Manuel Belgrano, el primer economista argentino y uno de los intelectuales más lúcidos de la Revolución de Mayo, nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Estudió en el Colegio de San Carlos y luego en España, en las Universidades de Valladolid y Salamanca. A partir de entonces no dejó de deslumbrar e incomodar, según los casos, a sus contemporáneos. En 1794 fue nombrado al frente del Consulado, un organismo virreinal que se ocupaba teóricamente de fomentar la actividad económica por estas tierras.
Belgrano, imbuido de las teorías políticas y económicas más avanzadas de su época, intentará por todos los medios diversificar la economía local, esencialmente ganadera, impulsando la industria, la agricultura y el comercio interregional. Tuvo que enfrentar poderosos intereses que se aferraban a un modelo arcaico que los beneficiaba y que boicotearon sus iniciativas progresistas. Como un Beethoven que sabe que está haciendo lo correcto y que algún día lo entenderán, Belgrano dejó plasmado en innumerables escritos un plan de país para que algún día alguien lo tome en cuenta y, sobre todo, tenga el coraje político de aplicarlo.
Las bases de ese plan podrían sintetizarse en el impulso ilimitado de la educación general y especial, dándole un gran impulso a la educación técnica; en la promoción de la actividad industrial; en la aplicación de un justo reparto de tierras para promover la agricultura y evitar los latifundios improductivos, pasto fácil de la especulación, y finalmente, pero sobre todo, la búsqueda de la equidad social y la igualdad de oportunidades. Quizás estas palabras preliminares a este reportaje basado en textos escritos originales de Manuel Belgrano, sirvan para entender por qué cierta historia ha querido condenar a Belgrano a ser sólo el "padre de la Bandera", aspecto no menor, para dejar de lado al hombre que pensó un país distinto y mejor para todos. Aún estamos a tiempo de conocerlo y reconocerlo.
¿Cómo fueron sus años formativos en Europa?
Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre fuere donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente.
¿Cuál fue su sensación al asumir la secretaría del Consulado allá por 1794 y enterarse de quiénes eran sus compañeros?
No puedo decir bastante mi sorpresa cuando conocí a los hombres nombrados por el Rey para el Consulado. Todos eran comerciantes españoles, exceptuando uno que otro, nada sabían más que su comercio monopolista, a saber: comprar por cuatro para vender con toda seguridad a ocho. Mi ánimo se abatió, y conocí que nada se haría en favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses particulares posponían el del común. Sin embargo, ya que por las obligaciones de mi empleo podía hablar y escribir sobre tan útiles materias, me propuse echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos.
Pero para lograr este objetivo hay que apoyar al trabajador del campo... ¿Qué propone al respecto?
He visto con dolor, sin salir de esta capital, una infinidad de hombres ociosos en quienes no se ve otra cosa que la miseria y desnudez; una infinidad de familias que sólo deben su subsistencia a la feracidad del país, que está por todas partes denotando la riqueza que encierra, esto es, la abundancia; y apenas se encuentra alguna familia que esté destinada a un oficio útil, que ejerza un arte o que se emplee de modo que tenga alguna más comodidad en su vida. Esos miserables ranchos donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto. Esta claro que la solución pasa por entender que la lana, el algodón, otras infinitas materias primeras que tenemos, y podemos tener con nuestra industria, pueden proporcionar mil medios de subsistencia a estas infelices gentes que, acostumbradas a vivir en la ociosidad, como llevo expuesto, desde niños, les es muy penoso el trabajo en la edad adulta, y son y resultan unos salteadores o unos mendigos. He propuesto la creación de un fondo con destino al labrador ya al tiempo de las siembras como al de la recolección de frutos, porque la importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación.
Se habla mucho de la necesidad de una moneda sana, ¿cuál es el rol de la moneda en la economía?
La moneda por sí misma, no es riqueza pero es una prenda intermedia y una verdadera letra de cambio al portador que debe pagarse en cambio de frutos de la Agricultura o de las obras de la industria. Si estos frutos o estas obras faltan o no alcanzan, habrá pobreza con mucho dinero; si son abundantes, habrá riqueza con poco dinero: así pues, una nación es pobre con una cantidad inmensa de metales, entre tanto que otra florece sin otros recursos de prosperidad que su agricultura; y no obstante no hace mucho tiempo se creía que las minas enriquecían los estados que las poseían.
¿Cómo ve a la sociedad argentina? ¿Cree que la desigualdad social traerá conflictos sociales en el futuro?
Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. Existe una lucha continua entre diversos contratantes: pero como ellos no son de una fuerza igual, los unos se someten invariablemente a las Leyes impuestas por los otros. Los socorros que la clase de propietarios saca del trabajo de los hombres sin propiedad, le parecen tan necesario como el suelo mismo que poseen; pero favorecida por la concurrencia, y por la urgencia de sus necesidades, viene a hacerse el árbitro del precio de sus salarios, y mientras que esta recompensa, es proporcionada a las necesidades diarias de una vida frugal, ninguna insurrección combinada viene a turbar el ejercicio de una semejante autoridad. El imperio de la propiedad es, el que reduce a la mayor parte de los hombres, a lo más estrechamente necesario.
¿Qué consejo les daría a los futuros argentinos?
Es preciso que despertemos de la inacción, que sacudamos el yugo extranjero, y que tengamos presente que a nuestra inercia debe este su preponderancia, y que la Nación está abatida con tanto desdoro: apliquemos todos a buscar los medios de sacarla de este estado con todas nuestras fuerzas siguiendo los pasos de la naturaleza esta madre sabia, que ha depositado en cada país una riqueza para que trabajando el hombre lo haga poderoso y fuerte contra quien lo quiera oprimir. |
Nuestro Centro de Investigaciones Económico Sociales (CIEYS) estará orientado, específicamente, al estudio de los períodos de transición del capitalismo al socialismo, de las incidencias que sobre esos períodos producen las Historias, el grado de desarrollo económico, las formas de distribución, la composición social, las riquezas naturales, las costumbres, los hábitos, las experiencias político-sociales, las culturas, religiones y mitos.
miércoles, 20 de junio de 2012
CRONICAS DE LA HISTORIA - REPORTAJE A MANUEL BELGRANO | El hombre que pensó un país justo
Mediante la técnica del reportaje imaginario, Felipe Pigna hace hablar a Manuel Belgrano en primera persona. Los textos son extractos de escritos publicados en informes del prócer al Consulado o artículos periodísticos de El Telégrafo Mercantil y el Correo de Comercio.
lunes, 4 de junio de 2012
NUESTRO HOMENAJE A UN GRAN DEFENSOR DE LA SOBERANÍA ARGENTINA
Si las nuevas generaciones argentinas
necesitan encontrar una figura a la que invocar, en defensa de la soberanía
nacional, esa personalidad es la del general Enrique Mosconi, ejemplo del militar
consustanciado con su país. Porque para Mosconi la soberanía nacional no comenzaba ni terminaba en los
discursos celebratorios de fechas patrióticas, ni eran una metáfora
de circunstancia. Para él, soberanía y nacionalidad, eran algo tangible: la
defensa del patrimonio argentino, sus riquezas naturales, eran los hombres y
mujeres que con su trabajo escriben las páginas más auténticas de la
nacionalidad.
Resulta inexplicable la existencia de ciudadanos que quieren
enajenar nuestros depósitos de petróleo acordando concesiones de
exploración y explotación al capital extranjero, para favorecer a
éste con las crecidas ganancias que de tal actividad se obtiene, en
lugar de reservar en absoluto tales beneficios para acrecentar el
bienestar moral y material del pueblo argentino. Porque entregar
nuestro petróleo es como entregar nuestra bandera"
Enrique Mosconi
En su libro "El petróleo argentino y la ruptura de los trusts petrolíferos inglés y norteamericano el 1º de agosto de 1929", expuso sus ideas centradas en una política de "puerta cerrada" y monopolio estatal que -según sus palabras- "terminará con la lucha entre los trusts e YPF". En ese sentido, Mosconi afirmó: "Dos organizaciones, la fiscal y la privada, no pueden coexistir, pues representan intereses antagónicos, destinados a vivir en una lucha de la cual sólo por excepción saldrá triunfante la organización estatista. Para asegurar para nuestro país la riqueza petrolera debe encararse a fondo la cuestión, siendo ello imposible de lograr mientras el Estado no monopolice íntegramente la explotación de sus yacimientos".
Nacido en Buenos Aires el 21 de febrero de 1877 cursó estudios en el Colegio Militar de la Nación, al que ingresó en mayo de 1891. Ingresó luego a la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y desempeñó el cargo de subdirector general de Arsenales de Guerra desde 1914 a 1918.
Luego de graduarse como ingeniero civil, se le reconoció como profesional militar pasando al arma de ingenieros. Durante su prestación de servicios viajó a Italia, Bélgica y Alemania donde realizó estudios para la construcción de la usina hidroeléctrica y a gas pobre que funcionaba en Campo de Mayo.
A través del libro citado y varios trabajos periodísticos
explicó Mosconi sus ideas sobre la cuestión petrolera. En una
nota publicada en "Noticias Gráficas" del 17 de setiembre de 1932,
señaló: "El
país reclama una ley que garantice al pueblo argentino el usufructuó total de
los beneficios derivados de las explotaciones petrolíferas y que esto se
realice en la mayor tranquilidad, libre de la áspera lucha de intereses que
pone a prueba, y a menudo mancha, el honor de las personas y la dignidad de las
funciones públicas".
