El Alamein.

Comenzaba julio y el alto mando alemán continuaba empantanado en el frente soviético. Entonces, Alemania resuelve destinar todos los esfuerzos a ese frente y desatender el africano. Escribe el general alemán Tippelskirch: “cediendo a las necesidades crecientes de las tropas que operaban en Rusia, a África se envió poco material bélico”. Pero no sólo se envió poco material bélico, se retiró a la mayor parte de la aviación, dejando sin cobertura a sus propias tropas, todo para fortalecer el frente soviético. Ello crea una situación favorable para las tropas “aliadas”. El octavo ejército inglés comienza, en la noche del 22 de octubre del 42, la ofensiva del frente egipcio. Durante diez días, en El Alemein, combate a las mal abastecidas divisiones nazifascistas que retroceden. Algunos apologistas de los “aliados” intentan comparar la batalla de El Alemein con la de Stalingrado, en África los alemanes solo operaban con 12 divisiones mal abastecidas y sin cobertura aérea y en Stalingrado eran 66 divisiones y tres brigadas, muy bien abastecidas y con una gran cobertura aérea.

El 8 de noviembre tropas americanas desembarcan en Argel, Oran y Casablanca. Un sector gobernante, de los EEUU y de Inglaterra, el sector más reaccionario, mencionan que ese desembarco constituía la apertura del segundo frente, intentando convencer a sus pueblos de que estaban cumpliendo los compromisos asumidos. Otro sector más numeroso denunciaba “África no es el segundo frente”.

Stalingrado (ex Tsaritsym y luego Volgogrado) no era un objetivo caprichoso. Stalingrado era una ciudad con 700 mil habitantes, una ciudad que se extendía 35 kilómetros sobre el Volga, un gran centro ferroviario, un gran centro industrial, con grandes industrias metalúrgicas, textiles, alimenticias y del calzado. Con fábricas de camiones, tractores, instrumentos de medicina. Con usinas termoeléctricas, astilleros, refinerías de petróleo, aserraderos y otras industrias.

La batalla de Stalingrado se convierte en la batalla más decisiva, en la batalla que determinará el curso de la guerra y de la historia. Por segunda vez los alemanes habían anunciado la derrota de los rojos y anticipado el aniquilamiento de la URSS, de todos sus ejércitos y de todos sus dirigentes. Del otro lado, el Partido Comunista, el gobierno soviético, el ejército rojo y la población toda, defienden Stalingrado, detienen a los nazis y lanzan una contraofensiva, que comienza el 19 de noviembre de 1942.

La contraofensiva avanza con rapidez. El 23 de noviembre se cierra en la zona de Kalach un “anillo” alrededor de 22 divisiones alemanas con más de 300 mil soldados. La ahora vieja consigna defensiva de “ningún paso atrás” es reemplazada por ¡Adelante! ¡Al ataque!

El 10 de enero se le pide la rendición al ejército alemán, que la rechaza. El 26 de enero se logra separar al ejército alemán en dos partes, sur y norte, y el 2 de febrero de 1943 finaliza la histórica batalla de Stalingrado con la destrucción total del ejército alemán que perdió 150 mil soldados, se hicieron prisioneros a 91 mil más y a dos mil quinientos oficiales y 24 generales, entre ellos al mariscal Paulus. La batalla de Stalingrado se constituyó en el mayor desastre ocurrido a un ejército en toda la historia. Los alemanes pierden 66 divisiones y dos cuerpos de tanques. El 25% de todo el ejército alemán es destruido en una sola batalla, en esa batalla. Supone una derrota de la cual no se recuperará. Stalingrado queda en ruinas.

La ofensiva soviética continúa obteniendo importantes triunfos. A los cinco meses de iniciada recupera 48 mil kilómetros cuadrados de territorio y avanzado por un corredor de 700 kilómetros. La derrota de los alemanes, pero en particular, el triunfo de los soviéticos, mejora el estado de ánimo de todos los combatientes antifascistas, en especial, de los que operaban y combatían en la Resistencia.

