miércoles, 25 de septiembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS PARTE 20

LA MEMORIA VIVA

En el año 2006 se cumplían 30 años del golpe genocida empresario-militar en nuestro país y también se cumplían 30 años de esas valientes mujeres que enfrentaron con coraje sin par a los genocidas.

Con motivo de ese aniversario, la Asociación Madres de Plaza de Mayo, seleccionó a 30 personas para que cada una de ellas ofreciera su opinión con relación a ese acontecimiento nefasto que fue la dictadura. Entre ellos se encontraban Osvaldo Bayer, León Ferrari, Eugenio Zaffaroni, León Rozitchner, Eduardo Pavlovsky, Norberto Galazo, Adrián Paenza, Carlos Aznarez, Teresa Parodi y Victor Heredia. Tuve el honor de ser uno de los seleccionados y de todos surgió el libro UN PAÍS 30 AÑOS (El pañuelo sigue haciendo historia).

He tomado tres de los 30 escritos; el de Osvaldo Bayer, el de Victor Heredia y el que me tocó escribir. De los tres señalaré sólo algunos párrafos que tienen relación con la historia y con el momento actual de la misma, por la que estamos transitando. Y también tienen que ver con la Memoria, con la tarea de mantenerla viva, no dentro de un museo, donde sólo puede ser observada, sino dentro del cerebro, de donde puede ser evitada su repetición.

Antes haré algunas cortas referencias a ese órgano material tan vital que es el cerebro humano. Todo lo existente, absolutamente todo, ha surgido por el desarrollo de la materia. En el mundo orgánico, la amplia diversidad de organismos, son resultado de la materia viva, son el resultado de las acciones de las leyes de la naturaleza.

Los primeros seres vivos denominados “pre-celulares”, surgieron hace 2.500.000.000 de años y estaban desprovistos de núcleo y de envoltura celular, desarrollándose en el agua o en lugares muy húmedos. Eran seres muy elementales pero ya contenían las propiedades fundamentales para mantenerse vivos: las partículas albuminoideas (proteínas) se alimentaban, crecían y se reproducían dividiéndose por la mitad

Pasaron miles de años para que se desarrollara una envoltura que los cubría y protegía, del medio ambiente, formándose un núcleo que se encargaba de actuar como regulador de los procesos vitales. De esa manera se construye la célula y con ella se da comienzo al período de los organismos unicelulares, los que tomaron dos caminos que dieron origen a la primera división del mundo orgánico: el reino animal y el reino vegetal.

De los organismos unicelulares se pasa a los pluricelulares, organismos que contienes miles, millones, cientos de millones y miles de millones de células. Ello les permite a estos nuevos organismos, aumentar el tamaño y generar diversidades que debieron ir adaptándose a los cambios que se producían en el planeta. Ello los hace productos del desarrollo histórico y es lo que Darwin señala como “evolución”

La vida animal arranca con los protozoos (unicelulares parecidos a la ameba), lo siguen las esponjas y los celentéreos de donde surgen dos ramas: la menor que la integran los gusanos, moluscos y artrópodos y la mayor que también se divide en dos: los equinodermos (como la estrella de mar) y los cordados (integrado por todos los vertebrados entre los cuales estamos nosotros).

Los vertebrados se inician con peces sin mandíbulas (ostracodermos) y cuando se desarrollan las mandíbulas aparece el viejo tiburón. Posteriormente se da un paso importante, mayor a pisar la luna, que es pisar la tierra. La vida marina pasa a la parte continental del planeta cuando los vertebrados evolucionan como anfibios (estegocéfalos). Fueron reptiles los primeros, los que en su evolución generaron los primeros mamíferos y, los voladores, las primeras aves.

Pasaron millones de años y una parte de los mamíferos se desarrolla desde el mono al hombre actual, siendo su principal característica durante esa evolución, desarrollar un órgano sumamente complejo que lo diferencia del resto de las especies: el cerebro humano.

Dicho cerebro es un órgano pluricelular que está compuesto esencialmente de neuronas y células gliales. Se estiman que cada cabeza nuestra contiene 100.000.000.000 de neuronas y 10 veces más de células gliales, es decir 1.000.000.000.000 de ellas, que son el soporte y custodia de las neuronas y del procesamiento cerebral de la información.

Pareciera ser que, en nuestro país, esas células gliales están fallando en la cabeza de millones de personas. Posiblemente actúen virus, pero el antídoto es mantener viva la memoria, de allí que recurro a ese libro publicado por las Madres en sus 30 años.

