No importa del tema que trate, y
lo bien que lo trate. Sea deporte, o teatro o música o política o filosofía.
No importa la extensión del
trabajo, sea un libro, un artículo, un ensayo. No importa si se trata de una
charla, de una conferencia o de un debate sobre futbol.
Cualquiera sea el tema que
Feinmann trate, repito, cualquiera, el reflejo condicionado de este filósofo
de…, es difícil precisar si es de la derecha progre, de la izquierda pequeño
burguesa, de un nacionalismo abstracto o de un fascismo encubierto. Es difícil
pues no sólo es un hombre de enorme habilidad para transmitir lo que piensa,
sino también lo que quiere que los demás piensen sin aparecer él como el
impulsor.
No acostumbro a realizar
afirmaciones sin antes hacer reflexiones, estudios e investigaciones que la
respalden, aún así sé que corro el riesgo de equivocarme, pero eso lo juzgan
ustedes.
TELEOLOGÍA es el término
utilizado en este artículo de José Pablo Feinmann, publicado en Página 12 el
domingo 22 de abril de 2012, con el título de SOBERANÍA Y PODER. Un buen
artículo donde señala lo que la gran mayoría de los argentinos celebramos: el
reintegro de YPF al Estado Argentino. ¿Se puede en un tema tan específico
escribir contra el marxismo? Para José Pablo Feinmann, hablar contra el
marxismo no sólo es siempre posible sino es una constante de la cual no ha
renegado nunca. Pero lo interesante, lo espectacular, es la enorme destreza que
utiliza para expresar ese reflejo condicionado tan efectivo y tan útil para el
“establismen cultural” Destreza que debe ser puesta a luz, lo que no está al
alcance de muchos, por mas intelectuales que sean o piensen que lo son.
TELEOLOGÍA proviene del griego
“Teleo” que equivale a obtener un propósito, o llegar a una meta o alcanzar el
fin propuesto. “Logía” es estudio. Por tanto se la define, en general, como la
doctrina filosófica de las causas finales”. Se la suele considerar también como
la atribución de un objetivo a un proceso concreto, o “razón de algo en función
de su fin”.
Aristóteles planteaba cuatro
clases de causas: la material (aquella de lo que está compuesto algo); la
formal (aquello que da el ser a un objeto); la eficiente (aquello que ha
producido un objeto) y la cuarta causa; la final (aquello para lo que existe un
objeto).
Ésta última era, para el filósofo
griego, la causa más importante, aunque, manifestaba, también era necesario
contemplar las cuatro causas para una explicación integral del universo. A esta
cuarta causa se la denomina “teleología” y también recibe la denominación de
“finalismo”.
Finalismo como doctrina que
afirma la existencia de las causas finales en el sentido de la ordenación del
universo, de acuerdo con un plan previo impuesto por una “inteligencia
suprema”. En las religiones y en sistemas filosóficos “antiguos” se aplica una
interpretación finalista de toda la realidad e incluso, de todos sus aspectos
parciales. Para muchos, las ciencias “modernas” han dejado de lado esta
doctrina y, de alguna manera, “proscribieron” la explicación de los hechos
recurriendo a las causas finales.
En la Edad Media la teleología
fue considerada como la única explicación válida para acceder a los misterios
divinos, no distinguiéndose los conceptos teleológicos de los teológicos. Este
criterio se expresó y fue impulsado por un movimiento que se denominó
“escolástico”.
No obstante su “proscripción”, en
la edad moderna se considera a la cuarta causa con otra óptica, la
antropomórfica, que afirma que del hecho de que el hombre conozca por causas
finales no implica que el universo funciones bajo ese principio. Y surge un
movimiento, el mecanicismo, que se concentra en la tercera causa e intenta
explicar al mundo por “causas eficientes”, afirmando que ello favorece el
desarrollo de las ciencias modernas.
Aún hoy se recurre a la palabra
teleología para ser utilizada en dar explicaciones a lo sobrenatural. También
se utiliza la denominación “sistemas teleológicos” para definir a los “sistemas
cibernéticos” orientados a un fin.
Cuando alguien afirma que un
proceso es teleológico está afirmando: 1. Que no es un proceso aleatorio ni el
resultado de ese proceso aleatorio y 2. Que existe un FIN, un objetivo, que
trasciende al propio proceso y que constituye su razón o explicación.
Algunos tienen tendencia a
considerar que el término teleológico es sinónimo de necesario. Pero el término
necesario es incompatible con la “indeterminación”, mientras que lo teleológico
sí lo es, sí es compatible, aunque en cierto grado, aunque, en relación a su
FIN no sea indeterminado.
También se puede afirmar que la
acción teleológica no es la acción arbitraria, la acción que responde a
caprichos, a expresiones de deseos sin ninguna articulación superior. Fuera del
ámbito ontológico y dentro de la acción humana responde a un FIN, a una
intencionalidad conscientemente explicada, incluida dentro de un sistema
teleológico que marca y describe etapas y las articula hacia ese FIN, que
necesariamente debe ser asumido consciente y críticamente.