"Se trata -continuaba Mosconi- de un asunto demasiado complejo, constituido por múltiples especializaciones que deben ser consultadas para formular un proyecto que coordine con unidad de doctrina las distintas actividades que integran la industria petrolífera y defender así, esta fundamental riqueza pública, establecer el conveniente ordenamiento de su explotación y alcanzar los objetivos que imponen el presente y el porvenir económico de la Nación".
En el transcurso de su mandato inauguró la Destilería de La Plata -en diciembre de 1925- que entró en producción inmediatamente elaborando nafta, kerosene, fuel oil y a menos de cinco meses de su habilitación comenzó la producción de nafta de aviación. El año 1926 señala la entrada de YPF en el mercado de combustibles con sus propios productos. Dos años después comenzó la explotación de petróleo en Salta y debido a una intensa exploración llevada a cabo en la zona noroeste, se produjo en 1933 el descubrimiento petrolífero de Tranquitas.
Resulta inexplicable la existencia de ciudadanos que quieren
enajenar nuestros depósitos de petróleo acordando concesiones de
exploración y explotación al capital extranjero, para favorecer a
éste con las crecidas ganancias que de tal actividad se obtiene, en
lugar de reservar en absoluto tales beneficios para acrecentar el
bienestar moral y material del pueblo argentino. Porque entregar
nuestro petróleo es como entregar nuestra bandera"
Enrique Mosconi
Fue un tenaz defensor de los intereses petrolíferos
nacionales durante los ocho años que permaneció como director de la Dirección
General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Supo impulsar a la nueva empresa,
no sólo multiplicando su producción sino dotándola de la estructura necesaria
para el cumplimiento de sus objetivos básicos. Luego de una prestigiosa carrera
militar, el general Mosconi dedicó su accionar a
tratar de conseguir una política que permitiera resultados positivos para el
país.
En su libro "El petróleo argentino y la ruptura de los trusts petrolíferos inglés y norteamericano el 1º de agosto de 1929", expuso sus ideas centradas en una política de "puerta cerrada" y monopolio estatal que -según sus palabras- "terminará con la lucha entre los trusts e YPF". En ese sentido, Mosconi afirmó: "Dos organizaciones, la fiscal y la privada, no pueden coexistir, pues representan intereses antagónicos, destinados a vivir en una lucha de la cual sólo por excepción saldrá triunfante la organización estatista. Para asegurar para nuestro país la riqueza petrolera debe encararse a fondo la cuestión, siendo ello imposible de lograr mientras el Estado no monopolice íntegramente la explotación de sus yacimientos".
Nacido en Buenos Aires el 21 de febrero de 1877 cursó estudios en el Colegio Militar de la Nación, al que ingresó en mayo de 1891. Ingresó luego a la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y desempeñó el cargo de subdirector general de Arsenales de Guerra desde 1914 a 1918.
Luego de graduarse como ingeniero civil, se le reconoció como profesional militar pasando al arma de ingenieros. Durante su prestación de servicios viajó a Italia, Bélgica y Alemania donde realizó estudios para la construcción de la usina hidroeléctrica y a gas pobre que funcionaba en Campo de Mayo.
Antes de regresar al país en 1914, patentó en Alemania y
cedió al Ministerio de Guerra de la Argentina un dispositivo para cambio de
trocha en rodados militares. Otra vez en la Argentina volvió a comandar el
cuerpo de Ingenieros hasta ser nombrado subdirector general de Arsenales de
Guerra en 1915. Fue designado luego director del Arsenal Esteban de Luca y en
marzo de 1920 -ejerciendo el cargo de director de Aeronáutica- fundó el Grupo
1º de Aviación dando así impulso al arma.
Romper los trusts
"Se trata -continuaba Mosconi- de un asunto demasiado complejo, constituido por múltiples especializaciones que deben ser consultadas para formular un proyecto que coordine con unidad de doctrina las distintas actividades que integran la industria petrolífera y defender así, esta fundamental riqueza pública, establecer el conveniente ordenamiento de su explotación y alcanzar los objetivos que imponen el presente y el porvenir económico de la Nación".
Designado titular de la Dirección General de
YPF, el 19 de octubre de 1922, el general Mosconi consiguió a lo largo de sus ocho años de gestión que la
empresa pasara de una producción de 348.888 metros cúbicos de petróleo en 1922 a
872.171 metros cúbicos en 1929. Defensor del
patrimonio petrolífero del país, puso de manifiesto más de una vez su opinión
adversa a los trusts. En el artículo
anteriormente citado agregaba a propósito de un proyecto parlamentario sobre
hidrocarburos que "es decididamente propulsor del capital privado, que en
nuestro país forman casi sin excepción, empresas extranjeras filiales de los
grandes trusts y, lo
que es peor, descuida este proyecto la necesidad de impulsar el
desenvolvimiento de YPF, colocado con respecto a los trusts en
inferioridad de condiciones".
