lunes, 21 de abril de 2014


NOSOTROS O ELLOS Nº 106

LAS CAUSAS DE TODAS LAS COSAS.

De TALES a LENIN. Un repaso sobre la historia de la Filosofía y los filósofos.

4. Un repaso sobre los inicios de la historia de la filosofía (hasta el Oráculo)

Todas las personas se preguntan, alguna vez en la vida qué es lo que nos depara el “destino”. Aún en las cosas más simples o cotidianas nos planteamos interrogantes que nos fortalecerían saber responderlos: ¿Podré continuar teniendo trabajo? ¿Cómo evolucionará nuestro planeta?  ¿Habrá guerra o paz? ¿Defenderemos el hábitat que nos permite vivir? ¿Podremos poner límites a la destrucción del mismo? ¿Podemos obtener los bienes necesarios sin afectar el medio ambiente? ¿Podemos eliminar la pobreza, la marginación, la discriminación o es parte de la naturaleza del ser humano? ¿Hay vida después de la vida?...

 Poder responder a estos y otros interrogantes más complejos se requiere resolverlos con sabiduría, considerando que, posiblemente, podamos descubrir los fenómenos que nos rodean de manera gradual y creciente pero sin alcanzarlos a conocer hasta el fin. Porque no hay fin, porque el conocimiento es infinito.

Y es, precisamente, la Filosofía la ciencia que representa y concentra esa aspiración humana hacia el conocimiento de los principios y causas de todas las cosas, de todo lo existente, de todo lo que nos asombra, de todo por lo que sentimos admiración o desprecio, alegría o temor, seguridad o incertidumbre.

Aristóteles afirmaba que todas las ciencias existen para algún provecho determinado pero que la Filosofía era, en sí, una “ciencia libre, la única que sólo existe en aras de sí misma”.

Marx y Engels afirmaban que la principal preocupación del hombre y además su principal reivindicación, es poder alimentarse, abrigarse, contar con un espacio que lo proteja de la intemperie e ir obteniendo, de acuerdo a la época en que le ha tocado nacer, de aquellos elementos básicos que paradojalmente se les denominan confort, como el de poseer una heladera, una cocina, un baño, etc. Es también educarse, saber leer y escribir, poder diferenciar los distintos componentes de un todo, poder proyectar e imaginar...

El hombre se preocupa por lo inmediato, pero a medida de que esas necesidades, aunque sean elementales, se van obteniendo, el hombre se preocupa por el futuro cercano, por lo que le espera vivir a él y, más profundamente, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Es decir, se preocupa por saber qué es lo que pasará.

¿Habrá guerra o paz? ¿Siempre existirán ricos cada vez más ricos y menos y pobres cada vez más pobres y más? ¿Cómo será el planeta si se continúa contaminando aguas, aire y tierras? ¿Qué es la vida y más que nada qué es la muerte? ¿Qué es el cuerpo y qué es el espíritu?...

Para resolver estos interrogantes y tantos otros que surgen se recurre a una ciencia, la más vieja de las ciencias conocidas, la más general, la que se conoce con el nombre de “filosofía”  cuyo origen se ubica en la confluencia de dos palabras griegas: “Filo”, equivalente a amor y “Sofía” equivalente a sabiduría. Se trata pues de amor a la sabiduría, de amor al conocimiento.

La filosofía puede definirse, además, como la ciencia de las ciencias. Como una ciencia que abarca lo general, que trata de cubrir una importante necesidad humana, tratar de resolver, de ir resolviendo, gradualmente, los enigmas y fenómenos que ocurren a nuestro alrededor con la intención de aproximarnos a la verdad de sus causas y orígenes y también para ir prediciendo su futuro comportamiento.

Comencemos a preguntarnos dónde y cuando surge la filosofía; por qué surge y por qué se desarrolla más en unos pueblos que en otros…

Consideraremos tres aspectos de la filosofía que confrontan entre sí: el de su objetivo entre el de tratar de explicar al mundo para conocerlo mejor y el de tratar de conocer sus leyes para poder transformarlo; el de determinar su metodología entre si es lo primario lo ideal y de allí se engendra lo material o si lo primario es la materia y de allí se engendra lo espiritual y, como tercer aspecto, si la misma se comporta como una ciencia o se trata de conceptos metafísicos.

Las divergencias con relación al origen y el destino de la filosofía existieron siempre y, a medida de que nos aproximamos a nuestros tiempos esas divergencias, en vez de reducirse, se amplían. No obstante ello, podemos afirmar que se pueden clasificar claramente dos etapas de la filosofía:

La primera, que comienza con el esclavismo, es considerarla como una herramienta que trata de explicar lo que pasó y lo que pasa, con muchas variantes que van desde un idealismo fundamentalista vinculado estrechamente a las religiones hasta un materialismo ingenuo que se esfuerza por desprenderse de conceptos basados exclusivamente en la duda y en la razón.

