NOSOTROS O ELLOS Nº 76
PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO (1)
Poderoso caballero es don dinero es un muy famoso refrán que Francisco
de Quevedo y Villegas incorporó a una sátira en su primera estrofa, señalando
en ella, el potencial poder del oro y de la avaricia:
Poderoso caballero
es don Dinero
Madre, yo al oro me humillo;
él es mi amante y mi amado,
pues, de puro enamorado,
de continuo anda amarillo;
que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Muchos refranes antiguos se referían a la avaricia y a la acumulación de
oro, a veces mezclándolos con otras posesiones y otras veces, como la que hemos
leído, tratándolo con exclusividad. Reproducimos algunos refranes alusivos al
dinero:
- Con
salud y con dinero, hago lo que quiero.
- Entre
el honor y el dinero, lo segundo es lo primero.
- No
hay compañero como el dinero.
- No
hay mal tan lastimero como no tener dinero.
- Ojo
al dinero que es el amor verdadero.
- Rey
es amor; y dinero, emperador.
- Tanto
tienes, tanto vales.
- El
rico cuando quiere y el pobre cuando puede.
- Quien
paga, manda.
- Hasta
para ser pordiosero se necesita dinero.
- San
Dinero es el santo más milagrero.
- Sobre
dinero, no hay compañero.
- ¿Parientes
han reñido? ¿Por cuánto ha sido?
- Todos
se llaman parientes del rico; del pobre, ni conocidos.
- La
gloria de quien la gana, el dinero de quien lo agarra.
- Quien
más tiene, más quiere.
- Quien
roba muchos millones, muere aclamado por todas las naciones; quien hurta
un ducado, muere ahorcado.
- Sin
ser ladrones, no se juntan millones.
- Quien
nació para pobre, jamás llegará a ser rico.
- Quien
haga fortuna, no se olvide de su cuna.
Los refranes expresan, algunas veces, la sabiduría popular, otras muestran
el límite en entender el fenómeno en su raíz y sólo reflejan lo
que se ve, que no siempre es lo que se es. Don Quijote le decía a Sancho “No hay refrán que no sea
verdadero” Y, en cierta forma,
el refrán expresa “una visión del mundo” que surge de las creencias populares
sin intentar ir mucho más allá de lo pregonado. Sin embargo hay en el refrán
fuertes contenidos de protestas y de ironías. En esta lista de 20 refranes
vinculados al dinero podemos observarlas. Pongan atención al refrán señalado
con el número 18, pues en nuestros análisis sobre el dinero, que pretende ser
científico, ese refrán cuadra y mucho.
Suponemos que el dinero no existe: Soy un artesano que produzco cestas de
mimbres y necesito un par de zapatos. Entonces comienzo a recorrer casas de
artesanos que fabriquen zapatos pero que a su vez necesiten cestas de mimbres.
Han pasado ya varios días y no he dado con ninguno que posea tal necesidad y,
por haber andado descalzo ya poseo algunas llagas dolorosas en las plantas de los
pies. Me he puesto a pensar sobre lo que uno de ellos me dijo: “si me trajeras
un cochinillo te lo cambiaría por un buen par de botas” y entonces me dirigí a
visitar granjeros y a ofrecerles cestas de mimbre a cambio de un cerdito.
Recorrí varios kilómetros, visité a una docena de campesinos y esta vez tuve
suerte: a uno de ellos les agradó las cestas pues las andaba necesitando para
recoger aceitunas. Discutimos un rato hasta que llegamos a un acuerdo: seis
cestas por un cochinillo de 13 kilos. Regresé, cargué sobre mis hombros las
seis cestas y volví con el cochinillo al hombro. Fui directamente al artesano
de las botas y me costó convencerlo que aceptara el cambio pues él ya había
cambiado un par de zapatos por cinco gallinas. Por suerte el cochinillo lo
traje (con dificultad) vivo y el artesano le gustó el aspecto y se lo llevó a
una especie de corral. Me fui con las botas en la mano (aunque yo prefería
zapatos) pues tenía los pies hinchados. Pasó 1 mes pero lo logré, ahora me
pongo a hacer más cestas y a esperar que los pies se curen.
Suponemos que el dinero existe: Soy un artesano que produzco cestos de
mimbres y necesito un par de zapatos. Vendo a cambio de dinero seis cestas y
con ese dinero salgo a comprar el par de zapatos y, regateo por medio, adquiero
el que más me gusta y me sirve. No tengo porqué usar botas, no pierdo tiempo
que dedico al trabajo, ni me lesiono los pies. Y todos reconocen lo que le doy
a cambio.
Toda mercancía posee dos valores: un valor de uso, es decir, esa mercancía
satisface una necesidad. En nuestro ejemplo eran necesaria las cestas de mimbre
para el granjero pues así recolectaba más fácilmente las aceitunas y era
necesario para mí el par de botas o zapatos, ya que debía estar calzado para
proteger mis pies; para el zapatero era importante poseer un cochinillo, sea
para comerlo o para criarlo. Está claro que la principal propiedad que debe contener
una mercancía cualquiera, es poseer un
valor de uso.
