NOSOTROS O ELLOS Nº 66
EFECTOS PARADOJALES EN EL CAPITALISMO QUE NO
REGISTRAMOS (3)
Vamos a comenzar suponiendo estar en los años 2001 y 2002 encontrándonos
sin trabajo, es decir, desocupados. No somos ni tres ni mil los que estamos en
esa condición, sino el 25.5% de la población económicamente activa (PEA), a la
que seguimos perteneciendo, pero sin trabajo, pues la PEA se integra con
trabajadores con trabajo más trabajadores sin trabajo que lo buscan pero no lo
encuentran.
Pasaron varios años sin tener ocupación y, por ende, sin tener ingresos.
En esos duros años sobrevivieron de cualquier manera: los más “pudientes”
vendiendo los bienes que había conseguido obtener: una casa en la playa o en
las sierras, un auto, un telescopio, etc. Los menos pudientes se achicaban
vendiendo su departamento de cuatro ambientes para mudarse a uno de dos, o
vendiendo sus anillos de boda, de oro, aunque algunos se enteraban que no eran
todo de oro. Los que no poseían nada no podían pagar el alquiler y regresaban,
tal como dice el tango, vencido a la
casita de mis viejos. Cada persona es un mundo dice una propaganda, pero el
mundo en que las personas habitan es uno solo. Y en ese mundo no había trabajo
ni ingresos para un 25.5% de las personas que viven exclusivamente de su esfuerzo.
A partir del 2003, esos casi 5 millones de personas comenzaron a
reincorporarse a la actividad productiva o de servicios y, por ello, a obtener
ingresos. Observemos el primer efecto: después de muchos meses y hasta años
comienzan a percibir regularmente dinero proveniente de un reconocimiento
parcial de su gasto de energía. Son explotados, sí, pero de cero ingresos, por haber
sido marginados, pasan a recibir un magro salario que lo “reintegra” a la sociedad. Y como es
una sociedad capitalista, torpe sería pensar que ésta los reintegra sin
explotarlos como a los demás, como esos que “tuvieron la suerte” de no salir de
la explotación. Y
lógico sería pensar que el capitalismo los reintegra usando esa circunstancia, ya
que de cero pesos, al salario percibido, la distancia matemática indica
infinito crecimiento. Si además recupera su obra social y los adicionales
alguna vez conseguidos (vacaciones, aguinaldos, comedores, ropa, etc.), se produce un fenómeno inicial también
paradojal: está contento el explotado pues vuelve a serlo saliendo de su
marginación y está contento el patrón pues tiene más trabajadores para explotar
quienes, además van a consumir, es decir, van a gastar su salario en comprar lo
que esos trabajadores producen.
Los momentos “idílicos” en las
sociedades de clases antagónicas existen pero no resisten. Existen en la coyuntura pero no resisten ni
se mantienen en vigencia en los procesos históricos. ¿Todos contentos? No.
Todos relativamente contentos, que
no es lo mismo. Pasado poco tiempo desde el momento en que el trabajador se
reincorpora, éste adquiera o recupera, aunque suene redundante, la categoría plena
de trabajador, la que en este sistema equivale a la de ser transformador no
sólo de las materias primas sino de las relaciones de producción imperantes. Y
eso ya no es coyuntura, eso es hacer
historia; y hacer historia no es temporalmente
corto, ni tampoco es fácil, ni se puede hacer individualmente.
Las luchas de clases cuentan ahora con millones de trabajadores
“reinsertados”, los que, pasado el fugaz momento de paradojal euforia, comienzan
a preocuparse por sus bajos salarios, por sus malas condiciones de trabajo, por
la poca seguridad e higiene en el mismo, etc. Este proceso, la mayoría de las
veces, es apropiado por una burocracia sindical afines a los patrones, por
dirigentes traidores a su clase, los que suelen aparecer como los
“representantes auténticos” de los trabajadores, produciendo otra paradoja: muchos trabajadores confían en los que
los traicionan y creen que los aumentos obtenidos son producto de las gestiones
de los burócratas que los representan.
Atravesamos por esas dos situaciones paradojales: festejar por pasar a
ser explotado, y agradecer a los dirigentes burócratas el obtener alguna
supuesta mejora salarial.
Ahora nos vamos a referir a las
más graves de las paradojas.
Nos vamos a referir a los trabajadores que han sido beneficiados por esta
década ganada y que, pese a ello, se encolumnan junto a las corporaciones y a
los políticos de la derecha o del falso progresismo, la paradoja es precisamente, que se encolumna en la defensa de aquellos
sectores que fueron los que dieron origen a sus desgracias, a aquellos sectores
que los colocaron en la pobreza y la marginación, de aquellos sectores que
convirtieron al país en un infierno donde el 57% de su población estaba bajo la
línea de la pobreza, donde la mortalidad infantil superaba el 20 por mil, donde
la desocupación pasaba la barrera del 25%, donde un jubilado cobraba 150 pesos
y el salario mínimo era de 200 pesos.
