NOSOTROS O ELLOS Nº 58
EL IMPERIALISMO Y SUS GUERRAS: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
(3)
Pero los planes de
Inglaterra y Francia, que en lugar de preocuparse por lo que estaba ocurriendo
en Alemania preparan sus tropas para enviarlas a Finlandia, se ven frustrados:
el ejército rojo derrota al finlandés y se coloca en condiciones de ocupar la
totalidad del país.
Sin embargo, en una acción que no tiene precedentes por parte
de los vencedores, la URSS se limita a asegurar su frontera noreste para evitar
que se la ataque por allí.
En marzo de 1940 se
firma el tratado de paz. La frontera cercana a Leningrado (istmo de Carelia) se
traslada. Parte de las penínsulas de Rybachi y Sredni se incorporan a la URSS y
la península de Hanko fue arrendada por treinta años.
Mientras, los
“aliados” continuaban con su “extraña guerra”. Ese mismo mes de marzo de 1940,
Welles, subsecretario de estado de los EEUU, viaja a Europa para firmar la paz
con Alemania y acordar, en conjunto, dirigir todas las acciones bélicas contra
la URSS.
Pero los fascistas,
que hasta ahora no habían enfrentado ninguna resistencia de los gobiernos
“aliados”, no estaban dispuestos a incorporar nuevos socios. De hecho, ya lo
tenían en los grandes monopolios de esos países, como la Ford Motors , por ejemplo.
Mientras eso ocurría, la URSS lograba recuperar la
Ucrania occidental, la Bielorrusia occidental, Letonia, Lituania, Estonia,
Bucarina y Moldavia y correr la frontera con Finlandia.
Alemania e Italia,
mientras, preparaban la invasión a Francia e Inglaterra con el objetivo de
sumar el poderío de esas potencias para fortalecerse. Contaban con muchos
amigos locales y esperaban poca resistencia oficial. Ambas cosas sucedieron.
En abril de 1940
Alemania ocupa Dinamarca y Noruega, desde donde planea instalar una cabecera de
puente contra Inglaterra. Los gobiernos
burgueses de ambos países capitulan sin ofrecer resistencia. La resistencia
sólo provino de grupo de trabajadores y patriotas.
El 10 de mayo de
1940 Alemania ocupa Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Estas últimas tres naciones habían
declarado su “neutralidad” para no ser parte de la guerra, en una clara
muestra de ingenuidad política o de colaboracionismo encubierto.
Para justificar la
invasión los nazis recurren al viejo y exitoso truco yanqui del acorazado Maine
en la bahía de La Habana: la aviación alemana bombardea la ciudad alemana de
Freiburg culpando de ello a la aviación holandesa y belga e informándole de ese
“agravio” al pueblo alemán.
Una línea común por
parte de los agresores: su propio barco destruyen los yanquis para “justificar”
la guerra contra España; sus propios trenes destruyen los japoneses para
“justificar” la declaración de guerra a China; sus propios aviones bombardean a
su propia ciudad y a sus propios ciudadanos para “justificar” la invasión a
Holanda y Bélgica. Armas de destrucción masiva declara Bush y “justifica” su
invasión a Irak. Así actúan los
monopolios, así es el imperialismo. En todas sus acciones la falsedad
predomina, es su norma de conducta.
El 19 de junio
Londres sufre el primer gran bombardeo aéreo alemán. Las acciones aéreas se
mantienen durante meses hasta principios de 1941 constituyéndose esas acciones
en las más importantes de la “extraña guerra”, por no decir las únicas.
Francia, la “poderosa
Francia”, la vencedora de la guerra anterior, la que “triunfó” en la primera
guerra mundial, no ofreció resistencia a
la invasión
Alemana. El 22 de julio de 1940 el gobierno de Petain,
capitula. Indignados, los patriotas de toda Francia se unen para rechazar la ocupación. Los
trabajadores comunistas y socialistas están a la vanguardia de la verdadera Resistencia.
Hitler divide en
dos a Francia: la norte, ocupada por el ejército alemán, y la sur a cargo del
capitulador y traidor Petain, colaboracionista que apoyaba a Hitler
abasteciendo de materiales a su ejército y de mano de obra esclava a sus
industrias, deportando trabajadores franceses para ser esclavizados y
asesinados.
El 10 de julio es
Italia la que invade el sur de Francia y es nuevamente Petain el que, el 24 del
mismo mes, capitula.
En julio los
fascistas italianos ocupan la Somalia británica en África, y en septiembre
ingresan a Egipto. Una vez más queda demostrado que sólo la guerra producirá
cambios sobre el reparto inicial del planeta efectuado por el imperialismo: De la Somalia británica a la Somalia
itálica.
El 27 de septiembre
de 1940 se firma, en Berlín, el “Pacto Tripartito” entre Alemania, Italia y
Japón. En ese acuerdo se distribuyen “áreas de influencia”: Europa y África
para Alemania e Italia, Asia para Japón.
En octubre Italia
avanza sobre Grecia; el gobierno de este país está dispuesto a rendirse pero el
ejército y la población ejercen una fuerte resistencia.
Europa está siendo
totalmente ocupada, y ahora también África colonial, tal como lo preveía
Hitler: no sólo sin un alto costo, sino con una enorme ganancia al disponer su
ejército e industria de nuevas materias primas, nuevos alimentos, nuevos
soldados y mano de obra esclava.
Nada, absolutamente nada dijeron los gobiernos de Inglaterra
y los EEUU, como nada, absolutamente nada (salvo algunas “declaraciones” de
compromiso) decían sobre los crímenes horrendos que los nazi-fascistas
producían en las zonas ocupadas.