Ahora, poseer valor de uso (una propiedad cualitativa) habilita otro
valor, que lleva a la mercancía a contener valor
de cambio, o, simplemente valor; valor
que se expresa en el intercambio con otra mercancía; que se expresa cuantitativamente (seis cestas de
mimbre por un cochinillo; un cochinillo por un par de botas; seis cestas de
mimbre por un par de botas). Ese intercambio se simplifica con la existencia
del dinero y, por supuesto, para realizarlo, hay que contar con él, con la cantidad suficiente de dinero
para cubrir con dicha cantidad el valor del bien.
De esa manera el dinero no sólo actúa como una mercancía, es una
mercancía, pero es una mercancía muy particular.
Todas las mercancías poseen una
contradicción interna que se manifiesta al poseer dos valores: el valor de uso y el valor de cambio (o valor
propiamente dicho). Con el surgimiento del dinero, dentro del mundo mercantil,
esa contradicción se exterioriza en dos polos:
1. Todas las mercancías como valor
de uso y
2. El dinero como plasmación general del valor.
El dinero, por tratarse de una
mercancía posee también valor de uso y valor de cambio. Lo que lo hace muy
particular y distinto a cualquier otra mercancía es su valor de uso, ya que el
dinero expresa o representa el valor de uso de cualquier mercancía, de todas
las demás mercancías. Por eso puedo comprar directamente los zapatos, por
que ese dinero posee el valor de uso de la mercancía que con él va a comprar el
que lo recibe. Y en esos actos es donde se “plasma el valor”.
El surgimiento del dinero en la historia fue espontáneo. Al principio se
utilizó para el cambio diversas mercancías como la sal, el ganado vacuno, pieles,
cereales, plumas de aves exóticas, etc., pero ello se fue trasladando a la
plata y al oro dada las particulares propiedades físico-químicas de esos
metales. Surge de esa manera el dinero que, a diferencia del resto de las
mercancías, posee la propiedad de ser intercambiable por cualquier otra, en
forma directa y universal.
Ya estamos en condiciones de afirmar que el dinero es una mercancía cuya función específica es desempeñar el
papel de equivalente general. A tal efecto se refería Carlos Marx en El
Capital (libro 1; tomo 1; página 121,122, 123 y 128 ediciones Akal):
“Mirando las cosas, toda mercancía ajena es para el poseedor de
mercancías un equivalente particular de la suya, de ahí que ésta figure como
equivalente general de todas las demás mercancías. Más como todos los
propietarios de las mercancías hacen lo mismo, ninguna mercancía es equivalente
general, de ahí que las mercancías tampoco posean ninguna forma relativa
general del valor en la que se equiparen como valores y se comparen como
magnitudes de valor. Por eso no se enfrentan en general como mercancías, sino
como productos o valores de uso”. “Pero sólo el hecho social puede convertir
a una mercancía en un equivalente general. Por eso, la acción social de
todas las demás mercancías excluye una mercancía determinada en la que las
otras representen universalmente sus valores. De este modo la forma natural de
esa mercancía deviene forma de equivalente socialmente válida. Ser equivalente
general deviene, gracias al proceso social, función específicamente social de
la mercancía excluida. Así es como se convierte en dinero”.
“La cristalización dinero es un producto necesario del proceso de
intercambio, en donde productos diversos del trabajo se equiparan efectivamente
unos a los otros y, por tanto, se transforman efectivamente en mercancías. La extensión y ahondamiento históricos del
intercambio despliega la oposición latente en la naturaleza de la mercancía
entre valor de uso y valor. La necesidad de representar exteriormente esa
oposición para el comercio, impulsa hacia una forma autónoma del valor de la
mercancía, y no descansa hasta que se ha logrado en el desdoblamiento de la
mercancía en mercancía y dinero. Por eso, la transformación de la mercancía en
dinero se ejecuta en la misma medida en que se efectúa la transformación de los
productos del trabajo en mercancías”.
“Si se sabe que el oro es dinero, y, por
consiguiente, directamente intercambiable con todas las demás mercancías, no
por eso se saben cuánto valen, por ejemplo, 10 libras de oro.
Como cualquier mercancía, el dinero solo puede expresar su propia magnitud de
valor de una manera relativa en otras mercancías. Su valor viene determinado
por el tiempo de trabajo requerido para su producción y se expresa en la
cantidad de cualquier otra mercancía en la que haya cuajado otro tanto tiempo
de trabajo”. “La dificultad no está en comprender que el dinero es mercancía,
sino cómo, por qué y de qué modo una mercancía es dinero”.
Recordemos que, cuando abordamos la categoría “trabajo” mencionamos que,
con relación al valor hay dos polos: trabajo concreto (del operario, del
especialista) que genera el valor de uso de la mercancía que produce; y trabajo
abstracto, que es la cantidad de fuerza de trabajo media que lleva cualquier
mercancía, por distinta que sea, que genera el valor que en el mercado se
manifiesta con un precio que pagamos con la mercancía dinero. Pero no es esa la única función del dinero,
que son en realidad cinco y que pasaremos en el siguiente número a analizar en
detalle dada la importancia de esta categoría.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
02/01/2014
AÑO DE LA CONSOLIDACIÓN Y
PROFUNDIZACIÓN DE LOS LOGROS OBTENIDOS
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