jueves, 9 de agosto de 2012

EL MISTERIO DE LA INFLACION


EL MISTERIO DE LA INFLACIÓN

He leído la nota “Hacia una sintonía fina de la inflación” escrita por la Licenciada en Sociología Mónica Peralta Ramos y esta es mi opinión sobre la misma:
Capital, Fuerza de Trabajo, precio, valor, etc. son categorías económicas, es decir, son expresiones teóricas (abstracciones) de las relaciones sociales de producción, las que, a su vez también conforman una categoría.
Esas expresiones teóricas son objetivas, al reflejar la esencia de los fenómenos de la propia realidad objetiva. Poseen carácter histórico están en constante movimiento sujeto a cambios. Cada modo de producción mantiene categorías anteriores y, fundamentalmente, elabora nuevas categorías.
Cada categoría económica representa un concepto lógico que, en forma abstracta, caracteriza la esencia de uno u otro fenómeno económico. Utilizar categorías contribuye al conocimiento de las leyes económicas y facilita su estudio. Dicho de otra manera: nos permite ver lo que a simple vista no se observa.
La autora del artículo confunde categorías y las resume todas en el concepto “inflación”. Al hacerlo diluye la posibilidad de entender el fenómeno en sí, pues cada categoría posee su propia identidad y al confundirlas o colocarlas a todas en un mismo vaso, los fenómenos que se exteriorizan son, al menos, confusos.
Siempre que se analiza una categoría, por ejemplo, “inflación” hay que comenzar a definir qué es lo que se está analizando, qué es inflación. Y luego desarrollar, vía abstracciones, qué es lo que la produce, cuáles son sus efectos, quienes son los que son afectados y quienes no y porqué causa no afecta a todos, o sí.
Comenzaremos con la abstracción: Suponemos un mundo donde hay sólo 100 habitantes, como bienes 100 inodoros y como moneda circulante sólo 100 pesos. Ante la pregunta ¿cuánto vale cada inodoro, qué respondería? Cada inodoro vale un peso. ¿Por qué? Porque el precio de los bienes se refleja en el precio de otro bien que posee una característica especial, que actúa como equivalente, que es el dinero (que es a su vez otra categoría que en esta nota no vamos a tratar). ¿Qué sucede si se emite otros 100 pesos sin producir ningún nuevo inodoro? El inodoro pasa a valer dos pesos. ¿Qué sucede si no se emite ni se producen más inodoros pero la gente se pelea y en esa guerra se destruyen 50 inodoros? Ahora nos encontramos con un planeta donde hay 100 pesos y cincuenta inodoros. ¿Cuál será entonces el valor de cada uno de ellos? Continuando con el mismo razonamiento: dos pesos. ¿Y si producimos 100 inodoros más sin emitir? Ya no dudamos: cada inodoro pasará a valer 50 centavos.
Ya estamos en condiciones de definir (sintéticamente) el concepto “inflación”. “Exceso de papel moneda en los canales de circulación que rebasa las necesidades económicas reales”.
Es claro que, al no producir sólo inodoros, al no ser sólo 100 habitantes, al no haber emitido únicamente 100 pesos, la exteriorización del fenómeno se complica y mucho, pero no por ser complicado deja de responder a este simple razonamiento. Desde ya que, por parte de la derecha, hay extrema necesidad de que no se lo vea tan simple, es más, de que no se observe su verdadera esencia y más aún, cuando no pueden ocultarla, extienden el concepto categoría a otras categorías, como carestía, salarios, política fiscal, logrando que la confusión sea tan grande hasta obtener que se afirmen barbaridades tales como estas: “un incremento desmedido de salarios produciría un proceso inflacionario”.
Definimos sintéticamente la categoría “inflación” y ahora pasamos (también sintéticamente) a definir dónde tiene su origen la emisión descontrolada que la produce, ese “exceso de papel moneda en los canales de circulación” y en cada caso nos preguntaremos si eso es lo que nos está sucediendo hoy a nosotros:
1.       Déficit presupuestario. El Estado emite para equilibrarlo. Pasó en muchos pasajes de nuestra historia, entonces era causa notoria del incremento de los precios por ese “efecto inodoro” que mencionábamos. Pero: ¿ahora hay déficit? Por lo que sabemos no lo hay, al contrario, hay superávit tanto primario como secundario. Desde esa óptica de la realidad objetiva no podemos hablar de inflación.
2.       Generados por las guerras y las carreras armamentísticas. La destrucción de bienes o el desvío de recursos a áreas improductivas que luego no se rescatan obligan a los Estados a emitir sin que existan bienes nuevos que justifiquen esa emisión. ¿Estamos en guerra? Por suerte no. ¿Estamos rearmándonos de manera excesiva? Por suerte no. Desde esa óptica de la realidad objetiva tampoco podemos hablar de inflación.
