NOSOTROS O ELLOS Nº 89
Los medios de comunicación y su contribución a
la idiotización de las capas medias.
Una de las condiciones que los medios tienen en cuenta es que, para
idiotizar a parte de la población, requieren periodistas idiotas, es decir, periodistas
que entren “en sintonía” con aquellos sectores de la población que,
independientemente de su formación cultural, son propensos a creerles y hasta
seguirles, basados en la mediocridad que poseen, mediocridad que les impide
pensar con su propio cerebro, pensando entonces con el de los idiotas que
fueron seleccionados como periodistas de los grandes medios de comunicación en
poder o al servicio de la denominada oligarquía financiera, también nombrada
como grandes corporaciones, como formadores de precios o, más acertadamente, como
capitalismo monopolista o imperialismo.
No todos los periodistas de esos medios son idiotas, los hay también
mercenarios, carentes de todo principio y dispuestos a toda perversidad que lo
destaquen sobre los demás, en una feroz competencia para demostrar quien es el
más brutal de todos.
Nuestro diccionario describe como idiota
en cuatro acepciones: 1) que
padece de idiocia; 2) engreído sin fundamento para ello; 3) tonto, corto de
entendimiento y 4) (en desuso) carente de toda instrucción.
“Idiocia” significa: Trastorno caracterizado por una deficiencia
muy profunda de las facultades mentales, congénitas o adquiridas en las
primeras etapas de la vida.
Tomemos por ejemplo a Marcelo Bonelli: no hay dudas de que le cabe las cuatro
acepciones, incluida la número 4 que está en desuso, aunque esa acepción puede
ser amortiguada por el entorno ya que “instrucción” significa caudal de conocimientos adquiridos y,
podría ser que haya recibido ese caudal con contenido falso y que no haya
profundizado sobre el mismo, lo que equivale a reemplazar “carente de toda
instrucción” por “mediocre”, término que ya hemos analizado en profundidad.
Esto es lo mejor que podemos opinar sobre Bonelli, periodista “emblemático” del
diario Clarín, pues si no es estúpido es mercenario, categoría mucho más grave
e intencional.
Mercenario es el que por una paga ofrece sus servicios a una potencia
extranjera. Algunos mercenarios pueden serlo por idiotas, pero, en general, el
mercenario hace de su acción una profesión: si tiene que matar, mata, si tiene
que torturar, tortura, si tiene que robar, roba, si tiene que difamar, difama,
si tiene que mentir, miente. Y todo ello lo hace para el mejor postor, es
decir, si mañana alguien del signo contrario le ofrece más “estipendio” no duda
en cambiar de vereda y realizar la misma tarea para otro contratista. Lanata es
el ejemplo más puro de un mercenario, ya que de idiota no tiene nada y todo lo
que hace lo hace sabiendo el daño que produce.
Hasta ahora nos referimos a dos “periodistas” al servicio de los medios
fascistas. Pero no todo se reduce a “periodistas”. También existe una jauría de
economistas que cumplen los dos requisitos. Podemos señalar a muchos, pero
vamos a nombrar al más destacado de ellos, al mercenario más idiota: Carlos
Melconian. La condición para ser economista de las corporaciones es no saber
economía. Y Melconian cubre con holgura ese requisito. Es, se podría afirmar,
el economista de los mediocres más mediocres. Para creerle a este personaje hay
que ser idiota en las cuatro acepciones, por que con una o dos no alcanzarían.
La lamentable lista de “periodistas”, “economistas”, “sindicalistas”,
“políticos”, etc. que transitan entre idiota y mercenario es extensa, pero no
es intensión de este artículo centrar en ellos: que dios los proteja, pues si
hay infierno, van derechito.
Lo preocupante es que, en la sociedad, en especial en las capas medias
de la sociedad, se manifiesten una gran cantidad de idiotas, formados por los
medios y hasta por sus propios medios. Ello para cualquier nación es un hecho
de gran gravedad. Ya formados como idiotas actúan en consonancia con el nivel
adquirido y van más allá aún: se niegan a salir de su idiotez.
Le demostramos a un idiota que Lanata le miente, se lo demostramos con
pruebas contundentes y el idiota, teniendo la posibilidad de ir dejando de
serlo, se empeña en “apoyar” al que lo engaña. Esa categoría de idiota puede
definirse como “idiota irrecuperable”, es como un drogadicto que sabe que la
droga lo mata tarde o temprano y se niega al tratamiento o, peor aún, se niega
a reconocerse drogadicto. No obstante es de señalar que ser drogadicto es una
enfermedad y ser idiota una elección.
