jueves, 27 de febrero de 2014

NOSOTROS O ELLOS Nº 89

Los medios de comunicación y su contribución a la idiotización de las capas medias.

Una de las condiciones que los medios tienen en cuenta es que, para idiotizar a parte de la población, requieren periodistas idiotas, es decir, periodistas que entren “en sintonía” con aquellos sectores de la población que, independientemente de su formación cultural, son propensos a creerles y hasta seguirles, basados en la mediocridad que poseen, mediocridad que les impide pensar con su propio cerebro, pensando entonces con el de los idiotas que fueron seleccionados como periodistas de los grandes medios de comunicación en poder o al servicio de la denominada oligarquía financiera, también nombrada como grandes corporaciones, como formadores de precios o, más acertadamente, como capitalismo monopolista o imperialismo.

No todos los periodistas de esos medios son idiotas, los hay también mercenarios, carentes de todo principio y dispuestos a toda perversidad que lo destaquen sobre los demás, en una feroz competencia para demostrar quien es el más brutal de todos.

Nuestro diccionario describe como idiota  en cuatro acepciones: 1) que padece de idiocia; 2) engreído sin fundamento para ello; 3) tonto, corto de entendimiento y 4) (en desuso) carente de toda instrucción.

“Idiocia” significa: Trastorno caracterizado por una deficiencia muy profunda de las facultades mentales, congénitas o adquiridas en las primeras etapas de la vida.

Tomemos por ejemplo a Marcelo Bonelli: no hay dudas de que le cabe las cuatro acepciones, incluida la número 4 que está en desuso, aunque esa acepción puede ser amortiguada por el entorno ya que “instrucción” significa caudal de conocimientos adquiridos y, podría ser que haya recibido ese caudal con contenido falso y que no haya profundizado sobre el mismo, lo que equivale a reemplazar “carente de toda instrucción” por “mediocre”, término que ya hemos analizado en profundidad. Esto es lo mejor que podemos opinar sobre Bonelli, periodista “emblemático” del diario Clarín, pues si no es estúpido es mercenario, categoría mucho más grave e intencional.

Mercenario es el que por una paga ofrece sus servicios a una potencia extranjera. Algunos mercenarios pueden serlo por idiotas, pero, en general, el mercenario hace de su acción una profesión: si tiene que matar, mata, si tiene que torturar, tortura, si tiene que robar, roba, si tiene que difamar, difama, si tiene que mentir, miente. Y todo ello lo hace para el mejor postor, es decir, si mañana alguien del signo contrario le ofrece más “estipendio” no duda en cambiar de vereda y realizar la misma tarea para otro contratista. Lanata es el ejemplo más puro de un mercenario, ya que de idiota no tiene nada y todo lo que hace lo hace sabiendo el daño que produce.

Hasta ahora nos referimos a dos “periodistas” al servicio de los medios fascistas. Pero no todo se reduce a “periodistas”. También existe una jauría de economistas que cumplen los dos requisitos. Podemos señalar a muchos, pero vamos a nombrar al más destacado de ellos, al mercenario más idiota: Carlos Melconian. La condición para ser economista de las corporaciones es no saber economía. Y Melconian cubre con holgura ese requisito. Es, se podría afirmar, el economista de los mediocres más mediocres. Para creerle a este personaje hay que ser idiota en las cuatro acepciones, por que con una o dos no alcanzarían.

La lamentable lista de “periodistas”, “economistas”, “sindicalistas”, “políticos”, etc. que transitan entre idiota y mercenario es extensa, pero no es intensión de este artículo centrar en ellos: que dios los proteja, pues si hay infierno, van derechito.

Lo preocupante es que, en la sociedad, en especial en las capas medias de la sociedad, se manifiesten una gran cantidad de idiotas, formados por los medios y hasta por sus propios medios. Ello para cualquier nación es un hecho de gran gravedad. Ya formados como idiotas actúan en consonancia con el nivel adquirido y van más allá aún: se niegan a salir de su idiotez.

Le demostramos a un idiota que Lanata le miente, se lo demostramos con pruebas contundentes y el idiota, teniendo la posibilidad de ir dejando de serlo, se empeña en “apoyar” al que lo engaña. Esa categoría de idiota puede definirse como “idiota irrecuperable”, es como un drogadicto que sabe que la droga lo mata tarde o temprano y se niega al tratamiento o, peor aún, se niega a reconocerse drogadicto. No obstante es de señalar que ser drogadicto es una enfermedad y ser idiota una elección.

