lunes, 31 de marzo de 2014

NOSOTROS O ELLOS Nº 101

EL DOMINIO CULTURAL DEL IMPERIALISMO EN LA ECONOMÍA POLÍTICA

Vamos a iniciar esta segunda serie, que abarcará del Nº 101 al 200, tal como lo hicimos con la primera. Los números iniciales de esta nueva serie, estarán dedicados a la coyuntura. Luego continuamos con la serie de hombres y mujeres de Nuestra América que contribuyeron con sus luchas a las independencias de nuestras patrias  y aportaron con sus ejemplos a forjar las conductas dignas y nobles de los hombres y mujeres que les precedieron.

Vamos también a tratar de explicar lo mucho que al imperialismo (léase “grupos concentrados”) le preocupa que esos ejemplos cundan, en especial con los grandes acontecimientos que han sucedido en esta época en Nuestra América, y los esfuerzos que hacen, en el plano de las ideas y de la cultura, para deformar la realidad y “vendernos” una realidad inventada, con el obvio objetivo de detener y derrotar a esa marea humana que está presente en los cambios que han contribuido a producir y se encuentra dispuesta a defender.

La realidad inventada no sólo requiere el apoyo de los grandes medios, sino, y fundamentalmente, de la denominada (sea real o inventada) “intelectualidad”, formada por “especialistas” que no saben de lo que hablan. que se dirigen a oyentes, lectores o televidentes que no saben de lo que leen, de lo que hablan o lo que observan; pero como no quieren pasar como “boludos” y sí por “expertos”, repiten los que esos mercenarios “afirman” como si fuesen ellos los que han sacado esa “bendita conclusión”.

De esa manera se “construye” un analfabeto funcional; un mediocre, un pelotudo, que es una categoría coyuntural más amplia que el de “boludo” que no quiso ser.

Hay que reconocer que, en esta cuestión, el imperialismo ha logrado cierto éxito, ha logrado contar con masas movilizándose en su favor, lo que no es poco ya que nuestra principal fuerza radica en la unión de todos los que son afectados por ese enemigo fundamental. Impedir esa unión es vital para que el criminal sistema continúe funcionando como criminal sistema. Lo veremos en varias entregas. Pero eso no es todo, la cosa se complica más cuando vemos que ese dominio cultural, pensado para pelotudizar a la gente, también ingresa por la puerta, como en su casa, dentro de la mente de los sectores progresistas, que no compran todo, por supuesto, pero que aceptan utilizar en sus análisis las “herramientas” camufladas que el imperialismo decide que utilicen, dejándole, obvio es, que sólo cambien las palabras del discurso, pues allí no les preocupa tanto el nivel de agresividad hacia él ya que, en los papeles, dicen lo que quiere que digan. Daremos ejemplos.  

Todos los economistas, desde una respetable posición de izquierda o progresista hasta una nefasta postura a favor de los monopolios se refieren, unánimemente, a un fenómeno de la economía burguesa que se denomina inflación.

En general, si uno les preguntara ¿qué es inflación? Se encontraría con muchas definiciones diversas e incluso contradictorias. Se observaría que se han creado “sucursales” de la inflación como, por ejemplo: “inflación de costos”.

Se observaría, con claridad, cómo se confunde la Economía Política, que es una ciencia, con los registros de una contabilidad cualquiera que es una técnica.

En general, estas y otras cuestiones surgen porque, los analistas económicos, tanto de izquierda o de derecha, utilizan los mismos parámetros, las mismas categorías, y sólo se diferencian por las terminologías aplicadas a la explicación del fenómeno.

Es importante, entonces, señalar con claridad, en primer lugar, de dónde surgen esos parámetros, esas categorías que se utilizan en una ciencia social como algo “neutral”, como una “herramienta común”, otorgándole de esa manera, “validez” al análisis.