En una sociedad como la que vivimos, en una etapa que puede denominarse
de transición hacia “algo mejor”, es necesario saber cómo operar con los
idiotas que le dan cierto sustento de masas a las grandes corporaciones,
corporaciones que, cuando incrementan desmedidamente los precios, cuando saquea
los bolsillos, no hace distinción entre sus idiotas adictos y los no idiotas no
adictos. De allí que a los idiotas adictos se los pueda considerar útiles a los
intereses de los monopolios, o, más sintético, “idiotas útiles”.
El primer paso no es transformar al idiota en no idiota, pues sería una
tarea tremendamente difícil y compleja. El primer paso es evitar que se
incremente el número de idiotas útiles a sus verdugos, y ello se logra con la
educación y la formación política. Aquellos que aún no lograron la categoría de
idiotas o de mediocres son los que pueden contribuir enormemente a detener ese
proceso de degradación que significa la reducción inducida al servilismo y al
cipayismo de parte de la población por parte de los monopolios.
Vamos a señalar algunos pocos ejemplos de lo que el idiota no sabe o no
le interesa: en 1975 sucedió el denominado “Rodrigado” (por Celestino
Rodríguez) donde el peso se devaluó un ¡719%! Subiendo los combustibles
(naftas) un 180%, la electricidad y el gas un 50%, los colectivos un 75% y el
subte más del 150%. Ello fue llevando del 48% al 30% la participación de los
trabajadores en el ingreso nacional y del 52% al 70% el ingreso de las
empresas. En 1981, en plena dictadura, con Sigaut y Alemann, el peso se devaluó
un 230% bajando la participación de los trabajadores sobre el ingreso al 22%.
De esa manera del 48 de 1975 se pasa al 22 de 1981. En sólo seis años se
transfieren salarios a ganancias empresarias, las que pasan del 52% al 78%. En
el año 1989 la paridad cambiaria supera el ¡2000%! Se aplica la Ley de Emergencia
Económica, se suspenden todos los subsidios, se privatizan las empresas
estatales a precio vil, se incrementa la desocupación y la sub-ocupación,
aumenta hasta el 50% la pobreza y casi llega al 20% la indigencia. Al
incrementarse la pobreza a tal nivel y, en el 2001, al alcanzar la desocupación
el 25% de la población económicamente activa, nuestro país se encontraba en un
descalabro tal, que muchos idiotas salieron por primera vez con las cacerolas
para reclamar que le devuelvan los “ahorros” sin ver más allá de esa corta e
interesada visión. Se pasó por unos días de ciencia ficción en donde
“ahorristas y piqueteros son todos compañeros”. Hoy, el idiota y el mediocre
defiende y añora esos años donde fue saqueado, y se empeña en ser útil a los
saqueadores, en una década donde la población trabajadora (incluido los
idiotas) han ido recuperando gradualmente su participación en el ingreso (del
31% del 2003 al 41% del 2012).
Seguiremos señalando lo que el idiota no sabe o no le interesa: los
poderosos formadores de precios, las grandes corporaciones internacionales y
nacionales, mantienen y acrecientan su “tasa de ganancias” mediante la
carestía, es decir, mediante el incremento indiscriminado de los precios. No
los aumenta el gobierno, los aumentan los grandes empresarios que arrastran a
los demás comercios a hacerlo. Cada aumento de un producto equivale a una
disminución de la capacidad de compra del salario y una disminución de la
participación de los asalariados en el ingreso total, transfiriendo parte de
sus salarios a las ganancias empresarias. Los idiotas han encontrado un Caprile
autóctono en Sergio Massa
que propone, por ejemplo, disminuir “el gasto público” (una forma de expresar
hay que terminar con los subsidios, con la asignación universal por hijo (AUH),
sin percibir (por eso se es idiota) que la luz, el agua y el gas sin subsidios
se incrementará un 200%, que el transporte sin subsidios se incrementará un
300% y que ese incremento significará
una gigantesca reducción del salario real de total de los trabajadores incluido
el idiota dentro de ese total. Y además, esto es válido para el idiota
empresario pymes, que si se elimina la AUH, los otros subsidios, los reajustes
semestrales de las jubilaciones y las paritarias, le van a vender a magoya o a
los marcianos. Pues si han mejorado su facturación es consecuencia exclusiva de
que hay más consumo. Las grandes corporaciones no dependen del consumo interno,
las pequeñas y medianas empresas sí, de allí que resulte necesario que los
empresarios no idiotas se dirijan fraternalmente a los empresarios idiotas y
mediocres y le expliquen esta ley natural: más consumen, mejor me va. Y el caprilito
local, traidor, mercenario y trepador, propone reducir las retenciones
(eliminarlas parcialmente). De esa manera propone que los muy ricos dejen de
pagar 10 mil millones de pesos mientras los ajustes a los más pobres se reducen
en similar monto. El idiota festeja ese proyecto massista y también festeja la
idea de volver a las AFJP que, de haberse mantenido, la jubilación mínima de
hoy sería de 581 pesos y no casi 3000 como lo es.
