NOSOTROS
O ELLOS Nº 84
EL
CEREBRO: EL MÁS AVANZADO ÓRGANO, PRODUCTO DE LA EVOLUCIÓN DE LA
MATERIA (3)
Repetimos el final del
número anterior: El cerebro humano es un órgano pluricelular compuesto
esencialmente de neuronas y células gliales. ¿Cuántas células? Las neuronas se
estiman (en el mayor cálculo) en cien mil millones (100.000.000.000) y las
células gliales en diez veces más que las neuronas, es decir un millón de
millones (1.000.000.000.000). Es en ese órgano donde la materia refleja su
mayor desarrollo y perfección. Las células gliales actúan como soporte y
custodia de las neuronas y del procesamiento cerebral de la información. Algunas
de ellas hasta reemplazan a las funciones de las neuronas en caso de lesión o
muerte de éstas. Veremos como funcionan.
Las células gliales o
neuroglias se clasifican en macroglias y microglias, las primeras operan en el
sistema nervioso central -SNC- (astrocitos protoplasmáticos y fibrosos;
oligodendrocitos interfasciculares y satélites y células empedimarias puras o modificadas
como tanicitos); las segundas operan en el sistema nervioso periférico –SNP-
(Células satélites o capsulares, células de Schwann, células de Muller y
otras). Un millón de millones controlando el microambiente celular (a su
composición iónica) a los neurotransmisores y a la alimentación con el
suministro de citoquinas.
Las células neuronales,
que es la forma en que se define a la célula nerviosa y a sus prolongaciones,
se clasifican de varias maneras. En este capítulo de un libro de economía, nuestra
intensión es simplemente remarcar la importancia de la evolución de la materia
orgánica, por lo tanto, la clasificación que efectuamos tanto de las células
gliales como las neuronales pueden diferir de otras que efectúen los
especialistas de la disciplina.
Estamos refiriéndonos a
un máximo de cien mil millones de células neuronales que llevamos en nuestra
cabeza. Se encargan de recibir los estímulos provenientes del medio ambiente,
los convierte en impulsos nerviosos y los trasmiten a otras neuronas y finalmente
van a finalizar a células musculares o glandulares que se encargan de dar
respuesta a esos impulsos. Adoptamos la clasificación en cuatro grupos en
relación con sus funciones: 1. Soma
(neurotransmisores que integran: núcleo, citoplasma, sustancia de Nissi,
aparato de Golgi, mitocondrias, neurofibrillas, microtúbulus, lisosomas,
centriolos, lipofusinas melaninas); 2. Dendritas (principales áreas
receptoras de impulsos de tipo celulípeta; son prolongaciones del soma con
estructura similar al citoplasma, que incrementan el área de contacto de la
neurona mediante sus ramificaciones y espinas dendríticas); 3. Neurita (o Axón) que es la
prolongación extensa de la neurona (consiste en neurofilamentos y neoritúbulos
envueltos en una membrana y conduce el impulso nervioso en sentido celulífugo)
y 4. Cono Axónico que es el
encargado de iniciar el impulso nervioso.
Hace dos mil quinientos
millones de año se iniciaba el camino a la vida desde la materia inorgánica a
la orgánica, la vida pre-celular se convertiría en celular y luego en
multicelular, llegando a entrelazarse de manera maravillosa dando origen a ese
órgano en extremo complejo que denominamos cerebro humano y que está integrado
con miles de millones de células (neuronales y gliales) que pesan un kilo y
medio promedio, que se “encierra” en el cráneo, en 1.200 centímetros
cúbicos de capacidad y poseen axones mielinizados equivalente a 180 mil
kilómetros de extensión si las pudiéramos “desenredar” y 10 mil millones de células “piramidales” que
transmiten las señales a través de mil billones de conexiones. ¿Milagro? No: trabajo, vida en sociedad y
paciencia.
“Homo sapiens”
significa “hombre racional”. En esa simple definición ya encontramos lo más
valioso que posee un ser humano y que lo “despega” del mundo animal: el raciocinio expresado a través del
pensamiento y del desarrollo de la conciencia, de las percepciones, de las
sensaciones, que intentan y logran aproximarse a ser un fiel reflejo del mundo
exterior.