La segunda, que comienza con los desarrollos de Carlos Marx y Federico Engels, donde se considera a la filosofía como una ciencia de ciencias, donde lo primario es la materia y que de ella surge el mundo de lo inmaterial, de las ideas, del pensamiento. Y donde se convierte en una valiosa herramienta para no sólo explicar lo que sucedió, no sólo descubrir las leyes generales que rigen la existencia, sino el utilizar esos conocimientos y esas leyes como herramientas básicas para la transformación revolucionaria de la sociedad. Para desprenderse de todos aquellos conceptos que sólo tienden a “justificar” las relaciones existentes entre los hombres, entre sus diferentes clases sociales, entre los que poseen bienes y los que nada poseen.

Delineados las dos grandes y únicas corrientes filosóficas (aunque cada una de ellas posea diferentes variantes) y sus alcances comenzaremos por referirnos a algunos eslabones trascendentes, muestras que son parte de una cadena que fue forjando el pensamiento en el transcurrir del tiempo.  

La Madre Tierra

El historiador de religiones, J. Bachofen, afirma que en el período que va desde los siete siglos antes de nuestra era hasta 2.500 años antes de la misma, la organización social imperante estaba basada en la “ginocracia”, es decir, en el gobierno de las mujeres. Es de advertir que ese período que va desde 700 a.n.e. a 2.500 a.n.e. estaba, en parte del mundo, bajo esclavitud, por tanto el historiador se refiere a aquellas regiones donde aún se mantenía vigente la comunidad primitiva donde predominaba el matriarcado, que el denomina, despectivamente, “ginocracia”.

El historiador lo atribuye a un desorden sexual existente, consecuencia de la “promiscuidad sexual” reinante en lo que define como “horda primitiva”. Y afirma que la consecuencia es que era prácticamente imposible determinar la identidad del padre.

Otras investigaciones antropológicas profundizan más y mejor sobre dicho período, que podríamos señalar como el de la “comunidad primitiva” o como el del “matriarcado primitivo” o como el período de la “Diosa Madre”, en especial para aquellas tribus que dejaban de ser nómades pues comenzaban a desarrollar la agricultura.

Esas investigaciones señalan la existencia del matriarcado y de reinas sacerdotisas en grupos cuyas características principales era la comunidad de los bienes basados en el derecho natural y con un fuerte culto a la “diosa madre” simbolizada en la tierra y el agua y la fertilidad.

La fertilidad femenina se equipara a la fertilidad de la tierra. De ambos surge la nueva vida, el nuevo ser y los vegetales que lo alimentaran. Los ritos se concentraban en ofrendas a la madre tierra como un apoyo simbólico a su fertilidad y a dar a luz a los nuevos brotes que cubrían las elementales necesidades de las personas y de los animales.

La ausencia de escritura no ha impedido la construcción de mensajes e ideas que se manifiestan claramente en grabados y esculturas donde prevalecen “diseños” en los que predominan formas femeninas, formas de vulvas que representan la fertilidad.

El derrumbe del matriarcado se produce por razones diversas donde la más importante es la acumulación de bienes en grupos o sociedades que se separaban de la “comunidad de bienes”. Se trataba de excedentes que podían ser apropiados por personas que poseían, dada su situación, posibilidades de obtenerlos para beneficio propio.

Esos grupos o personas habían desarrollado la cría de ganado y fabricación de herramientas y armas como el arco, la flecha y la lanza. Con ese dominio invaden otras tribus, y las luchas que entre ellas se realizaban, donde a los vencidos el triunfador o los mataba o los incorporaba a su tribu como iguales, ahora cambia radicalmente: los vencidos que no son muertos si quedan sanos y son incorporados como esclavos, para que cuiden el ganado, para que utilicen las herramientas para trabajar en la agricultura. Así, sólo ellos trabajan y el “amo” se desliga de las tareas físicas, a las que, para que no queden dudas, considera “denigrantes”.

Surge así, cuatro mil años antes de nuestra era, la “sucesión patrilineal” reemplazando al matriarcado y dando origen al “derecho positivo”, a la monogamia, a la propiedad privada, y a nuevos dioses, que responden generalmente a una cultura religiosa alejada de la tierra y ubicada en estratosfera: la simbología celeste.

“El estudio de la historia de la familia comienza en 1861, con el derecho materno de Bachofen. El autor formula allí las siguientes tesis:

1) primitivamente los seres vivieron en promiscuidad sexual, a la que Bachofen da, inapropiadamente, el nombre de heterismo;

2) tales relaciones excluyen toda posibilidad de establecer con certeza la paternidad, por lo que la filiación sólo podía contarse por línea femenina, según el derecho materno; esto se dio entre todos los pueblos antiguos;

3) a consecuencia de este hecho, las mujeres, como madres, como únicos progenitores conocidos de la joven generación, gozaban de un gran aprecio y respeto que llegaba, según Bachofen, hasta el dominio femenino absoluto (ginecocracia);

 4) El paso a la monogamia, en la que la mujer pertenece a un solo hombre, encerraba la transgresión de una antiquísima ley religiosa (es decir, del derecho inmemorial que los demás hombres tenían sobre aquella mujer), transgresión que debía ser castigada o cuya tolerancia se resarcía con la posesión de la mujer por otros durante determinado período”.

