NOSOTROS O ELLOS Nº 88
MANTENER NUESTROS PRINCIPIO Y RESPETAR EL DE
LOS ALIADOS
Para aquellos que nos definimos como marxistas-leninistas, o para
aquellos que dicen serlo, pues con palabras todo se iguala y toda revolución se
hace antes (años atrás desde un bar, ahora por correo electrónico), reconocemos
que coincidimos en el objetivo: construir el socialismo, más tarde, o más
temprano, abstracto o real.
También existen otros sectores no marxistas que aspiran a la
construcción de una sociedad socialista. Es decir, nos iguala el objetivo y,
mucho más, nos debería igualar los principios que sustentamos para arribar a
ese objetivo, siendo más difícil, mucho más difícil, penosamente más difícil,
coincidir en el camino que debemos recorrer para alcanzar esa gigantesca meta.
¿Podría alguien criticarnos porque dentro de los Principios Socialistas
no se contempla la existencia de la propiedad privada de los medios de
producción? Desde ya que sí. Pero esa crítica es una crítica de clase, ya que
debería provenir de los sectores que consideran (como principio) que ese tipo
de propiedad privada debe existir. Que sea compartida con el Estado, que sea
exclusivamente de capital “nacional” es otra cuestión, no menor, por supuesto,
pero cuestión que no debe ser tratada dentro de una gran bolsa.
¿Porqué un sector progresista (digamos) de la burguesía nos criticaría
o, al menos, no suscribiría la idea de la propiedad social para toda la
sociedad (recuerdo que nos referimos a los principios, no a la coyuntura)?
Simplemente porque no son socialistas, porque no se plantean como
objetivo el socialismo y, además, porque consideran que el capitalismo no es
malo, reconociendo sí, que hay sectores dentro de su clase que ha llevado al
capitalismo a ser perverso.
Lo primero que hay que advertir, so pena de caer en el bedetismo de
izquierda (más que infantilismo), es que no le podemos pedir a los no
socialistas que actúen como socialistas, no le podemos pedir a los burgueses
progresistas que dejen de ser burgueses y pasen a tener como objetivo la
construcción del socialismo.
Y menos criticarlos por esa “debilidad”, pues no es el objetivo que se
plantean y no es de esperar que el camino que se tracen conduzca a construir la
sociedad socialista.
Aclarado esto pasamos a opinar que lo que estamos viviendo en nuestro
país, en Nuestra América y en el mundo, es una transición acelerada de un Modo
de Producción a otro Modo de Producción más progresivo. Que estamos
transitando, con la velocidad que el desarrollo de la conciencia social, su capacidad
organizativa y su necesaria valentía, indique, señalen, reflejen en cada país
en particular.
Los Modos de Producción donde prevaleció y prevalece la propiedad
privada sobre los medios de producción y la explotación del hombre por el
hombre han sido y son tres: el esclavismo, que duró 4.100 años; el feudalismo
(en cualquiera de sus versiones, europea, asiática, americana, etc.), que duró
1.500 años y el capitalismo que duro 200 años en su fase inicial (capitalismo
de libre competencia) y llega a los 100 como imperialismo (predominio de la
oligarquía financiera y del gran capital monopolista).
Si observamos con atención esos procesos históricos notaremos como se
acortan los tiempos de vida de cada uno de ellos. Notaremos, además, que lo que
ha “cambiado” esencialmente es la forma
de explotación del hombre por el hombre, la que con el correr del tiempo se
hace más efectiva o, como quieran llamarla, más productiva, es decir, produce
mayor cantidad de bienes en mucho menos tiempo y, con ello, mayor cantidad de
plusvalía.
No aceptamos que los burgueses progresistas nos quieran apartar del
objetivo nuestro que es construir la sociedad socialista y no vamos a cometer
el error de exigirles a ellos que se aparten de su objetivo de construir un
capitalismo “bueno”. Respetemos las ideas de cada uno y trabajemos con las
coincidencias.
Ese capitalismo “bueno” sólo se puede construir si se derrota al
capitalismo “malo”. Esta afirmación no puede aceptarse en el proceso histórico,
pero si es parcialmente válida en las coyunturas. Además lo estamos viviendo: 6
millones de puestos de trabajo, 3 millones de AUH, crecimiento de los salarios
mínimos y jubilaciones que superan el 1500%, baja desocupación, oportunidades
para cooperativas de trabajo y adquisición de viviendas, respeto por los
Derechos Humanos, etc. etc.
Nosotros, como marxistas-leninistas, sabemos que ello no alcanza, que
los objetivos logrados por luchas o prebendas no están consolidados, que es
necesario que las luchas reivindicativas peguen un salto cualitativo hacia las
luchas políticas, pero… ¿quien debe lograr que ese paso se de? ¿Le debemos
pedir a este gobierno que lo haga?