Las sensaciones nos
vinculan con la realidad, con la naturaleza. La palabra proviene del latín
“sensus” que deriva en “sensualismo” teniendo en filosofía a su más destacado
impulsor: el inglés John Locke. Uno de sus discípulos, Etienne Bonnot de
Condillac, francés, publicó en el año 1754 el tratado de las sensaciones donde
expresa, como “materialista sensualista”, la siguiente frase:
“…
es un trabajo destinado a descubrir las leyes y el proceso que posibilita crear
o formar el pensamiento y con él todas las fuerzas espirituales del ser humano…
“Debemos comenzar a observarnos desde las primeras sensaciones que
experimentamos; debemos descubrir las causas de nuestras primeras operaciones
mentales, llegar hasta la fuente de nuestras ideas, mostrar su origen y
observarlas hasta los límites que nos ha fijado la naturaleza. En una
palabra, como se expresaba Bacón, debemos reconstruir todo el raciocinio
humano”
Para su análisis,
Condillac recurre a la
abstracción. Se imagina una estatua semejante a un hombre, a
la que define como “un modelo muerto de un hombre vivo” Luego, a esa estatua, a
ese “modelo muerto” le incorpora un sentido: el olfato, y ya la estatua
comienza a percibir el mundo… y luego le agrega la vista, el oído, el tacto… A
cada agregado de un sentido la percepción del mundo se amplía notablemente pero
se señala que, en esa estatua, que ahora cobra vida, no alcanza a explicarse
las complejas formas del pensamiento del hombre adulto. De allí surge una premisa: la percepción previa del mundo exterior no
alcanza para conocer la naturaleza.
Condillac menciona
(sobre el desarrollo hipotético de la conciencia en la estatua) que el
principio en que el ser humano desarrolla sus facultades es muy sencillo, ya
que está contenido en las sensaciones mismas, pero a la vez asegura que los
sentidos no dan al ser que los posee la posibilidad de juzgar sobre la
existencia real de esos objetos exteriores, y enuncia:
“Para
obligar al hombre a pensar que existen los cuerpos hacen falta tres cosas:
primero que sus miembros puedan moverse; segundo que su mano, órgano
fundamental del tacto, lo palpe a él y a todo lo que lo rodea y tercero que,
entre las sensaciones que experimente su mano, exista una sensación que
necesariamente represente a los cuerpos”
Condillac
denomina con la palabra “ideas” a todas las percepciones relacionadas al mundo
exterior y las clasifica en dos categorías: sensoriales e intelectuales. Las
sensoriales nos permiten percibir directamente los objetos, las intelectuales
derivan de que esa percepción inicial se fija en nuestra memoria y nos permite
operar con esos objetos sin su presencia. Y llega a este punto: admite que las
sensaciones constituyen la fuente del conocimiento de la naturaleza y que la
naturaleza constituye la base sobre la cual se desarrolla el hombre y el
pensamiento.
Es un gran aporte de
este materialista pre marxista. Al igual que Darwin ese pensamiento poseía sus
límites, ya que la estatua no necesita vivir en sociedad con otras estatuas
para convertirse en hombres.
Paúl Holbach sintetiza
su tesis con esta frase: “El hombre es obra de la naturaleza”. Define que su
capacidad de pensar tiene su origen en la naturaleza y en su contacto con ella
es donde se desarrolla. Afirma que lo prueba el acontecimiento que se repite
siempre (la experiencia diaria): que todos los niños han crecido hasta llegar a
seres que piensan y hablan, es decir, hasta llegar a ser racionales.
También su límite se
encuentran, en estos filósofos pre marxistas, de no incluir el medio social y
como consecuencia no se observa, o se desconoce, o se subestima (quizá porque
las ciencias sociales no estaban tan desarrolladas) que el medio social donde
el individuo crece y se desarrolla ejerce un fundamental papel en su formación,
y antes, en su sobrevivencia, pues si nadie lo alimenta muere y si es
alimentado por animales se desarrolla como ellos si logra sobrevivir.
Darwin lanza su teoría
en un medio hostil y define: “El hombre proviene del mono”. A partir de allí
muchos otros científicos profundizan sus investigaciones y comienzan a definir
con más claridad el largísimo proceso de transición del mono a hombre.
Hace varios millones de
años el planeta era cálido y húmedo, con gran parte de su superficie cubierta
de bosques y, por ello, los animales, en particular varias especies de monos,
estaban muy bien adaptados para la vida en los árboles. Podría haber sido
siempre así, si la materia no fuera tan dinámica e inquieta.
En el plioceno
superior, hace apenas 4 millones y medio de años, el clima comienza a
experimentar cambios que modificaron el hábitat de los mamíferos produciendo, a
la vez, cambios en ellos. Como consecuencia de esos cambios muchas especies
desaparecen y otras sobreviven modificadas. Cuando surgen las grandes cadenas
montañosas, se reduce la temperatura, aparecen grandes regiones desérticas y
secas, cambia el régimen de las aguas. Se les crea a los mamíferos, en especial
a los monos, una situación en extremo difícil.
Con la reducción de los
grandes y cálidos bosques surge el hambre, surge la alternativa de morir de
hambre o buscar otros espacios más acogedores. No era para nada un proceso
fácil, obtener otros espacios era también una forma de prolongar la agonía. Había que
dar un paso fundamental, un paso que lo colocaba por encima de la naturaleza
que lo había creado y ahora lo aniquilaba. Había que superara las leyes
biológicas de adaptación al medio.
Oscar Natalichio
Centro de
Investigaciones Económicas y Sociales
(CIEYS)
15/01/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario