NOSOTROS O ELLOS Nº 90
¿Qué entendemos como fascismo, o nazismo o falangismo?
El siguiente artículo fue escrito en el año 2008 pero recobra vigencia
permanentemente. Hoy, el pueblo atacado por esos criminales es la hermana República
Bolivariana de Venezuela. Las bandas mercenarias y los
cipayos, financiadas abiertamente por los EEUU, producen desolación y muerte
sobre la población y los bienes públicos y privados. Los diarios de las
corporaciones difunden noticias falsas y tratan con ello de que se visualicen
como agresores los agredidos. Los vergonzosos “periodistas”, en realidad
mercenarios, se encargan de propagar las mentiras como verdades. En el fascismo
no hay lugar para ser digno u honorable, no hay lugar para ser honrado, ni
solidario, ni sensible. El fascismo sólo propaga el odio contra el semejante y
contra el amor. Sólo propaga violencia contra la armonía y la paz. Una considerable
parte de las capas medias de la población apoyan a los representantes de la
muerte sin sospechar que ellos también serán sus víctimas si el terror
triunfa.
Cuando hablamos de fascismo pareciera ser que nos estamos
refiriendo al fenómeno italiano; cuando en cambio nos hablamos de nazismo
pareciera ser que nos estamos refiriendo a la teoría y práctica aplicadas en
Alemania; y si de falangismo se trata nos ubicamos en España.
Esas particularidades que distinguen al fascismo del
nazismo y del falangismo son sólo periféricas. En realidad, lo que éstos tienen
en común, supera notablemente a esas “diferencias” que les otorga la nación
donde se desarrolla.
En realidad fascismo, nazismo y falangismo son sinónimos,
por eso utilizamos más frecuentemente el término fascista para definir
cualquier modalidad en que se presente. Hay, pues, fascistas en todos los
países y no sólo en esos tres mencionados. Ahora definiremos al fascismo en
sentido general.
¿Es una dictadura? Sin ninguna duda lo es, pero eso no lo
explica. Participa de las dictaduras históricas de los fuertes sobre los
débiles, de los ricos contra los pobres, de una minoría contra una mayoría, de
una clase social dominante contra las otras clases sociales. Pero la dictadura
del proletariado también es una dictadura aunque de signo inverso, es el
sometimiento de la minoría explotadora al poder del pueblo.
El Estado parlamentario burgués es también una dictadura.
Como toda dictadura practica la violencia, pero es una violencia disimulada,
ocultada bajo leyes que parecen proteger al individuo, pero tratadas por jueces
que le cambian el contenido en sus fallos.
El Estado parlamentario burgués le otorga al individuo la
posibilidad de optar por uno que otro candidato, que este ciudadano no conoce o
sólo conoce por los medios. No elije, opta, y esa posibilidad le hace creer que
es libre. La diversidad de partidos políticos le refuerza esa idea de que puede
“elegir” libremente, cuando en realidad apenas puede optar por una lista de la
que jamás participó en seleccionar.
La manifestación de la dictadura en el régimen burgués no
se descubre a simple vista. Sus estructuras están cuidadosamente disimuladas en
leyes, decretos, manifestaciones de intelectuales que la respaldan, etc.
Creemos ser libres porque en cierta y limitada forma lo somos. La gran cantidad
de revistas y diarios, en aparente competencia entre ellos, nos hacen creer que
existe cierta libertad de prensa, como si cualquiera de nosotros pudiera
expresar masivamente nuestras ideas o nuestras denuncias. Es la democracia
burguesa, la que se llena la boca con las palabras libertad, fraternidad,
democracia, justicia, equidad.
El fascismo es la democracia burguesa cuando ésta se
coloca al servicio de los grandes grupos económicos. Es la democracia sostenida
por los grandes monopolios mientras esa democracia no lesione sus intereses. Cuando
los lesiona, cuando comienza a lesionarlos o cuando suponen que pueden lesionar
sus intereses, los monopolios reniegan de su “democracia”, de su solapada
dictadura y la reemplazan sin miramientos por una dictadura feroz, sangrienta,
que ya no oculta nada, que ya no disimula nada. Esa dictadura cruel, esa
dictadura criminal, que no respeta nada (ni siquiera la democracia burguesa) y
en particular la vida, es el fascismo.
Podría definir al fascismo de esta manera: Es la
continuación de la democracia burguesa y formal cuando las corporaciones, en su
democracia, no puede ejercer más su dominio sobre las masas o cuando los
gobiernos progresistas intentan poner ciertos límites al despojo de los
monopolios y ellos ven, en esas medidas, una seria reducción a sus cuotas de
ganancias.
El fascismo le quita la careta a la democracia burguesa y
actúa sin disimulo aplicando el terror, los asesinatos, las torturas, el saqueo…
violando todas las leyes existentes, la mayoría de las cuales fueron impulsadas
por el mismo sistema burgués.
Y ello lo puede hacer sin remordimiento alguno, pues es
el fascismo la manifestación política del imperialismo, es decir del capital
monopolista y de sus aliados oligárquicos. Es el fascismo el que ataca no sólo
a los trabajadores sino también a aquellos sectores burgueses que no alcanzaron
a convertirse en monopolios y que giran entorno a los pequeños y medianos
emprendimientos.