Uno de los principios que debemos
respetar es de no exigir que otro haga lo que nos corresponde hacer a nosotros.
No le podemos pedir a la burguesía, sea nacional o sea progresista que
construya el socialismo y nosotros entonces la aplaudiríamos.
Es sorprendente como, en un sector “ilustrado” de la “izquierda” pretende
que sean los conservadores (los que pretenden “conservar” los beneficios del la
propiedad privada y de la explotación) los que se encarguen de la
transformación revolucionaria de la sociedad. No porque lo digan así, pues las más de
las veces rellenan su discurso con grandilocuentes palabras de revolucionarismo
abstracto, o con la utilización de frases sueltas seleccionadas, expresadas por
revolucionarios probados, sin considerar ni espacios ni tiempos. Algo así como
que Marx no previó el uso del celular.
Es una forma cómoda de renegar al objetivo de la construcción del
socialismo sin mencionar que se está renegando; en más, se autosatisfacen mencionando
que aquellos que día a día colocan un grano de arena más para arribar a ese
objetivo se han aburguesado y apoyan procesos inviables.
En vez de construir se llevan por la crítica fácil, improvisada,
histérica, beberil, acientífica, rayana con el idealismo extremo del medioevo,
que no deja de ser fácil y cómoda y hasta permite lucirse. Con ello se reemplaza
la militancia diaria por la construcción de un movimiento de masas, que sí
adopte como objetivo el socialismo, por la abstracción muchas veces funcional
al enemigo. Una militancia diaria que es posible realizarla con muy buenos
espacios de libertad para ejercerla, muy distintos a los que debíamos realizar
en la clandestinidad, con nombres distintos a los que registraron nuestros
padres, con direcciones cruzadas y con riegos enormes.
Entonces lo que deberíamos preguntarnos y preocuparnos es: Si las
condiciones son mucho mejores ¿por qué ese movimiento de masas que aspire al
socialismo no se ha logrado crear aún? ¿Cuáles son las razones de tamaño
atraso? ¿Cuál es nuestra responsabilidad
en el mismo? ¿En qué estamos fallando o avanzando a paso muy lento en esta
época en que deberíamos estar en otra situación?
Sin dudas estos interrogantes no van a tener respuesta en esta nota ya
que sería una falta de respeto responderlos en tan poco espacio. Pero están
señalados para reflexionar sobre las debilidades que nos rodean y la soberbia
con que, a veces, enfocamos nuestros análisis, exigiéndoles a otros lo que
somos incapaces de realizar.
Es cierto que, en no pocos casos, nuestro desarrollo personal nos ha
insertado dentro de lo que se denomina “pequeña burguesía”, pero si pensamos
como esa clase es por elección. Entonces es más que paradójico criticar la
“burguesía nacional” siendo burgueses (por la forma de actuar) y por conservar
nuestro “status”.
Es una forma práctica, cómoda e inmoral de renegar sin decirlo y sin
saberlo en el mejor de los casos; recordando siempre que a las personas se las
debe juzgar por lo que hacen y no por lo que ellas dicen. Y lo que hacen, en especial en momentos
críticos, es criticar a los que son agredidos por el enemigo fundamental, con
distintas palabras, cierto es, pero con
igual resultado.
Finalmente agregamos unas sabias reflexiones realizadas por el camarada
Ho Chi Ming:
En cuanto al frente:
“Este frente no comprende sólo a
los indochinos, sino también a los franceses progresistas de Indochina, él
engloba, a la vez, al pueblo trabajador y a la burguesía nacional”.
“Sobre la burguesía nacional, el Partido debe emplear mucha habilidad y
flexibilidad. Debe desplegar todos sus esfuerzos para atraerla al Frente y
retenerla allí, estimularla a actuar si es posible y aislarla políticamente si
es necesario. Debe, en lo posible, evitar dejarla fuera del Frente, porque así
se empujaría a los brazos de los reaccionarios y se reforzaría su rango”.
“Acerca de los trotskistas, no hay cuestiones de compromiso, de
concepciones. Debe desenmascararse a cualquier precio su papel de lacayos de
los fascistas, y liquidarlos políticamente”.
En cuanto al Partido:
“El Partido no puede imponer su dirección al Frente. Debe mostrar que es
la parte más fiel, activa y sincera de la causa común. No puede asumir el
liderazgo de la revolución más que en la lucha y el trabajo cotidiano, cuando
las masas reconocen la justeza de su política y su capacidad de dirección”.
“Por ello, el Partido debe luchar enérgicamente contra el sectarismo y
organizar el estudio metódico del marxismo-leninismo para elevar el nivel
cultural y político de sus miembros, y ayudar a los cuadros sin partido a
elevar su conciencia política...”
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones
Económicas y Sociales (CIEYS)
Febrero de 2014
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