NOSOTROS O ELLOS Nº 63
EL IMPERIALISMO Y SUS GUERRAS: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
(8)
La primera ofensiva
de los “aliados” en el pacífico se produce el 1º de febrero de 1944 con el
desembarco en las islas Marshall, desembarco que abarca las Marianas y las Micronesias.
La segunda ofensiva se produce el 10 de octubre con el desembarco en Filipinas.
Mientras, en China,
Chiang Kai-shek y el Kunmimgtang, con el respaldo de los EEUU, combatía más a
los comunistas que a los japoneses invasores. Ello permitió que el ejército
nipón ingresara a China ocupando un territorio, en 1944, de dos millones de
kilómetros cuadrados y 60 millones de habitantes. Cuando el Kunmimgtang
reacciona y trata de defender ese territorio, es tarde y pierde 700 mil
soldados.
Pero lo que detuvo
el avance imperial fue la resistencia del pueblo chino, que organizado por los
comunistas, obligan a los japoneses a concentrar en ese territorio el 35% de
todas sus fuerzas terrestres. A fines de 1944 Japón apelaba a sus reservas
estratégicas de Corea, Manchurria y la China ocupada para mantener activo a su
ejército de 5 millones de soldados y oficiales.
Los japoneses
debieron concentrar sus esfuerzos en China, debilitando su presencia en el
Pacífico. En esa área, el 1º de enero del 45 la relación de fuerzas era 1,5
soldado anglo-norteamericano por cada soldado japonés, 5 aviones “aliados” por
cada nipón y seis unidades navales por cada unidad de los japoneses. Además,
cada vez operaban con más audacia las guerrillas, en particular, las filipinas.
A mediados de mayo del 45, en filipinas ya no había resistencia nipona.
El 26 de julio,
EEUU, Inglaterra y la China de Chiang Kai-shek le exigen a Japón la rendición
incondicional. La URSS no participa pues no hasta ese momento no se encontraba en
guerra contra el Japón.
Un Japón que no se rendía y que llevó a Churchill estimar
que la guerra no finalizaría antes de 1947. Las
acciones “aliadas” contra los japoneses se limitaban a combates navales y
bombardeos aéreos de islas del pacífico. Así nunca terminará la guerra,
afirmaba.
Para ello estaban
preparando al ejército y la marina y se lo hacen conocer a los “aliados”. Ante
el inminente ingreso de la URSS, los “aliados” resuelven anticiparse y lanzan
las bombas atómicas sobre indefensas ciudades civiles: el 6 de agosto sobre
Hiroshima y el 9 sobre Nagasaki. Algunos datos informan que la primera bomba
mató 306.545 civiles. Los yanquis no
querían encontrarse con los soviéticos en Tokio, como lo debieron hacer en
Berlín. La bomba debía acelerar la rendición, pero en realidad la criminal
bomba contenía otro mensaje: “Moscú, te
puede pasar lo mismo”.
El 9 de agosto la URSS le declara la guerra a Japón y ese
mismo día comenzó la ofensiva de las tropas soviéticas, que se venían
preparando semanas antes, contra la mayor concentración del ejército nipón.
Simultáneamente, la flota soviética le corta las comunicaciones por mar.
Los yanquis habían
dado el criminal golpe con las bombas atómicas argumentando, ante la opinión
pública mundial, que con ello la guerra se acabaría y miles de vidas se
salvarían. Argumento por demás hipócrita, pues sí se habrían ahorrado millones
de vida si hubiesen abierto el segundo frente europeo dos años antes de lo que
lo hicieron, especulando mientras tanto que todo el costo, que todo el precio,
lo paguen los soviéticos y los patriotas revolucionarios que ofrendaban sus
vidas.
El Japón no se
rinde por las bombas arrojadas por los criminales yanquis. Ello es falso. Japón continúa la guerra contra las tropas
chinas y, ahora, contra las tropas soviéticas.
Las fuerzas
regulares chinas que dirigía el Partido Comunista contaban con 910 mil hombres
y las milicias populares la integraban 2 millones doscientos mil miembros.
Sostuvieron decenas de combates donde los japoneses pierden 960 mil soldados
siendo capturados otros 280 mil. Las fuerzas regulares Chinas recuperan enormes
territorios llegando a las proximidades de Pequín. Esas mismas fuerzas derrotarán al ejército de Chiang Kai-shek y el 1º
de octubre de 1949 crearán la República Popular China ,
la China Comunista.
A la vez, el
ejército rojo, en pocos días, arrolla al ejército nipón. El 1º de septiembre de 1945, casi un mes después de arrojadas las
bombas atómicas, las unidades del ejército de Kuantung se rinden ante el mando
soviético cayendo prisioneros 600 mil hombres. Ese hecho marca el fin de
Japón.
Un Japón que hasta último momento negoció con los EEUU e
Inglaterra una rendición sólo frente a ellos y (al igual que los alemanes) se
comprometió a continuar la guerra contra la URSS y los comunistas chinos.
