NOSOTROS O ELLOS Nº 101
EL DOMINIO CULTURAL DEL
IMPERIALISMO EN LA
ECONOMÍA POLÍTICA
Vamos a iniciar esta segunda serie, que abarcará del Nº
101 al 200, tal como lo hicimos con la primera. Los números iniciales de esta nueva
serie, estarán dedicados a la coyuntura. Luego continuamos con la serie de
hombres y mujeres de Nuestra América que contribuyeron con sus luchas a las
independencias de nuestras patrias y aportaron
con sus ejemplos a forjar las conductas dignas y nobles de los hombres y
mujeres que les precedieron.
Vamos también a tratar de explicar lo mucho que al
imperialismo (léase “grupos concentrados”) le preocupa que esos ejemplos
cundan, en especial con los grandes acontecimientos que han sucedido en esta
época en Nuestra América, y los esfuerzos que hacen, en el plano de las ideas y
de la cultura, para deformar la realidad y “vendernos” una realidad inventada,
con el obvio objetivo de detener y derrotar a esa marea humana que está
presente en los cambios que han contribuido a producir y se encuentra dispuesta
a defender.
La realidad inventada no sólo requiere el apoyo de los
grandes medios, sino, y fundamentalmente, de la denominada (sea real o
inventada) “intelectualidad”, formada por “especialistas” que no saben de lo
que hablan. que se dirigen a oyentes, lectores o televidentes que no saben de lo
que leen, de lo que hablan o lo que observan; pero como no quieren pasar como
“boludos” y sí por “expertos”, repiten los que esos mercenarios “afirman” como
si fuesen ellos los que han sacado esa “bendita conclusión”.
De esa manera se “construye” un analfabeto funcional;
un mediocre, un pelotudo, que es una categoría coyuntural más amplia que el de
“boludo” que no quiso ser.
Hay que reconocer que, en esta cuestión, el
imperialismo ha logrado cierto éxito, ha logrado contar con masas movilizándose
en su favor, lo que no es poco ya que nuestra principal fuerza radica en la
unión de todos los que son afectados por ese enemigo fundamental. Impedir esa
unión es vital para que el criminal sistema continúe funcionando como criminal
sistema. Lo veremos en varias entregas. Pero eso no es todo, la cosa se
complica más cuando vemos que ese dominio cultural, pensado para pelotudizar a
la gente, también ingresa por la puerta, como en su casa, dentro de la mente de
los sectores progresistas, que no compran todo, por supuesto, pero que aceptan
utilizar en sus análisis las “herramientas” camufladas que el imperialismo
decide que utilicen, dejándole, obvio es, que sólo cambien las palabras del
discurso, pues allí no les preocupa tanto el nivel de agresividad hacia él ya
que, en los papeles, dicen lo que quiere que digan. Daremos ejemplos.
Todos los economistas, desde una respetable posición
de izquierda o progresista hasta una nefasta postura a favor de los monopolios
se refieren, unánimemente, a un fenómeno de la economía burguesa que se
denomina inflación.
En general, si uno les preguntara ¿qué es inflación?
Se encontraría con muchas definiciones diversas e incluso contradictorias. Se
observaría que se han creado “sucursales” de la inflación como, por ejemplo: “inflación de costos”.
Se observaría, con claridad, cómo se confunde la Economía Política ,
que es una ciencia, con los
registros de una contabilidad cualquiera que
es una técnica.
En general, estas y otras cuestiones surgen porque,
los analistas económicos, tanto de izquierda o de derecha, utilizan los mismos
parámetros, las mismas categorías, y sólo se diferencian por las terminologías
aplicadas a la explicación del fenómeno.
Es importante, entonces, señalar con claridad, en
primer lugar, de dónde surgen esos parámetros, esas categorías que se utilizan
en una ciencia social como algo “neutral”, como una “herramienta común”,
otorgándole de esa manera, “validez” al análisis.
