lunes, 23 de diciembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS Nº 66

EFECTOS PARADOJALES EN EL CAPITALISMO QUE NO REGISTRAMOS (3)

Vamos a comenzar suponiendo estar en los años 2001 y 2002 encontrándonos sin trabajo, es decir, desocupados. No somos ni tres ni mil los que estamos en esa condición, sino el 25.5% de la población económicamente activa (PEA), a la que seguimos perteneciendo, pero sin trabajo, pues la PEA se integra con trabajadores con trabajo más trabajadores sin trabajo que lo buscan pero no lo encuentran.

Pasaron varios años sin tener ocupación y, por ende, sin tener ingresos. En esos duros años sobrevivieron de cualquier manera: los más “pudientes” vendiendo los bienes que había conseguido obtener: una casa en la playa o en las sierras, un auto, un telescopio, etc. Los menos pudientes se achicaban vendiendo su departamento de cuatro ambientes para mudarse a uno de dos, o vendiendo sus anillos de boda, de oro, aunque algunos se enteraban que no eran todo de oro. Los que no poseían nada no podían pagar el alquiler y regresaban, tal como dice el tango, vencido a la casita de mis viejos. Cada persona es un mundo dice una propaganda, pero el mundo en que las personas habitan es uno solo. Y en ese mundo no había trabajo ni ingresos para un 25.5% de las personas que viven exclusivamente de su esfuerzo.

A partir del 2003, esos casi 5 millones de personas comenzaron a reincorporarse a la actividad productiva o de servicios y, por ello, a obtener ingresos. Observemos el primer efecto: después de muchos meses y hasta años comienzan a percibir regularmente dinero proveniente de un reconocimiento parcial de su gasto de energía. Son explotados, sí, pero de cero ingresos, por haber sido marginados, pasan a recibir un  magro salario que lo “reintegra” a la sociedad. Y como es una sociedad capitalista, torpe sería pensar que ésta los reintegra sin explotarlos como a los demás, como esos que “tuvieron la suerte” de no salir de la explotación. Y lógico sería pensar que el capitalismo los reintegra usando esa circunstancia, ya que de cero pesos, al salario percibido, la distancia matemática indica infinito crecimiento. Si además recupera su obra social y los adicionales alguna vez conseguidos (vacaciones, aguinaldos, comedores, ropa, etc.), se produce un fenómeno inicial también paradojal: está contento el explotado pues vuelve a serlo saliendo de su marginación y está contento el patrón pues tiene más trabajadores para explotar quienes, además van a consumir, es decir, van a gastar su salario en comprar lo que esos trabajadores producen.

Los momentos “idílicos” en las sociedades de clases antagónicas existen pero no resisten. Existen en la coyuntura pero no resisten ni se mantienen en vigencia en los procesos históricos. ¿Todos contentos? No. Todos relativamente contentos, que no es lo mismo. Pasado poco tiempo desde el momento en que el trabajador se reincorpora, éste adquiera o recupera, aunque suene redundante, la categoría plena de trabajador, la que en este sistema equivale a la de ser transformador no sólo de las materias primas sino de las relaciones de producción imperantes. Y eso ya no es coyuntura, eso es hacer historia; y hacer historia  no es temporalmente corto, ni tampoco es fácil, ni se puede hacer individualmente.

Las luchas de clases cuentan ahora con millones de trabajadores “reinsertados”, los que, pasado el fugaz momento de paradojal euforia, comienzan a preocuparse por sus bajos salarios, por sus malas condiciones de trabajo, por la poca seguridad e higiene en el mismo, etc. Este proceso, la mayoría de las veces, es apropiado por una burocracia sindical afines a los patrones, por dirigentes traidores a su clase, los que suelen aparecer como los “representantes auténticos” de los trabajadores, produciendo otra paradoja: muchos trabajadores confían en los que los traicionan y creen que los aumentos obtenidos son producto de las gestiones de los burócratas que los representan.

Atravesamos por esas dos situaciones paradojales: festejar por pasar a ser explotado, y agradecer a los dirigentes burócratas el obtener alguna supuesta mejora salarial.

Ahora nos vamos a referir a las más graves de las paradojas. Nos vamos a referir a los trabajadores que han sido beneficiados por esta década ganada y que, pese a ello, se encolumnan junto a las corporaciones y a los políticos de la derecha o del falso progresismo, la paradoja es precisamente, que se encolumna en la defensa de aquellos sectores que fueron los que dieron origen a sus desgracias, a aquellos sectores que los colocaron en la pobreza y la marginación, de aquellos sectores que convirtieron al país en un infierno donde el 57% de su población estaba bajo la línea de la pobreza, donde la mortalidad infantil superaba el 20 por mil, donde la desocupación pasaba la barrera del 25%, donde un jubilado cobraba 150 pesos y el salario mínimo era de 200 pesos.

