viernes, 15 de noviembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS Nº 40

CAPITAL, CAPITALISTA Y CAPITALISMO (2)

En el número 39 escribíamos que al capital que inicia un proceso o ciclo industrial se lo denomina Capital Monetario. Es decir, dinero (D) que va a ser utilizado para producir un nuevo bien, que incorpora un nuevo valor sobre el capital monetario inicial: la plusvalía, parte de la cual se reincorpora a la D inicial del siguiente ciclo. Ya en esta breve definición observamos que el capital se auto-genera a través de la plusvalía, se reproduce (crece) mediante la plusvalía. En ese segundo ciclo, la D inicial será, aproximadamente, la D´ del final del primer ciclo. Esto lo vamos a ver detalladamente en un cuadro que más adelante desarrollaremos al efecto.

Por ahora reiteramos que el capital monetario consiste en una suma de dinero que deja el atesoramiento para convertirse en un capital que va a ser utilizado en un ciclo productivo. Podemos decir que con él se inicia el ciclo productivo y su empleo consiste en convertir ese capital monetario en un capital productivo que contiene dentro de sí varias formas de capital: constante, variable, fijo y circulante.

En términos comunes decimos que el capital monetario es utilizado para adquirir todos los elementos que son necesarios para arrancar con un ciclo productivo o emprendimiento. Ellos son:

1. Las materias primas y materiales necesarios para producir el bien (en el ejemplo de las empanadas son: harina, jamón, queso, aceite, sal, huevos, gas, luz, agua, etc.);

2. Las instalaciones y instrumentos que vamos a utilizar (cocinas, sartenes, enseres varios, instalaciones, heladeras, etc.) y

3. Fuerza de Trabajo (contratar trabajadores especializados es ese rubro, también los compradores de los materiales y vendedores del producto final). Y, de acuerdo a la complejidad de las tareas puede ser necesario contar con:

4. Conocimientos científicos y técnicos concentrados en experiencia, en un manual de instrucciones o en capacitadores, asesores externos, o pagar “regalías”.

Cuando cumplimos esta etapa ya no tenemos más capital monetario siendo reemplazado por capital constante (puntos 1, 2 y 4) y capital variable (Punto 3).

Esta clasificación tiene una importancia mayúscula, pues es la que demuestra claramente en qué esfera o parte de la producción se produce el nuevo valor y quién lo produce. Además, la designación de los nombres al capital nos identifica esa importancia como a continuación veremos.

Capital Constante: parte del capital que existe en la forma de materias primas y materiales; de instalaciones y maquinarias, etc. (puntos 1, 2 y 4)  y que en el proceso de producción NO ALTERA su valor, manteniéndose, éste, constante.

Damos un ejemplo: para fabricar bloques de cemento, por cada uno gastamos 25 pesos de capital constante; allí está el costo del cemento, de la arena, de agua, la amortización de las herramientas y de los moldes, el alquiler proporcional del galpón que alquilamos, etc.) ¿Qué valor se incorpora al bloque como producto final? Los pesos 25, es decir, estrictamente lo que gastamos de capital monetario para convertirlo en capital constante. Su valor en el nuevo producto no ha variado, se ha mantenido constante. ¿Es lógico? Desde ya que sí, pues esos elementos son los que han adquirido valor en un proceso anterior y ahora lo portan como tal, sin modificarlo.

El que va a adquirir un nuevo valor que se suma al viejo valor, es el bloque. ¿De dónde surge ese nuevo valor? Ya sabemos que del capital constante no surge. Y razonemos, que para eso está la cabeza: si el capital monetario se convierte en capital constante y capital variable; y el capital constante no participa en la creación de un nuevo valor, es obvio que el que lo genera es el capital variable. ¿Será así?

Capital variable: Es la parte del capital que invierte el empresario en la compra de la Fuerza de Trabajo, cuya puesta en acción en el proceso productivo genera el nuevo bien y con él el nuevo valor. Pero de ese nuevo valor el trabajador recibe apenas una porción, y lo recibe como salario; la otra, la porción que no recibe (podríamos decir: el salario que no recibe), se convierte en plusvalía para el capitalista que se refleja en ganancias que son utilizadas para vivir mejor y para incrementar el capital entre otros destinos que veremos en detalle más adelante.

El capital variable genera el nuevo valor pues la fuerza de trabajo es la única capaz de poner en funcionamiento los instrumentos de trabajo y las materias primas y materiales. Si no actuaran éstas fuerzas no habría, de manera alguna, un nuevo bien y los bienes anteriores, al mantenerse como son, ni siquiera conservarían su valor original: el cemento se endurecería, la arena sería barrida por los vientos y las herramientas se oxidarían e inutilizarían. No tenemos duda de que el que varía el valor es el capital variable.