En Casablanca se reúnen, entre el 14 y el 23 de enero de 1943, Rooselvert y Churchill aplazando nuevamente la apertura del “segundo frente” y adoptando el “plan Husky” que comprendía la invasión de Sicilia. El objetivo público era mostrar a sus pueblos que algo se estaba haciendo, pero el encubierto era no incomodar a los nazis que aún libraban batallas por la toma de Stalingrado. Sabían que el ejército alemán estaba en grandes dificultades y no iban a interferir ellos en debilitarlo aún más, por eso, segundo frente: NO.

Nunca pensaron que ese ejército que protegían sufriría una derrota tan catastrófica. En Casablanca continuaron con su habitual estrategia de decir una cosa y hacer otra o no hacer nada. Manifestaron, eso sí, su decisión “irrevocable” de brindar “ayuda” a la Unión Soviética.

Del segundo frente, sólo promesas, pero cuando llega la confirmación de la derrota del ejército alemán en Stalingrado resuelven moverse con más rapidez. Tropas inglesas y yanquis dan un nuevo impulso a los combates de África septentrional que culmina en mayo del 43, A partir de allí lanzan adelante el “Plan Husky” desembarcando en Sicilia el 10 de julio de 1943.

El 22 de junio de 1941 los alemanes habían iniciado la guerra para exterminar la Unión Soviética. Habían pasado días más de dos sangrientos años, años donde los soviéticos habían enfrentados, solos, la poderosa maquinaria nazifascista y la habían parcialmente derrotado, marcando el ocaso del ejército alemán.

Ahora sí, no antes, como se habían comprometido; ahora sí, no antes, cuando era posible evitar millones de muertes y destrucción de bienes; ahora sí, ingresan las tropas “aliadas”, pero a Sicilia, no aún como segundo frente.

En Sicilia solo hay una pequeña guarnición alemana que no ofreció mucha resistencia. Esa guarnición fue hecha prisionera, pero las dos divisiones alemanas allí ubicadas pudieron retirarse intactas. Un diario británico reproduce la nota de su corresponsal: “Nuestra táctica de persecución parecía semejarse al intento de matar una lagartija muy ágil con un enorme martillo; aquella desaparecía apenas levantábamos éste”. Las pérdidas alemanas en esas “batallas” serían insignificantes.

Era lógico, desde ese 10 de julio del 43 los “aliados” impulsaban a esas tropas a marchar al frente soviético, a fortalecer la nueva ofensiva que apenas 5 días antes Hitler había iniciado contra los soviéticos. Lo sabían bien, pues el 15 de abril de ese año Hitler la había ordenado manifestando “Esta ofensiva tendrá la importancia de darnos la iniciativa para la primavera y el verano. Por esa razón todos los operativos deben realizarse con gran cuidado en energía. En las zonas de ataque principal, emplearse grandes unidades selectas, el mejor armamento, oficialidad escogida y la mayor cantidad de municiones. Todo jefe y todo soldado deben comprometerse del alcance trascendental de esta ofensiva”.

Coherencia total de los “aliados” con todas las acciones, medidas y no medidas hasta la fecha impulsadas, la lógica indica que esos aliados “no producirán daños a las tropas alemanas pues pueden ser útiles para fortalecer la nueva ofensiva nazifascista contra la Unión Soviética. “Al bebé hay que ahogarlo en su cuna”. El dicho de Churchill se mantenía vigente, lo que sucedía era de que el bebé resultaba ser demasiado resistente y su cuna también.

Cuando está amaneciendo, el 5 de julio, el ejército nazifascista inicia la ofensiva en un estrecho frente, desde el mar de Berentz hasta el mar Negro. Un frente de sólo 50 kilómetros a diferencia del de 600 kilómetros de la ofensiva anterior. Ahora se atacaba en dos direcciones a Kursk, centro industrial, textil y del tabaco, rescatada por los soviéticos en principios de 1943. Desde el sur de Orel se ataca a Kursk desde el norte y desde la región de Belgorod se ataca a Kursk por el sur.