Osvaldo Bayer, fragmento:

¿Qué clase de pueblo era cuya tolerancia pasiva, si, su consentimiento criminal hizo posible que se desataran poderes tan perversos?” Así se preguntaba en 1945 la periodista norteamericana Margaret Bourke-White, de Life Magazine, ante los habitantes de Bergen, luego de haber visitado el campo de concentración de Bergen-Belsen, en los últimos días de la guerra.

Cuando en el caso argentino, vemos el método aplicado durante los años de la dictadura: secuestros, torturas, vejaciones en todas sus gamas más despiadadas, derecho de botín –a los perseguidos se les robaba hasta los hijos, perversión no conocida hasta ahora en la historia –desamparo y persecución de la familia de la víctima, y por último “desaparición” del secuestrado (es decir: no otorgarle ni siquiera el derecho de la vida o de la muerte), todo un concepto que involucra el neologismo “muerte argentina”, ante toda esa realidad, la pregunta que se hubiese hecho Margaret Bourke-White treinta y cinco años después, sería similar.

Porque, como hijos de esta sociedad –los militares- que según estudios recientes de sociología provienen un noventa por ciento de la clase media y a su vez más de un ochenta por ciento de familias católicas, cómo esos hijos fueron capaces de algo así calificado por ellos mismos con la sorprendentemente cínica expresión de “excesos de represión”. Todo eso fue posible por la sociedad civil que los acompañó y rodeo con entusiasmo, o que guardó silencio cómplice, o que hizo de “oposición constructiva” (toda esa fauna mansamente demoníaca de los que saben “cuerpear” la situación con medias palabras desensillando no hasta que aclare sino solamente para reacomodar las cargas y atento el olfato a cualquier cambio para trocar la senda por la ruta). Además de aquellos que negaron la realidad o aquellos otros –lo más peligrosos- que hablaron mucho para no decir nada, que hablaron de persecuciones en otros mundos mientras en nuestras calles se mataba a la mejor juventud.

Victor Heredia, fragmento:

La vi a mi madre levantar una mano y acariciar la cabeza de su nieta Camila, como si intentara asir en esa caricia algo de lo que se había ido con mi hermana María Cristina. Un gesto tan sutil como la ternura, un primoroso batir de alas de quien busca en el presente algo del pasado y del futuro. Descubrí enamorado de ese instante que me señalaba un camino sustancial: teníamos que reverenciar lo que nos había quedado de ellos, apostar a la vida a pesar del odio. Lo repetí hasta el cansancio en cada uno de mis poemas, en cada reportaje, en cada charla. Cuando me interrogaban acerca de mis sentimientos respecto de la dictadura decía con absoluta sinceridad y convicción: no quiero venganza, quiero justicia… Me pregunté por aquellos días y lo hago aún hoy: ¿Qué nos sucedió para conformar en los setenta un Estado tan ajeno a nuestros ideales, tan desmesuradamente incorrecto, tan lejano a la letra de nuestra Constitución? ¿Cómo pudo suceder que aceptáramos esa iniquidad, sin intentar siquiera un amago de resistencia cívica ante los secuestros de nuestros hermanos, de nuestros hijos y compañeros, frente al encarcelamiento y la tortura de los dirigentes estudiantiles y obreros? Me respondí con dolor que nuestro discurso revolucionario se limitaba a un bello y juvenil sueño de estudiantina. Que jamás habíamos tomado en cuenta, con la gravedad necesaria, el sentido religiosamente “reservado” que merece la militancia en tiempos de resistencia… Este país perdió una generación entera de hombres y mujeres valiosísimos casi sin inmutarse y gritando los goles del Seleccionado Nacional, en el 78. Tuvimos que soportar a los sectores ofendidos con los comentarios internacionales sobre lo que sucedía en la Argentina ya que consideraban que todo lo que se decía sobre las Juntas Militares era una mera exageración. Los grandes medios de comunicación se pusieron al servicio de la dictadura y, desde la perversidad de su genuflexión, apañaron el eslogan “los argentinos somos derechos y humanos”, cuando todos sabíamos de la tragedia de los secuestros y desapariciones, de lo que sucedía en las cárceles clandestinas y en las madrugadas represivas en todo el territorio nacional. Los compadezco. Sinceramente me dan pena, porque cargarán en sus almohadas la horrible culpa de haberse hecho a un lado, de volverse sordos, ciegos y pusilánimes y dejar que la muerte paseara oronda entre nosotros.  Hemos pagado con sangre el costo de nuestros ideales, toda una generación pagó con su propia vida el sueño de una más digna, menos miserable que la que soporta este país desde hace siglos. Aquellos años no sólo devastaron la economía nacional, no sólo destruyeron a una Argentina que fuera el faro intelectual de América, no sólo corrompieron a la clase política, también rompieron nuestra estructura humana, el sesgo más valioso que teníamos como individuos: dejamos de pertenecer a esa pluralidad maravillosa que se llama humanidad, para transformarnos en seres solitarios, ajenos a la solidaridad, vacíos de capacidad de análisis y comprensión por el prójimo. Bastarías recuperarla para darle sentido a la palabra que nos llena la boca cotidianamente: democracia.