Entonces ¿por qué hablamos tanto del concepto inflación si dos de sus principales causas no existen? Porque somos tontos o, si se quiere expresarse con menos auto-agresividad: porque somos ingenuos y continuamos utilizando para nuestros análisis la metodología y las tergiversaciones a las palabras que aplica el imperialismo, que no sólo no dejó de existir sino que su grado de concentración es mayúsculo y en donde en esa concentración se fijan precios, tasas de ganancia y predomina el capital financiero, exclusivamente especulador, que no genera bienes (riqueza) ni siquiera plusvalía. Por eso es depredador en extremo, de nuestra calidad de vida como trabajadores (activos, pasivos o desocupados) y de la de destrucción de otros capitalistas en pequeño, medianos y hasta grandes.
En nuestro país en este momento hay “carestía” no inflación. Y son conceptos muy distintos. Pues la carestía la llevan adelante los formadores de precio, las empresas concentradas del producto base, que serán, a lo sumo unas cien como los inodoros.
Hacernos decir que hay inflación y no carestía es un verdadero triunfo en el dominio cultural de los monopolios, pues inflación es impersonal, es el Estado y carestía es personal, es el monopolio NN o XX. Los monopolios y sus economistas y contables acuñaron el concepto falso de inflación de costos, separado de la emisión. Lo hicieron porque en su forma capitalista de registrar el salario es un costo (no el que genera el nuevo valor) y, por tanto, un incremento de salarios es trasladado automáticamente al precio. Entonces ¿para qué pedimos incrementos de salarios? ¿Para estar mejor? No. En la mayoría de los casos es para compensar la “inflación” que no existe, pero sí existe el mayor precio que estamos pagando por lo que consumimos y es en realidad lo que intentamos compensar sin saber o sabiendo que en pocos meses lo perdemos nuevamente. Y hasta nos podemos sentir culpables por haber solicitado que nos paguen más pues ahora consumimos menos que antes (salario real) y ganamos más (salario nominal).
Si ha habido más consumo no se ha debido a una mejora del salario real, mejora que se produce sí en los primeros meses. Si ha habido más consumo, se debe a que unos millones de compatriotas obtuvieron trabajo y ahora consumen y producen plusvalía, que un par de millones pudieron jubilarse y consumen y que millones de niños reciben una asignación y también consumen. Pero el otorgamiento de préstamos a largo plazo y “sin intereses” para la compra de electrodomésticos y aparatos de comunicación que estaban quedando obsoletos aumentó las ventas y ahora el comprador se encuentra con una suma acumulada de cuotas deudas que le impiden mantener el ritmo de consumo.
Todos esos fenómenos encuentran un solo canal, culpar a la inflación que no existe, al menos, en la dimensión que se le otorga. La inflación no es golpista, la carestía sí. El gobierno domina la inflación, pero no ha sabido poner límites a los formadores de precio, que utilizan varios artilugios para incrementar su cuota de ganancias. La botella de litro se convierte en 970cc, luego en 950 cc. Luego en 720 cc. Luego en 700 cc. No pasa de un litro a 700 cc. Nos daríamos cuenta, pero en el devenir histórico los inodoros se hacen más pequeños y bajar de peso para poder usarlo es salud. Y no hablemos de la calidad, aceites donde freír casi equivale a hervir y ello nos ayuda a tener bajo el colesterol.
La carestía es golpista, la llevan adelante los grandes grupos formadores de precios y se manifiesta en las cadenas de distribución donde el consumidor compra y paga, simultáneamente el producto caro a los monopolios y el impuesto al Estado antes de llegar a su casa, a comerlo si se trata de alimentos o ver a Tineli si se trata de un plasma.
Hay leyes, pero no se aplican. Lean el 14 bis de nuestra Ley de Leyes, y no se aplica, la Ley de Abastecimiento y no se aplica. Pretender que economistas K, Y o Z las consideren es un poco utópico. Para que esas leyes se apliquen (pues existen) debe exigirlo el pueblo organizado. Esa enorme mayoría que no son formadores de precios sino saqueados por ellos. Pero deben tener muy en cuenta que lo que sucede en nuestro país no es un proceso inflacionario que los incluye sino un saqueo masivo e ininterrumpido a su calidad de vida producido por (como mucho) cien mil habitantes en un país de 40 millones.
El tema da para más, pero iniciar por el principio no es malo. No alimentemos a los sanguinarios que levantan la inflación como bandera, denunciémoslo, pues ellos son los que producen la carestía que nos agobia a la vez que los continúa enriqueciendo. No somos nosotros los culpables de nuestras propias desgracias.
Oscar Natalichio (oscarnatalich@fibertel.com.ar)
7 de agosto de 2012

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