Miles de tanques tomaron parte de la batalla “más pavorosa de la historia de las guerras”. Una semana después de iniciada la ofensiva nazifascista, el 12 de julio de 1943 el ejército rojo los había contenido y ahora lanzaban la contraofensiva. Los soviéticos rompen la línea enemiga y liberan a Orel y Belgorod el 5 de agosto y a Jarkov el 23.

En las batallas de Kursk y Oriel, el ejército rojo aniquila 30 divisiones alemanas. Así como la batalla de Moscú mostró que el ejército alemán no era invencible, así como la batalla de Stalingrado marcaba el inicio del ocaso de ese poderoso ejército, la batalla de Kursk lo colocó al borde del desastre. A partir de esa batalla los alemanes ya no pensaron en ganar la guerra sino en retener los territorios conquistados.

El ejército rojo continuó avanzando logrando liberar territorios en un frente de mil doscientos kilómetros, desde la desembocadura del río Beresina hasta el mar Negro. Los alemanes debieron cruzar el Dnieper.

La coalición nazifascista entra en crisis. El 24 de julio de 1943 (doce días después de iniciada la contraofensiva del ejército rojo contra los alemanes en Kursk) el Consejo Fascista Extraordinario le retira la confianza a Mussolini. Un día después de ese retiro de confianza, el rey, que lo apoyó en toda su aventura, le pide su renuncia y designa en su lugar a Manuel Badoglio. Mussolini, “la persona más aborrecida de Italia”, dicho por el propio rey, es encarcelado.

Nada es casual. La caída de Mussolini no es casual. En noviembre de 1942, el Partido Comunista Italiano y otros grupos antifascistas crean el Comité del Frente Nacional. A principios de 1943 se desarrolla un amplio movimiento huelguístico. Se generaliza la lucha por ponerle fin a la guerra, la lucha por la paz. Se hace carne la idea de que el fascismo está derrotado. Se reclama castigos a sus partidarios y la Resistencia recibe cientos de nuevos combatientes. La industria ya no podrá abastecer la demanda de la guerra y empezaba a faltar materia prima, combustibles y el país se estaba quedando sin alimentos. El ejército pierde todos los dominios de Italia en África y 10 de sus divisiones son aplastadas en el frente soviético.

Badoglio no rompió enseguida con Alemania, pero mientras mantuvo negociaciones “secretas” con el alto mando “aliado” intentando conseguir una paz “honrosa”. El 3 de septiembre el gobierno italiano firma el armisticio y el 13 de octubre le declara la guerra a Alemania.

Ese mismo día 13 comienza el desembarco de las tropas “aliadas” en Calabria, la Italia meridional. Pese a que debieron enfrentar a sólo 10 divisiones alemanas, los aliados avanzaban hacia el norte con pasmosa lentitud empleando la artillería para bombardear ¡campos vacíos! ¿La razón?

La razón la fijaron los políticos del imperialismo:

1) conservar el régimen capitalista;
2) sostener el aparato político y social del fascismo;
3) Aplastar a los movimientos de Liberación Nacional;
4) Hacer caer toda la responsabilidad sobre un hombre, Mussolini, y no un sistema, el sistema capitalista y
5) salvaguardar a los empresarios, a los banqueros, a la oligarquía y a muchos represores.

Los “aliados”, Inglaterra y los EEUU, compartían las funciones de autoridades de ocupación. Como buenos representantes de los monopolios, esa misión común no evitó que compitieran entre ellos y se enfrentaran para darles prioridad en el despojo a sus propios intereses. Así se enfrentan, a modo de ejemplo, la inglesa Shell con la norteamericana Standard Oil.

Mientras los soldados y los civiles continuaban muriendo en la guerra, los monopolios, de ambos grupos, utilizaban testaferros para adquirir a precio vil las acciones de las sociedades anónimas italianas.

Es obvio que la ocupación no representaba los intereses del pueblo italiano y que iba a hacer todo lo posible para evitar que un gobierno popular los reemplace. Churchill le envía una carta a Rooselvert donde le dice que él contaba con el gobierno de Badoglio como fuerza para impedir la bolchevización de Italia.

