lunes, 21 de abril de 2014

NOSOTROS O ELLOS Nº 107

LAS CAUSAS DE TODAS LAS COSAS.

De TALES a LENIN. Un repaso sobre la historia de la Filosofía y los filósofos.

5. Un repaso sobre los inicios de la historia de la filosofía (hasta la Polis)

Naturalismo religioso

El naturalismo religioso de Grecia está basado en que, a diferencia de los poderosos sacerdotes egipcios o mesopotámicos, los griegos no poseían el poder político, no desempeñaban el papel de guía espiritual, no se reservaban para la realización de sacrificios, no contaban con un texto sagrado como la Biblia, no utilizaban una verdad absoluta que derivaba directamente de dios y todo ello les permitía ser esencialmente creativos y poder producir constantes reelaboraciones.

Esas apasionantes particularidades del naturalismo religioso en Grecia contribuyeron de manera eficaz al surgimiento de la filosofía. Se encuentra muy bien expresada en la Ilíada y en la Odisea de Homero o atribuida a él.

Hasta el surgimiento de la escritura a partir del siglo VII, los poemas fueron transmitidos oralmente, y hábitos, costumbres y tradiciones de los que los expresaban fueron incorporándose a los mismos, enriqueciéndolos pero modificando la elaboración original. No obstante:

Mediante la rima métrica, la música y el canto se fueron transmitiendo el saber de las distintas ciudades y épocas, las técnicas, las normas, las creencias acerca de la vida o de la muerte y cómo eran sus dioses y sus caracteres.

Y esos dioses, surgidos de una visión religiosa naturalista, eran muy poco sobrenaturales, incursionaban constantemente en “asuntos humanos” y se enamoraban tanto de mujeres como de hombres. Algunos eran impredecibles, otros reclamaban derechos, otros eran celosos y no pocos, éticamente discutibles.

Eran –como se señala en el “Atlas Universal de Filosofía” hombres amplificados.

“Cada uno de ellos representaba un aspecto de la psique humana, o una fuerza de la naturaleza, idealizada y sublimada” (Existía Eros el dios del amor y a la vez Éride, la diosa de la discordia…)

La gran, la enorme ventaja del naturalismo religioso, es que no se asoció con una ética hipócrita, que no elaboró un conjunto de normas dogmáticas que fuesen capaces de impedir la libertad de pensar. Y tal como se puede leer en el mencionado “Atlas”:

 “La religión mítica desempeñaba sobre todo funciones públicas, otorgándole a la multiforme y rencillosa sociedad helénica un mínimo de cohesión cultural y dejando, al mismo tiempo, un amplio margen para la disensión. También, por esta razón, el nacimiento de la filosofía no implicó la desaparición definitiva de la religión mítica oficial, cuyos ritos, en el plano formal, siguieron practicándose”.

HOMERO: sabiduría y ceguera.

Para algunos historiadores Homero significa “el que no ve” (Ho me horón). Para otros la palabra es equivalente a rehén, prisionero de guerra. También se le atribuyen la autoría de los versos de la Ilíada y La Odisea. 

Para unos existió, para otros no, era simplemente un símbolo. Lo importante es el papel que jugaron esas dos grandes obras que fueron los textos fundamentales del período del helenismo.

La Ilíada con 15.693 versos narra los 51 días finales de la guerra de Troya y La Odisea con 24 cantos narra la el regreso de Odiseo (Ulises) a su tierra natal.

Los jóvenes griegos, antes del surgimiento de la escritura se educaban aprendiendo de memoria ambas historias que concentran los “fundamentos esenciales del espíritu griego”, donde se manifiesta la hospitalidad, la valentía, la observación y curiosidad por los fenómenos, el aprecio a la belleza y el culto naturalista a las divinidades.

Con el surgimiento de la escritura esas dos obras se convierten en los textos guías del helenismo.

En la transmisión oral han jugado un papel importante los no videntes. La falta de ese órgano tan importante llevaba a desarrollar, a quienes los padecían, una memoria excepcional. Muchos poetas de las cortes eran ciegos. También lo eran grandes adivinos. Suena creíble que Homero haya sido ciego, de origen o por alguna enfermedad joven.

Algunos filósofos, como Demócrito (460 a 370 a.n.e.) opinaban que la ceguera agudiza la percepción intelectiva y, en este caso Demócrito, se cegó voluntariamente. Eran épocas donde se consideraba que vejez y ceguera ayudaban a ser sabios y poseer una memoria prodigiosa.

