miércoles, 11 de diciembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS Nº 56

EL IMPERIALISMO Y SUS GUERRAS: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (1)

34.000.000 de muertos computa la nefasta e incompleta estadística, pues pueden haber sido cientos de miles más, esos seres humanos que nadie registra.

28.000.000 de mutilados, se agregan, sin contar con los efectos que sobre la mente de los “sanos” produjo la segunda guerra imperialista.

935 mil millones de dólares (de 1940 equivalente a 26.715.000 onzas de oro) sólo en gastos de guerra, mayor parte de éstos se convirtieron en “ganancia” de los imperialistas. Un simple cálculo: a 1300 dólares la onza, cotización de diciembre de 2013, ese importe aplicado a la destrucción y a la muerte equivale a 34.729.500.000.000 dólares (casi 35 billones de dólares 2013)

Miles de ciudades, poblados y bienes producidos por millones de trabajadores a través de los siglos, destruidos por el interés económico, por el capitalismo en su fase superior.

Después de finalizada la primera guerra mundial y después del surgimiento del primer país socialista sobre la tierra, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, los Estados Unidos, en conjunto con Francia e Inglaterra, adoptan medidas económicas y políticas destinadas a restaurar la industria pesada en Alemania. Para ello invierten miles de millones de dólares con un claro objetivo.

Desarrollan una potente industria militar que pretenden utilizar para derrocar a la Unión Soviética. Una poderosa fuerza de choque contra el primer país socialista de la historia. “El bebé debe ser ahogado en su cuna” expresaría Churchill.

Y diseñan una estrategia no muy novedosa: la segunda guerra mundial no se inicia como guerra mundial sino con una serie de “focos de lucha”.

El primer “foco” se produce en septiembre de 1931: Japón invade China. Para iniciar (y justificar) la invasión los japoneses utilizan “el viejo, poco original pero efectivo truco del imperialismo”, similar al utilizado por los yanquis en La Habana, para ingresar con argumentos a la guerra contra España: atentar contra su propio barco, el Maine.

Los japoneses hacen “volar” la línea del ferrocarril de Manchuria meridional, de su propiedad, culpando a los chinos y justificando la ocupación, contando para ello con la complicidad de Inglaterra y Francia, países que lideraban la Liga de las Naciones, liga destinadas a evitar nuevos conflictos. La mayor acción de estos dos países en esa liga consistió en nombrar la “Comisión Litton” que trataría la “internacionalización” de la zona ocupada, no el retiro de China los invasores japoneses.

Pero Japón no quiere compartir el saqueo con los otros imperialistas y por ello se va de la Liga de las Naciones en marzo de 1933. Es el año en que los nazis llegan al poder en Alemania proclamando, sin tapujos, que sus objetivos son el dominio del mundo por medios violentos, mostrándose a su vez, como el “baluarte de occidente contra el comunismo”. En octubre de 1933 Alemania toma la misma decisión que Japón: abandona la Liga de las Naciones, ya no hay que darle explicación a nadie.

En marzo de 1935, desconociendo la prohibición del tratado de Versalles, los nazis implantan el servicio militar obligatorio y comienzan a formar un poderoso ejército. Ese desconocimiento del tratado de Versalles es acompañado por Inglaterra, quien concertó en 1935 un “acuerdo naval” que le concedía a Alemania, el derecho de poseer marina de guerra. Supuestamente limitada, ya que el acuerdo contiene un párrafo que expresa “hasta el 35% del tonelaje de la potencia naval del imperio británico”.

También en 1935, la Italia fascista, respaldada por Francia e Inglaterra, ocupa Etiopía. Nada hace para impedirlo la Liga de las Naciones. En EEUU se aprueba una ley de “neutralidad” que indica no vender armas a los beligerantes. Ley por demás de clara: Italia tiene armas, Etiopía no. La URSS, en cambio, se pronuncia a favor del pueblo agredido.

En 1936 Alemania ocupa la zona desmilitarizada de Renania. En julio de ese año, Franco se amotina contra el régimen republicano, con el apoyo militar de la Alemania de Hitler y de la Italia fascista. La Liga de las Naciones no sólo no actúa, sino que, a través de su “Comité de no Intervención” impedía que la república española pudiese comprar armas. Mientras, los EEUU mantenían su ley de “neutralidad”, no vendiendo armas a los republicanos.

En julio de 1937 los japoneses atacan al ejército chino y avanzan a Peiping, pensando obtener una rápida victoria. Recibieron una inesperada sorpresa: la resistencia del ejército popular chino convirtió la esperada guerra relámpago en una guerra prolongada.

Alemania, Japón e Italia avasallan nuevos territorios ocupándolos: Manchuria, Etiopía y España iniciarían la lista. Lo habían logrado gracias a la complicidad activa de Francia, Inglaterra y los EEUU. Estas potencias permitían que el monstruo creciera pues su destino principal sería el de destruir la URSS.

En 1933 el gobierno soviético había analizado la situación y previsto su desarrollo. En febrero de ese año propone a sus “aliados” emitir una declaración común contra la agresión, propuesta que no es considerada. A fines de ese año la URSS propone ahora una resistencia activa común para frenar a los nazis, la que tampoco es considerada. Todos los países capitalistas aspiraban a que la maquinaria de guerra fascista barriera con la Unión Soviética, se dirigiera hacia ella y no hacia ellos.