La dictadura de Mussolini cae, pero el poder queda en manos de los monopolios, otros, pero monopolios al fin. No obstante, el hecho de que el fascismo haya caído, resultó un contundente triunfo de los patriotas italianos.

Muchas conferencia efectuaron entre sí los aliados. Sin convocar a la URSS, ya que estimaban (y propiciaban) su derrota o su extremo debilitamiento. Pero cuando a mediados de 1943 estaba quedando claro que el ejército rojo, sin sus ayudas, estaba derrotando al nazifascismo, y que en vez de debilitarse se fortalecía con el enorme arsenal que arrebataba al enemigo, que se fortalecía con los altos niveles de productividad alcanzado, que se fortalecía por la enorme simpatía internacional que despertaba en todos los pueblos del mundo, consideran que la URSS debe integrar las próximas conferencias.

En el tercer trimestre del 43, en el otoño, se realiza en Moscú la llamada “Conferencia de Moscú” donde el gobierno soviético pregunta cuándo van a abrir el segundo frente, una pregunta casi irónica, si esa vil demora no siguiera costando vidas humanas. No obtuvo respuesta. Se avanzó en otros puntos, siempre por exigencia de los soviéticos:

1) Extirpar al fascismo y establecer un régimen democrático en Italia sin limitar los derechos del pueblo;
2) Anular la anexión de Austria por parte de Alemania y
3) Castigar a los criminales de guerra.

Costaba arrancarles a los “aliados” posiciones que ataquen el corazón y motor del fascismo, el imperialismo alemán. Es de recordar que todas las instalaciones de cámaras de gas para exterminio masivo fueron provistas por firmas alemanas  ligadas a los monopolios yanquis y que los llamados “carros de la muerte” se fabricaron en Alemania en empresas que pertenecían a la Ford y a la General Motors. O que el Bank of International Settlements, del banquero yanqui Tomás Mackitrik compraba al Reich  Bank alemán el oro robado por los nazis incluyendo los dientes de oro extraído a cientos de miles, más de un millón, de personas asesinadas en las cámaras de gas.

Al imperialismo nipón le sucede algo similar a lo sucedido con los “aliados” y los nazis. Especulaban con la segura derrota del ejército rojo y concentraron su mayor fuerza en el norte de China para ocupar rápidamente la URSS. Descuidaba así sus conquistas en el Pacífico. Debilitaba el frente del pacífico. Ello les permitió a los norteamericanos recuperarse de las derrotas anteriores. Se combate en Guadalcanal y cae en poder yanqui en febrero de 1943. Más adelante, en septiembre, caen Nueva Guinea y Salomón.

En China, Chiang Kai-shek no deseaba luchar contra los japoneses, contra el Japón Imperial. Sus tropas debían estar dirigidas a destruir a los comunistas chinos. Este genocida hizo, sin embargo, un favor involuntario: tanto los EEUU como Inglaterra estaban convencidos de que Chiang Kai-shek sería el dictador de China y eliminaría a los comunistas, por lo tanto aceptaron la “Declaración del Cairo (entre los EEUU, Inglaterra y la URSS) donde se acordó que debían ser devueltas a China Mancharía, Formosa (Taiwán) y la isla de los Pescadores, también se acordó la independencia de Corea. Y por último, se acuerda continuar la lucha contra el Japón hasta su capitulación incondicional.

Aún ni imaginaban que el primero de octubre de 1949 el pueblo chino, con los comunistas a la cabeza, derribaría la dictadura de Chiang Kai-shek y crearía la República Popular. Ni que los traidores, con apoyo yanqui, se refugiarían en la isla china de Formosa.

Las tropas nazis, al inicio del 44, habían perdido iniciativa y poder ofensivo, pero aún ocupaban un enorme territorio soviético. Prepararon la defensa por la posesión del mismo, planeando, esta vez, una guerra prolongada que desgastara al atacante y que les permitiera consolidar la usurpación. En función de ella, los alemanes concentran nuevamente sus tropas en el frente soviético. Contaban entonces con 315 divisiones, de las cuales 198 son destinadas contra los soviéticos; contaban con 10 brigadas, seis las envían a ese destino.