Vamos a tratar de explicar ese fenómeno masoquista sin culpar de ello a Clarín, aún sabiendo que es parte activa de éste complot, pero afirmando que si se tiene cabeza, hay que usarla para algo más que comprar electrodomésticos a créditos. Porque hasta los animales, que no usan el cerebro, usan, al menos, el instinto que les permite detectar el peligro y saben alejarse de él a tiempo: eluden la trampa.

Antes completaremos los datos señalados anteriormente agregando que en el 2003 nuestra esperanza de vida era casi dos años menor, que se morían antes de los cinco años el doble de niños que hoy, que si las AFJP de Massa (el que se opuso a la estatización) continuaban, la jubilación mínima no llegaría hoy a los 600 pesos, que no tendríamos reservas, que estaríamos muy cerca de ser un país bananero (o sojero), sin industrias y que los científicos continuarían lavando platos o desarrollando sus ideas en el exterior. Podemos continuar la lista y hasta demostrarla en cada afirmación, pero no es ese nuestro objetivo para el número 66.

Del 2003 al 2010 se generaron 5 millones de nuevos puestos de trabajo. Se pasó de 11.966.000 a 16.966.000. Esos puestos de trabajo no equivalen a personas en su totalidad, ya que hay muchas que poseen dos trabajos (o más). En igual período los trabajadores pasaron de 11.121.000 a 15.271.000, o sea, pasaron a ser ocupados 4.125.000, lo que indica que hay 875.000 trabajadores que trabajan el doble para sobrevivir u obtener un mejor modo de vida. Al 2013 se generaron casi un millón de nuevos empleos, si bien no estamos en condiciones de determinar cuántos trabajadores ello representa, podemos afirmar (por la tendencia) que, al menos 900 mil se ocuparon. Tenemos, entonces, algo más que 5 millones de trabajadores que hace una década y ello se refleja en una reducción espectacular de la desocupación, que baja a menos del 7%.

¿Cómo se distribuye entre los trabajadores hoy el ingreso? Existe una distribución con diferencias muy marcadas. El salario medio de un minero es de 26.324 pesos mensuales, el medio de un obrero o trabajador del área energía de 18.848 pesos. Pese a esos dos salarios, marcadamente altos en relación al resto, los promedios en la industria no superan los 9 mil pesos (8.793) y en los servicios no supera los 7.500 (7.421). Si comparamos los promedios de todo el sector que trabaja para los privados obtenemos un promedio de 7.722 pesos y si nos situamos en el sector público, vemos una reducción no significativa; 7.595 pesos. De esa manera, el promedio nacional se sitúa cerca de los 7.650 pesos.

Señalamos que los promedios no informan mucho: hay salarios de trabajadores que van desde los 30 mil pesos mensuales hasta los que reciben el mínimo, o sea, reciben 10 veces menos de ingresos mensuales. Es, cierto, estamos trabajando con dos extremos donde quizá la cantidad de trabajadores no sea tan significativa, por eso nos abstraemos y tomamos dos extremos no tan extremos: 5 mil como mínimo y 15 mil como máximo. Ubiquemos a 3 millones de trabajadores a cada lado y a 10 millones en el medio, así podemos comenzar a fabular seriamente, sin tocar los de ese medio.

Para los 3 millones que apenas logran un ingreso de 5 mil pesos la bronca surge, ya que ese monto se encuentra por debajo de cubrir las necesidades básicas de una familia tipo argentina, pues siendo 42 millones y trabajando 16 un cálculo simple nos muestra que deben alimentar, los que trabajan, a 2,625 personas cada uno. Como las personas no se pueden seccionar y que continúen viviendo, vamos a señalar que tanto en los ingresos altos como en los bajos se procrea más (fenómeno que será explicado en otra oportunidad). Asignamos así, teóricamente, a que, en esos extremos, cada trabajador debe producir ingresos para él y tres persona más. Suponemos que una canasta adecuada, para cubrir una vida modesta pero sin privaciones, sea de 10 pesos mensuales. Los 3 millones que cobran la mitad se encuentran castigados por esa realidad objetiva y, a veces, culpan al gobierno en vez de culpar a sus patrones, quienes, además los mantienen “en negro” en un 32% de los casos, porcentaje que se eleva al 44% si se cuenta a los que se negrean a sí mismo, a los trabajadores autónomos.

