NOSOTROS O ELLOS Nº 80
PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO (5)
En la economía mercantil capitalista desarrollada el dinero cumple cinco
funciones principales:
- Como medida
de valor
- Como medio de
circulación
- Como medio de acumulación
- Como medio de
pago
- Como moneda
mundial
Hemos recorrido las funciones como medida de valor y como medio de
circulación, ahora incursionaremos en la función del dinero como medio de
acumulación o atesoramiento.
La particularidad que posee el dinero (poseer como valor de uso el valor
de uso de todas las demás mercancías) se debe a que con él puede comprarse
cualquier mercancía y puede acumularse o guardarse en cualquier cantidad.
De allí que la acumulación de riquezas y tesoros tomen la forma de
acumulación de dinero. La fuerza social
del dinero se convierte, mediante esta función, en fuerza de personas privadas
y la acumulación de dinero pasa a ser un fin en sí mismo. Leemos en Marx
(libro 1 – Tomo 1 – Pág. 180):
“El instinto de atesoramiento es inmenso por naturaleza. Cualitativamente,
o por su forma, el dinero carece de límites, es decir, es el representante
general de la riqueza material porque puede cambiarse directamente en cualquier
mercancía. Pero al mismo tiempo, toda suma real de dinero es cuantitativamente
limitada. Esta contradicción entre la limitación cuantitativa del dinero y su
carácter cualitativamente ilimitado impulsa incesantemente al atesorador al
trabajo de Sísifo de la
acumulación. Le ocurre lo que al conquistador del mundo, que
con cada nuevo país se conquista una nueva frontera”.
“Para retener el oro como dinero y, por tanto, como materia de
atesoramiento, hay que impedirle que circule o que se disuelva como medio de
compra en medios de disfrute”…
“Cuanto más produce, más puede vender. La laboriosidad, el ahorro y la
avaricia constituyen, por tanto, sus virtudes cardinales; y el vender mucho y
comprar poco, el compendio de su economía política”.
Esa “cualidad” del dinero, en los sistemas de clases antagónicas y más
especialmente en el sistema capitalista produce tremendas distorsiones en los
ingresos. Y cuando se manifiestan crisis profundas como la que está atravesando
hoy y desde hace años el capitalismo, esas distorsiones se manifiestan en un
incremento de la inequidad que, si bien es propia del sistema (sin inequidad no
existiría el capitalismo), se la lleva a situaciones extremas que lindan con el
genocidio.
El 2013 “fue el mejor año para los billonarios” informa Bloomberg,
señalando que los 300 mayores billonarios aumentaron sus fortunas de 524 mil millones
de dólares promedios a 1,8 billones de dólares promedios. En medio de la crisis
que azota a los trabajadores europeos, por ejemplo, con tasas de paro o
desempleo superior al 25% en Grecia y España, donde ese porcentaje en los
jóvenes supera el 50%, 300 personas logran, cada una de ellas, incrementar el
atesoramiento particular en 1.276.000.000.000 dólares, es decir, en un solo año
aumentan sus riquezas, cada uno, en 1,276 billones de us$.
El banco suizo UBS presenta un informe donde crea la categoría de “ultra
ricos”, colocando en ella a los que poseen modestamente más de 30
millones de dólares. Según el banco, esas personas suman 200 mil y promediando
la riqueza de esos 200 mil “ultra ricos” obtiene un promedio de 139 millones,
totalizando 27,8 billones de dólares. Observemos estos cálculos nuestros:
El PIB mundial es de 78,9
billones de dólares (78.900.000.000.000)
La población mundial a fines de
2013 se estima en 7.500 millones (7.500.000.000).
Esa relación nos da un ingreso
promedio de 10.520 dólares por habitante y por año.
Promedio muy interesante si fuese equitativo, ya que para una familia
tipo ello significaría 42.080 dólares al año. Todo el mundo viviría bien Pero
todos sabemos que los promedios engañan si no se los profundiza. Y profundizar
equivale a sectorizarlos, entonces el panorama que surge es muy distinto.
200 mil personas poseen riquezas equivalentes al 35,2% de
la riqueza mundial.
200 mil personas que representan el 0,003% de la
población mundial.
Otro banco suizo, que se esmera por atender a
los más ricos, señala en su reporte anual (2013) que el 1% más rico alcanzó el “46% de los activos mundiales” y que el 1% de
esos activos le corresponde al 50% de la población.
Vamos a “ensuizar” los cálculos (cálculos
nuestros, pero con los datos suizos):
El 1%, o sea 75 millones son “dueños” del 46%, o sea
dueños de 36,3 billones de us$
El 50%, o sea 3.750 millones, son “dueños” del 1%, o sea,
dueños de 0,79 billones us$
Ese 1% posee un ingreso promedio anual per cápita de 484.000
dólares
Ese 50% posee un ingreso promedio anual per cápita de 210
dólares
¿Qué poseen de
común estos datos? Que ambos se encuentran muy alejados de la media. ¿Para que
sirve la media entonces? Sirve, pues nos permite saber, con pasmosa claridad,
que el problema no es la falta de riqueza, que hay e incluso sobra; sirve
porque nos hace ver con meridiana claridad que el problema radica fundamentalmente
en la distribución inequitativa de los sistemas donde prevalece la propiedad
privada sobre los medios de producción y la explotación del hombre por el
hombre.