En una sociedad como la que vivimos, en una etapa que puede denominarse de transición hacia “algo mejor”, es necesario saber cómo operar con los idiotas que le dan cierto sustento de masas a las grandes corporaciones, corporaciones que, cuando incrementan desmedidamente los precios, cuando saquea los bolsillos, no hace distinción entre sus idiotas adictos y los no idiotas no adictos. De allí que a los idiotas adictos se los pueda considerar útiles a los intereses de los monopolios, o, más sintético, “idiotas útiles”.

El primer paso no es transformar al idiota en no idiota, pues sería una tarea tremendamente difícil y compleja. El primer paso es evitar que se incremente el número de idiotas útiles a sus verdugos, y ello se logra con la educación y la formación política. Aquellos que aún no lograron la categoría de idiotas o de mediocres son los que pueden contribuir enormemente a detener ese proceso de degradación que significa la reducción inducida al servilismo y al cipayismo de parte de la población por parte de los monopolios.

Vamos a señalar algunos pocos ejemplos de lo que el idiota no sabe o no le interesa: en 1975 sucedió el denominado “Rodrigado” (por Celestino Rodríguez) donde el peso se devaluó un ¡719%! Subiendo los combustibles (naftas) un 180%, la electricidad y el gas un 50%, los colectivos un 75% y el subte más del 150%. Ello fue llevando del 48% al 30% la participación de los trabajadores en el ingreso nacional y del 52% al 70% el ingreso de las empresas. En 1981, en plena dictadura, con Sigaut y Alemann, el peso se devaluó un 230% bajando la participación de los trabajadores sobre el ingreso al 22%. De esa manera del 48 de 1975 se pasa al 22 de 1981. En sólo seis años se transfieren salarios a ganancias empresarias, las que pasan del 52% al 78%. En el año 1989 la paridad cambiaria supera el ¡2000%! Se aplica la Ley de Emergencia Económica, se suspenden todos los subsidios, se privatizan las empresas estatales a precio vil, se incrementa la desocupación y la sub-ocupación, aumenta hasta el 50% la pobreza y casi llega al 20% la indigencia. Al incrementarse la pobreza a tal nivel y, en el 2001, al alcanzar la desocupación el 25% de la población económicamente activa, nuestro país se encontraba en un descalabro tal, que muchos idiotas salieron por primera vez con las cacerolas para reclamar que le devuelvan los “ahorros” sin ver más allá de esa corta e interesada visión. Se pasó por unos días de ciencia ficción en donde “ahorristas y piqueteros son todos compañeros”. Hoy, el idiota y el mediocre defiende y añora esos años donde fue saqueado, y se empeña en ser útil a los saqueadores, en una década donde la población trabajadora (incluido los idiotas) han ido recuperando gradualmente su participación en el ingreso (del 31% del 2003 al 41% del 2012).

Seguiremos señalando lo que el idiota no sabe o no le interesa: los poderosos formadores de precios, las grandes corporaciones internacionales y nacionales, mantienen y acrecientan su “tasa de ganancias” mediante la carestía, es decir, mediante el incremento indiscriminado de los precios. No los aumenta el gobierno, los aumentan los grandes empresarios que arrastran a los demás comercios a hacerlo. Cada aumento de un producto equivale a una disminución de la capacidad de compra del salario y una disminución de la participación de los asalariados en el ingreso total, transfiriendo parte de sus salarios a las ganancias empresarias. Los idiotas han encontrado un Caprile autóctono en Sergio Massa que propone, por ejemplo, disminuir “el gasto público” (una forma de expresar hay que terminar con los subsidios, con la asignación universal por hijo (AUH), sin percibir (por eso se es idiota) que la luz, el agua y el gas sin subsidios se incrementará un 200%, que el transporte sin subsidios se incrementará un 300%  y que ese incremento significará una gigantesca reducción del salario real de total de los trabajadores incluido el idiota dentro de ese total. Y además, esto es válido para el idiota empresario pymes, que si se elimina la AUH, los otros subsidios, los reajustes semestrales de las jubilaciones y las paritarias, le van a vender a magoya o a los marcianos. Pues si han mejorado su facturación es consecuencia exclusiva de que hay más consumo. Las grandes corporaciones no dependen del consumo interno, las pequeñas y medianas empresas sí, de allí que resulte necesario que los empresarios no idiotas se dirijan fraternalmente a los empresarios idiotas y mediocres y le expliquen esta ley natural: más consumen, mejor me va. Y el caprilito local, traidor, mercenario y trepador, propone reducir las retenciones (eliminarlas parcialmente). De esa manera propone que los muy ricos dejen de pagar 10 mil millones de pesos mientras los ajustes a los más pobres se reducen en similar monto. El idiota festeja ese proyecto massista y también festeja la idea de volver a las AFJP que, de haberse mantenido, la jubilación mínima de hoy sería de 581 pesos y no casi 3000 como lo es.