¿A nadie le
resulta extraño que quienes más acento colocan para regular procesos
inflacionarios, para que “no se desborden”, para que se controlen gastos y
recursos, sean los órganos predilectos de las grandes corporaciones, como lo
son, por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros?
Desde ya que la inflación es un problema ya que la
terminan pagando –relativamente- los más débiles; entonces: ¿Libramos acaso una
lucha “unitaria” junto a los imperialistas sin darnos cuenta? ¿Una lucha donde
coincidimos con nuestros destructores enemigos en que el mal común es la
inflación?
En primer lugar debemos utilizar herramientas de
análisis científicas, herramientas que no provengan de las usinas generadoras
de falsas categorías y conceptos que provienen del imperialismo.
El primer paso es salir del dominio cultural al que
nos han sometido con éxito y sacarnos de encima las vulgares terminologías como
“inflación de costos” o “modelo”; “burbujas” y otras pelotudeces; también sacarnos
de encima la aplicación de conceptos correctos a otros fenómenos que nada
tienen que ver con lo que se define: por ejemplo llamar “inflación” a la
“carestía”, fenómenos generalmente opuestos, aunque posean efectos parciales
parecidos.
Vamos a definir en primer lugar qué es “inflación”
como categoría económica: Y ya que en la coyuntura estamos daremos algunos
ejemplos de estos últimos meses.
¿Qué sucede con el precio del tomate si hay una
cosecha que supera al consumo en la economía capitalista? En general, el precio
del tomate “baja”. A la inversa, si la cosecha es mala, en general, el precio
del tomate sube. En el capitalismo opera, como ley especulativa, la ley de la
oferta y la demanda. Por
tanto, eso que sucede, sucede como “algo lógico”.
¿Quién se beneficia y quién se perjudica con esas alteraciones
que pueden surgir de períodos estacionales o de desastres climáticos?
Vamos a recorrer el camino inverso comenzando con el
consumidor: el comportamiento del mismo indica que a menor precio consume más
tomates que con mayor precio, ya que posee la opción de comprar o no el
producto. Podemos decir que las variaciones de la oferta y demanda no afectan más
allá de los momentos en que esas situaciones se producen, es decir, no se extienden en el tiempo como un factor
fijo.
¿Qué pasa con el comerciante? Vende más a menor precio
con menor margen y vende menos a mayor precio con mayor margen. Tampoco se
pueden allí observar modificaciones sustanciales. Incluso corre menos riesgos
con un producto perecedero cuando hay escasez del mismo.
¿Qué pasa con los quinteros? En los períodos de
escasez, los que han logrado una buena cosecha (donde no afectó el clima) se
fortalecen temporalmente, en cambio, aquellos que cultivaron en áreas donde se
produce un desastre climático ven perder en ese año el esfuerzo realizado. Y
dependerá de la magnitud de su empresa
para mantenerse o desaparecer como “productor” (O del apoyo del Estado, es
decir, de todos nosotros).
Lo que intentamos señalar es ¡Que culpa tiene el
tomate! en esas variaciones producidas por la naturaleza o por la falta de
previsión o tecnología. Lo que queremos señalar es que: porque el tomate se
venda más caro por las razones expuestas, eso no es inflación.
Mucho menos es
inflación cuando los grupos concentrados fijan precios de monopolios sobre los
productos básicos y con ellos actúan sobre la economía como formadores de
precios de monopolios.
Allí no entra siquiera en juego la especuladora Ley de
oferta y demanda. Lo que allí entra en juego es un acuerdo político-económico
entre esos grupos concentrados con el principal objetivo de incrementar sus
cuotas de ganancias y también en el de “desestabilizar” a gobiernos
“populistas”, haciéndolos responsables de lo que ellos hacen, desabastecer y
encarecer.
Es decir, fijan los precios incrementados arbitrariamente
en las bases de las cadenas productivas, alimenticias, de servicios y
financieras. De esa manera, los siguientes eslabones se encargan de
transportarlos hasta el consumidor final, agregándoles, en esa ruta, una
pequeña parte para ellos.
