NOSOTROS O ELLOS Nº 53
EL IMPERIALISMO Y SUS GUERRAS: LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
(1)
A fines del siglo XIX se observaba claramente que el “taller del mundo”,
Inglaterra, ya no lo era, perdía su superioridad industrial. Se observaba que
Francia también retrocedía, en especial, porque durante los enfrentamientos con
Alemania (1870/71) había perdido dos centros industriales importantes: Alsacia
y Lorena. Pero ambas decadentes potencia poseían enormes territorios bajo su
dominio. En especial Inglaterra, cuyos dominios territoriales y sus de
poblaciones superaban a todas las demás potencias imperialistas juntas,
cubriendo una superficie 150 veces superiores a su territorio (India, Ceilán,
Canadá, Australia, parte de África e islas del pacífico y del atlántico. Además
poseía el dominio mediante tratados leoninos de los territorios de China,
Persia (Irán), Afganistán y otros. Y el segundo lugar era ocupado por la
Francia derrotada por los alemanes, que poseía dominio sobre Argelia, Túnez,
Marruecos, Indochina y otros. Mientras los EEUU avanzaban sobre América Latina
con su doctrina América para los americanos.
A Alemania le quedaron muy pocos territorios, escasos en superficie y
escasos en población. Los imperialistas alemanes necesitaban imperiosamente colocar
sus productos y sus capitales en un mundo ya ocupado por otros imperialistas.
El capitalismo en Alemania había dado un vuelco importante y se había
convertido en el más eficiente pero sin mercado donde colocar sus excedentes y sin
territorios dónde obtener las materias primas baratas para consolidar su
crecimiento. Había un solo camino, la guerra, pero era necesaria una excusa. Y la excusa surgió en Sarajevo,
Bosnia, “justificando” que la guerra se iniciara en la mañana del domingo del
28 de junio de 1914, en esa ciudad.
El Archiduque Francisco Fernando con su esposa ocupaban en el segundo
coche de cuatro. Viajaron para demostrar
al mundo que Austria-Hungría consolidaba la ocupación de esas tierras que unos
años antes habían sido anexadas y en donde ahora planeaban realizar grandes e
intimadoras maniobras militares.
Ese día, el 28 de junio, elegido por el archiduque para visitar Sarajevo,
era por demás provocador ya que se trataba de uno de los aniversarios más
tristes para los servios. Les recordaba que habían sido derrotados por los
turcos en 1389, siendo esclavizados por los triunfadores durante muchos años.
Quizá el archiduque no reparó en un importante dato histórico que lo hubiese
hecho reflexionar: pese a la derrota, un soldado serbio ingresó al campamento
turco y apuñaló al sultán Murad.
Apenas ingresó el cortejo de los cuatro autos en la principal calle de
Sarajevo, un ramo de flores humeante cayó dentro del coche del archiduque,
quien, con rápidos reflejos, alcanzó a arrojarlo afuera, saliendo él ileso,
pero hiriendo la explosión a más de 15 personas de su comitiva.
Salió ileso de esa acción, pero unos minutos después, un estudiante de
Belgrado, entonces capital de Servia, de sólo 20 años, llamado Gavrila Prinzip,
mató a tiros al archiduque y también a su mujer. Ante el atentado el imperio
Austro-Húngaro vaciló, quedó desconcertado, no lo esperaba. Pero Alemania le
intimó a que tomara medidas decisivas. “Ahora o nunca” exigió el emperador
Guillermo, del cual muchos afirman no era ajeno al atentado.
