NOSOTROS O ELLOS Nº 82
EL
CEREBRO: EL MÁS AVANZADO ÓRGANO, PRODUCTO DE LA EVOLUCIÓN DE LA
MATERIA (1)
Hemos repetido en muchas oportunidades de que la cabeza debe dejar de
ser un mero adorno del cuerpo, que posee funciones más importantes y que, de
poner esas funciones en movimiento, en acción, vamos a lograr tener una visión
más aproximada la realidad objetiva; y
es esa visón más aproximada la que nos va a ir abriendo paso hacia la
construcción de una sociedad muy distinta a las que la humanidad ha transitado
durante el período del inicio de la historia escrita.
Por ello nos parece interesante, pero más que nada necesario, dedicarle
en espacio al desarrollo de la materia hasta que ésta alcanza su mayor
expresión, que se manifiesta en el cerebro humano. Que se use o no se use, es
otra cuestión.
Todo lo existente,
absolutamente todo, ha surgido por el desarrollo natural de la materia. En el mundo
orgánico, la amplia diversidad de organismos, sus complejas estructuras (y
también las simples), sus constantes adaptaciones a los cambios en las
condiciones de vida, son el resultado de la materia viva, son el resultado de
las acciones de las leyes de la naturaleza.
El primer naturalista
que desarrolla una investigación seria y consecuente sobre el “proceso histórico
del desarrollo de los organismos vivos” fue el francés Juan Bautista Lamarck
(1774-1829). Éste científico afirmaba que las formas más simples de las plantas
y de los animales surgieron por “autogeneración” iniciándose ese proceso en las
sustancias inorgánicas. En su desarrollo se hicieron más complejas, siendo esa
complejidad constante a partir de aquellas plantas y animales unicelulares,
arribándose a la gran diversidad que encontramos en nuestros días tanto en el
reino animal como en el vegetal. En síntesis: todo ello es el resultado de la
“evolución” a través del tiempo. Pero Lamarck era “idealista” y ello le impidió
avanzar más, pues no renuncia a la idea de que hay un “ser superior” que “crea
la materia” y “organiza” el mundo.
Es Carlos Roberto Darwin
(1809-1882) quien desarrolla y fundamenta la “teoría evolucionista” abordando
estudios tales como: a) origen y modificación de plantas cultivadas y de
animales domésticos; b) origen de las especies de la naturaleza y c) origen del
hombre. Sobre el punto a) Darwin determinó que la evolución se expresa bajo la
acción de tres causas: mutabilidad;
herencia y selección artificial. Donde mutabilidad
(o variabilidad) significa que no existen dos plantas o dos animales iguales,
que siempre se diferencian el algo; que herencia
es una propiedad que contiene el organismo y que transmite particularidades de
lo viejo a lo nuevo, y en este caso, la selección
artificial comienza con utilizar las mejores semillas o los mejores
animales para la reproducción, desechando los menos aptos.
Luego se interesa por
la evolución natural (punto b), a la que denomina “selección natural”
demostrando que no todas las plantas ni todos los animales sobreviven ni se
reproducen con perfección en las condiciones naturales. Que unos se adaptan
mejor y otros no lo logran y no sobreviven. Que es la herencia y la selección
la que le ayuda a plantas y animales a adaptarse al ambiente, que les permite
acumular resistencia que refuerzan en cada generación.
Darwin se concentra en
el estudio del origen del hombre, y sus investigaciones son de tal valor que es
correcto afirmar que la doctrina contemporánea del desarrollo histórico de la
naturaleza viva se basa en la teoría (materialista) de la evolución por él
iniciada. Su más brillante aporte está sintetizado en su libro “El origen de
las especies”. Sin conocer los estudios de Darwin, sus fundamentos, es muy poco
probable poder elaborar una concepción acertada
(científica) del mundo.
Cierto es que Darwin,
que no consideró con todo rigor la importancia del factor social en el
desarrollo, no pudo avanzar revelando con precisión las causas de la
transformación del mono en hombre, pero dio pasos gigantescos que permitieron
que otros continuaran y perfeccionaran sus trabajos. El más importante y el que
cubre esa limitación es Federico Engels y sus conclusiones se pueden apreciar
en su brillante trabajo denominado “El papel del trabajo en la transformación
del mono en hombre” escrito entre 1871 y 1873.
Se estima que los
primeros “seres vivos” (seres pre-celulares)
surgieron en nuestro planeta hace dos mil quinientos millones de años. Estaban
desprovistos de núcleo y de envoltura celular, desarrollándose en el agua o en
ambientes con mucha humedad. Eran seres muy elementales, pero ya contenían las
propiedades fundamentales para mantenerse vivos: las partículas albuminoideas
(partículas de proteínas) se alimentaban, crecían y se reproducían dividiéndose
por la mitad. Esa
fue inicialmente la manera más sencilla de reproducirse, forma que se mantiene
aún hoy en la mayoría de los organismos unicelulares.