“Según la tradición antigua, Homero era un aedo ciego que compuso sus poemas en Jonia. Los historiadores parecen estar de acuerdo en situar esa actividad entre fines del siglo IX y fines del VIII.” 

“En “La Ilíada”, el ejército griego que asedia la ciudad de Troya está paralizado por la disputa entre sus dos jefes, Aquiles y Agamanón.

En la Odisea, el relato de la vuelta de Ulises a su reino se ordena alrededor de tres centros de interés: sus peregrinaciones por mar, las dificultades que su hijo Telémaco encuentra en su reino y la recuperación del poder por Ulises y Telémaco en isla de Ítaca”.

Según Homero, el mundo entre los hombres lo conforman grupos con estricta jerarquización, que determina el lugar que ocupa cada uno en esa sociedad.

La aristocracia es integrada por los héroes, quienes combaten individualmente, fuera de las tropas, montados sobre carros, envistiendo con él al adversario y retornando de igual modo, herido y victorioso de no ser alcanzado él o su caballo por el adversario con quien se encarniza en los combates. Se cubre espléndidamente con armaduras de bronce, jabalina, espada y a veces arco y se protege con fuertes y pesados escudos.

La derrota del enemigo se manifiesta en quedarse con sus armas como preciada parte del botín. Pero de todo el botín, la mayor parte va a acrecentar la riqueza del héroe aristocrático mientras el resto se distribuye entre los guerreros en medio de un festín.

Es propietario de tierras que explota por su cuenta, de ganado y de alimento que ofrece a sus invitados y su situación social se refleja en el tesoro, que guarda en el subsuelo de su habitación central, donde se encuentran los objetos metálicos (armas, calderos, lingotes, etc.), los bellos tejidos de punto, el aceite de oliva y reservas de alimentos. En la Odisea podemos leer:

“Telémaco bajó a la anchurosa y elevada cámara de su padre, donde había montones de oro y de bronce, vestiduras guardadas en arcas y abundancia del oloroso aceite; allí estaban las tinajas de dulce vino añejo…”.

El rey era el jefe de la guerra, era el que representaba a la sociedad, era el mediador entre los dioses y los hombres, el que se hacía cargo de los honores que los dioses debían recibir en nombre de toda la comunidad.

Hay otros jefes de menor importancia pero componentes de la aristocracia: los basileis, que suelen ser hijos o parientes del rey. Actúan como consejeros y le ayudan a resolver los problemas que surjan. También conspirar, pero la sucesión de Ulises pasa a través de Penélope, convertida en viuda y en preciada presa a conquistar por el aspirante a rey.

Homero describe a los “hombres libres”, al ciudadano corriente en tres estamentos: los basileis (los más ricos jefes aristócratas), el resto de los aristócratas de menor rango que participan en competiciones caza o banquetes y la multitud, es decir, el pueblo, que participa de las asambleas (sin tomar parte decisiva) y de la guerra (como peones de combate con armas rudimentarias pues no merecen el honor de portar las especiales).

Los bienes materiales de los hombres libres se sintetizaban en una unidad de consumo y producción denominada “oikos”. Dentro de esos bienes materiales, integrando el oikos, encontramos a los esclavos, que casi siempre surge de una operación de guerra o de saqueo.

En los poemas homéricos aparece más como una víctima de la desgracia y no como un ser inferior. Es la mujer, la que se encarga de dirigir los trabajos domésticos y toma parte de ellos, en particular la confección de tejidos. Pero depende de su marido, o de su hijo varón mayor, o de su padre.

Hay un grupo de ciudadanos libres que no pertenecen a comunidad alguna, se los denominas Thetes y carecen de protección. Venden su fuerza de trabajo: son los más pobres y desesperados.

Aparece una “clase media”: son los demiurgos, trabajan para otros, pero son los artistas y los artesanos especialistas en algún rubro, portadores de algún saber especial que es necesitado por aristócratas y familias en general. Los más destacados son los que dominan la técnica de trabajar el metal y los que confeccionan armamentos, ofrendas y bellos utensilios y adornos. En La Odisea leemos:

“¿Quién iría a parte alguna a llamar a ningún huésped, como no fuera entre los que ejercen su profesión en el pueblo: un adivino, un médico para curar las enfermedades, un carpintero o un divinal aedo que nos deleite cantando?”

En La Ilíada se agregan herreros y heraldos.

Otro grupo social que surge de La Odisea lo constituyen los comerciantes, pero no griegos, sino fenicios, a los que se les considera sospechosos de piratería, y al comercio en sí como algo despreciable. Pero esta actividad comercial, cuando la que la llevaban adelante eran los héroes, es considerada como noble.

