lunes, 4 de noviembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS Nº 34

TRABAJO, FUERZA DE TRABAJO Y SALARIO (1)

En el NOSOTROS O ELLOS Nº 33 comenzamos a hablar sobre “trabajo” explicando la distinción entre esa palabra y la “fuerza de trabajo. Señalábamos que trabajo es una relación, un proceso, una actividad conciente que se produce entre el hombre y la naturaleza y que, por otra parte, no es el trabajo (esa relación o proceso) lo que produce los bienes o la riqueza en el mundo, sino la fuerza de trabajo (ese gasto o consumo de energía física e intelectual del trabajador).

De allí que definíamos a esa fuerza de trabajo como la capacidad de cada uno de nosotros que poseemos para efectuar cualquier tipo de tareas. Como el conjunto de nuestras fuerzas físicas y espirituales que disponemos, para aplicar al proceso productivo.

La fuerza de trabajo es, por tanto, el gasto de energía físico e intelectual del que ejecuta la tarea, es de su propiedad y se la lleva con él a donde vaya.

Y esa fuerza de trabajo, propiedad del trabajador, es, en el sistema capitalista, una mercancía que, como toda mercancía, se vende y se compra. Siendo, el precio por ella pagado, el salario; salario que no lo determina el que vende su fuerza de trabajo sino el que la compra, quien es, generalmente, el propietario de los medios de producción.

Pero esa relación: “trabajo” la debemos ordenar de alguna manera para poder desentrañar los diversos papeles que juegan en nuestra sociedad.

CLASIFICACIÓN DE “TRABAJO”

Podemos clasificar esa relación entre hombre-naturaleza en base a las funciones que cumple. En nuestro análisis tratamos de ser lo científicamente más rigurosos posible, manteniendo como válida estas clasificaciones mientras no se demuestre su invalidez, es decir, no es, de ninguna manera, un análisis cerrado, pero hasta aquí avanzamos con la certeza de su razonabilidad.

Hemos desarrollado 8 clasificaciones fundamentales, siempre en “función de”: 1. Del momento en que se realiza; 2. Del valor que se logra; 3. Del conocimiento del que ejecuta la tarea; 4. De la cantidad producida en base a lo necesario; 5. De la distribución de la riqueza producida; 6. De la propiedad; 7. Del lugar que se ocupa en la producción y 8. Del desarrollo histórico de la experiencia.

  1. En función de momento en que se realiza: Hay un gasto de fuerza de trabajo que el trabajador está realizando en este momento en que ustedes, por ejemplo, están leyendo la presente nota. Ese trabajo que se está realizando ahora, donde se está consumiendo la energía física e intelectual del trabajador, Carlos Marx lo denominó: trabajo vivo.  ¿Qué sucede cuando el trabajador finaliza su tarea? ¿Desaparece el trabajo? De ninguna manera; ese gasto de energía se materializa dentro del producto terminado. Si el trabajador usaba, como objeto de su trabajo, maderas y con ello construye una silla, cuando ustedes se sientan en ella, se están sentando sobre la madera originaria de la naturaleza y sobre la fuerza de trabajo del trabajador materializado en la silla. Más sintéticamente: la silla (o cualquier objeto procesado) contiene dos valiosos elementos: a) materia prima que proviene de la naturaleza y b) fuerza de trabajo aplicada sobre esa materia prima para transformarla en un bien que satisfaga una necesidad (la de estar sentados). Marx denominó a ese trabajo incluido en el bien como trabajo pasado o pretérito.  ¿Qué importancia posee esta clasificación? La que determina que el trabajo vivo en la producción de bienes materiales va disminuyendo a la vez que se incrementa el trabajo pasado. Este fenómeno es notorio y responde a la existencia de nuevas y más sofisticadas herramientas donde en su momento se materializó el trabajo vivo de quienes las construyeron y, ahora, están, en gran parte, destinadas a reemplazar trabajadores, es decir, a reemplazar “trabajo vivo”. Una vieja fábrica de automotores contaba con 4 o 5 mil trabajadores, hoy, automatizada (robotizada), cuenta con un 10% de ellos (y produce más unidades y más perfectas).