Con el paso del tiempo
(miles y miles de años) las estructuras de los seres vivos se hacían más
complejas y se perfeccionaban. Surge una envoltura que lo cubre y protege
contra agresiones del medio ambiente y se forma un núcleo que se encarga de
actuar como regulador de los procesos vitales. De esa manera se construye la
célula y comienza el período de los organismos unicelulares.
Esos organismos
celulares tomaron dos caminos que dieron origen a la primera división del mundo
orgánico: al reino animal y al reino
vegetal. Un grupo de células se fueron adaptando a asimilar sustancias
inorgánicas y desarrollando capacidades especiales como, por ejemplo, la
fotosíntesis; y otro grupo se fueron adaptando a asimilar sustancias orgánicas
como, por ejemplo, proteínas, grasas e hidratos de carbono. Ello ocurrió hace
miles y miles de años y aún hoy existen seres vivos unicelulares, como las
algas unicelulares en el reino vegetal y las amebas en el reino animal.
Es obvio que, en relación
a nuestro corto paso por la vida, promedio de 65 años con topes superiores de
100, nunca podremos observar “en vivo” procesos que duran miles y hasta
millones de años. Sin embargo podemos hacer un mapa bastante aproximado de lo
que fue ocurriendo en esos tan extensos períodos. ¿Por qué? Porque poseemos una
capacidad única, la de pensar; porque portamos en nuestro cuerpo un órgano muy
especial, muy complejo, que aún plantea muchas incógnitas pero ayuda a resolver
muchas otras: el cerebro humano.
Los organismos
unicelulares son pequeños y simples pero fueron la base desde donde surgen y se
desarrollan los organismos pluricelulares, organismos que contienen millones,
cientos de millones y miles de millones de células. Ello les permitía aumentar
de tamaño y en diversidad tanto a plantas como a animales, quienes, además,
debieron ir adaptándose a los cambios que se producían en el planeta.
Dos son los aspectos
donde se expresan las manifestaciones naturales: diversidad de la vida orgánica y armonía con las condiciones de
existencia, siendo ambas producto del desarrollo histórico, es decir,
productos de la “evolución”.
Los seres vivos más
simples surgen de la sustancia proteínica y conformaron los organismos
pre-celulares, que no son otra cosa que una minúscula porción de proteína viva,
sin núcleo y sin membrana, pero que, pese a su simpleza, ya poseía la propiedad
de metabolismo (recambio de sustancias con el medio).
Luego se desarrollan
los seres unicelulares, de mayor complejidad, pues contienen citoplasma, núcleo
y membrana protectora, que, como habíamos señalado, abren dos caminos, el
vegetal y el animal.
El camino vegetal
arranca de las algas unicelulares y continúan con las pluricelulares. Gracias a
las mareas producidas especialmente por la Luna, algunas de las algas
pluricelulares, originarias de la vida acuática, van adaptándose a la vida
terrestre. La evolución continúa hasta conformarse los organismos vegetales de
alta organización.
El camino animal
arranca con los protozoos, animales unicelulares parecidos a la ameba. Algunos
protozoos poseían órganos de locomoción conformando los flagelados (que fueron
como un intermediario entre la vida vegetal y la animal, ya que, por poseer
placas de clorofila en su citoplasma, podían alimentarse vía fotosíntesis) y
luego fueron formándose organismos pluricelulares como las esponjas y los
celentéreos. Estos últimos dieron origen a dos grandes ramas: una pequeña,
donde la integran gusanos, moluscos y artrópodos y otra grande, que se divide
en dos tipos: los equinodermos (como la estrella de mar) y los cordados (que lo
integran todos los vertebrados.
Los vertebrados se
inician con peces sin mandíbulas (ostracodermos) y luego se desarrollan con
mandíbulas surgiendo entre ellos una gran diversidad (allí ubicamos a los tiburones
remotos), continuando la evolución hacia los primeros anfibios (estegocéfalos)
dando un paso importante en la historia; la vida animal de vertebrados marinos
comienzan a pisar tierra firme.
Fueron los reptiles los
primeros, los que en su evolución unos (los teriomorfos) generaron los primeros
mamíferos; y otros, los reptiles planeadores, generaron las primeras aves.
Como
estamos describiendo, plantas y animales poseen un origen común, lo que hace
que debamos considerar al mundo orgánico como una unidad.
Unidad que se manifiesta en la existencia de propiedades análogas como
respiración, nutrición y evacuación (metabolismo); capacidad de reaccionar a
estímulos exteriores (excitabilidad); crecimiento y transformación (desarrollo
histórico) y herencia entre otras. Todos esos organismos, vegetales y animales,
pequeños o grandes, jóvenes o viejos, cuentan de células y se fueron
conformando en el transcurso de millones de años.
La
unidad de la vida orgánica tiene su expresión mayor en que necesitan existir
ambas, lo que significa que sin vida vegetal no habría vida animal y viceversa.
Oscar Natalichio
Centro de
Investigaciones Económicas y Sociales
(CIEYS)
15/01/2014
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