Comunistas, judíos,
sospechosos, enfermos, sean éstos viejos o niños recién nacidos, debían ser
exterminados. Sólo en la invasión a Polonia los nazis masacraron a más de seis
millones de personas. A ellos hay que sumarles los asesinatos en todos los
otros países ocupados desde Checoslovaquia a Francia con un factor común, un factor común que satisface a los
monopolios y a sus gobiernos de Inglaterra y de los EEUU: los más buscados
para ser asesinados eran, en primerísimo lugar, los comunistas.
Campos de
concentración, campos de exterminio, diabólicos experimentos con seres vivos,
genocidio, fusilamientos en masa “ejemplificadores”. Avanzaba el “nuevo orden”;
la “moral fascista” en pleno auge, favorecida, impulsada, sostenida, mantenida,
por los gobiernos de la “extraña guerra”: por el gobierno de Francia, ahora
colaboracionista y por el de los EEUU e Inglaterra. Cómplices de la masacre e
impulsores de que la misma se traslade, multiplicada, sobre la URSS.
La guerra tuvo,
desde el inicio, un carácter
imperialista, pero la Resistencia de los pueblos comenzaba a darle otro cariz:
antifascista; y para no poco
sectores: pro socialista, pues
comprendían que el fascismo no es más que la manifestación más auténtica del
imperialismo, la manifestación más sincerada de sus objetivos, la de mostrarse
cómo son, donde, al decir del manifiesto comunista, “prevalece un régimen franco,
descarado, directo, escueto de explotación”, donde prevalece un régimen
que no deja en pié más vínculo “que el del interés escueto, el dinero
constante y sonante que no tiene entraña”. Un régimen que únicamente
idolatra al capital que vino al mundo “chorreando sangre y basura por todos los
poros, de la cabeza a los pies”.
Comentaban analistas políticos cubanos, refiriéndose al caso del niño Elián, que fueron fundamentales las decisiones del gobierno y pueblo cubano de exigir su reintegro a la patria socialista. Que fueron importantes las multitudinarias expresiones de apoyo de toda la sociedad cubana, en particular, las de sus niños y jóvenes en esa lucha titánica y justa. Pero todo ello no era suficiente, se necesitaba, además, contar con el apoyo de la propia opinión pública norteamericana; no la de sus dirigentes sino la de sus ciudadanos. Ciudadanos que deberían comprender que Elián era un niño secuestrado, un niño que era utilizado por un grupo mafioso que pugnaba por “legalizar” ese secuestro. No fue esa el primer caso en la historia en que la opinión pública obliga a su gobierno a tomar actitudes distintas a las planeadas.
La “extraña guerra” es un
ejemplo de ello. Pese a
declarar la guerra a Alemania, los “aliados”: Francia, Inglaterra y los EEUU, nada hacían, incluso nada hicieron cuando
uno de ellos, Francia, fue ocupada con crímenes y genocidio denunciados y
comprobados. Nada hicieron desde esa declaración formal del 3 de septiembre
de 1939.
Los gobiernos de los países imperialistas estaban a cargo de las
oligarquías financieras, constituyente el “estado mayor”, el verdadero poder. El
poder es tremendamente conciente que es en la guerra donde se obtiene el máximo
de plusvalía. Ya mencionamos que las condiciones laborales en un conflicto
bélico son en extremo perversas, perversidad que va desde salarios casi
inexistentes, jornadas prolongadísimas y condiciones ambientales desastrosas. Aunque
poco de ello es posible si antes no se exalta el falso nacionalismo, si no se
exalta la “defensa de la patria”, si no se exaltan “héroes”, a veces reales
pero muchas veces inventados. Ese “estado mayor” que posee cada país
imperialista, se unifica y conforma, en
alianzas, un “estado mayor conjunto”, que se enfrenta, exclusivamente por el dominio económico,
con otro “estado mayor conjunto” rival.
Aún en guerra, esos “rivales” no luchan entre sí, simplemente compiten y ello sin dejar de hacer negocios entre
ellos. Los que sí son enviados a la guerra son los pueblos y de allí, de esos
pueblos y no de sus oligarquías surgen
los cadáveres, los mutilados, los enloquecidos, los huérfanos, las viudas, los
destrozos del patrimonio cultural de la humanidad. Eso por
un lado, por el otro, las oligarquías logran concentrar más poder dentro de sus
respectivos territorios y obtiene y acumulan más ganancias con dinero empapado
por la sangre de los pueblos en general.
Pero en esta guerra devastadora a los “estados mayores” se les escapó
un dato, la Segunda Guerra Mundial
no era una guerra “pura”; no era una guerra exclusivamente interimperialista.
Ahora había otros actores presentes, actores que no compraban el discurso de
los fascistas declarados, ni de los fascistas camuflados de democracia dentro
de los “aliados”. Estaban presentes territorios no capitalistas donde las
oligarquías financieras no podían operar. Y también estaban presentes y
organizados, en los países imperialistas, los movimientos de trabajadores,
conducidos por comunistas y socialistas, quienes, junto con el Ejército Rojo,
jugaron un papel fundamental en la derrota del fascismo más activo y
sanguinario.
Fueron los pueblos los que
reaccionaron, fue la “opinión pública” de esos países la que comenzó a exigir a
sus gobiernos actitudes más firmes, más comprometidas, más solidarias. Continúa…
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones
Económicas y Sociales (CIEYS)
11/12/2013
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