  1. En función del valor: Si necesitamos una silla para sentarnos, vamos a una mueblería y la compramos. Así encontramos dos valores en esa silla: a) el valor de uso, el que nos permite sentarnos y no estar parados siempre y b) el valor de cambio, que hace que para tener la posesión de la silla debamos pagar una determinada cantidad de dinero (dinero que es también una mercancía y que más adelante veremos cómo se comporta). El trabajo, en función de la formación de esos dos valores, se clasifica en: a) trabajo concreto que es el que crea el valor de uso. Este trabajo “concreto” se refiere, en general, al oficio; ya que si el objeto o bien se trata de una silla es un carpintero el que actúa, si es una prenda de vestir, un trabajador textil, si es una pared, un obrero de la construcción, etc. Es decir, hay tantos trabajos concretos como oficios y sub-oficios existen. Y son los que producen, concretamente, todo lo que usamos; b) pero habíamos dicho que para poder sentarnos debíamos comprar la silla y allí encontramos un precio que debemos pagar por ella con una determinada cantidad de dinero equivalente a ese precio. Y ese precio, que es, aproximadamente, la exteriorización del valor de la mercancía; ¿de dónde surge? ¿Cómo se mide? Lo primero que podemos decir es que la unidad de medida está dada por la cantidad de horas de trabajo que se requiere para realizar el bien que adquirimos. La media social de esas horas de trabajo, ya que si el que hace la silla lo hace muy lentamente esa silla adquiriría un valor que haría imposible su venta. O si tomamos una navaja filosa y un pedazo de madera y nos ponemos a fabricar escarbadientes no podríamos menos que cobrar por cada uno alrededor de 20 pesos. Por ello la medida es en el trabajo social, no en el individual; es la media social en fuerza de trabajo vivo y pasado, es el trabajador en la línea y el trabajo materializado en los instrumentos (maquinarias y herramientas). Entonces, para poder medir y comparar productos tan distintos como puede ser una silla o un auto, lo primero que hay que hacer es abstraerse del oficio, es decir, abstraerse del trabajo concreto y determinar esa unidad de medida común a todas las cosas tan distintas entre sí. Esa unidad que surge de la abstracción es lo que Marx denominó trabajo abstracto. Es el que le otorga valor a los bienes que se ofrecen en el mercado, donde, además, operan otras leyes especulativas como la “de oferta y demanda” y la de “precios monopólicos”, sin que éstas leyes afecten o alcancen a modificar la “teoría del valor” sobre la que también escribiremos. Es interesante destacar la importancia de esa “media social” ya que los que se encuentran por arriba de ella (mayor costo) no son “competitivos” y tienden a desaparecer o ser absorbidos; y los que se encuentran por debajo (mayor eficiencia) se colocan en situación dominante en el mercado capitalista y eliminan competencia.