Misterios y Ritos

Con la religiosidad oficial, en Grecia, en especial a partir del siglo VII a.n.e. se desarrollaron una serie de creencias específicas que conformaron en su conjunto los misterios. Esos ritos fueron muy numerosos pero no reemplazaron a la religión pública que deriva del mito homérico. Podemos señalar para aquellos que quieran incursionar en este punto los “misterios de Mitra”, los “misterios de Samotracia”, los “misterios de Adonis” entre otros.

Lo importante es conocer porqué llegaron a obtener tanta influencia estos ritos paganos, influencia que superaron a la religión oficial. Y encontramos una razón importante. La religión oficial, sus dioses, se dirigían exclusivamente a propiciar el bienestar terrenal mientras las paganas los hacían hacia lo espiritual abarcando un tema común a casi todas ellas: la muerte y la resurrección.

La idea de que la muerte no es una situación irreversible y definitiva, la idea de que el alma se reencarna, es la razón principal de ese predominio.

Se va observando la fuerte atracción que ejerce sobre la población el convencimiento de que hay vida después de la muerte. Se va observando a la vez que, para obtener ese privilegio, es necesario, en el mundo real, llevar una vida en donde sufrir es merecer el reino de los cielos. En donde aceptar, tolerar, obedecer en el mundo real, el mundo de los pecadores, el mundo de Lucifer, es obtener el pasaje para entrar en la otra vida al mundo de la felicidad plena.

El tema de la resurrección no es producto exclusivamente de los cambios económicos, del surgimiento de los excedentes materiales que posibilitaban la apropiación por parte de un número limitado de ciudadanos.

El tema de la resurrección se remite a ritos más antiguos, productos de la observación sobre el ciclo vegetal, vegetación que muere en los inviernos y renace en las primaveras, de allí que la muerte no significara una condición irreversible.

Pero ese razonamiento, honesto e ingenuo, fue utilizado como la plataforma de lanzamiento para simplificar religiones donde no rebelarse en la tierra significaba poder reencarnarse en el cielo.

Dionisio era el dios de la vegetación y de la fertilidad, de la uva y el vino (como Baco entre los latinos). Era, si tomamos en cuenta todos los “rubros” en que incursionaba, el dios de los excesos y de las infracciones: ebrio y loco que conducía  a los fieles a la bebida, a la violencia y a las orgías, desobedeciendo todas las leyes y jerarquías sociales, admitiendo la participación de esclavos y mujeres entre sus seguidores.

Esta particular característica dio orígenes a los “misterios dionisíacos”, ritos que eran apreciados muy especialmente por las mujeres, a las que se les denominaba “ménades”.

En Grecia las mujeres (y los esclavos) estaban, generalmente, excluidas de cualquier forma de  celebración religiosa. Por lo tanto el menadismo se presenta como la “cultura de la locura” mientras que el período helénico considera a la “racionalidad” como exclusivamente cosa de varones.

Su relación con el ciclo vegetal tenía relación con la cosecha, en especial, con la producción del vino, que comenzaba con la bebida, luego con la danza (ritmo del ditirambo) lográndose entrar “en trance” (entusiasmo) y culminando con orgías y el sacrificio de una bestia (el éxtasis).

Una curiosidad: en su representación simbólica todos los dioses se representaban de perfil, sólo Dionisio se retrata de frente, con una máscara que se dirige al espectador.

La Tragedia

 La “tragedia” nace de los ritos dionisíacos junto con el sacrificio de la bestia.

Se observan en algunos pueblos primitivos algunas formas de representación teatral, pero se considera a la “tragedia” como una invención propia y exclusiva del pueblo griego que surge a partir del culto a Dionisio.

En la tragedia había dos tipos de actores. Los mimos que se desplazaban con movimientos y el coro que explicaba qué significaban. Luego, más adelante, los son los actores los que cuentan y representan la historia pero perdura el coro.

Y aparecen los grandes autores de la tragedia griega: Esquilo, Sófocles, Eurípedes, que le dieron a la misma un fuerte valor ético y formativo, conteniendo conceptos de formación política, para construir buenos ciudadanos con capacidad de reflexión.

Al ciudadano se le pagaba para que concurriera, el Estado lo hacía mediante una dieta. Y la tragedia se constituyó en el único acontecimiento social donde, además del “ciudadano” podían participar las mujeres y los esclavos.

Oscar Natalichio
Centro de Estudios Económicos y Sociales (CIEYS)
Abril de 2014.
oscarnatalich@fibertel.com.ar

Próximo capítulo:

6. Un repaso sobre los inicios de la historia de la filosofía (final)


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