¿A nadie le resulta extraño que quienes más acento colocan para regular procesos inflacionarios, para que “no se desborden”, para que se controlen gastos y recursos, sean los órganos predilectos de las grandes corporaciones, como lo son, por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros?

Desde ya que la inflación es un problema ya que la terminan pagando –relativamente- los más débiles; entonces: ¿Libramos acaso una lucha “unitaria” junto a los imperialistas sin darnos cuenta? ¿Una lucha donde coincidimos con nuestros destructores enemigos en que el mal común es la inflación?

En primer lugar debemos utilizar herramientas de análisis científicas, herramientas que no provengan de las usinas generadoras de falsas categorías y conceptos que provienen del imperialismo.

El primer paso es salir del dominio cultural al que nos han sometido con éxito y sacarnos de encima las vulgares terminologías como “inflación de costos” o “modelo”; “burbujas” y otras pelotudeces; también sacarnos de encima la aplicación de conceptos correctos a otros fenómenos que nada tienen que ver con lo que se define: por ejemplo llamar “inflación” a la “carestía”, fenómenos generalmente opuestos, aunque posean efectos parciales parecidos.

Vamos a definir en primer lugar qué es “inflación” como categoría económica: Y ya que en la coyuntura estamos daremos algunos ejemplos de estos últimos meses.

¿Qué sucede con el precio del tomate si hay una cosecha que supera al consumo en la economía capitalista? En general, el precio del tomate “baja”. A la inversa, si la cosecha es mala, en general, el precio del tomate sube. En el capitalismo opera, como ley especulativa, la ley de la oferta y la demanda. Por tanto, eso que sucede, sucede como “algo lógico”.

¿Quién se beneficia y quién se perjudica con esas alteraciones que pueden surgir de períodos estacionales o de desastres climáticos?

Vamos a recorrer el camino inverso comenzando con el consumidor: el comportamiento del mismo indica que a menor precio consume más tomates que con mayor precio, ya que posee la opción de comprar o no el producto. Podemos decir que las variaciones de la oferta y demanda no afectan más allá de los momentos en que esas situaciones se producen, es decir, no se extienden en el tiempo como un factor fijo.

¿Qué pasa con el comerciante? Vende más a menor precio con menor margen y vende menos a mayor precio con mayor margen. Tampoco se pueden allí observar modificaciones sustanciales. Incluso corre menos riesgos con un producto perecedero cuando hay escasez del mismo.

¿Qué pasa con los quinteros? En los períodos de escasez, los que han logrado una buena cosecha (donde no afectó el clima) se fortalecen temporalmente, en cambio, aquellos que cultivaron en áreas donde se produce un desastre climático ven perder en ese año el esfuerzo realizado. Y dependerá  de la magnitud de su empresa para mantenerse o desaparecer como “productor” (O del apoyo del Estado, es decir, de todos nosotros).

Lo que intentamos señalar es ¡Que culpa tiene el tomate! en esas variaciones producidas por la naturaleza o por la falta de previsión o tecnología. Lo que queremos señalar es que: porque el tomate se venda más caro por las razones expuestas, eso no es inflación.

Mucho menos es inflación cuando los grupos concentrados fijan precios de monopolios sobre los productos básicos y con ellos actúan sobre la economía como formadores de precios de monopolios.

Allí no entra siquiera en juego la especuladora Ley de oferta y demanda. Lo que allí entra en juego es un acuerdo político-económico entre esos grupos concentrados con el principal objetivo de incrementar sus cuotas de ganancias y también en el de “desestabilizar” a gobiernos “populistas”, haciéndolos responsables de lo que ellos hacen, desabastecer y encarecer.

Es decir, fijan los precios incrementados arbitrariamente en las bases de las cadenas productivas, alimenticias, de servicios y financieras. De esa manera, los siguientes eslabones se encargan de transportarlos hasta el consumidor final, agregándoles, en esa ruta, una pequeña parte para ellos.