A comienzos de 1934 los gobiernos soviéticos y francés intentan conformar un acuerdo, “el pacto oriental” de ayuda mutua entre la URSS, Checoslovaquia, Finlandia, Letonia, Estonia y Lituania y un tratado separado URSS-Francia como si Francia fuese uno más de los países mencionados. Mientras, a cambio, la URSS aceptaba reconocer a Francia el tratado de Locarno, firmado en 1925, que aseguraba las fronteras de Francia y Bélgica frente a Alemania. Papel importante en el armado del llamado “pacto oriental” lo cumple el estadista francés Luis Barthon.

En 1934 la URSS ingresa a la Liga de las Naciones y propone un sistema de seguridad colectiva contra la agresión, por la paz y por la defensa de los pueblos de China, España y Etiopía.

En 1935 la URSS concluye el tratado con Francia y Checoslovaquia. El gobierno burgués checo impone la cláusula de que la URSS podrá defenderlo de una agresión sólo si lo hace primero Francia. Poco después el gobierno francés, apoyado por Inglaterra, violará y anulará el tratado.

Francia, Inglaterra y los EEUU, sus gobiernos, incitan a la Alemania nazi, al agresor, a que ataque a la URSS. Les entregan, a cambio, varios países europeos.

En noviembre de 1937, el ministro inglés Lord Halifax se entrevista con Hitler. Encomia sus grandes “méritos por la lucha contra el comunismo” y le promete la ciudad de Danzig (Godnia), Austria y Checoslovaquia, expresándole que esos son “cambios en el orden europeo que, seguramente, tarde o temprano deberían acaecer”; y le solicitaba que, con el colmo de hipocresía, de ser posible, lo realizara “mediante una evolución pacífica”.

En la misma reunión, Lord Halifax manifiesta la disposición de Inglaterra y Francia de adherir al eje Berlín-Roma constituido en octubre de 1936, para que “ninguna de las cuatros potencias quedarán al margen, en forma alguna, de esa elaboración”. Ese gran eje tenía como objetivo la URSS: “el bebé debe ser ahogado en su cuna”.

No le fue bien a Halifax; no percibió que Hitler interpretaba sus deseos de una gran alianza como una manifestación de debilidad. Además, si la hacía, ¿qué quedaría para Alemania? No obstante ese primer fracaso, Inglaterra insiste y, en marzo de 1938, por intermedio de su embajador en Alemania, intenta llegar a un nuevo entendimiento, a “una verdadera y cordial amistad con Alemania”. Hitler interpretó que tenía vía libre para sus planes y, en efecto, la tenía. El 11 y 12 del mismo mes sus tropas ingresan a Austria y la ocupan. El 13 promulga la ley de su anexión a Alemania.

Los gobiernos de Inglaterra y Francia, con el beneplácito de los EEUU, aprobaron rápidamente el cambio. Sólo la URSS denunció el saqueo y el 17 de marzo convocó a otros gobiernos a detener la agresión y a no permitir el desencadenamiento de una nueva guerra mundial. La nota de convocatoria para que esa reunión se realizara decía: “mañana quizá sea tarde, pero hoy todavía puede hacerse si todos los estados, especialmente las grandes potencias, adoptan una posición sin ambigüedades en el problema de la salvación colectiva de la paz”.

Dicho mensaje no fue escuchado pues todo avanzaba según lo previsto, que era dejar que Alemania se apropiara inicialmente de territorio europeo para que luego ésta apunte, con toda su potencia, a destruir el sistema soviético. Los soviéticos lo sabían, pero lo que no sabían los franceses ni los ingleses era que Hitler no tenía intenciones de compartir con ellos sus conquistas.

Hitler apuntaba ahora a Checoslovaquia. Había que justificar la agresión y utiliza para ello a sus partidarios en ese país. Su estrategia arrancó con una supuesta discriminación contra los ciudadanos de origen alemán, discriminación contra el Partido de los Alemanes Sudetes, dirigidos por el fascista Geinlein quien, apoyado desde Berlín, organiza provocaciones e, incluso, una insurrección armada contra el gobierno checo.

Estaba vigente el tratado soviético-checo de 1935 suscripto en apartado por Francia, quien se vio obligado a cumplirlo por la presión popular en ese país. Hitler estima prudente postergar sus planes pero les recuerda, en especial a Inglaterra, de que Checoslovaquia ya había sido entregada.

Fue el temor a la reacción interna por la que Francia (acompañada por Inglaterra) decide “honrar” el tratado. Por lo tanto, hay que torcer esa reacción de sus pueblos, hay que cambiar esa reacción interna para que Hitler pueda ingresar, ocupar y anexar Checoslovaquia.

Y lo logran así: durante varios meses “bombardean” al pueblo a través de toda la prensa para que prevalezca la idea que Francia e Inglaterra no están preparadas para la guerra  y que el pueblo no tenía por qué embarcarse en una guerra ni morir por la defensa de un “lejano” país. Simultáneamente presionan al gobierno checo para que capitulara frente a Hitler y le recordaban a éste, a Alemania, que les facilitaban el camino, pero debía cumplir con el compromiso de atacar a la URSS.                                  Continúa


Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
10/12/2013



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