La guerra finaliza a las 11 horas del 11 de noviembre de 1918. Los
representantes alemanes suscribieron el Armisticio de Compiegne. Las tropas
alemanas estaban perdiendo terreno pero dos acontecimientos fueron los que
aceleraron el fin de la
guerra. El primero de ellos fue la Revolución de
obreros soldados y campesinos que dio nacimiento al primer país socialista en la tierra. Y el
otro fue la deserción en masas de los soldados de ambos bandos que
pedían el fin de la guerra y se sumaban a las crecientes huelgas organizadas
por los trabajadores con los comunistas a la cabeza en Alemania, Francia y
demás países. El miedo obligó a los contrincantes a finalizar la guerra pues
temían que ocurriese en sus países lo que ocurría en la Rusia zarista. Firmaban
entre ellos la paz pero ya habían diseñado un plan, con un objetivo, formar
con la Alemania derrotada un frente único dirigido especialmente contra el
nuevo Estado Soviético y contra todo el movimiento revolucionario de Europa.
Las guerras son
los acontecimientos ideales para que los capitalistas se enriquezcan
rápidamente. Mientras los trabajadores y soldados de todos los países pasaban
penurias y hambre, mientras se extendían las jornadas de trabajo y los
impuestos coercitivos, mientras la carestía y el desabastecimiento de elementos
vitales, principalmente alimentos, escaseaba, los ricos y especuladores
incrementaban enormemente sus riquezas y sus poderes.
En el medio de
la guerra los capitalistas “patriotas” ingleses exportaban a Alemania las
mercancías que ésta necesitaba utilizando para ello países “neutrales” como
Suiza. Incluso
capitalistas ingleses y alemanes discutían los acuerdos en esa nación neutral
para que los negocios beneficiaran a ambos.
Pero los más grandes negocios fueron realizados por los capitalistas de
los EEUU a través de la exportación a los “aliados” y a sus rivales armas y
mercancías por miles de millones de dólares más otros 11 mil millones como “empréstitos”.
Este ejemplo es
una muestra: pese a que en Alemania faltaba acero, los capitalistas alemanes
exportaban decenas de miles de toneladas de ese material a Francia e Italia,
vía Suiza, acero que ésos países utilizaban para fabricar piezas de artillería;
piezas que la Entente utilizaba para bombardear y matar soldados y poblaciones alemanas.
En cada bando, los que denunciaban estas verdades eran considerados traidores y
se los encarcelaba o fusilaba.
La amplia
mayoría de los reclutados eran trabajadores, ya sean obreros o campesinos. La
guerra fue la excusa para que de un soplido se perdieran todas las conquistas
sociales y se levantaron todo tipo de restricciones a la jornada laboral. El
trabajo fue militarizado y toda persona, inútil para el servicio militar, entre
17 y 60 años estaba obligada a trabajar por migajas para la industria bélica.
No podían
cambiar de ocupación, no podían quejarse de las condiciones de trabajo ni de la
paga, no podían poner límites a la cantidad de horas trabajadas. Si rechazaban
las condiciones miserables de trabajo pasaban a ser juzgado por un tribunal y
terminar en la cárcel o fusilados. Recibían raciones que eran cada vez más
pequeñas, situación ésta muy distinta a la de los ricos y especuladores. Las
protestas masivas tenían como respuesta el terror policial pero ni aún así
pudieron acallarlas.
En Rusia el pueblo era mucho más pobre que el inglés, el francés y el
alemán. La Rusia zarista era una combinación de un sector industrial limitado y
moderno con una agricultura amplia y atrasada. El pueblo carecía de derechos y
el gobierno trataba de mantener la ignorancia para asegurarse su obediencia.
Los pueblos no rusos (armenios, polacos, tártaros, uzbekos, etc., se
encontraban en peor situación. En la Rusia zarista todos los obreros y
campesinos eran sometidos a una doble explotación, la de los capitalistas y
terratenientes locales y la de los capitalistas monopolistas extranjeros.
Desde el principio, los comunistas rusos tuvieron bien en claro cuál era
la real situación. Encabezados por Lenin fueron los únicos que se pronunciaron,
desde el inicio, en 1914, en contra de la guerra y del imperialismo, que la
provocaba.