Vamos a tratar de explicar ese fenómeno masoquista sin culpar de ello a
Clarín, aún sabiendo que es parte activa de éste complot, pero afirmando que si se tiene cabeza, hay que usarla para algo más que
comprar electrodomésticos a créditos. Porque hasta los animales, que no
usan el cerebro, usan, al menos, el instinto que les permite detectar el
peligro y saben alejarse de él a tiempo: eluden la trampa.
Antes completaremos los datos señalados anteriormente agregando que en
el 2003 nuestra esperanza de vida era casi dos años menor, que se morían antes
de los cinco años el doble de niños que hoy, que si las AFJP de Massa (el que
se opuso a la estatización) continuaban, la jubilación mínima no llegaría hoy a
los 600 pesos, que no tendríamos reservas, que estaríamos muy cerca de ser un
país bananero (o sojero), sin industrias y que los científicos continuarían
lavando platos o desarrollando sus ideas en el exterior. Podemos continuar la
lista y hasta demostrarla en cada afirmación, pero no es ese nuestro objetivo para
el número 66.
Del 2003 al 2010 se generaron 5 millones de nuevos puestos de trabajo.
Se pasó de 11.966.000 a
16.966.000. Esos puestos de trabajo no equivalen a personas en su totalidad, ya
que hay muchas que poseen dos trabajos (o más). En igual período los
trabajadores pasaron de 11.121.000
a 15.271.000, o sea, pasaron a ser ocupados 4.125.000,
lo que indica que hay 875.000 trabajadores que trabajan el doble para
sobrevivir u obtener un mejor modo de vida. Al 2013 se generaron casi un millón
de nuevos empleos, si bien no estamos en condiciones de determinar cuántos
trabajadores ello representa, podemos afirmar (por la tendencia) que, al menos
900 mil se ocuparon. Tenemos, entonces, algo más que 5 millones de trabajadores
que hace una década y ello se refleja en una reducción espectacular de la
desocupación, que baja a menos del 7%.
¿Cómo se distribuye entre los trabajadores hoy el ingreso? Existe una
distribución con diferencias muy marcadas. El salario medio de un minero es de
26.324 pesos mensuales, el medio de un obrero o trabajador del área energía de
18.848 pesos. Pese a esos dos salarios, marcadamente altos en relación al
resto, los promedios en la industria no superan los 9 mil pesos (8.793) y en
los servicios no supera los 7.500 (7.421). Si comparamos los promedios de todo
el sector que trabaja para los privados obtenemos un promedio de 7.722 pesos y
si nos situamos en el sector público, vemos una reducción no significativa;
7.595 pesos. De esa manera, el promedio nacional se sitúa cerca de los 7.650
pesos.
Señalamos que los promedios no informan mucho: hay salarios de
trabajadores que van desde los 30 mil pesos mensuales hasta los que reciben el
mínimo, o sea, reciben 10 veces menos de ingresos mensuales. Es, cierto,
estamos trabajando con dos extremos donde quizá la cantidad de trabajadores no
sea tan significativa, por eso nos abstraemos y tomamos dos extremos no tan
extremos: 5 mil como mínimo y 15 mil como máximo. Ubiquemos a 3 millones de
trabajadores a cada lado y a 10 millones en el medio, así podemos comenzar a fabular
seriamente, sin tocar los de ese medio.
Para los 3 millones que apenas logran un ingreso de 5 mil pesos la
bronca surge, ya que ese monto se encuentra por debajo de cubrir las
necesidades básicas de una familia tipo argentina, pues siendo 42 millones y
trabajando 16 un cálculo simple nos muestra que deben alimentar, los que
trabajan, a 2,625 personas cada uno. Como las personas no se pueden seccionar y
que continúen viviendo, vamos a señalar que tanto en los ingresos altos como en
los bajos se procrea más (fenómeno que será explicado en otra oportunidad).
Asignamos así, teóricamente, a que, en esos extremos, cada trabajador debe
producir ingresos para él y tres persona más. Suponemos que una canasta
adecuada, para cubrir una vida modesta pero sin privaciones, sea de 10 pesos
mensuales. Los 3 millones que cobran la mitad se encuentran castigados por esa
realidad objetiva y, a veces, culpan al
gobierno en vez de culpar a sus patrones, quienes, además los mantienen “en
negro” en un 32% de los casos, porcentaje que se eleva al 44% si se cuenta a
los que se negrean a sí mismo, a los trabajadores autónomos.