Definimos a “inflación” como “el exceso de papel moneda que circula por arriba de las necesidades reales”. Para tratar de ser claros recurrimos a la abstracción y con ella a un ejemplo extremo simplificado pero exitoso por su claridad y brevedad:

Suponemos un país donde todos los bienes que posee son 100 inodoros y todo el circulante son 100 billetes de un peso, o sea 100 pesos. A la pregunta ¿cuál es el precio de cada inodoro? La respuesta (salvo para Bonelli) sería “un pesos”.

¿Qué pasaría en ese país imaginario si se emiten 100 pesos más sin modificar la cantidad de inodoros existentes? Es decir, se emiten 100 pesos y no se produce nada. La respuesta que el precio (salvo para Bonelli) sería “dos pesos”.

Los escasos habitantes de ese país imaginario entran en guerra y se arrojan los inodoros por la cabeza. Al llegar la paz recuperan los sanos y observan que quedaron 50, la mitad. Concentrados en la pelea no emitieron un solo peso más; ¿cuál es el precio entonces de los inodoros? La respuesta (salvo para Bonelli) sería “dos pesos”

La ventaja de trabajar sobre la coyuntura es que no se requiere ser tan “académico” con las terminologías, por eso se puede agregar “pelotudo” y nombrar a un prototipo de esta vulgar categoría. Pero el ejemplo es contundente. Cierto que la realidad es mucho más compleja, tanto que los “especialistas” suelen perderse dentro de ella. El fenómeno es el del inodoro, después agreguemos desodorante, papel higiénico, lavandina, etc. Pero la cagada es la misma.

Es por ello que la inflación les preocupa de sobremanera al imperialismo, pues ella carcome las bases en las que se encuentra montado. Otro ejemplo simplista sólo para muestra: si la inflación hace perder valor a la moneda ¿quién pierde? El que posee esa moneda. Y en un mundo donde 89 personas poseen dinero y bienes equivalentes a los que poseen 3 mil millones de hombres y mujeres más pobres ¿quién se resiente más sin “ajustarse el cinturón”? La realidad es más compleja, pero el fenómeno es el mismo. La complejidad existe y si no se la abre para su estudio, termina confundiendo.   

Señalaremos al pasar algunas diferencias enormes entre lo que es inflación y lo que es carestía. Y con ello volvemos a afirmar que lo que nos está sucediendo, no es un proceso inflacionario sino netamente especulativo. No es inflación, es carestía, que no es lo mismo.

La inflación es un cáncer para el capitalismo, cuyo Estado burgués emite sea para enfrentar conflictos como guerras internas, locales o regionales, o emite para cubrir sus déficit provenientes de su incapacidad/complicidad administrativa. En ambos casos la emisión no posee una contraparte. En circulación va a existir más dinero por igual o menor cantidad de bienes. Debilita al Estado en su conjunto.

En cambio, la carestía originada exclusivamente por el imperialismo (léase grupos concentrados), es una panacea para estos grupos, que incrementando los precios obligan a los gobiernos a emitir para evitar que no falte dinero circulante para las operaciones cotidianas. En este caso se emite para mantener el equilibrio, más dinero como consecuencia del mayor precio fijado. Debilita al gobierno que se ve obligado a emitir por no poder controlarlos.

Efectos opuestos nos llevan a deducir que colocarles la categoría de inflación a la carestía, considerar que inflación y carestía son sinónimos, es una gran torpeza. Actúan más como antónimos como mostramos en los dos párrafos anteriores. Además, considerarlos parte de un mismo fenómeno contribuye eficazmente a señalar que si los trabajadores pedimos un buen incremento de salarios ello es malo pues va a trasladarse a los precios, pues el salario produce “inflación de costos”. Comprar ese discurso significa que  vamos a terminar NOSOTROS siendo los pelotudos y ELLOS los sabios.

Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
31 de marzo de 2014 Día del reinicio de las clases.

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