Oscar Natalichio, fragmento:

El 24 de marzo quedará registrado en nuestra memoria como la fecha más oprobiosa de la historia de nuestro país. Fecha que ningún argentino debe olvidar, so pena que el olvido se convierta en una repetición de esos actos llevados a cabo por criminales profesionales en la barbarie de matar a personas indefensas, de torturar a mujeres, jóvenes y niños, de robarles sus pertenencias y también de apropiarse de sus hijos, para criarlos, en muchos casos –menudo horror- en sus propios hogares, manchados con la sangre de sus verdaderos padres, a quienes dieron muerte lenta mediante la aplicación de suplicios inenarrables. Un homicidio es la muerte de una persona causada violentamente por otra. Cuando la muerte es producida alevosamente se la denomina crimen o asesinato. Y cuando esa muerte alevosa, cuando ese crimen alevoso se generaliza, sobre un pueblo, sobre una raza, sobre una manera de pensar, estamos en presencia de un genocidio. Un homicidio puede ser producto de un trastorno de la razón, de un arrebato, de un ataque de furos. El genocidio jamás. EL GENOCIDIO SE PLANIFICA, meticulosamente. Se les proveen a los ejecutores de los recursos necesarios. No es un arrebato. No hay trastorno de la razón. Por el contrario: hay objetivos claros y concretos, llevados adelante por un grupo pensante, con plena conciencia de lo que se propone y sin ningún tipo de escrúpulo para cometer los crímenes en masa que consideren necesarios para proteger sus intereses. Porque allí se encuentra el objetivo central: se trata de defender los privilegios de los grandes monopolios, se trata de que nadie interfiera en la explotación del trabajo y del trabajador que les produce las ganancias; se trata de que nadie intente cambiar el marco jurídico que “legitima” esa explotación; se trata, en definitiva, de mantener y acrecentar la “cuota de ganancias”…

El genocidio en nuestro país fue planificado e impulsado por el Consejo Empresario Argentino (CEA), que hoy continúa bajo el nombre de Asociación Empresaria Argentina (AEA). El CEA fue presidido inicialmente por el genocida Adalbert Kriguer Vasena, quien había sido ministro de Economía en la llamada “revolución libertadora”. Y en 1976 pasa a dirigirlo otro genocida, José Alfredo Martínez de Hoz, también -¡vaya coincidencia!- ministro de Economía durante el período nefasto. Los planificadores del genocidio, y por tanto genocidas, constituyen un verdadero “estado mayor”. Este fue integrado con los siguientes delincuentes impunes, todos grandes empresarios, como lo denuncian en el libro “Argentina de Rodillas” José Vélez y Jaime Fuchs. Eduardo Oxenford, director del grupo financiero, luego director de YPF con el asesino Videla y ministro de Industria y Minería con el asesino Viola. Luis María Gotelli, director de los bancos Roberts e Italia, de la empresa Pirelli y de Hirían Walter, además de poseer grandes extensiones de tierra e integrar la comisión directiva de la Sociedad Rural y de haber sido ministro de Energía y Obras y Servicios Públicos en la dictadura de Onganía, habiendo participado activamente junto al grupo Macri…

En dicho artículo incluyo a Federico Zorraquín  (ADEPA), a Eduardo García (Banco Shaw, Dálmine Siderca y FIEL), a Guillermo Klein, a Armando Braun (genocida de pueblos originarios) a Patrón Costa, a José Estensoro (BJ service) a Guido Martelli, a Francisco Soldati, todos integrantes del CEA  y a sus “tanques pensantes”, entre ellos Machinea, Cavallo, Alemán, Dañino Pastore, Álvaro Alzogaray y otros

El trabajo sucio lo hacen los esbirros y los sicarios, ambas piezas fundamentales para proteger los intereses de los monopolios. Les otorgan amplios poderes y ello confunden a muchos que creen que castigando a los criminales que se exteriorizan, la justicia llega, cuando los “castigados” son, apenas, la parte superior de un témpano.

Hoy, repito, la disyuntiva es la misma, o NOSOTROS o ELLOS. No podemos dudar ni quedarnos a esperar la carroza. Cada uno de nosotros debe ser un militante por la vida impidiendo que el 27/10 triunfe la muerte.

Oscar Natalichio
Director
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
25 de septiembre de 2013 con pasajes de marzo del 2006

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