Pero el dominio cultural es tétrico. Por ejemplo, muchas personas del gobierno y de sus aliados, incluso de la izquierda, hablan de “procesos inflacionarios”, hablan colocando el centro en la palabra “inflación”, algunos, más eruditos, mencionan “inflación de costo”. Es lamentable que el dominio cultural de los monopolios haya llegado tan lejos. En nuestro país no hay inflación, no hay emisión descontrolada de dinero sin respaldo en bienes producidos o en ingresos netos de la balanza comercial, ni déficit de presupuesto. Lo que sí hay en nuestro país es un formidable ataque especulativo y saqueador de las grandes corporaciones,  formadoras de precios. La inflación es responsabilidad de los gobiernos, la carestía, de la especulación y el saqueo de las grandes empresas. Entender esto es muy necesario. El gobierno no es responsable de los incrementos desmedidos de precios, en todo caso, podría ser responsable de no actuar adecuadamente frente a ellos. Pero los grandes empresarios, aquellos que en su momento generaron los golpes militares y hoy optan por los golpes de mercado, son los verdaderos criminales y empobrecedores de los trabajadores en general. Esos grupos son tan poderosos que quiebran la resistencia de los gobiernos progresistas que creen poder “encarrilarlos”. Por eso, la carestía producto de la especulación y del saqueo debe ser derrotada por la población en su conjunto, sin esperar que, el sector idiota de la misma, participe. Lograr al menos, que los idiotas se queden en sus casas viendo por TV a los que luchan. La inflación es un fenómeno financiero, la carestía es una acción política de los monopolios para mantener y acrecentar su cuota de ganancias. No es la misma cosa. Sobre lo primero, sobre la inflación, seríamos “todos culpables”, sobre lo segundo, sobre carestía, los culpables tienen nombres y apellidos, e integran la nefasta Asociación de Empresarios “Argentinos”, especialistas en golpes de cualquier naturaleza.

Esos empresarios están emparentados con los denominados “fondos buitres” y mantienen bonos de la deuda que pretenden rescatar a valores nominales, es decir, bonos que adquirieron entre 20 y 25 centavos de dólar reclamando que se les devuelva a 1 dólar más los intereses y en un solo pago. Son 1.330 millones de dólares, parte de la deuda generada por gobiernos anteriores a los K. Cuyos gestores no sólo aceptaron comisiones altas, intereses altos, sino renunciaron a la soberanía nacional, al permitir que los diferendos se resolvieran el las cortes de los buitres, de los EEUU. Los idiotas presionan para que se les paguen a los buitres sin tener en cuenta que ello puede significar que los acuerdos logrados con los que aceptaron el canje (92,4%) caigan si se paga el reclamo a los usureros, y si caen, la deuda se incrementa considerablemente, condicionando a todos los argentinos por varias generaciones. Los idiotas aspiran a que eso suceda.

Esos mismos idiotas son los que aceptan como ciertas las noticias de las “represiones” por parte del gobierno de la hermana Venezuela. No importa que las pruebas que muestran los medios sean falsas y que respondan a represiones en Chile, o en Bulgaria o Brasil y en otros años. No importa, pues los idiotas útiles a las grandes corporaciones ansían a que un gobierno elegido democráticamente, que triunfara en las 18 elecciones que participó, sea “volteado” por el fascismo. Los idiotas le creen a Obama y a los EEUU, los que llegaron al límite increíble: tercerizaron las torturas y los secuestros, y son los que mantienen la cárcel de Guantánamo con personas que secuestran sicarios en diversos países sin ningún tipo de garantías, sin saber quienes son los detenidos. Vergonzoso papel es el del idiota.

Si algún lector cree que me excedí, que me lo haga saber. Si cree que fui condescendiente, también.

Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
26 de febrero de 2014

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