Definimos a “inflación” como “el exceso de papel moneda que
circula por arriba de las necesidades reales”. Para tratar de ser
claros recurrimos a la abstracción y con ella a un ejemplo extremo simplificado
pero exitoso por su claridad y brevedad:
Suponemos un país donde todos los bienes que posee son
100 inodoros y todo el circulante son 100 billetes de un peso, o sea 100 pesos.
A la pregunta ¿cuál es el precio de cada inodoro? La respuesta (salvo para
Bonelli) sería “un pesos”.
¿Qué pasaría en ese país imaginario si se emiten 100
pesos más sin modificar la cantidad de inodoros existentes? Es decir, se emiten
100 pesos y no se produce nada. La respuesta que el precio (salvo para Bonelli)
sería “dos pesos”.
Los escasos habitantes de ese país imaginario entran
en guerra y se arrojan los inodoros por la cabeza. Al llegar la
paz recuperan los sanos y observan que quedaron 50, la mitad. Concentrados
en la pelea no emitieron un solo peso más; ¿cuál es el precio entonces de los
inodoros? La respuesta (salvo para Bonelli) sería “dos pesos”
La ventaja de trabajar sobre la coyuntura es que no se
requiere ser tan “académico” con las terminologías, por eso se puede agregar
“pelotudo” y nombrar a un prototipo de esta vulgar categoría. Pero el ejemplo
es contundente. Cierto que la realidad es mucho más compleja, tanto que los
“especialistas” suelen perderse dentro de ella. El fenómeno es el del inodoro,
después agreguemos desodorante, papel higiénico, lavandina, etc. Pero la cagada
es la misma.
Es por ello que la inflación les preocupa de
sobremanera al imperialismo, pues ella carcome las bases en las que se
encuentra montado. Otro ejemplo simplista sólo para muestra: si la inflación
hace perder valor a la moneda ¿quién pierde? El que posee esa moneda. Y en un
mundo donde 89 personas poseen dinero y bienes equivalentes a los que poseen 3
mil millones de hombres y mujeres más pobres ¿quién se resiente más sin
“ajustarse el cinturón”? La realidad es más compleja, pero el fenómeno es el
mismo. La complejidad existe y si no se la abre para su estudio, termina
confundiendo.
Señalaremos al pasar algunas diferencias enormes entre
lo que es inflación y lo que es carestía. Y con ello volvemos a afirmar que lo
que nos está sucediendo, no es un proceso inflacionario sino netamente especulativo.
No es inflación, es carestía, que no es
lo mismo.
La inflación es
un cáncer para el capitalismo, cuyo Estado burgués emite sea para enfrentar
conflictos como guerras internas, locales o regionales, o emite para cubrir sus
déficit provenientes de su incapacidad/complicidad administrativa. En ambos
casos la emisión no posee una contraparte. En circulación va a existir más
dinero por igual o menor cantidad de bienes. Debilita al Estado en su conjunto.
En cambio, la
carestía originada exclusivamente por el imperialismo (léase grupos
concentrados), es una panacea para estos grupos, que incrementando los
precios obligan a los gobiernos a emitir para evitar que no falte dinero
circulante para las operaciones cotidianas. En este caso se emite para mantener
el equilibrio, más dinero como consecuencia del mayor precio fijado. Debilita al gobierno que se ve obligado a
emitir por no poder controlarlos.
Efectos opuestos nos llevan a deducir que colocarles
la categoría de inflación a la carestía, considerar que inflación y carestía
son sinónimos, es una gran torpeza. Actúan más como antónimos como mostramos en
los dos párrafos anteriores. Además, considerarlos parte de un mismo fenómeno
contribuye eficazmente a señalar que si los trabajadores pedimos un buen
incremento de salarios ello es malo pues va a trasladarse a los precios, pues
el salario produce “inflación de costos”. Comprar ese discurso significa que vamos a terminar NOSOTROS siendo los pelotudos
y ELLOS los sabios.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones
Económicas y Sociales (CIEYS)
31 de marzo de
2014 Día del reinicio de las clases.
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