De F. Engels, prefacio a la Segunda edición 1891 del Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.

Pese a esos grandes cambios de raíz económica, a los esfuerzos por ignorarla, a los cruentos castigos y crímenes aplicados a sus seguidores (“los herejes”), el culto a la Diosa Madre no ha podido ser nunca erradicado teniendo como ejemplo el culto a la Diosa Isis en Egipto o a La Pachamama en nuestro continente y en nuestros días.

Los Mitos.

Mitos es una palabra griega (mythos) que hace referencia a gestas de héroes y dioses que se explicaban a través de discursos y narraciones.

El pensamiento mítico se puede denominar como un pensamiento pre filosófico. Sin embargo, el mito, aunque contenga cuotas de racionalidad es incapaz de demostrar racionalmente sus propias afirmaciones. Es un intento fallido y hasta interesado de explicar fenómenos de la naturaleza.

Ello no le impide al mito poseer su propia coherencia, sólo como construcción interna, pero capaz de extenderse como “pensamiento autónomo” mediante procedimientos emotivos, simbólicos, etc. No interesa la demostración lógica, no se la busca, no se la debe buscar.

Esta característica despertaría en la mayoría de los filósofos griegos una condena hacia el pensamiento mítico. Sin embargo, Platón afirmaba que la capacidad del mito era “decir lo indecible”, que ello expresaba cuestiones tan profundas que superaban los límites de la razón.

Sin embargo, en el mito podemos observar la ya capacidad que desarrollaban los hombres primitivos de utilizar la imaginación y fantasear para encontrar una explicación a los fenómenos naturales, a los fenómenos que encierra la vida y la muerte.

Es un pensamiento primitivo que posee reglas y coherencia interna cuya característica en general es la incapacidad de distinguir entre contenido y forma del símbolo. De allí que el sol no sea una representación del Dios sino el Dios mismo.

El Oráculo (adivinación): cómo predecir el futuro.

El oráculo fue el centro del primer helenismo y del mito. Delfos fue el más importante, donde una médium (la pitia) respondía las inquietudes de los peregrinos desde el fondo de una caverna observando el movimiento del agua contenida en un recipiente (un cuenco que contenía agua y laurel).

¿Qué le planteaban los griegos al oráculo de Delfos? Cosas cotidianas que escribían en tablas que fueron conservadas: si tendrá un hijo varón o mujer, si el hijo que está esperando es suyo o no, si tendrá fortuna o perderá todo, etc.

Se sabe también que, si bien los griegos recurrían con gran frecuencia al oráculo no siempre acataban la “sugerencia” dada por la pitia. Antes de la invasión persa se le preguntó al oráculo, en nombre de todo el pueblo griego, qué debían hacer y éste aconsejó que no se defendiesen. Afortunadamente para ellos no tomaron su consejo, se organizaron, pelearon y derrotaron a los invasores. Sin embargo, no perdieron la confianza en el oráculo.

Lo explicaron así: Dios habla pitia, nunca se equivoca, pero la pitia es un ser humano y transmisor de su voz, lo que no excluye la posibilidad de que ese transmisor sí se equivoque, ya que no es Dios. Más ocurre, cuando el lenguaje “utilizado por dios” posibilita dar origen a diferentes interpretaciones, y al quedar ellas en manos del pitia, éste bien puede equivocarse.

La anécdota: Sócrates, cuando era un inquieto joven en busca de un maestro, preguntó al oráculo quién era el más sabio y el oráculo respondió “Sócrates es el más sabio.”

El período helenístico, también conocido por alejandrino, ocupa el período histórico que se inicia con la muerte de Alejandro Magno en 323 a.n.e. hasta el suicidio de Cleopatra VII y su amante Marco Aurelio tras la derrota de la batalla de Accio en 30 a.n.e.

La monarquía era personal. Cualquiera podía llegar a ser monarca por sus mérito y, fundamentalmente, por sus acciones militares accediendo al título de basileus. La victoria militar era equivalente a acceso al trono, la derrota a su pérdida

No fueron pocos los filósofos griegos los que admiraban las sutilezas dialécticas del oráculo y recurrían a él (como lo hizo Sócrates) pese a que sus doctrinas incluían condena a concepciones místicas.


Oscar Natalichio
Centro de Estudios Económicos y Sociales (CIEYS)
Abril de 2014.
oscarnatalich@fibertel.com.ar

Próximo capítulo:

5. Un repaso sobre los inicios de la historia de la filosofía (hasta el Oráculo)


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