Ahora, parece ser que los que más enojados están con el gobierno y se
han colocado con fervor “patriótico” del lado de los que pretender regresar a
un infierno más atroz (en el cual van a ser sus seguras víctimas) no son los que menos ganan sino los que más
ganan. ¿Cómo se explica? Una de las ventajas de usar el razonamiento es que
nos permite aproximar a entender las causas de ese anormal y amoral
comportamiento.
En nuestro arbitrario pero sólido “modelo” partimos del supuesto que
esos 3 millones cobran 15 mil pesos por mes y con 10 mil satisfacen sus más
prioritarias necesidades. De esa manera poseen 5 mil pesos mensuales para
mejorar su calidad de vida. Adquieren cuatro celulares para que toda la familia
se encuentre permanentemente comunicada. Ya poseen dos, pero son modelos viejos
y se lo dejan al gato. Como la sociedad es machista a pesar del matrimonio
igualitario, el mejor es para el “jefe de la familia” quien eligió para él un
Nokia Lumia 720 en 12 cuotas fijas de 450 pesos cada una, para su mujer (de
segunda categoría), un Nokia N500 en 12 cuotas de 180 pesos y para sus dos
hijos (que le dijeron que eran una porquería lo que les compraron) un Nokia
Asha 303 al mayor en 12 cuotas de 160 pesos y un Nokia Asha 302 para el menor
en 12 cuotas de 100 pesos. Este último aparato quedó inutilizado pues al más
chico le agarró un berrinche cuando lo vio y lo arrojó por la ventana del piso
10. Cuando lo recogieron era difícil deducir que había sido un celular, por lo
tanto el padre, haciendo uso de su autoridad, le quitó al gato el viejo celular
suyo y se lo dio al caprichoso niño que, antes de quedarse sin nada, lo aceptó.
Después hizo las cuentas, debería pagar 890 pesos mensuales más el consumo. Ya
que se encontraban en Musimundo el ama de casa recordó que la heladera que
tenían era chica y vieja, entonces compraron una marca Columbia con “freezer”
en 12 cuotas de 435 pesos, mientras el jefe de la familia observaba los TV
plasmas de 42 pulgadas
que “por esta semana únicamente” le bonificaban 800 pesos. Ni lo dudó, más que
ahora viene el mundial y lo adquirió en 12 cuotas de 475 pesos cada una. Ya las
cuotas sumaban 1.800 pesos por mes. Aún quedaban 3.200, los que les permitió
pensar el comprar un Fiat Uno 0km en Taraborelli, cuyo vendedor le confeccionó
un “plan a medida” consistente en 50 cuotas fijas de 2.500 pesos cada una,
agregándole el comentario que con la “inflación que hay" van a terminar
pagando con monedas. Nuestra familia tipo lleva ya compromisos a pagar por 4.300
pesos mensuales. Sin perder la compostura el jefe de familia le dice a sus
integrantes: “vamos a festejar el cambio” y los lleva a un restaurante donde, con
vino y postre incluído, se fueron los 700 pesos restantes. Por suerte llevaba
la tarjeta de crédito, ya que en efectivo sólo tenían 300 pesos, calculando que
eso era lo que les había salido una cena igual hace dos años. No obstante el
optimismo se impone y el jefe dice: “podemos cenar todos juntos en un
restaurante una vez por mes, pero no pidan postres tan caros”.
Ya con el auto nuevo, color amarillo rabioso, a la mujer se le ocurrió
preguntale dónde lo iba a guardar. Mirá que en la calle te lo roban. Tenemos
seguro, le responde el jefe con solvencia ¡Seguro! ¿Cuánto sale? El jefe se fija y lee “terceros completo,
cobertura C MAPFRE 620 pesos por mes. “Vieja, me parece que no vamos a comer al
restaurante”. En la primera semana anduvieron con el auto por toda la cuidad,
sus alrededores y hasta Rosario. Entre peaje y combustible gastaron 700 pesos.
La otra semana encontraron al auto que estacionaban en la puerta del edificio
con un rayón que de punta a punta lo marcaba. Después de las lógicas puteadas y
de enterarse que ese vandalismo no era cubierto por el seguro, resolvieron
alquilar una cochera. La más barata se encontraba a ocho cuadras de la casa y
costaba 800 pesos por mes. Para colmo de males le llega la patente que es de
560 bimestrales, es decir, 280 por mes. Ya los nuevos gastos superaban los 6
mil pesos mensuales. Mientras el jefe de la familia se encontraba pensando cómo
cubrir el bache, llega la cuenta de la luz. De 450 pesos del bimestre anterior, ahora
debe pagar 550. Observa detenidamente la factura, la da varias veces vuelta y
agrega: ¡QUÉ GOBIERNO DE MIERDA! ¡ASÍ YA
NO SE PUEDE VIVIR MÁS!
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones
Económicas y Sociales (CIEYS)
22/12/2013
oscarnatalich@fibertel.com.ar
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