Recordamos que la tercera causa de
Aristóteles, la causa eficiente, está constituida por el agente que, con su
acción (o en su acción), determina el suceso (actual) a explicar; y que la
cuarta causa, la causa final, la constituye el FIN u objetivo al que el sujeto
está destinado. Galileo consideró a la causa finalista como un error
metodológico y un obstáculo para la investigación de la naturaleza.
Es obvio que el modelo finalista
admita que existe la finalidad, pero señala la existencia de dos formas: 1. Que
dicha finalidad está “incardinada” en la esencia o naturaleza de cada ser
particular, o de alguno de ellos y 2. Que dicha finalidad es una razón
trascendente al ser de la totalidad. Tomado de esa manera parece surgir una
quinta causa, la que toma al ser en su totalidad en el devenir y, en cierta
forma, se opone a la causalidad eficiente como modelo explicativo de la razón
de la totalidad misma.
De esa manera, el modelo
teleológico no niega ni reniega del modelo explicativo causalista, sino que lo
incorpora, lo integra, lo subsuma y evita que la explicación por causas
eficientes se constituya en un principio metodológico y ontológico absoluto.
También lo teleológico aparece
como un término relacionado a la ética, es decir, si las acciones son buenas o
son malas dependiendo de sus resultados o de las circunstancias en las que se
llevan a cabo o si son independientes de sus resultados. Ello conduce a dar dos
respuestas que son incompatibles entre sí: 1. La bondad moral de nuestras
acciones dependerá de la bondad moral de sus consecuencias (el fin mismo de la
acción) y 2. El valor de nuestras acciones es una cualidad “intrínseca” de la
acción misma, independientemente de sus consecuencias. Y aquí definimos al
punto 1 como “criterio teleológico” y al punto 2 como “criterio deontológico”.
Aclaramos que deontología es
también un término que deriva del griego, donde la primera parte equivale a
“debido” y la segunda a “estudio” o “tratado”. O sea, un debido estudio o un
debido tratado que introduce a la deontología como la “ciencia de la moralidad”,
como la rama de la ética que estudia deberes y obligaciones morales, como una
“teoría del deber”. Equivale a obrar de acuerdo a la ética en función de
códigos predefinidos escritos de los cuales, apartarse, equivale a poseer un
comportamiento “no ético”.
Según este razonamiento, el
criterio teleológico conduce a una ética tecnócrata y egoísta, ética que
incluye: 1. Inviabilidad práctica, ya que para lograr la valoración completa de
una acción se exige la previsión completa de todas sus consecuencias (se lo atenúa expresando que alcanza con
disponer del mejor conocimiento posible aunque sea incompleto); 2.
Imposibilidad del aprendizaje moral, pues no pueden preverse todas las
circunstancias en las que otras personas deberán actuar, ni tampoco pueden
preverse los resultados de sus acciones (se
lo atenúa expresando que se pueden seleccionar las acciones morales que “han
mostrado dar buenos resultados” con relación a acciones contrarias o no
llevadas a cabo); 3. El criterio teleológico pone en riesgo el principio de
cooperación ya que puede actuar sin necesidad de conocer las intensiones de los
demás y es preciso “confiar” en que actuarán de manera correcta (se lo atenúa expresando que las convenciones
no se considerarán a sí misma como fundamento de la moralidad si no son antes
fundamentadas teleológicamente); y 4. El criterio teleológico carece de una
escala de valores humanos pues según éste no hay actos buenos ni malos en sí,
sino dependiendo de las circunstancias y de las consecuencias, es decir, no hay
derechos inviolables y con ello podría justificarse, por ejemplo, un genocidio
(se lo atenúa expresando que la ética
teleológica no es terminante con la no existencia de derechos inviolables, sin
dejar de afirmar que la acción moralmente correcta es la que produce mejores
consecuencias).
Resumiendo estos cuatro puntos se
puede afirmar que la teleología contiene:
1. Inviabilidad práctica
2. Imposibilidad de lograr el aprendizaje
moral
3. Coloca en riesgo a la solidaridad y con
ello a la sociedad misma
4. Carece de una escala de valores humanos
Cuando José Pablo Feinmann, en su
artículo de contratapa publicado en Página 12 el domingo 22 de abril del 2012,
afirma “la dialéctica sartriana está lejos de la tradicional dialéctica
marxista al no trazar ninguna teleología”… está expresando, sin la
menor duda, que el MARXISMO ES UNA TELEOLOGÍA, está expresando pues, que el
marxismo es:
IMPOSIBLE; AMORAL; ANTISOLIDARIO Y SIN VALORES HUMANOS
¡Y lo dice hablando de petróleo!
Ese anticomunismo morboso y
apasionado de Feinmann no tiene nada que ver con la dialéctica de la libertad
que él pregona; ese anticomunismo morboso surge y es consecuencia de la
aplicación de criterios teleológicos intencionalmente camuflados para tomarnos
desprevenidos y manifestar, como con “descuido”, que el socialismo no es
posible. Y si no es posible no le hace falta agregar que el socialismo es
amoral, antisocial y carente de valores.
Oscar Natalichio, 1ro de Mayo de 2012.
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