lunes, 24 de febrero de 2014

NOSOTROS O ELLOS Nº 90

¿Qué entendemos como fascismo, o nazismo o falangismo?

El siguiente artículo fue escrito en el año 2008 pero recobra vigencia permanentemente. Hoy, el pueblo atacado por esos criminales es la hermana República Bolivariana de Venezuela. Las bandas mercenarias y los cipayos, financiadas abiertamente por los EEUU, producen desolación y muerte sobre la población y los bienes públicos y privados. Los diarios de las corporaciones difunden noticias falsas y tratan con ello de que se visualicen como agresores los agredidos. Los vergonzosos “periodistas”, en realidad mercenarios, se encargan de propagar las mentiras como verdades. En el fascismo no hay lugar para ser digno u honorable, no hay lugar para ser honrado, ni solidario, ni sensible. El fascismo sólo propaga el odio contra el semejante y contra el amor. Sólo propaga violencia contra la armonía y la paz. Una considerable parte de las capas medias de la población apoyan a los representantes de la muerte sin sospechar que ellos también serán sus víctimas si el terror triunfa.  

Cuando hablamos de fascismo pareciera ser que nos estamos refiriendo al fenómeno italiano; cuando en cambio nos hablamos de nazismo pareciera ser que nos estamos refiriendo a la teoría y práctica aplicadas en Alemania; y si de falangismo se trata nos ubicamos en España.

Esas particularidades que distinguen al fascismo del nazismo y del falangismo son sólo periféricas. En realidad, lo que éstos tienen en común, supera notablemente a esas “diferencias” que les otorga la nación donde se desarrolla.

En realidad fascismo, nazismo y falangismo son sinónimos, por eso utilizamos más frecuentemente el término fascista para definir cualquier modalidad en que se presente. Hay, pues, fascistas en todos los países y no sólo en esos tres mencionados. Ahora definiremos al fascismo en sentido general.

¿Es una dictadura? Sin ninguna duda lo es, pero eso no lo explica. Participa de las dictaduras históricas de los fuertes sobre los débiles, de los ricos contra los pobres, de una minoría contra una mayoría, de una clase social dominante contra las otras clases sociales. Pero la dictadura del proletariado también es una dictadura aunque de signo inverso, es el sometimiento de la minoría explotadora al poder del pueblo.

El Estado parlamentario burgués es también una dictadura. Como toda dictadura practica la violencia, pero es una violencia disimulada, ocultada bajo leyes que parecen proteger al individuo, pero tratadas por jueces que le cambian el contenido en sus fallos.

El Estado parlamentario burgués le otorga al individuo la posibilidad de optar por uno que otro candidato, que este ciudadano no conoce o sólo conoce por los medios. No elije, opta, y esa posibilidad le hace creer que es libre. La diversidad de partidos políticos le refuerza esa idea de que puede “elegir” libremente, cuando en realidad apenas puede optar por una lista de la que jamás participó en seleccionar.

La manifestación de la dictadura en el régimen burgués no se descubre a simple vista. Sus estructuras están cuidadosamente disimuladas en leyes, decretos, manifestaciones de intelectuales que la respaldan, etc. Creemos ser libres porque en cierta y limitada forma lo somos. La gran cantidad de revistas y diarios, en aparente competencia entre ellos, nos hacen creer que existe cierta libertad de prensa, como si cualquiera de nosotros pudiera expresar masivamente nuestras ideas o nuestras denuncias. Es la democracia burguesa, la que se llena la boca con las palabras libertad, fraternidad, democracia, justicia, equidad.

El fascismo es la democracia burguesa cuando ésta se coloca al servicio de los grandes grupos económicos. Es la democracia sostenida por los grandes monopolios mientras esa democracia no lesione sus intereses. Cuando los lesiona, cuando comienza a lesionarlos o cuando suponen que pueden lesionar sus intereses, los monopolios reniegan de su “democracia”, de su solapada dictadura y la reemplazan sin miramientos por una dictadura feroz, sangrienta, que ya no oculta nada, que ya no disimula nada. Esa dictadura cruel, esa dictadura criminal, que no respeta nada (ni siquiera la democracia burguesa) y en particular la vida, es el fascismo.

Podría definir al fascismo de esta manera: Es la continuación de la democracia burguesa y formal cuando las corporaciones, en su democracia, no puede ejercer más su dominio sobre las masas o cuando los gobiernos progresistas intentan poner ciertos límites al despojo de los monopolios y ellos ven, en esas medidas, una seria reducción a sus cuotas de ganancias.

El fascismo le quita la careta a la democracia burguesa y actúa sin disimulo aplicando el terror, los asesinatos, las torturas, el saqueo… violando todas las leyes existentes, la mayoría de las cuales fueron impulsadas por el mismo sistema burgués.

Y ello lo puede hacer sin remordimiento alguno, pues es el fascismo la manifestación política del imperialismo, es decir del capital monopolista y de sus aliados oligárquicos. Es el fascismo el que ataca no sólo a los trabajadores sino también a aquellos sectores burgueses que no alcanzaron a convertirse en monopolios y que giran entorno a los pequeños y medianos emprendimientos.

