martes, 1 de mayo de 2012

EL ANTIMARXISMO: REFLEJO CONDICIONADO DE JOSE PABLO FEINMANN


No importa del tema que trate, y lo bien que lo trate. Sea deporte, o teatro o música o política o filosofía.
No importa la extensión del trabajo, sea un libro, un artículo, un ensayo. No importa si se trata de una charla, de una conferencia o de un debate sobre futbol.
Cualquiera sea el tema que Feinmann trate, repito, cualquiera, el reflejo condicionado de este filósofo de…, es difícil precisar si es de la derecha progre, de la izquierda pequeño burguesa, de un nacionalismo abstracto o de un fascismo encubierto. Es difícil pues no sólo es un hombre de enorme habilidad para transmitir lo que piensa, sino también lo que quiere que los demás piensen sin aparecer él como el impulsor.
No acostumbro a realizar afirmaciones sin antes hacer reflexiones, estudios e investigaciones que la respalden, aún así sé que corro el riesgo de equivocarme, pero eso lo juzgan ustedes.
TELEOLOGÍA es el término utilizado en este artículo de José Pablo Feinmann, publicado en Página 12 el domingo 22 de abril de 2012, con el título de SOBERANÍA Y PODER. Un buen artículo donde señala lo que la gran mayoría de los argentinos celebramos: el reintegro de YPF al Estado Argentino. ¿Se puede en un tema tan específico escribir contra el marxismo? Para José Pablo Feinmann, hablar contra el marxismo no sólo es siempre posible sino es una constante de la cual no ha renegado nunca. Pero lo interesante, lo espectacular, es la enorme destreza que utiliza para expresar ese reflejo condicionado tan efectivo y tan útil para el “establismen cultural” Destreza que debe ser puesta a luz, lo que no está al alcance de muchos, por mas intelectuales que sean o piensen que lo son.
TELEOLOGÍA proviene del griego “Teleo” que equivale a obtener un propósito, o llegar a una meta o alcanzar el fin propuesto. “Logía” es estudio. Por tanto se la define, en general, como la doctrina filosófica de las causas finales”. Se la suele considerar también como la atribución de un objetivo a un proceso concreto, o “razón de algo en función de su fin”.
Aristóteles planteaba cuatro clases de causas: la material (aquella de lo que está compuesto algo); la formal (aquello que da el ser a un objeto); la eficiente (aquello que ha producido un objeto) y la cuarta causa; la final (aquello para lo que existe un objeto).
Ésta última era, para el filósofo griego, la causa más importante, aunque, manifestaba, también era necesario contemplar las cuatro causas para una explicación integral del universo. A esta cuarta causa se la denomina “teleología” y también recibe la denominación de “finalismo”.
Finalismo como doctrina que afirma la existencia de las causas finales en el sentido de la ordenación del universo, de acuerdo con un plan previo impuesto por una “inteligencia suprema”. En las religiones y en sistemas filosóficos “antiguos” se aplica una interpretación finalista de toda la realidad e incluso, de todos sus aspectos parciales. Para muchos, las ciencias “modernas” han dejado de lado esta doctrina y, de alguna manera, “proscribieron” la explicación de los hechos recurriendo a las causas finales.
En la Edad Media la teleología fue considerada como la única explicación válida para acceder a los misterios divinos, no distinguiéndose los conceptos teleológicos de los teológicos. Este criterio se expresó y fue impulsado por un movimiento que se denominó “escolástico”.
No obstante su “proscripción”, en la edad moderna se considera a la cuarta causa con otra óptica, la antropomórfica, que afirma que del hecho de que el hombre conozca por causas finales no implica que el universo funciones bajo ese principio. Y surge un movimiento, el mecanicismo, que se concentra en la tercera causa e intenta explicar al mundo por “causas eficientes”, afirmando que ello favorece el desarrollo de las ciencias modernas.
Aún hoy se recurre a la palabra teleología para ser utilizada en dar explicaciones a lo sobrenatural. También se utiliza la denominación “sistemas teleológicos” para definir a los “sistemas cibernéticos” orientados a un fin.
Cuando alguien afirma que un proceso es teleológico está afirmando: 1. Que no es un proceso aleatorio ni el resultado de ese proceso aleatorio y 2. Que existe un FIN, un objetivo, que trasciende al propio proceso y que constituye su razón o explicación.
Algunos tienen tendencia a considerar que el término teleológico es sinónimo de necesario. Pero el término necesario es incompatible con la “indeterminación”, mientras que lo teleológico sí lo es, sí es compatible, aunque en cierto grado, aunque, en relación a su FIN no sea indeterminado.
También se puede afirmar que la acción teleológica no es la acción arbitraria, la acción que responde a caprichos, a expresiones de deseos sin ninguna articulación superior. Fuera del ámbito ontológico y dentro de la acción humana responde a un FIN, a una intencionalidad conscientemente explicada, incluida dentro de un sistema teleológico que marca y describe etapas y las articula hacia ese FIN, que necesariamente debe ser asumido consciente y críticamente.
