lunes, 20 de enero de 2014

NOSOTROS O ELLOS Nº 82
EL CEREBRO: EL MÁS AVANZADO ÓRGANO, PRODUCTO DE LA EVOLUCIÓN DE LA MATERIA (1)
Hemos repetido en muchas oportunidades de que la cabeza debe dejar de ser un mero adorno del cuerpo, que posee funciones más importantes y que, de poner esas funciones en movimiento, en acción, vamos a lograr tener una visión más aproximada  la realidad objetiva; y es esa visón más aproximada la que nos va a ir abriendo paso hacia la construcción de una sociedad muy distinta a las que la humanidad ha transitado durante el período del inicio de la historia escrita.
Por ello nos parece interesante, pero más que nada necesario, dedicarle en espacio al desarrollo de la materia hasta que ésta alcanza su mayor expresión, que se manifiesta en el cerebro humano. Que se use o no se use, es otra cuestión.
Todo lo existente, absolutamente todo, ha surgido por el desarrollo natural de la materia. En el mundo orgánico, la amplia diversidad de organismos, sus complejas estructuras (y también las simples), sus constantes adaptaciones a los cambios en las condiciones de vida, son el resultado de la materia viva, son el resultado de las acciones de las leyes de la naturaleza.
El primer naturalista que desarrolla una investigación seria y consecuente sobre el “proceso histórico del desarrollo de los organismos vivos” fue el francés Juan Bautista Lamarck (1774-1829). Éste científico afirmaba que las formas más simples de las plantas y de los animales surgieron por “autogeneración” iniciándose ese proceso en las sustancias inorgánicas. En su desarrollo se hicieron más complejas, siendo esa complejidad constante a partir de aquellas plantas y animales unicelulares, arribándose a la gran diversidad que encontramos en nuestros días tanto en el reino animal como en el vegetal. En síntesis: todo ello es el resultado de la “evolución” a través del tiempo. Pero Lamarck era “idealista” y ello le impidió avanzar más, pues no renuncia a la idea de que hay un “ser superior” que “crea la materia” y “organiza” el mundo.
Es Carlos Roberto Darwin (1809-1882) quien desarrolla y fundamenta la “teoría evolucionista” abordando estudios tales como: a) origen y modificación de plantas cultivadas y de animales domésticos; b) origen de las especies de la naturaleza y c) origen del hombre. Sobre el punto a) Darwin determinó que la evolución se expresa bajo la acción de tres causas: mutabilidad; herencia y selección artificial. Donde mutabilidad (o variabilidad) significa que no existen dos plantas o dos animales iguales, que siempre se diferencian el algo; que herencia es una propiedad que contiene el organismo y que transmite particularidades de lo viejo a lo nuevo, y en este caso, la selección artificial comienza con utilizar las mejores semillas o los mejores animales para la reproducción, desechando los menos aptos.
Luego se interesa por la evolución natural (punto b), a la que denomina “selección natural” demostrando que no todas las plantas ni todos los animales sobreviven ni se reproducen con perfección en las condiciones naturales. Que unos se adaptan mejor y otros no lo logran y no sobreviven. Que es la herencia y la selección la que le ayuda a plantas y animales a adaptarse al ambiente, que les permite acumular resistencia que refuerzan en cada generación.
Darwin se concentra en el estudio del origen del hombre, y sus investigaciones son de tal valor que es correcto afirmar que la doctrina contemporánea del desarrollo histórico de la naturaleza viva se basa en la teoría (materialista) de la evolución por él iniciada. Su más brillante aporte está sintetizado en su libro “El origen de las especies”. Sin conocer los estudios de Darwin, sus fundamentos, es muy poco probable poder elaborar una concepción acertada  (científica) del mundo.
Cierto es que Darwin, que no consideró con todo rigor la importancia del factor social en el desarrollo, no pudo avanzar revelando con precisión las causas de la transformación del mono en hombre, pero dio pasos gigantescos que permitieron que otros continuaran y perfeccionaran sus trabajos. El más importante y el que cubre esa limitación es Federico Engels y sus conclusiones se pueden apreciar en su brillante trabajo denominado “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” escrito entre 1871 y 1873.
Se estima que los primeros “seres vivos” (seres pre-celulares) surgieron en nuestro planeta hace dos mil quinientos millones de años. Estaban desprovistos de núcleo y de envoltura celular, desarrollándose en el agua o en ambientes con mucha humedad. Eran seres muy elementales, pero ya contenían las propiedades fundamentales para mantenerse vivos: las partículas albuminoideas (partículas de proteínas) se alimentaban, crecían y se reproducían dividiéndose por la mitad. Esa fue inicialmente la manera más sencilla de reproducirse, forma que se mantiene aún hoy en la mayoría de los organismos unicelulares.