Para Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega y para detener una probable invasión anglo-norteamericana, los alemanes disponen de sólo una brigada y escasas 64 divisiones. En Italia mantienen otras 19 divisiones y una brigada que en parte simulan combatir a los “aliados”, en Yugoslavia se encuentran otras 9 divisiones que sí combaten, pero contra el Ejército Popular de Liberación y en Albania y Grecia se encuentran 10 divisiones y una brigada. Otras 15 divisiones y una brigada se estaban preparando para reforzar el frente oriental. ¡El 70% de las divisiones y brigadas en el frente oriental!

En el invierno de 1944 comienza la ofensiva del ejército rojo, y si bien no fue una ofensiva “relámpago”, tampoco fue prolongada. En solo tres meses las tropas soviéticas avanzan casi 700 kilómetros. Ganan numerosas batallas y escaramuzas y se aproximan a los Balcanes.

Para evitar que los soviéticos ingresaran a ese territorio los nazis concentran 50 divisiones, 25 propias y 25 de sus aliados. El 20 de agosto de 1944 las tropas soviéticas destruyen las líneas defensivas y en cinco días de encarnizada lucha copan 22 divisiones alemanas (de las 25) y seis rumanas.

Nuevamente, los triunfos del ejército rojo sobre los nazifascistas constituyen un incentivo importante para los luchadores antifascistas de los países ocupados.

En el verano de 1944, en Eslovaquia, Polonia, Bulgaria y otras regiones, estallan revoluciones populares armadas contra los fascistas, con o sin presencia del ejército soviético, como sucede en Albania, en Europa o en Vietnam en Asia.

Si bien Italia había roto con el bloque hitleriano en 1943, éste aún se mantenía unido. Pero las últimas derrotas del ejército nazi en el frente oriental lo hacen tambalear. Primero se retira Rumania, luego Bulgaria, luego Finlandia y finalmente Hungría. Todos ellos firman armisticios que fueron elaborados por la URSS, Inglaterra y los EEUU. La preparación de esos documentos fue realizada por la URSS; después de todo, todos esos países sólo atacaban a los soviéticos. El 12 de septiembre firma Rumania y el 19 Finlandia. En octubre, el 28, firma Bulgaria y el 20 de enero del 45 lo hace Hungría.

A mediados de 1944 ya nadie dudaba de la segura derrota del ejército alemán y del arrollador triunfo del ejército soviético que avanzaba hacia Europa occidental. Fue entonces en que se produce el milagro, con o sin intervención de Dios: aparece el... ¡segundo frente!

El 6 de junio, cuando el 70% de las fuerzas alemanas intentaban frenar el avance del ejército soviético y otro 28% estaba diseminado por toda Europa, se produce el desembarco de las tropas inglesas-norteamericanas-canadienses en Normandía. El 2% (Sí, está bien escrito: el 2%) de las fuerzas alemanas, sólo seis divisiones, se encuentran en la región. Los alemanes, extrañamente, se olvidaron de algo importante, se olvidaron de minar las playas.

Los alemanes concentraron algunas tropas en los campos de Normandía que entran en combate. La supremacía aérea de los aliados determina su derrota en medio de sangrientos combates.

Más vale tarde que nunca –reza el refrán-  El segundo frente tuvo un fuerte efecto psicológico ya que, hasta ese momento, en las grandes batallas la URSS combatía sola contra la coalición nazifascista de Alemania, Italia y sus aliados. Ello aceleraría el fin de la guerra.

Se alza Paris. Los días 19 y 20 de agosto casi todos los distritos de los alrededores de París se sublevan y cercan a los invasores.

En Bélgica, en Holanda, en Noruega, en la propia Alemania y en otros países se intensifica la lucha contra el nazifascismo. Aumentan las acciones guerrilleras, aumentan los sabotajes, aumenta las acciones de los francotiradores.

