NOSOTROS
O ELLOS Nº 83
EL
CEREBRO: EL MÁS AVANZADO ÓRGANO, PRODUCTO DE LA EVOLUCIÓN DE LA
MATERIA (2)
Manifestábamos,
al final del número anterior que la unidad de la vida orgánica tiene su
expresión mayor en que necesitan existir ambas, lo que significa que sin vida
vegetal no habría vida animal y viceversa.
Se trata de la famosa
cadena alimenticia: los vegetales, mediante la fotosíntesis, generan sustancias
orgánicas consumiendo inorgánicas, generando, de esa manera, las proteínas, las
grasas y los hidratos de carbono. Es la fotosíntesis el fenómeno que nos
permite acumular directa (plantas) o indirectamente (animales) la energía solar
que consumimos y gastamos. La fotosíntesis es sinónimo de vida, pero también es
un proceso que necesita “alimentarse” y su alimento básico es el anhídrido
carbónico que tiramos al aire cuando nosotros, los animales, respiramos. Y
debemos agregar el importante papel que juega el suelo, la tierra, habitados
por una enorme diversidad de seres unicelulares, por gusanos, larvas, lombrices,
que participan activamente en el desarrollo histórico del mismo. Y el papel
importante que juegan los insectos, en especial en la polinización que
posibilita la descendencia de las plantas. En la materia, aún lo quieto está en
movimiento.
¿Qué tiene que ver este
capítulo con la economía política científica? Tiene que ver, pues el hombre se
forma como tal como consecuencia del desarrollo de la materia que parte de hace
dos mil quinientos millones de años y encuentra su manifestación más compleja en
la creación y el desarrollo del cerebro humano.
Pero ese cerebro humano
se diferencia del resto de los animales pues el hombre logró un enorme avance
en el sistema nervioso central producto de que debieron de agruparse para
sobrevivir, de comunicarse entre sí (y surge el lenguaje) y de poder pensar. Y
el motor impulsor de ese cambio en la materia más compleja fue, es y será el
trabajo.
Darwin (señala Engels
en su escrito inconcluso “el papel del trabajo en la transformación del mono en
hombre”) había realizado una descripción de nuestros antepasados, señalando que
en una zona tropical, a fines del período terciario, existía una raza de monos
antropomorfos muy desarrollada que vivían en árboles y formaban manadas. Al
desempeñar funciones distintas las extremidades, las mismas se fueron
desarrollando de manera desigual. Con las manos se trepaba, se recogían los
alimentos y se los sostenía para ingerirlos; también para asir un palo como
garrote y defenderse o para arrojar piedras o frutas y con los pies se apoyaban
en las ramas para descansar.
En los árboles
dependían más de las manos que de los pies. Pero por diferentes razones
(posiblemente cataclismos que terminaron con los bosques húmedos) debieron
bajar de los árboles y caminar por el suelo, al inicio torpemente, luego
auxiliado con una vara y luego adoptando la posición erecta, paso importante en
la transformación del mono en hombre. Es obvio que este proceso no se da con
todos los monos sino con aquellos más desarrollados y mejor preparados para
superar con éxito los duros cambios que producía la naturaleza. Pero
si bien ello iniciaba un camino los monos antropomorfos existentes hoy pueden
caminar con los pies y permanecer erectos, aunque sólo lo hacen en caso “de
extrema necesidad”.
Muchos miles de años
lleva el período de transición del mono al hombre y durante ese extenso período
la mano juega un papel fundamental y va adaptándose adquiriendo más destreza y
habilidad y “ésta mayor flexibilidad adquirida se trasmitía por herencia y se
acrecía de generación en generación”. Pero aún así, en la etapa de transición,
sólo podían cumplir operaciones sencillas. “Ni una sola mano simiesca ha
construido jamás un cuchillo de piedra, por tosco que fuera”
Engels complementaba su
tesis expresando que la mano no era algo con existencia propia e independiente,
que era sólo una parte de un organismo entero y muy complejo, y lo que
beneficiaba a la mano beneficiaba a ese organismo. Es lo que Darwin llamó “Ley
de correlación del crecimiento” que indica que “las modificaciones
experimentadas por ciertas formas provocan cambios en las otras formas del
organismo”.
La
mano se desarrolla en función del trabajo que el hombre mono debe realizar para
sobrevivir. “La mano no es sólo el órgano del trabajo; es también producto de
él”.
Engels afirma que no es
posible buscar los orígenes del hombre, “el más social de los animales” en
“antepasados inmediatos que no vivieran congregados” y esos antepasados que
vivían en manadas eran los monos. El trabajo, a que se vieron obligados a realizar
los hombres monos agrupados, desarrollaba la habilidad de la mano y, la
experiencia y habilidad creciente que se adquiría, iba ampliando sus horizontes
en el desarrollo histórico. Actividad creciente y conjunta y ayuda mutua, donde
comienzan a separarse funciones, hacer surgir otra necesidad: la de
comunicarse, la de dar origen al lenguaje, a la palabra articulada.
“Primero el trabajo,
luego y con él la palabra articulada, fueron los dos estímulos principales bajo
cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en
cerebro humano, que a pesar de toda su similitud, lo supera considerablemente
en tamaño y perfección. Y a medida que
se desarrollaba el cerebro, desarrollábanse también sus instrumentos más
inmediatos: los órganos de los sentidos”.