El fascismo le permite a los monopolios “poner en orden”
los países donde actúan. Ello lo logran o intentan lograrlo eliminando
masivamente a los trabajadores que luchan por una distribución mejor de la
riqueza que ellos mismos producen, Luchar por una mejor redistribución de la
riqueza es un pecado grave, pues de distribuirse algo mejor, esta distribución
sólo puede hacerse disminuyendo la cuota de ganancias. Y los monopolios tienden
siempre a mantenerla e incrementarla.
Cuando su signo pesos está en riesgo las matanzas y el
terror reemplazan a las democracias burguesas, pues ya no le son útiles,
aunque, ¡qué paradoja!, tampoco nos son útiles a nosotros, los que queremos
otro tipo de mundo. Y esa paradoja hace
que muchos no adviertan el peligro que nos acecha si la democracia burguesa es
cambiada por el fascismo de los monopolios y no por un proceso revolucionario.
Y por no advertir ello es que algunos sectores populares
deducen que lo que está sucediendo es cuestión entre burgueses, entre distintos
capitalismos, y no una cuestión de vida o muerte, una cuestión donde lo
principal es poner el acento y la lucha en evitar que el gobierno de los monopolios
se instale y comience desde el Estado burgués, ahora devenido en Estado
Terrorista de la gran
Burguesía , a secuestrar, torturar, asesinar, robar, imponer a
sangre y fuego pautas económicas y culturales.
Nosotros tenemos la experiencia y debemos aprender de
ella. Ya llevamos en la historia el grosero error de habernos declarados
neutrales frente al golpe de Uriburu considerando que el problema era entre
Hipólito Irigoyen y los golpistas, que se arreglen entre ellos. “No es nuestra
lucha” declaraba la
combativa FORA. La FUA fue más allá, pues miraba con simpatía
el acceso de Uriburu al poder.
El Partido Comunista aprobó un rechazo al golpe sólo 24
horas antes de producirse pues se venían debatiendo semanas para decidir si se
repudiaba o no. ¡Y cómo nos marcó ese golpe a los argentinos! El neutralismo de
la FORA y la
complacencia de la FUA
tuvieron como respuesta el asesinato y la detención de muchos de sus miembros.
Nosotros tenemos experiencias y debemos aprender de
ellas. El golpe del 24 de marzo de 1976 no fue un golpe militar, tampoco un
golpe cívico militar aunque contó con la complacencia de muchos sectores
civiles, fue más que otra cosa, un golpe empresario, un golpe planificado por
los empresarios representantes de los grandes monopolios.
Para llevar adelante sus proyectos económicos necesitaban
contar con el camino libre, necesitaban realizar un genocidio, necesitaban
asesinar y torturar sin que ninguna ley se interponga, necesitaban reemplazar
al Estado burgués por el Estado Fascista.
Dicho genocidio, es decir el exterminio de los
combatientes por una más justa distribución de la riqueza, los que luchábamos
por un país mejor, con justicia social, con oportunidad para todos, fue
planificado y ordenado por el denominado CONSEJO EMPRESARIO ARGENTINO, que hoy
opera con el nombre de ASOCIACION EMPRESARIA ARGENTINA. Ellos lo planificaron y
encargaron a sicarios a ejecutarlo. Esos sicarios eran militares, periodistas,
políticos e intelectuales decididos a ocupar espacios que de otra manera jamás lograrían
o por hijos de puta nomás.
Y esos empresarios, pulcros, educados, con perfumes
franceses y de buenos modales, entregaban a los sicarios la lista de los
“delegados molestos” que ponían freno a la producción de sus empresas, de los
que subvertían el orden, de los que en escuelas y universidades infectaban
mentes y hasta de algunos empresarios que estaban creciendo y ponían en duda
sus negocios. Pero no solo eso, por ser los planificadores del genocidio, se
reservaron para ellos todos los cargos operativos, comenzando, por supuesto,
con el Ministerio de Economía.
El director del grupo financiero Roberts, Eduardo
Oxenford, pasa a ocupar el directorio de YPF y luego el Ministerio de Industria
y Minería. Otro del grupo Roberts (y vaciador del Banco de Italia) había sido
ministro con la dictadura de Onganía de Energía, Obras y Servicios Públicos.
Eduardo García del banco Shaw, de Dálmine Siderca y de
FIEL promueve a Guillermo Klein como Secretario de Coordinación y Programación.
Armando Braun, del grupo Braun Menéndez Betty coloca su
experiencia de genocida de poblaciones originarias, lo que le permitió, además
de apropiarse casi cinco millones de hectáreas, ser considerado como “miembro
honorario” por la
Sociedad Rural y la
Cámara de Comercio.
Y el puesto mayor, el de Ministro de Economía, reservado
para los presidentes de esos grupos fascistas: Krieger Vasena en la dictadura
de Onganía y el genocida pero también asesino Martínez de Hoz en la dictadura
empresarial del 76.
El fascismo es eso, es la expresión política de los
grandes monopolios. Es el camino que esos monopolios imponen cuando la
democracia burguesa no les sirve. NO LO DEJEMOS PASAR PUES EL FASCISMO NO ATACA
A LOS DELINCUENTES, ATACA A LOS QUE LUCHAMOS POR UN MUNDO MEJOR.
Artículo escrito el martes 13 de
mayo de 2008 para la UPMPM por Oscar Natalichio, Secretario de Extensión.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
24 de febrero de 2014
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