Ahora, parece ser que los que más enojados están con el gobierno y se han colocado con fervor “patriótico” del lado de los que pretender regresar a un infierno más atroz (en el cual van a ser sus seguras víctimas) no son los que menos ganan sino los que más ganan. ¿Cómo se explica? Una de las ventajas de usar el razonamiento es que nos permite aproximar a entender las causas de ese anormal y amoral comportamiento.

En nuestro arbitrario pero sólido “modelo” partimos del supuesto que esos 3 millones cobran 15 mil pesos por mes y con 10 mil satisfacen sus más prioritarias necesidades. De esa manera poseen 5 mil pesos mensuales para mejorar su calidad de vida. Adquieren cuatro celulares para que toda la familia se encuentre permanentemente comunicada. Ya poseen dos, pero son modelos viejos y se lo dejan al gato. Como la sociedad es machista a pesar del matrimonio igualitario, el mejor es para el “jefe de la familia” quien eligió para él un Nokia Lumia 720 en 12 cuotas fijas de 450 pesos cada una, para su mujer (de segunda categoría), un Nokia N500 en 12 cuotas de 180 pesos y para sus dos hijos (que le dijeron que eran una porquería lo que les compraron) un Nokia Asha 303 al mayor en 12 cuotas de 160 pesos y un Nokia Asha 302 para el menor en 12 cuotas de 100 pesos. Este último aparato quedó inutilizado pues al más chico le agarró un berrinche cuando lo vio y lo arrojó por la ventana del piso 10. Cuando lo recogieron era difícil deducir que había sido un celular, por lo tanto el padre, haciendo uso de su autoridad, le quitó al gato el viejo celular suyo y se lo dio al caprichoso niño que, antes de quedarse sin nada, lo aceptó. Después hizo las cuentas, debería pagar 890 pesos mensuales más el consumo. Ya que se encontraban en Musimundo el ama de casa recordó que la heladera que tenían era chica y vieja, entonces compraron una marca Columbia con “freezer” en 12 cuotas de 435 pesos, mientras el jefe de la familia observaba los TV plasmas de 42 pulgadas que “por esta semana únicamente” le bonificaban 800 pesos. Ni lo dudó, más que ahora viene el mundial y lo adquirió en 12 cuotas de 475 pesos cada una. Ya las cuotas sumaban 1.800 pesos por mes. Aún quedaban 3.200, los que les permitió pensar el comprar un Fiat Uno 0km en Taraborelli, cuyo vendedor le confeccionó un “plan a medida” consistente en 50 cuotas fijas de 2.500 pesos cada una, agregándole el comentario que con la “inflación que hay" van a terminar pagando con monedas. Nuestra familia tipo lleva ya compromisos a pagar por 4.300 pesos mensuales. Sin perder la compostura el jefe de familia le dice a sus integrantes: “vamos a festejar el cambio” y los lleva a un restaurante donde, con vino y postre incluído, se fueron los 700 pesos restantes. Por suerte llevaba la tarjeta de crédito, ya que en efectivo sólo tenían 300 pesos, calculando que eso era lo que les había salido una cena igual hace dos años. No obstante el optimismo se impone y el jefe dice: “podemos cenar todos juntos en un restaurante una vez por mes, pero no pidan postres tan caros”.

Ya con el auto nuevo, color amarillo rabioso, a la mujer se le ocurrió preguntale dónde lo iba a guardar. Mirá que en la calle te lo roban. Tenemos seguro, le responde el jefe con solvencia ¡Seguro! ¿Cuánto sale?  El jefe se fija y lee “terceros completo, cobertura C MAPFRE 620 pesos por mes. “Vieja, me parece que no vamos a comer al restaurante”. En la primera semana anduvieron con el auto por toda la cuidad, sus alrededores y hasta Rosario. Entre peaje y combustible gastaron 700 pesos. La otra semana encontraron al auto que estacionaban en la puerta del edificio con un rayón que de punta a punta lo marcaba. Después de las lógicas puteadas y de enterarse que ese vandalismo no era cubierto por el seguro, resolvieron alquilar una cochera. La más barata se encontraba a ocho cuadras de la casa y costaba 800 pesos por mes. Para colmo de males le llega la patente que es de 560 bimestrales, es decir, 280 por mes. Ya los nuevos gastos superaban los 6 mil pesos mensuales. Mientras el jefe de la familia se encontraba pensando cómo cubrir el bache, llega la cuenta de la luz. De 450 pesos del bimestre anterior, ahora debe pagar 550. Observa detenidamente la factura, la da varias veces vuelta y agrega: ¡QUÉ GOBIERNO DE MIERDA! ¡ASÍ YA NO SE PUEDE VIVIR MÁS!
   
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
22/12/2013
oscarnatalich@fibertel.com.ar 


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