Con el paso del tiempo (miles y miles de años) las estructuras de los seres vivos se hacían más complejas y se perfeccionaban. Surge una envoltura que lo cubre y protege contra agresiones del medio ambiente y se forma un núcleo que se encarga de actuar como regulador de los procesos vitales. De esa manera se construye la célula y comienza el período de los organismos unicelulares.
Esos organismos celulares tomaron dos caminos que dieron origen a la primera división del mundo orgánico: al reino animal y al reino vegetal. Un grupo de células se fueron adaptando a asimilar sustancias inorgánicas y desarrollando capacidades especiales como, por ejemplo, la fotosíntesis; y otro grupo se fueron adaptando a asimilar sustancias orgánicas como, por ejemplo, proteínas, grasas e hidratos de carbono. Ello ocurrió hace miles y miles de años y aún hoy existen seres vivos unicelulares, como las algas unicelulares en el reino vegetal y las amebas en el reino animal.
Es obvio que, en relación a nuestro corto paso por la vida, promedio de 65 años con topes superiores de 100, nunca podremos observar “en vivo” procesos que duran miles y hasta millones de años. Sin embargo podemos hacer un mapa bastante aproximado de lo que fue ocurriendo en esos tan extensos períodos. ¿Por qué? Porque poseemos una capacidad única, la de pensar; porque portamos en nuestro cuerpo un órgano muy especial, muy complejo, que aún plantea muchas incógnitas pero ayuda a resolver muchas otras: el cerebro humano.
Los organismos unicelulares son pequeños y simples pero fueron la base desde donde surgen y se desarrollan los organismos pluricelulares, organismos que contienen millones, cientos de millones y miles de millones de células. Ello les permitía aumentar de tamaño y en diversidad tanto a plantas como a animales, quienes, además, debieron ir adaptándose a los cambios que se producían en el planeta.
Dos son los aspectos donde se expresan las manifestaciones naturales: diversidad de la vida orgánica y armonía con las condiciones de existencia, siendo ambas producto del desarrollo histórico, es decir, productos de la “evolución”.
Los seres vivos más simples surgen de la sustancia proteínica y conformaron los organismos pre-celulares, que no son otra cosa que una minúscula porción de proteína viva, sin núcleo y sin membrana, pero que, pese a su simpleza, ya poseía la propiedad de metabolismo (recambio de sustancias con el medio).
Luego se desarrollan los seres unicelulares, de mayor complejidad, pues contienen citoplasma, núcleo y membrana protectora, que, como habíamos señalado, abren dos caminos, el vegetal y el animal.
El camino vegetal arranca de las algas unicelulares y continúan con las pluricelulares. Gracias a las mareas producidas especialmente por la Luna, algunas de las algas pluricelulares, originarias de la vida acuática, van adaptándose a la vida terrestre. La evolución continúa hasta conformarse los organismos vegetales de alta organización.
El camino animal arranca con los protozoos, animales unicelulares parecidos a la ameba. Algunos protozoos poseían órganos de locomoción conformando los flagelados (que fueron como un intermediario entre la vida vegetal y la animal, ya que, por poseer placas de clorofila en su citoplasma, podían alimentarse vía fotosíntesis) y luego fueron formándose organismos pluricelulares como las esponjas y los celentéreos. Estos últimos dieron origen a dos grandes ramas: una pequeña, donde la integran gusanos, moluscos y artrópodos y otra grande, que se divide en dos tipos: los equinodermos (como la estrella de mar) y los cordados (que lo integran todos los vertebrados.
Los vertebrados se inician con peces sin mandíbulas (ostracodermos) y luego se desarrollan con mandíbulas surgiendo entre ellos una gran diversidad (allí ubicamos a los tiburones remotos), continuando la evolución hacia los primeros anfibios (estegocéfalos) dando un paso importante en la historia; la vida animal de vertebrados marinos comienzan a pisar tierra firme.
Fueron los reptiles los primeros, los que en su evolución unos (los teriomorfos) generaron los primeros mamíferos; y otros, los reptiles planeadores, generaron las primeras aves.
Como estamos describiendo, plantas y animales poseen un origen común, lo que hace que debamos considerar al mundo orgánico como una unidad. Unidad que se manifiesta en la existencia de propiedades análogas como respiración, nutrición y evacuación (metabolismo); capacidad de reaccionar a estímulos exteriores (excitabilidad); crecimiento y transformación (desarrollo histórico) y herencia entre otras. Todos esos organismos, vegetales y animales, pequeños o grandes, jóvenes o viejos, cuentan de células y se fueron conformando en el transcurso de millones de años.
La unidad de la vida orgánica tiene su expresión mayor en que necesitan existir ambas, lo que significa que sin vida vegetal no habría vida animal y viceversa.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales  (CIEYS)
15/01/2014


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