NOSOTROS O ELLOS Nº 67
EFECTOS PARADOJALES EN EL CAPITALISMO QUE NO
REGISTRAMOS (4)
Los efectos paradojales en el capitalismo surgen de su naturaleza (donde rigen leyes) y de su necesidad de dominio
(donde rigen las conciencias y las inconciencias).
Entre los efectos que tienen origen en su naturaleza se encuentran la
explotación del hombre por el hombre, la apropiación de los medios de
producción y del conocimiento científico. Esos efectos también integraron las
formaciones anteriores, las del feudalismo y esclavismo. Pero lo paradojal es
que la burguesía devora (elimina, absorbe, supedita) burguesía. La mayoría inmensa de burgueses fueron, son y
van a ser eliminados por una parte cuantitativa menor de su propia clase, por la Gran Burguesía , denominada
Oligarquía Financiera, tema que lo hemos desarrollado con amplitud en el número
64.
En el número 65 nos referíamos a las clases sociales y a la lucha de
clases, y mostrábamos el desarrollo de las Formaciones Económico Sociales (FES)
en sus pasos por la historia.
De esa forma observamos que el esclavismo se mantuvo vigente
durante 4.100 años, que el feudalismo duró 1.500 y que el capitalismo lleva
apenas 300 y ya tambalea. Señalamos que, en la sociedad sin clases sociales
antagónicas, como lo fue la Comunidad Primitiva o Comunismo Primitivo ese
período duró aproximadamente 40 mil años.
En este capítulo comenzamos a mencionar la palabra “conservar” y
comenzamos también a referirnos al dominio
cultural como principal arma ofensiva del imperialismo (capitalismo de los
monopolios).
Es en la entrega 66 donde damos un ejemplo de los efectos desastrosos
que provoca ese dominio cultural en las mentes de los afectados, los que se
convierten en mensajeros funcionales y gratuitos, utilizados por las
corporaciones y sus secuaces para evitar los cambios que generen un futuro
digno y humano. Sucede, entonces, algo similar a lo ocurrido en las guerras
mundiales, donde se enfrentaban trabajadores contra trabajadores mientras los
monopolistas “rivales” se reunían para hacer negocios con la muerte (Ver
Nosotros o Ellos Nº 54, 55, 56, 57, 58, 59. 60. 61, 62 y 63).
Ahora el fenómeno es acentuado por el fuerte dominio cultural, dominio
que les brinda al imperialismo la posibilidad de ser utilizado como herramienta
de sometimiento, haciendo uso para ello, de los grandes medios de comunicación
en su poder y de los sistemas educativos donde son las universidades, privadas
o estatales, las que más se brindan a jugar ese papel, logrando que esos medios
actúen con la máxima eficiencia y rapidez en la formación de jaurías de
profesionales analfabetos funcionales; en hombres -y mujeres- mediocres, como los
describiera con tanta claridad José Ingenieros ( a quien aconsejamos leer).
La ventaja para las corporaciones
y sus medios es que, para crear un analfabeto funcional es necesario, como
condición, que el designado a serlo no sea analfabeto, lo que es otra de las
paradojas del capitalismo: es posible convertir en analfabeto a un instruido y
no es posible convertir en analfabeto al que ya lo es.
El analfabeto formal, el que lo
es producto de la marginación y el abandono e inequidad social, puede aprender
bien por no encontrarse contaminado; en cambio, el analfabeto funcional, que
sabe leer y escribir; a atravesado, en general, por todos los niveles de la educación
formal “oficial”, desde el jardín infante hasta la universidad e incluso
doctorados y lo que ha recibido (y no cuestionado), en especial en las llamadas
“ciencias sociales”, es una (desin-) formación de años, a la que acompaña luego
con su “práctica laboral”, tanto como dependiente o independiente.
El analfabeto funcional cree, a
pie juntillas, está muy convencido, que lo que dice y piensa es producto de su
mente, no de la colonización de su mente. De esa manera se convierte en un
eficaz reproductor de las ideas, hábitos y costumbres del Modo de Producción
dominante. Se convierte en un apologista y en un pregonero que se coloca
gratuitamente al servicio de sus verdugos, quienes lo usan mientras le resulte
útil y lo expulsan sin miramientos cuando deja de serlo.
No nos cansaremos de repetirlo: en las guerras imperialistas han muertos
millones de personas. En los enfrentamientos directos, por ejemplo, durante la
primera guerra mundial murieron casi 10 millones de personas (en combate 6,5
millones; por las heridas recibidas 1,4 millones; por enfermedades en el frente
1,6 millones y en cautiverio 600 mil).
Tampoco nos cansaremos de
repetirlo: en la “paz” imperialista mueren más personas que en las guerras que
ellos mismos producen. ¿Qué son, sino entonces los 10 millones de niños que
mueren por año por causas evitables, por no comer o carecer de vacunas y
medicamentos?
Observen este dato monstruoso: la primera guerra mundial
(7/1914-11/1918) se desarrolló durante 1590 días, de esa manera el promedio de
muertos por día fueron 6.200 personas. Hoy,
“en paz” mueren por día 27.400 niños. Si tomamos el mismo período que duró
la guerra podemos señalar que en 1590 días mueren por causa evitables 45, 5
millones de niños de 0 a
5 años en el paraíso capitalista.
Las guerras son interimperialistas, por el dominio de territorios y
ganancias; pero en los denominados períodos de paz la competencia entre los
monopolios produce estragos mayores que no son observados correctamente por los
“ciudadanos”. El asesinato de tantos niños pareciera no conmover a las
personas, en especial a aquellas que no atraviesan por ese “sorteo del
destino”. Encontramos a los monos ilustrados que nos explican “para qué traen
hijos al mundo si no lo pueden alimentar”, hasta los super-ilustrados que le
solicitan a los monopolios, a los causantes de los genocidios, que posean
“responsabilidad social”.