Recordamos que la tercera causa de Aristóteles, la causa eficiente, está constituida por el agente que, con su acción (o en su acción), determina el suceso (actual) a explicar; y que la cuarta causa, la causa final, la constituye el FIN u objetivo al que el sujeto está destinado. Galileo consideró a la causa finalista como un error metodológico y un obstáculo para la investigación de la naturaleza. 
Es obvio que el modelo finalista admita que existe la finalidad, pero señala la existencia de dos formas: 1. Que dicha finalidad está “incardinada” en la esencia o naturaleza de cada ser particular, o de alguno de ellos y 2. Que dicha finalidad es una razón trascendente al ser de la totalidad. Tomado de esa manera parece surgir una quinta causa, la que toma al ser en su totalidad en el devenir y, en cierta forma, se opone a la causalidad eficiente como modelo explicativo de la razón de la totalidad misma.
De esa manera, el modelo teleológico no niega ni reniega del modelo explicativo causalista, sino que lo incorpora, lo integra, lo subsuma y evita que la explicación por causas eficientes se constituya en un principio metodológico y ontológico absoluto.
También lo teleológico aparece como un término relacionado a la ética, es decir, si las acciones son buenas o son malas dependiendo de sus resultados o de las circunstancias en las que se llevan a cabo o si son independientes de sus resultados. Ello conduce a dar dos respuestas que son incompatibles entre sí: 1. La bondad moral de nuestras acciones dependerá de la bondad moral de sus consecuencias (el fin mismo de la acción) y 2. El valor de nuestras acciones es una cualidad “intrínseca” de la acción misma, independientemente de sus consecuencias. Y aquí definimos al punto 1 como “criterio teleológico” y al punto 2 como “criterio deontológico”.
Aclaramos que deontología es también un término que deriva del griego, donde la primera parte equivale a “debido” y la segunda a “estudio” o “tratado”. O sea, un debido estudio o un debido tratado que introduce a la deontología como la “ciencia de la moralidad”, como la rama de la ética que estudia deberes y obligaciones morales, como una “teoría del deber”. Equivale a obrar de acuerdo a la ética en función de códigos predefinidos escritos de los cuales, apartarse, equivale a poseer un comportamiento “no ético”.
Según este razonamiento, el criterio teleológico conduce a una ética tecnócrata y egoísta, ética que incluye: 1. Inviabilidad práctica, ya que para lograr la valoración completa de una acción se exige la previsión completa de todas sus consecuencias (se lo atenúa expresando que alcanza con disponer del mejor conocimiento posible aunque sea incompleto); 2. Imposibilidad del aprendizaje moral, pues no pueden preverse todas las circunstancias en las que otras personas deberán actuar, ni tampoco pueden preverse los resultados de sus acciones (se lo atenúa expresando que se pueden seleccionar las acciones morales que “han mostrado dar buenos resultados” con relación a acciones contrarias o no llevadas a cabo); 3. El criterio teleológico pone en riesgo el principio de cooperación ya que puede actuar sin necesidad de conocer las intensiones de los demás y es preciso “confiar” en que actuarán de manera correcta (se lo atenúa expresando que las convenciones no se considerarán a sí misma como fundamento de la moralidad si no son antes fundamentadas teleológicamente); y 4. El criterio teleológico carece de una escala de valores humanos pues según éste no hay actos buenos ni malos en sí, sino dependiendo de las circunstancias y de las consecuencias, es decir, no hay derechos inviolables y con ello podría justificarse, por ejemplo, un genocidio (se lo atenúa expresando que la ética teleológica no es terminante con la no existencia de derechos inviolables, sin dejar de afirmar que la acción moralmente correcta es la que produce mejores consecuencias).
Resumiendo estos cuatro puntos se puede afirmar que la teleología contiene:
1.       Inviabilidad práctica
2.       Imposibilidad de lograr el aprendizaje moral
3.       Coloca en riesgo a la solidaridad y con ello a la sociedad misma
4.       Carece de una escala de valores humanos
Cuando José Pablo Feinmann, en su artículo de contratapa publicado en Página 12 el domingo 22 de abril del 2012, afirma “la dialéctica sartriana está lejos de la tradicional dialéctica marxista al no trazar ninguna teleología”… está expresando, sin la menor duda, que el MARXISMO ES UNA TELEOLOGÍA, está expresando pues, que el marxismo es:
IMPOSIBLE; AMORAL; ANTISOLIDARIO Y SIN VALORES HUMANOS
¡Y lo dice hablando de petróleo!
Ese anticomunismo morboso y apasionado de Feinmann no tiene nada que ver con la dialéctica de la libertad que él pregona; ese anticomunismo morboso surge y es consecuencia de la aplicación de criterios teleológicos intencionalmente camuflados para tomarnos desprevenidos y manifestar, como con “descuido”, que el socialismo no es posible. Y si no es posible no le hace falta agregar que el socialismo es amoral, antisocial y carente de valores.
Oscar Natalichio, 1ro de Mayo de 2012. 

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