Pero falta
visualizar algo más importante: en el
capitalismo esta diferencia se va a ir agudizando más, incluso dentro de
los países imperialistas, que solían atenuarla. Hoy observamos que, en los EEUU,
en el año 1970 el 1% más rico era acreedor del 10% del ingreso americano y hoy,
en el 2013 los es del 31%.
Don Bernardo
Kliksberg, siempre preocupado por la pobreza pero sin premio Nobel de Economía
(aún) le transfiere la responsabilidad a la sociedad, sobre la que, aduce, debe
mejorarse su calidad moral. Para consolidar su razonamiento recurre a lo que
escribió Adam Smith uno de los clásicos de la “economía de mercado” (no dice de la “Economía
Política ”, que
sería lo correcto) en el año 1756:
“La disposición a
admirar y casi idolatrar a los ricos y poderosos, y despreciar a las personas
de condición pobre y humilde, es la más grande y universal causa de corrupción
de nuestros sentimientos morales”
Frase contundente
si se la toma aislada del contexto. Ayudaremos a Don Bernardo a ingresar al
contexto con otra frase también de Adam Smith, escrita en el mismo año y en el
mismo libro:
“Todo hombre es
rico o pobre según el grado en que pueda gozar de las cosas necesarias,
convenientes y gratas de la
vida. Pero una vez establecida la división del trabajo, es
sólo una parte muy pequeña de las mismas la que se pueden procurar con esfuerzo
personal. La mayor parte de ellas se conseguirán mediante el trabajo de otras
personas, y será rico o pobre, de acuerdo con la cantidad de trabajo ajeno de
que pueda disponer o se halle en condiciones de adquirir”
Y nos arriesgamos:
podríamos intentar recomponer la primera frase de Smith en función de lo que
sucede con ciertos intelectuales, que han operado y colaborado con los organismos
financieros internacionales (como el Banco Mundial, por ejemplo) en camuflar
ese descalabro de inequidad y, cuando estos organismos lo botan, se convierten
en “progresistas”.
Aclaramos que no
consideramos nada mal que un pensamiento de derecha transite a ser más
progresista o de izquierda: eso es
crecer. Lo contrario, pasar de la izquierda a la derecha es renegar, es ser inmoral. Pero
reconocer el avance hacia el progresismo, valioso, no significa reconocer como
válido todo lo que se exprese, ya que, en el fondo, se mantienen intactas las
creencias de que los males de la sociedad capitalista se pueden solucionar
dentro del capitalismo, como si éste fuese neutro o, a lo sumo, un sistema que se
equivocó. Pero vamos a construir la siguiente frase inventada, de un Smith de
fantasía:
“La disposición a
admirar y casi idolatrar a los ideólogos o ex ideólogos de los ricos y
poderosos, y despreciar o ignorar a las personas que utilizan el razonamiento
científico en las ciencias sociales, es la más grande y universal causa de
corrupción intelectual, ética y moral”.
El atesoramiento
guarda estrecha relación con la función del dinero como medio de circulación. El acto de acumular o atesorar sólo puede
efectuarse si se quita dinero de la circulación. Y éste, si vuelve a la circulación, en general lo
hace como capital de préstamos, lo que significa que se vuelca por medio de la especulación
financiera, de cuyo uso no siempre surge
la producción, pero sí siempre el interés.
En el capitalismo,
el atesoramiento, a la par que conserva rasgos viejos (acumulación de tesoros
en dinero), va adquiriendo también rasgos nuevos. En las condiciones actuales,
los tesoros se concentran cada vez más en los bancos centrales, en los grandes
bancos y en el fisco, adquiriendo el carácter de tesoros centralizados. Hoy
los bancos centrales acumulan casi 31 mil toneladas de oro, (incluido el FMI
que posee 2.847 toneladas) y diez reservas de inversores privados suman otras 2
mil toneladas.
Tal como
expresábamos, la acumulación o atesoramiento posee rasgos que no se modifican
con el paso del tiempo. Carlos Marx los definía así:
“Con el primer
desarrollo de la circulación de mercancías se desarrolla también la necesidad y
la pasión de retener el producto de la primera metamorfosis, la figura
transformada de la mercancía, o sea, su crisálida de oro. La mercancía se vende
no para comprar otra mercancía, sino para sustituir la forma de mercancía por
la forma de dinero. De simple mediador del metabolismo, este cambio de forma se
convierte en un fin absoluto. Se impide que la forma enajenada de la mercancía
funcione como su forma absolutamente alienable, o sea, como forma de dinero
tendiente a desaparecer. El dinero se petrifica así en tesoro, y el vendedor de
la mercancía se convierte en atesorador”.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
08/01/2014
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