Hubo grandes huelgas que fueron reprimidas a balazos por la policía
zarista provocando cientos de muertos y heridos. Los comunistas, no obstante,
continuaban igual su trabajo ideológico para terminar con la guerra que mata
trabajadores y fortalece monopolios. Ese trabajo militante se trasladó al
propio ejército y miles de soldados comenzaron a dejar de luchar y a confraternar
con los soldados enemigos. Hubo sublevaciones en 1915 y en 1916 reprimidas
violentamente por los sicarios de los monopolios.
Lenin fue el primero que demostró que el capitalismo había entrado en
otra fase, superior a la anterior, la del monopolio y escribe su
trascendental tesis, en la primavera de 1916,
“El imperialismo, fase superior del capitalismo” y, además de los
cinco rasgos fundamentales que veremos más adelante, señaló tres características
nuevas:
a) la
imposibilidad de las clases dominantes de gobernar como lo venían haciendo
hasta ahora (engañando al pueblo, confundiéndolo, dividiéndolo,
embruteciéndolo);
b) Aumento
brusco de las penurias de las grandes masas de trabajadores y
c) el
descontento por la política de las clases dominantes provoca las acciones
combativas de los sectores populares.
Los comunistas rusos prestaron mucha atención a la unidad del pueblo, en
especial a la unidad de los trabajadores, con las grandes masas campesinas y
con los soldados reclutados para una guerra que solo beneficia a los
monopolios. Al mismo tiempo señalaban que las desigualdades en los desarrollos
económicos y políticos de los países del imperialismo no permiten esperar que
el socialismo se imponga en todos o en la mayoría de ellos y que, el yugo
imperialista, será derrotado en aquellos donde existan las contradicciones más
acentuadas y existan fuerzas capaces de aniquilarlo. Y además, que esas fuerzas
sean capaces de enfrentar no sólo las acciones contrarrevolucionarias, sino los
ataques de los imperialistas de otras naciones.
No sólo en Rusia: hubo varias huelgas anti guerreristas en Inglaterra,
más de 700, en especial por parte de los mineros y delegados de fábricas, todas
traicionadas por dirigentes social demócratas. También en Francia se
registraron huelgas, surge un movimiento antimilitarista y hay diputados socialistas
que votan en el parlamento por dar fin a la guerra, por lograr la paz. Y en Alemania surge el
grupo “Espartaco” quienes organizaron en Berlín la primera gran manifestación antimilitarista.
También en Austria-Hungría se llevan acciones contra la guerra. Todas esas
acciones fueron reprimidas con brutalidad.
La crítica situación del zarismo asustó a la burguesía rusa y a sus
aliados pues temían que la situación de efervescencia revolucionaria que vivía
el pueblo ruso los superara. El zarismo ya no los convencía y los burgueses
aspiraban a tomar el poder, seguros que, derrotado ese régimen tan odiado por
el pueblo, se evitaría la revolución social y ellos pasarían a dirigir el
Estado.
A la vez
necesitaba continuar la guerra ya que era un excelente negocio que los
enriquecía. Los
comunistas hablaban de paz y ello resultaba peligroso. Había que actuar rápido;
y pensaron, con apoyo de los “aliados”, dar un golpe de estado camuflado, hacer
renunciar al zar Nicolás II y entregar la corona a su hijo menor de edad,
vinculado a ellos a través del regente.
El camino hacia la toma del poder no fue fácil. En marzo de 1917 los
comunistas llaman a una huelga política contra el hambre, la guerra y el
zarismo. Es reprimida pero los obreros pasan de la huelga política a la insurrección. En
Petrogrado , la capital de entonces, los obreros copan el
arsenal y se arman. Se forman los Soviet de obreros y soldados insurrectos y,
simultáneamente, se forma el gobierno Provisional de la burguesía con los
terratenientes, que se apresuraron a formar gobierno. Durante unos meses hubo
una dualidad de poderes. Meses antes los EEUU le habían declarado la guerra a
Alemania. Continúa…
Oscar Natalichio
Centro de
Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
09/12/2013
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