Repetimos nuestra aseveración: La
ventaja para las corporaciones y sus medios es que, para crear un analfabeto
funcional es necesario, antes, que el designado no sea analfabeto, lo que es
otra de las paradojas del capitalismo: es posible convertir en analfabeto a un
instruido y no es posible convertir en analfabeto al que ya lo es.
Esa afirmación, siempre temeraria como es habitual en nuestros análisis,
requiere de otra condición previa para que funcione; esa otra condición previa
es el conservadurismo. Para poder
entender mejor este fenómeno comenzaremos con el diccionario, donde éste define
que significa el término conservador.
Como siempre, para cada palabra hay varias acepciones, ésta registra
tres: 1. Que conserva; 2. Dicho de una
persona, de un partido, de un gobierno, etc.: especialmente favorable a la
continuidad en las formas de vida colectiva y adversa a los cambios bruscos o
radicales; 3. En algunas dependencias, hombre que cuida de sus efectos o
intereses con mayor representación que los conserjes en otras.
Y como mencionamos el término conservadurismo
(que es igual a conservadorismo)
también vemos cómo lo define el diccionario, en este caso con dos acepciones; 1. Doctrina política de los partidos
conservadores; 2. Actitud conservadora en política, ideología, etc.
Finalmente, para no agotar la paciencia de nadie, vemos qué acepciones
posee el término conservar, encontrando
cinco y señalando en negritas las que más se aproximan a nuestro razonamiento: 1.
Mantener algo o cuidar de su permanencia; 2. Mantener vivo y sin daño a alguien; 3. Continuar la práctica de
costumbres, virtudes y cosas semejantes; 4. Guardar con cuidado algo y 5. Hacer
conservas.
Ya en febrero de 1848, Marx y Engels escribían en el Manifiesto Comunista
estos párrafos, muy vinculadas a lo que ahora estamos tratando:
“De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, no hay más
que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y
desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto
genuino y peculiar”.
“Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño
comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para
salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son, pues,
revolucionarias, sino conservadoras”.
Ya en el Manifiesto se señala con claridad que hay un gran conjunto de
sectores de la sociedad que poseen (o creen poseer) bienes y tratan,
“lógicamente” de conservarlos. Son sectores de la pequeña y mediana burguesía y
del campesinado no terrateniente; son también los cuentapropistas.
Esos sectores, en 1850 tenían en claro que la burguesía mayor los
desplazaría, hoy, 160 años después, muchos de los destinados a desaparecer en
el proceso histórico no lo perciben así, y más aún, creen (les hacen creer) que
pueden, alguno de ellos, crecer y hasta integrar esa oligarquía financiera que
hoy gobierna casi toda el área capitalista internacional.
Pero el éxito mayor del imperialismo es haber sabido convertir en
“conservadores” a millones de trabajadores que se enfrentan con otros
trabajadores como en la primera y en la segunda guerra mundial. No son burgueses,
no poseen propiedad sobre medios de producción ni explotan a semejantes, pero
por tener un salario superior se consideran superior y, en la mayoría de los
casos, creen poseer bienes. Afirmamos “que
creen poseerlos” pues los adquieren a crédito, a plazos de años, bienes que
cuando finalicen de pagarlo ya no sirven más, pues el capitalismo también actúa
sobre la vida útil de los mismos, al programar su obsolescencia en relación a
la garantía, al plazo y a la novedad.
En realidad viven endeudados. Lo que los imperialistas hicieron y hacen
con los países, endeudarlos para dominarlos y condicionarlos, las empresas y
bancos imperialistas lo hacen con las personas que logran ingresos más allá del
trabajo necesario; así se lo quitan, con la vista está puesta en el televisor
de 42 pulgadas
y la mente en cómo va a pagar la próxima cuota, los atrapa. Los programas de TV
y las deudas por lo que creen “ser dueños” les ocupa la casi totalidad de las
neuronas con actividad que poseen.
El dilema a resolver no es menor, de allí que insistamos en que la lucha
debe darse en el plano cultural con toda intensidad. El dilema no es menor y agravaríamos su solución si no entendemos
claramente que esos “conservadores” son trabajadores y que son necesarios
rescatar para hacer posible todo proceso de cambio hacia una sociedad
socialmente humana. Para que no se enfrenten, como en la guerra
trabajadores contra trabajadores mientras ELLOS hacen grandes negocios. Para
que se unan y derroten a los verdaderos enemigos de la humanidad. Y también
hay que señalarles a los pequeños y medianos burgueses, campesinos,
comerciantes y cuentapropistas que su destino en el capitalismo es la extinción
de su clase, que lo entienda, que si no es por conciencia, que lo sea por
instinto, que se protejan del futuro negro que su admirado amo los ha colocado,
y que comiencen, al menos, dejándolo de admirar.
Nada es fácil, pero nada es imposible en los cambios sociales cuando se
marcha hacia delante. Nos apoyan las leyes de la naturaleza. Leyes
que requieren un elemento vital para que se cumplan, que las personas estén
dispuestas a ponerlas en vigencia. Ello
es la conjunción de la ciencia con la conciencia.
El dominio cultural del imperialismo posee su máxima expresión en los
premios Nobel de Economía. Falsos, fraudulentos y mediocres al extremo. Lo
desnudaremos, a todos, en los
próximos números.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones
Económicas y Sociales (CIEYS)
26/12/2013
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