Pero el dominio cultural es tétrico. Por ejemplo, muchas personas del
gobierno y de sus aliados, incluso de la izquierda, hablan de “procesos
inflacionarios”, hablan colocando el centro en la palabra “inflación”, algunos,
más eruditos, mencionan “inflación de costo”. Es lamentable que el dominio
cultural de los monopolios haya llegado tan lejos. En nuestro país no hay
inflación, no hay emisión descontrolada de dinero sin respaldo en bienes producidos
o en ingresos netos de la balanza comercial, ni déficit de presupuesto. Lo que sí hay en nuestro país es un
formidable ataque especulativo y saqueador de las grandes corporaciones, formadoras de precios. La inflación es
responsabilidad de los gobiernos, la carestía, de la especulación y el saqueo
de las grandes empresas. Entender esto es muy necesario. El gobierno no es
responsable de los incrementos desmedidos de precios, en todo caso, podría ser
responsable de no actuar adecuadamente frente a ellos. Pero los grandes empresarios, aquellos que en su momento generaron los
golpes militares y hoy optan por los golpes de mercado, son los verdaderos
criminales y empobrecedores de los trabajadores en general. Esos grupos son
tan poderosos que quiebran la resistencia de los gobiernos progresistas que
creen poder “encarrilarlos”. Por eso, la
carestía producto de la especulación y del saqueo debe ser derrotada por la
población en su conjunto, sin esperar que, el sector idiota de la misma,
participe. Lograr al menos, que los idiotas se queden en sus casas viendo por
TV a los que luchan. La inflación es un fenómeno financiero, la carestía es una
acción política de los monopolios para mantener y acrecentar su cuota de
ganancias. No es la misma cosa. Sobre lo primero, sobre la inflación, seríamos
“todos culpables”, sobre lo segundo, sobre carestía, los culpables tienen
nombres y apellidos, e integran la nefasta Asociación
de Empresarios “Argentinos”, especialistas en golpes de cualquier naturaleza.
Esos empresarios están emparentados con los denominados “fondos buitres”
y mantienen bonos de la deuda que pretenden rescatar a valores nominales, es
decir, bonos que adquirieron entre 20 y 25 centavos de dólar reclamando que se
les devuelva a 1 dólar más los intereses y en un solo pago. Son 1.330 millones
de dólares, parte de la deuda generada por gobiernos anteriores a los K. Cuyos
gestores no sólo aceptaron comisiones altas, intereses altos, sino renunciaron
a la soberanía nacional, al permitir que los diferendos se resolvieran el las
cortes de los buitres, de los EEUU. Los idiotas presionan para que se les paguen
a los buitres sin tener en cuenta que ello puede significar que los acuerdos
logrados con los que aceptaron el canje (92,4%) caigan si se paga el reclamo a los
usureros, y si caen, la deuda se incrementa considerablemente, condicionando a
todos los argentinos por varias generaciones. Los idiotas aspiran a que eso
suceda.
Esos mismos idiotas son los que aceptan como ciertas las noticias de las
“represiones” por parte del gobierno de la hermana Venezuela.
No importa que las pruebas que muestran los medios sean
falsas y que respondan a represiones en Chile, o en Bulgaria o Brasil y en
otros años. No importa, pues los idiotas útiles a las grandes corporaciones ansían
a que un gobierno elegido democráticamente, que triunfara en las 18 elecciones
que participó, sea “volteado” por el fascismo. Los idiotas le creen a Obama y a
los EEUU, los que llegaron al límite increíble: tercerizaron las torturas y los
secuestros, y son los que mantienen la cárcel de Guantánamo con personas que
secuestran sicarios en diversos países sin ningún tipo de garantías, sin saber
quienes son los detenidos. Vergonzoso papel es el del idiota.
Si algún lector cree que me excedí, que me lo haga saber. Si cree que
fui condescendiente, también.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
26 de febrero de 2014