El hecho que el trabajador, vía salario, no reciba todo el valor que con el uso de su fuerza de trabajo genera, da origen a la plusvalía y es la marca distintiva de la explotación del hombre por el hombre (del trabajador por el empresario) en la formación económico social capitalista, la que hoy transita por su fase superior, la del predomino del monopolio y de la especulación financiera, temas ambos que desarrollaremos más adelante.

Dicho de otra manera, el nuevo valor obtenido por el trabajador se compone de capital variable más plusvalía. En esta fórmula, capital variable + plusvalía, estamos señalando que la plusvalía es capital variable no reconocido como tal por el capitalista. En este caso todos los caminos conducen a Roma, pues capital variable es salario y su costo y plusvalía es salario no reconocido y, por ende, no pagado al trabajador.

Esta última afirmación nos lleva a determinar que plusvalía no es igual a plustrabajo, pues la plusvalía suele, en la mayoría de los casos, a integrar todo el plustrabajo más el trabajo necesario para que el trabajador viva modestamente. ¿Qué sucede entonces? Que hay una superexplotación que obliga al trabajador a vender mucha más fuerza de trabajo que la que produce el producto necesario, ya que lo produce pero no lo obtiene. Entonces, ese trabajador no puede mantener con dignidad a su familia y debe recurrir a horas extras o a que otro miembro de la familia trabaje aunque sea niño y deba abandonar los estudios y su juventud.

El capital constante posee dos tipos de capitales en su composición: capital fijo y capital circulante y tampoco es, como las anteriores, una clasificación antojadiza ni para complicarle la vida a nadie. Se trata del reflejo de una realidad definida con nombres adecuados, el capital circulante circula y el capital fijo se queda. Pero ese no es todo como veremos:

Capital circulante: Parte del capital productivo que se traslada al nuevo bien y se va con él al mercado, donde se adquiere y se consume o usa. Es obvio que dentro de ese capital circulante se van las materias primas y materiales del capital constante y la fuerza de trabajo del capital variable. Es obvio, ya que el consumo de esos bienes implica volver a producir nuevos y las materias primas y materiales y la fuerza de trabajo deben nuevamente aparecer, ya que las materializadas dentro del  bien terminado, circularon, se fueron con éste.

Pero hay un capital, también constante, que no se materializa en el bien, que queda en la empresa y que se utiliza para otro y otro y otro ciclo productivo. Es un capital que queda fijo y que está compuesto por las instalaciones, las herramientas y las maquinarias.

En realidad, ese capital fijo no lo es tanto, ya que las herramientas y maquinarias se gastan, por eso parte de ese capital fijo se convierte en circulante vía amortizaciones. Es decir, si se estima que dure 10 años, el 10% del valor de esa instalación o maquinaria se convierte en capital circulante un 10%  por año. ¿Qué decimos con ello? Que todo el capital fijo, tarde o temprano, se convierte en capital circulante.

¿Tarde o temprano?  Parece una afirmación poco científica, sin embargo no lo es, ya que ocurrir que sea temprana la baja de las maquinarias, antes de los 10 años, y no porque no sirvan.

Hay dos tipos de amortizaciones: la razonable, la que estima la vida útil de una maquinaria, por ejemplo 10 años, luego de lo cual hay que colocar una nueva pues la anterior ya no resiste por más mantenimiento que se le aplique, falla más a menudo, hay que parar la producción, etc. y está lo que Marx denominaba amortización moral. Ese tipo de amortización pasó a ser la más frecuente en cuanto se aplica a la producción la revolución científica técnica. Un empresario instala (es un ejemplo), en el 2009 unas maquinarias de primera generación para producir caños y accesorios de PVC. Dos años después se desarrolla una máquina superior, que produce el doble de bienes con un 40% menos de personal. El empresario se encuentra en una disyuntiva, o adquiere esa máquina o cierra por no poder competir. Entonces decide dar de baja a una máquina perfectamente útil para reemplazarla por otra más útil. Allí no hay desgaste por paso del tiempo y del uso. Hay una baja forzada por los acelerados cambios en los instrumentos de producción, cambios inevitables que derivan de la competencia entre capitalistas.

Y ustedes podrán apreciar, y no es ser “determinista” que otra no le queda al capitalista que desee seguir siéndolo. Deben seguir explotando y seguir compitiendo con sus pares, a los que, si pueden destruir lo harían con el mayor placer. Puede haber un capitalista bueno (buena persona) pero lo que no puede haber es un capitalismo bueno, porque la base en que se sustenta ese sistema es la competencia brutal por el predominio sobre la obtención de la plusvalía, sin reparar para ello, en utilizar los medios más repugnantes que incluyen no sólo la explotación y el saqueo, sino las guerras y el genocidio.

Con el análisis del capital continuaremos el número 42 de NOSOTROS O ELLOS, pues en el próximo número, el 41, abordaremos temas de la coyuntura, entre ellos, la denominada “inflación” y la no casual “invasión” de la Catedral por parte de los fascistas locales.


Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
15/11/2013
oscarnatalich@fibertel.com.ar



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