Solo unos meses
atrás, a fines de mayo del 45, Churchill había ordenado a Montgomery “recoger
minuciosamente el armamento alemán, y almacenarlo de tal forma que se pueda
repartir fácilmente entre los soldados alemanes, con los que tendrían que
cooperar si la ofensiva soviética continuaba”.
Un breve resumen:
Desde que se produce el primer “foco”, cuando Japón
invade China en septiembre de 1931 hasta 2 de septiembre de 1945 que se
considera el fin de la guerra y la derrota del fascismo han transcurrido 14
años. Aunque el inicio de la segunda guerra mundial es señalada el 1º de
septiembre de 1939 con la invasión alemana a Polonia (desde ese punto de
partida han transcurrido seis años).
De los 34 millones de muertos, 22 millones eran
ciudadanos soviéticos. De los 28 millones de mutilados, 12 eran soviéticos.
De los 22 millones de soviéticos muertos, casi cinco
millones eran cuadros revolucionarios del Partido Comunista y de sus
organizaciones de base. De los mutilados
casi seis millones eran cuadros y militantes por la construcción del socialismo
y por la defensa de la
Patria Grande.
¡Cuántas vidas humanas
segaron el nazi fascismo y la avidez de los monopolios!
¡Qué enorme precio
pagaron gobierno y pueblo soviético para que el mundo se libere de ese monstruo!
Un nazi fascismo
que fue derrotado, pero no eliminado. Los continuadores de la muerte, los
herederos del fascismo, anunciaron su presencia con mucha anticipación, lo
hicieron antes que finalizara el conflicto, lo hicieron los días del 6 y 9 de
agosto de 1945, inaugurando, en esos días, dos nuevos hornos de exterminio,
perfeccionados. Dos hornos altamente
eficientes, hornos que poseen la propiedad de matar a miles y de seguir matando
a otros miles, aún cuando se hayan apagado.
El capitalismo, el imperialismo, el “padre de la
civilización”, el “padre de la democracia” hizo la presentación de esos hornos
en Hiroshima y Nagasaki. Y anunció que posee muchos, cientos, miles. Y –remarcan-
son mil veces más potentes. Y anuncian que están dispuestos a usarlos.
Hemos recorrido las
dos guerras interimperialistas donde la muerte, la desesperación, el terror se
manifestó con toda crudeza.
Hemos tratado de
explicar que las guerras nada tuvieron que ver con los pueblos. Fueron
enfrentamientos creados por los distintos grupos monopolistas en busca de los
espacios de dominio con que no contaban pues otros imperialistas se habían
anticipado y habían tomado como propiedad
y bajo su influencia todo el planeta hasta que se inicia la primera
guerra mundial y comienza el re-reparto.
Hemos tratado de
recorrer la parte menos divulgada de estas guerras, la parte que se oculta, la
parte donde los llamados “aliados” conspiran permanentemente, durante esos 14
años, o más específicamente, en los últimos 6 años, junto con los fascistas,
haciendo negocios con la muerte de millones de seres humanos, para que se
destruya, en primer lugar, lo que consideraban más peligroso: un país
socialista que crecía y demostraba a los trabajadores del mundo de que son
ellos y no sus apropiadores los que deben gobernar el planeta.
Hemos mostrado la
falsedad y carencia de principios de los personeros de los monopolios,
dispuestos siempre a mentir, a engañar, a fabular y a crearse teorías perversas
para “justificar” acciones aún más perversas como son arrojar bombas atómicas
sobre ciudades donde solo había civiles, en particular niños, mujeres y
ancianos.
El imperialismo, esa etapa superior del capitalismo que
señaláramos en números anteriores, es una máquina de destruir vida. Todo tipo
de vida, comenzando con la humana y arrasando con el planeta.
Nadie que posea
cabeza y no sea como adorno, puede desconocer que si nos mantenemos dentro de
este sistema no hay futuro para la humanidad. Que la vida de nuestros hijos y luego
de nuestros nietos se va a convertir en un infierno mayor al que hoy asesina a
28 mil niños por día y deja a los pobres que sobreviven en estado deplorable
físico-mental.
Un mundo con 7 mil millones de habitantes, que produce
hoy alimentos para 9 mil millones de seres humanos y cuenta con 2 mil millones
que no reciben las calorías necesarias para crecer, no es de humanos. Y es
ingenuo creer que quienes han llevado la humanidad a ese nivel son la solución.
La tarea de todo
hombre y mujer de bien es luchar para que la humanidad sobreviva, luchar para
salir de la prehistoria, luchar para construir un mundo donde la solidaridad y
la hermandad reemplacen a la indiferencia y la codicia. Luchar
por la paz y por la justicia social.
Dentro del capitalismo ese mundo no es posible. Dentro
del capitalismo no hay paz ni hay justicia.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
12/12/2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario