sábado, 14 de diciembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS Nº 60

EL IMPERIALISMO Y SUS GUERRAS: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (5)

Para el alto mando alemán, el 10 de octubre de 1941 Moscú caería en sus manos. Tan convencidos estaban que indicaron a sus tropas que lugar debían ocupar cada una de ellas en la capital de la Unión Soviética. Stimson, secretario de guerra de los EEUU le comunica a su presidente, Roosevelt que, en menos de un mes y en no más de tres, la URSS sería totalmente derrotada. Los grandes diarios tenían las portadas reservadas para el título “CAYÓ MOSCÜ”.

Subestimaron al ejército rojo y al heroísmo de la población soviética. No repararon que los combates en el frente oriental, en el único frente verdadero, eran cada vez más encarnizados y que ello producía muchas bajas, obligando a los alemanes a emplear sus reservas, obligándolos también a suspender otras operaciones de guerra, como la ofensiva a Egipto y otras áreas en el África, lo que les permitió a los ingleses emprender la ofensiva en África septentrional, donde aún así fueron derrotados, en enero de 1942, por las tropas ítalos-germanas.

Mientras se estancaba la ofensiva alemana y se libraba la batalla de Moscú, el 7 de diciembre de 1941 los japoneses bombardean Pearl Harbor, en las islas Hawai y atacaban, simultáneamente, otras dos bases (Wake y Midway) y las posiciones británicas en Singapur, Malasia y Hong Kong.

Japón le declara la guerra a los EEUU e Inglaterra un día después de bombardearlos. Japón descarta el triunfo alemán sobre la URSS, territorio de donde se abastecería de petróleo y hierro.

Luego del ataque japonés, el pueblo norteamericano percibe ahora con mayor fuerza la amenaza fascista, el fascismo también los ataca a ellos. Y el imperialismo yanqui aprovecha esa acción para su bolsillo.

Los japoneses extienden su intervención a varias islas del Pacífico y Oceanía, pero éstas no dejaban de constituir acciones secundarias, la guerra se decidiría en el frente soviético.

El 6 de diciembre de 1941, mientras los aviones japoneses se dirigían a Pearl Harbor, el ejército rojo derrotaba a las tropas nazi-fascistas en las puertas de Moscú. Fue una gran victoria, pero no decisiva, pues el ejército nazi era muy poderoso y se repliega para reorganizarse.

En su retirada, precipitada, corriendo, huyendo, dejaron su moderno armamento. Fue la primera derrota del hasta ahora “invencible” ejército alemán. Poderoso, pero no invencible. Esa derrota cambió el ánimo general y elevó el espíritu combativo de la resistencia en los países ocupados y de todos los movimientos antifascistas del mundo. Crecen los destacamentos guerrilleros y crecen sus acciones, cada vez más audaces. Incluso se crearían nuevos movimientos, como el Parido Obrero Polaco en diciembre de 1942.   

Ese triunfo del ejército rojo permitió que se concretara, a principios de 1942, la dilatada coalición antifascista que, hasta entonces, avanzaba a tramos, frenada por las actitudes de los gobernantes de los EEUU e Inglaterra. Aún así, estos países no pensaban cumplir ni con la mitad de los compromisos asumidos entre los cuales se encontraba uno fundamental: la apertura del segundo frente, del frente occidental.

Los alemanes fueron rechazados de Moscú pero aún ocupaban Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Lituania, Estonia y otras regiones. Se trataba de un territorio clave, con casi 90 millones de habitantes, donde se obtenía el 33% de toda la producción industrial de la URSS, donde pastaba el 50% de su ganado y el 50% de la tierra era cultivable.

En esas áreas, la “raza superior” cometió los más atroces crímenes: Utilizaba a los niños, en especial hijos de comunistas y judíos, para practicar tiro al blanco. Exponían a los ejecutados, en su mayoría mujeres y niños, en plazas y otros lugares públicos. Sólo en Kiev, en tres días, fusilan a 52 mil personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos. En un cementerio de esa ciudad, a la que fueron llevados, los obligaron a cavar la fosa, a acostarse en fila en su fondo, siendo asesinados en ese lugar mientras otra fila se preparaba para arrojar tierra sobre los muertos para luego ser obligados a acostarse sobre esa nueva capa.

La “raza superior”, el imperialismo, el verdadero rostro del capitalismo cuando nadie pone freno a sus naturales instintos, a su verdadera esencia.

La apertura del segundo frente era una cuestión clave. Millones de personas se hubiesen salvado pues ello acortaba la guerra. Alemania concentraba toda su potencia en el frente oriental y no tenía capacidad para enfrentar otro frente, el occidental, sin abandonar o debilitar a aquél.

Pero el segundo frente no aparecía. Y ello permitió que los alemanes, en los primeros meses de 1942, prepararan una nueva ofensiva contra el frente soviético. Había que asestar un golpe demoledor a los rojos, exterminarlos, que no quede nadie vivo, y se debía hacer en el verano, con la complicidad de EEUU e Inglaterra, quienes, mientras eso ocurría, no abrirían el comprometido segundo frente.

Y así fue, el segundo frente no apareció y los alemanes iniciaron su segunda gran ofensiva contra el gobierno y pueblo soviético.

Pese a los compromisos “firmes” asumidos en Londres (Alianza anglo-soviética del 26 de mayo del 42) y en Washington (Acuerdo soviético-norteamericano del 11 de junio del 42), solo apareció una “afortunada” declaración que decía: “Se ha alcanzado un completo acuerdo en lo que respecta al problema impostergable de la apertura del segundo frente en Europa”. Declaración en el acuerdo, pero en la realidad, EEUU e Inglaterra acuerdan no abrir el segundo frente y esperar cuales son los resultados de la segunda ofensiva alemana contra los soviéticos. Los canallas del “mundo libre”, los “demócratas”, el imperialismo no fascista solo hasta que se visualice que también lo son.

No abrir el segundo frente era, objetivamente, permitirles a los fascistas concentrar todas sus fuerzas, toda su potencia, contra la Unión Soviética. El primero de enero de 1942 los alemanes concentran el 70% de sus fuerzas contra los soviéticos, al primero de julio de ese año la concentración llegaba al 77%. Casi todo los ejércitos de alemanes y sus aliados contra los soviéticos; eso les permite a los nazis, a costa de grandes pérdidas, llegar a la puerta de Stalingrado.

El autor del dicho “al bebé hay que ahogarlo en su cuna” continúa fiel a su dicho. Churchill llega a Moscú en agosto de 1942 para decirle a Stalin que no iban a abrir el segundo frente, comprometido para dos meses atrás, pues “no disponemos de los medios necesarios para esa operación y nuestras tropas carecen de la experiencia necesaria”. Hipocresía al por mayor.

Los japoneses, por su parte, avanzaban sin mayores sobresaltos ocupando Birmania hasta la frontera India, ocupando la península de Malaca y el estratégico Singapur, donde se apropian de la base naval con todas sus instalaciones intactas y toman los 70 mil efectivos que se les rindieron. Luego continuaron con Borneo, Célibes, Bali, Timor y Sumatra. Y en febrero de 1942 los japoneses aniquilaron las flotas americanas y holandesas destinadas en Asia. Ya habían conquistado las islas de Nueva Guinea, del Almirantazgo, Nueva Islanda, Nueva Bretaña y casi todas las Salomón. Ahora apuntaban a Australia.

En África, luego de un tibio repunte de las tropas inglesas, los ejércitos nazi-fascistas emprenden una contraofensiva, el 21 de febrero del 42 y las derrotan. Avanzan ocupando Libia y llegando a El Hazala a fines de mayo, límite que les imponía la falta de combustibles y alimentos, prioritariamente concentrados en el frente oriental. El 20 de junio del 42 los nazi-fascistas toman Tobruk y hacen prisioneros a 30 mil soldados. Los ingleses huyen y son perseguidos por Egipto hasta El Alamein.

Comenzaba julio y el alto mando alemán continuaba empantanado en el frente soviético. Entonces, Alemania resuelve destinar todos los esfuerzos a ese frente y desatender el africano. Escribe el general alemán Tippelskirch: “cediendo a las necesidades crecientes de las tropas que operaban en Rusia, a África se envió poco material bélico”. Pero no sólo se envió poco material bélico, se retiró a la mayor parte de la aviación, dejando sin cobertura a sus propias tropas, todo para fortalecer el frente soviético. Ello crea una situación favorable para las tropas “aliadas”. El octavo ejército inglés comienza, en la noche del 22 de octubre del 42, la ofensiva del frente egipcio. Durante diez días, en El Alamein, combate a las mal abastecidas divisiones nazi-fascistas que retroceden. Algunos apologistas de los “aliados” intentan comparar la batalla de El Alamein con la de Stalingrado, en África los alemanes solo operaban con 12 divisiones mal abastecidas y sin cobertura aérea y en Stalingrado eran 66 divisiones y tres brigadas, muy bien abastecidas y con una gran cobertura aérea.

El 8 de noviembre tropas americanas desembarcan en Argel, Oran y Casablanca. Un sector gobernante, de los EEUU y de Inglaterra, el sector más reaccionario, mencionan que ese desembarco constituía la apertura del segundo frente, intentando convencer a sus pueblos de que estaban cumpliendo los compromisos asumidos. Otro sector más numeroso denunciaba “África no es el segundo frente”.

Stalingrado (ex Tsaritsym y luego Volgogrado) no era un objetivo caprichoso. Stalingrado era una ciudad con 700 mil habitantes, una ciudad que se extendía 35 kilómetros sobre el Volga, un gran centro ferroviario, un gran centro industrial, con grandes industrias metalúrgicas, textiles, alimenticias y del calzado. Con fábricas de camiones, tractores, instrumentos de medicina. Con usinas termoeléctricas, astilleros, refinerías de petróleo, aserraderos y otras industrias.

La batalla de Stalingrado se convierte en la batalla más decisiva, en la batalla que determinará el curso de la guerra y de la historia. Por segunda vez los alemanes habían anunciado la derrota de los rojos y anticipado el aniquilamiento de la URSS, de todos sus ejércitos y de todos sus dirigentes.

Del otro lado, el Partido Comunista, el gobierno soviético, el ejército rojo y la población toda, defienden Stalingrado, detienen a los nazis y lanzan una contraofensiva, que comienza el 19 de noviembre de 1942.

La contraofensiva avanza con rapidez. El 23 de noviembre se cierra en la zona de Kalach un “anillo” alrededor de 22 divisiones alemanas con más de 300 mil soldados. La ahora vieja consigna defensiva de “ningún paso atrás” es reemplazada por ¡Adelante! ¡Al ataque!

El 10 de enero se le pide la rendición al ejército alemán, que la rechaza. El 26 de enero se logra separar al ejército alemán en dos partes, sur y norte, y el 2 de febrero de 1943 finaliza la histórica batalla de Stalingrado con la destrucción total del ejército alemán que perdió 150 mil soldados, se hicieron prisioneros a 91 mil más y a dos mil quinientos oficiales y 24 generales, entre ellos al mariscal Paulus. La batalla de Stalingrado se constituyó en el mayor desastre ocurrido a un ejército en toda la historia. Los alemanes pierden 66 divisiones y dos cuerpos de tanques. El 25% de todo el ejército alemán es destruido en una sola batalla, en esa batalla. Es una derrota de la cual el criminal imperialismo nazi-fascista no se recuperará, aunque Stalingrado haya quedado en ruinas.  Continúa

Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
11/12/2013


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