Las victorias del ejército rojo y la retardada apertura del segundo frente, aíslan a Alemania que solo tiene como futuro la derrota. Los grandes grupos industriales y de banqueros se percatan de ello y dan vida, dentro de Alemania, a un “grupo opositor”, grupo que debería cumplir con este programa: 1)Eliminar a Hitler; 2) Formar un nuevo gobierno; 3) Cesar la resistencia sólo en la parte occidental; 4) Concertar un armisticio sólo con las potencias occidentales y 5) Continuar la guerra contra la URSS con un nuevo “eje” con los EEUU, Italia, Francia e Inglaterra, o solos pero con el apoyo de los nombrados.

El 20 de junio de 1944 se lleva a cabo el último de los atentados contra Hitler, en su refugio. Es llevado a cabo por Stanffenberg, cuya misión era formar nuevas divisiones para continuar la guerra. Este alto militar lleva en su maletín una bomba que activa durante la reunión retirándose de ella con la excusa de que olvidó unos papeles en su auto. Desde allí escucha la explosión y se retira creyendo que cumplió con éxito su misión. Se va hasta el aeropuerto y viaja a Berlín a continuar con la segunda parte del plan. Es allí donde se entera de que Hitler sobrevivió al atentado, que sólo recibió algunos rasguños. Él y sus camaradas que integraban la conspiración, fueron ejecutados.

Los “aliados”, en el segundo frente, venían desenvolviéndose con éxito por la poca resistencia de los alemanes y por las crecientes acciones de la resistencia, en Francia, Bélgica y Holanda, territorios que se recuperaron.

Pero en noviembre del 44, a seis meses de iniciado el tantas veces postergado segundo frente, llegan a la frontera occidental de Alemania y se les acaba el paseo. Llegan a la llamada línea Sigfred y allí son detenidos por el ejército alemán que los obliga a ocupar posiciones defensivas.

El 16 de diciembre los alemanes lanzan la contraofensiva en las Ardenes, al mando de Rundstedt y en solo una semana rompen la defensa “aliada” en un frente de 40 kilómetro que luego agrandan a 90 ingresando 100 kilómetros al oeste.

El mando anglo-norteamericano quedó desorientado, y solicitó apoyo a Stalin. Fue el propio Churchill, ese que propiciaba que “al bebé había que ahogarlo en su cuna” quien recurre al bebé que puganaba por asesinar. Le envía varios mensajes a Stalin solicitando ayuda. Finalizaba el año 1944.

El mando soviético había detenido su ofensiva por el ingreso del invierno y para abastecer mejor a sus tropas para lanzar, luego, una ofensiva general, pero resuelve apoyar a los “aliados” en esa emergencia. Adelanta la ofensiva. El 12 de enero del 45, 50 divisiones del ejército rojo se lanzan sobre Alemania que se ve obligada a detener su ofensiva occidental contra los “aliados” y a transportar tropas, municiones y tanques contra la ofensiva soviética.

Pero el avance del ejército rojo era incontenible y avanzaban, decididamente, hacia Berlín.

Como resultado de esa derrota “aliada” en el frente occidental y del avance soviético en el frente oriental, se crean las condiciones para una reunión entre Stalin, Rooselvert y Churchill, que se denomina la “Conferencia de Crimea”, más conocida como Yalta. Es en febrero del 45.

Los aliados, ahora, volvían a avanzar, facilitados por la escasa presencia de las tropas alemanas. Poseían, ahora, una gran superioridad aérea y de tanques.

El ejército soviético continuaba su avance, en mayo llega al Báltico y el 13 de abril ocupa Viena, la capital austriaca.

Los alemanes enviaron todas sus reservas a detener el avance soviético lo que les permitió a los “aliados” avanzar sobre el Rin y rodear a 21 divisiones alemanas que se rindieron no sin antes tratar de llegar a un acuerdo con el mando anglo-norteamericano. El grupo de Himmler expresó que estaba dispuesto a capitular con Eisenhower a condición de que los “aliados” conservasen las fuerzas armadas alemanas para luchar contra el comunismo.