Tenaz opositor de los trusts petrolíferos ingleses y norteamericanos
señaló en esa oportunidad, y ante las controversias suscitadas por "el
trance de acaparamiento" de la Standard Oil -efectivizada mediante la concesión
petrolífera en Salta-, "me
aferro ahora más que nunca al concepto de puerta cerrada y monopolio que
terminará con la actual lucha de predominio entre los trusts e YPF, lucha cuya aspereza irá siempre en aumento".
En el transcurso de su mandato inauguró la Destilería de La Plata -en diciembre de 1925- que entró en producción inmediatamente elaborando nafta, kerosene, fuel oil y a menos de cinco meses de su habilitación comenzó la producción de nafta de aviación. El año 1926 señala la entrada de YPF en el mercado de combustibles con sus propios productos. Dos años después comenzó la explotación de petróleo en Salta y debido a una intensa exploración llevada a cabo en la zona noroeste, se produjo en 1933 el descubrimiento petrolífero de Tranquitas.
La exposición de las ideas del general Mosconi denotaban su preocupación por asegurar los
beneficios de la explotación petrolera nacional a través de una legislación
adecuada.
"El monopolio (sin expropiación de las concesiones existentes) acabará con
los rozamientos y lucha de intereses -afirmaba el entonces titular de YPF- con
los entorpecimientos y falsas canalizaciones de los trámites legales y
reglamentarios de los expedientes. Acabará asimismo con la intromisión de
elementos extraños en nuestra política interna, con el soborno, cada vez más
alarmante. Evitará futuras complicaciones y perturbaciones en nuestra economía,
en nuestro derecho y nuestra soberanía. Usufructuaremos así, íntegramente, en
paz y tranquilidad, con honor y dignidad, como podemos y debemos hacerlo, los
beneficios de nuestras explotaciones petrolíferas".
Aquella mañana de 1922
Una mañana de agosto de 1922, Mosconi se enteró que la empresa norteamericana West India Oil Co., la única que vendía nafta de aviación, se negaba a suministrarla sin pago adelantado. El entonces coronel Mosconi entrevistó al gerente de la empresa, para ratificar la noticia. Sí, era así. Mosconi le replicó al gerente de la compañía extranjera según cuenta en su libro: "Advierta que el Servicio Aeronáutico del Ejército no debe un centavo a su compañía; que se trata de una repartición militar solvente y dependiente del Ministerio de Guerra y que, por lo tanto, no sólo me sorprenden sus manifestaciones y su exigencia, sino que las considero impertinentes y no las acepto".
Una mañana de agosto de 1922, Mosconi se enteró que la empresa norteamericana West India Oil Co., la única que vendía nafta de aviación, se negaba a suministrarla sin pago adelantado. El entonces coronel Mosconi entrevistó al gerente de la empresa, para ratificar la noticia. Sí, era así. Mosconi le replicó al gerente de la compañía extranjera según cuenta en su libro: "Advierta que el Servicio Aeronáutico del Ejército no debe un centavo a su compañía; que se trata de una repartición militar solvente y dependiente del Ministerio de Guerra y que, por lo tanto, no sólo me sorprenden sus manifestaciones y su exigencia, sino que las considero impertinentes y no las acepto".
Más tarde comentará Mosconi: "Allí, en el mismo escritorio me propuse
juramentándome conmigo mismo, cooperar con todos los medios legales para romper
los trusts". Hacia esa meta iba Mosconi el 1º de agosto de 1929, cuando YPF rebajó el precio del
litro de nafta y tomó "la dirección y el contralor del mercado de combustible
líquido en la Argentina". El juramento de 1922, "romper
los trusts" había sido satisfecho.
Pero todo se lo llevará el
vendaval del 6 de setiembre de 1930, hasta que en 1931, el presidente Uriburu lo citó en la Casa Rosada para anunciarle -para
ordenarle- que viajara a Italia en misión de estudios. Era un destierro disfrazado y continuará
-aunque retorne al país- en esa condición. El general Justo lo designará
director del Tiro y Gimnasia del Ejército. Era algo inaudito. El viejo luchador
quedaba relegado a un papel protocolar. Poco después un ataque de hemiplejia lo
fulminaría y el 31 de diciembre era retirado de oficio como general de
división. Inválido, en el ostracismo político, fallecía el 4 de junio de
1940.
Fue reemplazado en sus funciones por Horacio Beccar Varela.
Al memorar su ejemplo -un ejemplo vigente para
estos días-, vale la pena recordar aquella sentencia en la que afirmó: "Es bueno vitorear a la Patria, pero es mejor ayudarla a
vivir contribuyendo a su engrandecimiento y bienestar".
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