El fascismo le permite a los monopolios “poner en orden” los países donde actúan. Ello lo logran o intentan lograrlo eliminando masivamente a los trabajadores que luchan por una distribución mejor de la riqueza que ellos mismos producen, Luchar por una mejor redistribución de la riqueza es un pecado grave, pues de distribuirse algo mejor, esta distribución sólo puede hacerse disminuyendo la cuota de ganancias. Y los monopolios tienden siempre a mantenerla e incrementarla.

Cuando su signo pesos está en riesgo las matanzas y el terror reemplazan a las democracias burguesas, pues ya no le son útiles, aunque, ¡qué paradoja!, tampoco nos son útiles a nosotros, los que queremos otro tipo de mundo.  Y esa paradoja hace que muchos no adviertan el peligro que nos acecha si la democracia burguesa es cambiada por el fascismo de los monopolios y no por un proceso revolucionario.

Y por no advertir ello es que algunos sectores populares deducen que lo que está sucediendo es cuestión entre burgueses, entre distintos capitalismos, y no una cuestión de vida o muerte, una cuestión donde lo principal es poner el acento y la lucha en evitar que el gobierno de los monopolios se instale y comience desde el Estado burgués, ahora devenido en Estado Terrorista de la gran Burguesía, a secuestrar, torturar, asesinar, robar, imponer a sangre y fuego pautas económicas y culturales.

Nosotros tenemos la experiencia y debemos aprender de ella. Ya llevamos en la historia el grosero error de habernos declarados neutrales frente al golpe de Uriburu considerando que el problema era entre Hipólito Irigoyen y los golpistas, que se arreglen entre ellos. “No es nuestra lucha” declaraba la combativa FORA. La FUA fue más allá, pues miraba con simpatía el acceso de Uriburu al poder.

El Partido Comunista aprobó un rechazo al golpe sólo 24 horas antes de producirse pues se venían debatiendo semanas para decidir si se repudiaba o no. ¡Y cómo nos marcó ese golpe a los argentinos! El neutralismo de la FORA y la complacencia de la FUA tuvieron como respuesta el asesinato y la detención de muchos de sus miembros.

Nosotros tenemos experiencias y debemos aprender de ellas. El golpe del 24 de marzo de 1976 no fue un golpe militar, tampoco un golpe cívico militar aunque contó con la complacencia de muchos sectores civiles, fue más que otra cosa, un golpe empresario, un golpe planificado por los empresarios representantes de los grandes monopolios.

Para llevar adelante sus proyectos económicos necesitaban contar con el camino libre, necesitaban realizar un genocidio, necesitaban asesinar y torturar sin que ninguna ley se interponga, necesitaban reemplazar al Estado burgués por el Estado Fascista.

Dicho genocidio, es decir el exterminio de los combatientes por una más justa distribución de la riqueza, los que luchábamos por un país mejor, con justicia social, con oportunidad para todos, fue planificado y ordenado por el denominado CONSEJO EMPRESARIO ARGENTINO, que hoy opera con el nombre de ASOCIACION EMPRESARIA ARGENTINA. Ellos lo planificaron y encargaron a sicarios a ejecutarlo. Esos sicarios eran militares, periodistas, políticos e intelectuales decididos a ocupar espacios que de otra manera jamás lograrían o por hijos de puta nomás.

Y esos empresarios, pulcros, educados, con perfumes franceses y de buenos modales, entregaban a los sicarios la lista de los “delegados molestos” que ponían freno a la producción de sus empresas, de los que subvertían el orden, de los que en escuelas y universidades infectaban mentes y hasta de algunos empresarios que estaban creciendo y ponían en duda sus negocios. Pero no solo eso, por ser los planificadores del genocidio, se reservaron para ellos todos los cargos operativos, comenzando, por supuesto, con el Ministerio de Economía.

El director del grupo financiero Roberts, Eduardo Oxenford, pasa a ocupar el directorio de YPF y luego el Ministerio de Industria y Minería. Otro del grupo Roberts (y vaciador del Banco de Italia) había sido ministro con la dictadura de Onganía de Energía, Obras y Servicios Públicos.

Eduardo García del banco Shaw, de Dálmine Siderca y de FIEL promueve a Guillermo Klein como Secretario de Coordinación y Programación.

Armando Braun, del grupo Braun Menéndez Betty coloca su experiencia de genocida de poblaciones originarias, lo que le permitió, además de apropiarse casi cinco millones de hectáreas, ser considerado como “miembro honorario” por la Sociedad Rural y la Cámara de Comercio.

Y el puesto mayor, el de Ministro de Economía, reservado para los presidentes de esos grupos fascistas: Krieger Vasena en la dictadura de Onganía y el genocida pero también asesino Martínez de Hoz en la dictadura empresarial del 76.

El fascismo es eso, es la expresión política de los grandes monopolios. Es el camino que esos monopolios imponen cuando la democracia burguesa no les sirve. NO LO DEJEMOS PASAR PUES EL FASCISMO NO ATACA A LOS DELINCUENTES, ATACA A LOS QUE LUCHAMOS POR UN MUNDO MEJOR.

Artículo escrito el martes 13 de mayo de 2008 para la UPMPM por Oscar Natalichio, Secretario de Extensión.


Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
24 de febrero de 2014

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