Pero era tarde, los soviéticos habían iniciado el asedio a Berlín y combatieron durante doce días hasta que el 2 de mayo de 1945 es arriada la bandera nazi y con ello, el fin de las aventuras nazifascistas. Unos días antes, Hitler se había suicidado. El mariscal Doenitz, partidario de continuar la guerra lo sucedió y, en su corto mandato, intentó acordar con los aliados un frente contra la Unión Soviética.

Seis días después, el 8 de mayo, el más alto mando alemán, representado por el criminal de guerra Keitel firma la capitulación incondicional de Alemania ante los representantes de la URSS, de los EEUU, de Inglaterra y de Francia.

La paz en Europa era celebrada con gran júbilo, pero la guerra aún continuaba en Asia y el Pacífico, donde tozudamente, un Japón ya derrotado y sin aliados, continuaba la contienda contra el resto del mundo.

La primera ofensiva de los “aliados” en el pacífico se produce el 1º de febrero de 1944 con el desembarco en las islas Marshall, desembarco que abarca las Marianas y las Micronesias. La segunda ofensiva se produce el 10 de octubre con el desembarco en Filipinas.

Mientras, en China, Chiang Kai-shek y el Kunmimgtang, con el respaldo de los EEUU, combatía más a los comunistas que a los japoneses invasores. Ello permitió que el ejército nipón ingresara a China ocupando un territorio, en 1944, de dos millones de kilómetros cuadrados y 60 millones de habitantes. Cuando el Kunmimgtang reacciona y trata de defender ese territorio, es tarde y pierde 700 mil soldados.

Pero lo que detuvo el avance japonés fue la resistencia del pueblo chino, que organizado por los comunistas, obligan a los japoneses a concentrar en ese territorio el 35% de todas sus fuerzas terrestres. A fines de 1944 Japón apelaba a sus reservas estratégicas de Corea, Manchurria y la China ocupada para mantener activo a su ejército de 5 millones de soldados y oficiales.

Los japoneses debieron concentrar sus esfuerzos en China, debilitando su presencia en el Pacífico. En esa área, el 1º de enero del 45 la relación de fuerzas era 1,5 soldado anglo-norteamericano por cada soldado japonés, 5 aviones “aliados” por cada nipón y seis unidades navales por cada unidad de los japoneses. Además, cada vez operaban con más audacia las guerrillas, en particular, las filipinas. A mediados de mayo del 45, en filipinas ya no había resistencia nipona.

El 26 de julio, EEUU, Inglaterra y la China de Chiang  Kai-shek le exigen a Japón la rendición incondicional. La URSS no participa pues no estaba en guerra contra el Japón.

Pero Japón no se rendía. Churchill estimó que la guerra no finalizaría ante de 1947. Las acciones “aliadas” contra los japoneses se limitaban a combates navales y bombardeos aéreos de islas del pacífico. Así nunca terminaría la guerra.

La Unión Soviética evaluó que Japón, que había apoyado al ejército nazi, era la única gran potencia que continuaba la guerra y que para que la misma tenga fin había que derrotarlo. Para ello estaban preparando al ejército y la marina y se lo hacen conocer a los “aliados”. Ante el inminente ingreso de la URSS, los “aliados” resuelven anticiparse y lanzan las bombas atómicas sobre indefensas ciudades civiles: el 6 de agosto sobre Hiroshima y el 9 sobre Nagasaki. Algunos datos informan que la primera bomba mató 306.545 personas. Los yanquis no querían encontrarse con los soviéticos en Tokio, como lo debieron hacer en Berlín. La bomba debía acelerar la rendición, pero en realidad la criminal bomba contenía otro mensaje: “Moscú, te puede pasar lo mismo”.

El 9 de agosto la URSS le declara la guerra a Japón y ese mismo día comenzó la ofensiva de las tropas soviéticas, que se venían preparando semanas antes, contra la mayor concentración del ejército nipón. Simultáneamente, la flota soviética le corta las comunicaciones por mar.