Agrega Engels que “el
sentido del tacto, que el mono posee a duras penas en la forma más tosca y
primitiva, se ha ido desarrollando únicamente con el desarrollo de la propia
mano del hombre, a través del trabajo. El desarrollo del cerebro y los sentidos
a su servicio, la creciente claridad de la conciencia, la capacidad de
abstracción y de discernimiento cada vez mayores, reaccionan a su vez sobre el
trabajo y la palabra, estimulando más y más su desarrollo”. Se cumple así la
“ley de correlación del crecimiento” esbozada por Darwin.
Es muy interesante lo
que escribe Engels en su inconclusa obra “El papel del trabajo en la
transformación del mono en hombre” y muy recomendable leer el texto completo.
En este capítulo reproduciremos una parte que lo vincula al cerebro.
“¿Y
qué es lo que volvemos a encontrar como signo distintivo entre la manada de
monos y la sociedad humana? Otra vez el trabajo. La manada de monos se
contentaba con devorar los alimentos de un área que determinaba las condiciones
geográficas o la resistencia de las manadas vecinas. Trasladábase de un lugar a
otro y entablaba luchas con otras manadas para conquistar nuevas zonas de
alimentación: pero era incapaz de extraer de esas zonas más de lo que la
naturaleza buenamente le ofrecía, si exceptuamos la acción inconsciente de la
manada, al abonar el suelo con sus excrementos. Cuando fueron ocupadas todas
las zonas capaces de proporcionar alimento, el crecimiento de la población
simiesca fue ya imposible; en el mejor de los casos el número de sus animales
podía mantenerse al mismo nivel. Pero todos los animales son unos grandes
despilfarradores de alimentos; además, con frecuencia destruyen en germen la
nueva generación de reservas alimenticias. A diferencia del cazador, el lobo no
respeta la cabra montesa que habría de proporcionarle cabritos al año
siguiente; las cabras de Grecia, que devoran los jóvenes arbustos antes de que
puedan desarrollarse, han dejado desnudas todas las montañas del país. Esta
“explotación rapaz” llevada a cabo por los animales desempeña un gran papel en
la transformación gradual de las especies, al
obligarlas a adaptarse a unos alimentos que no son habituales para ellas, con
lo que cambia la composición química de su sangre y se modifica poco a poco
toda la constitución física del animal; las especies ya plasmadas desaparecen. No
cabe duda de que esta explotación rapaz contribuyó en alto grado a la
humanización de nuestros antepasados, pues amplió el número de plantas y las
partes de éstas utilizadas en la alimentación por aquella raza de monos que
superaba con ventaja a todas las demás en inteligencia y en capacidad de
adaptación. En una palabra, la alimentación, cada vez más variada, aportaba al
organismo nuevas y nuevas sustancias, con lo que fueron creadas las condiciones químicas para la transformación de esos
monos en seres humanos. Pero todo eso no era trabajo en el verdadero sentido de
la palabra. El trabajo comienza con la elaboración de
instrumentos. ¿Y qué son los instrumentos más antiguos…? Son instrumentos
de caza y de pesca; los primeros utilizados también como armas. Pero la caza y
pesca suponen el tránsito de la
alimentación exclusivamente vegetal a la alimentación mixta, lo que
significa un nuevo paso de suma importancia en la transformación del mono en
hombre. El consumo de carne ofreció al organismo, en forma casi acabada, los
ingredientes más esenciales para su metabolismo. Con ello se acortó el proceso
de la digestión y otros procesos de la vida vegetativa del organismo (es decir,
los procesos análogos a los de la vida de los vegetales), ahorrando así tiempo,
materiales y estímulos para que pudiera manifestarse activamente la vida
propiamente animal. Y cuando más se alejaba el hombre en formación del reino
vegetal, más se elevaba sobre los animales… Pero donde más se manifestó la influencia de la dieta cárnea fue en el
cerebro, que recibió así en mucha mayor cantidad que antes las sustancias
necesarias para su alimentación y desarrollo, con lo que su perfeccionamiento
fue haciéndose mayor y más rápido de generación en generación”.
Habíamos mencionado que
la vida de los seres más simples. Los pre-celulares ya poseían la propiedad del
metabolismo; que los unicelulares (protozoos y amebas) contenían citoplasma,
núcleo y membrana protectora y que luego fueron desarrollándose los
pluricelulares, con más de una célula. La cantidad de células aumenta la
complejidad y la calidad del ser vivo.
El cerebro humano es un
órgano pluricelular compuesto esencialmente de neuronas y células gliales.
¿Cuántas células? Las neuronas se estiman (en el mayor cálculo) en cien mil
millones (100.000.000.000) y las células gliales en diez veces más que las
neuronas, es decir un millón de millones (1.000.000.000.000). Es en ese órgano
donde la materia refleja su mayor desarrollo y perfección. Las células gliales
actúan como soporte y custodia de las neuronas y del procesamiento cerebral de la información. Algunas
de ellas hasta reemplazan a las funciones de las neuronas en caso de lesión o
muerte de éstas. Veremos como funcionan.
Oscar Natalichio
Centro de
Investigaciones Económicas y Sociales
(CIEYS)
15/01/2014
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