Los yanquis habían dado el criminal golpe con las bombas atómicas argumentando, ante la opinión pública mundial, que con ello la guerra se acabaría y miles de vidas se salvarían. Argumento por demás hipócrita, pues sí se hubiesen ahorrado millones de vida si hubiesen abierto el segundo frente europeo, dos años antes de que lo hicieran, especulando mientras tanto que todo el costo, que todo el precio, lo paguen los soviéticos y los patriotas revolucionarios que ofrendaban sus vidas.

El Japón no se rinde por las bombas arrojadas por los criminales yanquis. Ello es falso. Japón continúa la guerra contra las tropas chinas y, ahora, contra las tropas soviéticas.

Las fuerzas regulares chinas que dirigía el Partido Comunista contaban con 910 mil hombres y las milicias populares la integraban 2 millones doscientos mil miembros. Sostuvieron decenas de combates donde los japoneses pierden 960 mil soldados siendo capturados otros 280 mil. Las fuerzas regulares Chinas recuperan enormes territorios llegando a las proximidades de Pequín. (Esas mismas fuerzas derrotaran al ejército de Chiang Kai-shek y el 1º de octubre de 1949 se creará la República Popular China, la China Comunista).

A la vez, el ejército rojo arrollaba al ejército nipón. El 1º de septiembre de 1945, las unidades del ejército de Kuantung se rinden ante el mando soviético cayendo prisioneros 600 mil hombres. Es el fin de Japón. Un Japón que hasta último momento negoció con los EEUU e Inglaterra una rendición sólo frente a ellos y (al igual que los alemanes) comprometerse a continuar la guerra contra la URSS y los comunistas chinos.

Solo unos meses atrás, a fines de mayo del 45, Churchill había ordenado a Montgomery “recoger minuciosamente el armamento alemán, y almacenarlo de tal forma que se pueda repartir fácilmente entre los soldados alemanes, con los que tendrían que cooperar si la ofensiva soviética continuaba”.

9 de mayo de 1945, las tropas del Ejército Rojo ocupan Berlín y se define la guerra.
En ese mismo mes, horas después, el general yanqui Arnold declaró que el siguiente adversario de EEUU sería la Unión Soviética y propuso lanzar de inmediato un ataque aéreo. Y el 12 de mayo, el presidente Truman, para debilitar el poder del Ejército Rojo que iba a enfrentarse con los japoneses, dio por terminada la denominada “ley de préstamo y arriendo” que obligaba a los EEUU a asistir a los ejércitos aliados con armamento y municiones.

2 de septiembre de 1945 el gobierno japonés firmó la capitulación incondicional que marca el fin de la guerra.

Derrota del fascismo. De los 34 millones de muertos, 27 eran soviéticos. De los 28 millones de mutilados, 12 eran soviéticos.

De los 27 millones de soviéticos muertos, casi cinco millones eran cuadros revolucionarios del Partido Comunista y de sus organizaciones de base.

¡Cuántas vidas jóvenes segó el nazifascismo!

¡Que enorme precio pagaron el gobierno y pueblo soviético!

Un nazifascismo que fue derrotado, pero no eliminado. Los continuadores de la muerte anunciaron su presencia con mucha anticipación, lo hicieron el 6 y 9 de agosto de 1945, inaugurando, esos días, dos nuevos hornos de exterminio, perfeccionados. Dos hornos altamente eficientes, hornos que poseen la propiedad de matar a miles y de seguir matando a otros miles, aún cuando se han apagado.

El capitalismo, el imperialismo, el “padre de la civilización”, el “padre de la democracia” hizo la presentación de esos hornos en Hiroshima y Nagasaki. Y anunció que posee muchos, cientos, miles. Y más potentes. Y anunció que está dispuesto a usarlos.

Pero los Pueblos memoriosos y los Gobiernos Comunistas y los Gobiernos Progresistas del mundo, están dispuestos a proteger la vida y la historia de la humanidad.



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