  1. En función del conocimiento necesario para ejecutar la tarea: Los gastos de energía física e intelectual  por parte de los trabajadores son muy diversos. Van desde la ejecución de una tarea muy simple, donde no es necesario conocimientos profundos (y donde prevalece el esfuerzo físico), hasta tareas muy complejas que requieren una especialización profunda (donde prevalece el esfuerzo intelectual). Marx clasificaba, desde este punto de vista, al trabajo del trabajador, en simple y complejo. Pero… ¿cómo medirlo? Podemos quizá acordar cuál es el trabajo más simple, aunque luego debemos enfrentarnos a grados de complejidad creciente, ya que no hay un trabajo simple y un trabajo complejo sino una gradual complejidad del trabajo simple que lo hace a éste más complejo. Entonces, aquí necesitamos también una “unidad de medida” y surge (así lo ve Carlos Marx) como lo más adecuado, atribuírsela al trabajo simple. De esa manera el trabajo complejo, en sus diversos grados de complejidad, se convierten en varias unidades de trabajo simple. Más unidades mientras más complejo sea el desarrollo de la tarea. Tomemos una tarea simple: limpiar un torno luego que el operario principal haya finalizado su turno: esa sería la unidad. ¿Y la del tornero? Podríamos decir, arbitrariamente, que el valor que produce el tornero es dos veces superior al que limpia la máquina; de esa manera, el trabajo realizado por el tornero equivales a dos unidades simples. Podríamos decir, aunque no es lo mismo, que el salario del obrero tornero sería el doble que el salario del obrero peón. Eso “aunque no es lo mismo” lo explicaremos más adelante ya que el valor de lo que produce la fuerza de trabajo no es sinónimo de salario, o, dicho de otra manera, lo que retribuye el salario es sólo una parte del nuevo valor que produce el trabajador con su gasto de energía. Ahora estamos necesitando saber cómo se pasa del trabajo simple al complejo y nuestra respuesta es: con más trabajo, así de sencilla. Los fenómenos, aún los más sencillos, requieren de una explicación coherente, la intentamos: tomemos por ejemplo el peón que limpia la máquina del tornero. Es joven e inquieto y le dice al operador del torno si puede ingresar un poco antes para observar cómo lo opera. Luego se anima con un “me deja probar” y de esa manera se va familiarizando con la máquina. En ese lapso, de varios días o meses, el peón fue gastando energía pero, a la vez, adquiriendo experiencia de lo que su maestro le trasmite y de su propio esfuerzo e interés. El peón sigue siendo peón, pero ya no lo es. Lo sigue siendo simplemente porque el patrón no lo cambió de categoría; y no lo cambió porque no necesita otro tornero, pero cuando el titular se fue, pues obtuvo un trabajo “mejor remunerado”, el patrón le ofrece el puesto, lógicamente, con un salario menor al que pagaba pero con igual exigencia. El joven se anotó en un colegio industrial nocturno público y aumentó su preparación gracias a docentes, a autores de libros especializados y al Estado. De esa manera fue incrementando sus conocimientos: con esfuerzo propio, con la fuerza de trabajo que consumían los docentes y con la fuerza de trabajo de los autores de los libros y de todos aquellos que hicieron posible que se editara, se comercializara y finalizara en una biblioteca o comprado por el interesado para leerlo y estudiar. De esa manera el inicial conocimiento, catalogado como trabajo simple, con esfuerzo propio y de terceros se va convirtiendo en un conocimiento que corresponde a un trabajo más complejo, sólo debe conseguir que un propietario de los medios de producción lo necesite y, además, se lo reconozca. Señalamos que, a medida de que la historia avanza, a medida de que la ciencia y la técnica se aplican cada vez más en los procesos productivos y de servicios, el trabajo simple tiende a reducirse y el complejo a aumentar. Hoy, para efectuar tareas de limpieza se utilizan máquinas que deben ser operadas por trabajadores que, además de conducir un vehículo, posean conocimientos de computación o similares. Ya no es una simple escoba aunque en muchas empresas la escoba siga siendo un medio de trabajo.  
 
En este artículo hemos recorrido tres de las ocho categorías y ya podemos observar algunas “extrañas” cuestiones: No se enseña ni en escuela ni en universidades este tipo de clasificación. No aparece la categoría Fuerza de Trabajo y se mantiene al trabajo como el responsable de la creación de nuevos bienes. No se considera al gasto de energía como el verdadero creador del nuevo valor (más adelante lo demostraremos con ejemplos concretos) y se subestima el conocimiento y las funciones que el trabajador realiza para que, en esa subestimación “cultural” parezca natural que deba agradecer al que le da trabajo, es decir, deba agradecer al que le da trabajo para explotarlo.

“Le da trabajo para explotarlo”, hemos afirmado nosotros como marxistas y bien pueden decirnos que exageramos, que la producción es una conjunción entre el capital y el trabajo, o un triángulo en donde en un vértice se encuentra el capital, en otro el trabajador y en el tercero el empresario y que cada uno de esos “factores” recibe lo que le corresponde: el capital recibe el interés financiero por prestarlo, el trabajador el salario por trabajar y el empresario la ganancia por ser emprendedor. Y todos felices comiendo perdices. Pero buzones ya no se pueden vender porque casi no hay, aunque lamentablemente hay muchos compradores. Vamos a leer, a continuación, lo que escribió uno de los padres de la Economía Política Liberal Burguesa, nos referimos a Adam Smith (1723-1790) un economista científico (capítulo V de “… la Riqueza de las Naciones”:

“Todo hombre es rico o pobre según el grado en que puedan gozar de las cosas necesarias, convenientes y gratas de la vida. Pero una vez establecida la división del trabajo, es sólo una parte muy pequeña de las mismas la que se puede procurar con esfuerzo personal. La mayor parte de ellas se conseguirán mediante el trabajo de otras personas, y será rico o pobre, de acuerdo con la cantidad de trabajo ajeno de que pueda disponer o se encuentre en condiciones de adquirir”

En el número 35 continuaremos con la clasificación del trabajo de acuerdo a sus funciones. En estas tres ya se vislumbra claramente de que hay un NOSOTROS (los trabajadores, los que mantenemos la vida) y un ELLOS, los que nos explotan, lo aceptemos o no.  Juan Gelman escribe, en la contratapa de Página 12 del domingo 3 de noviembre una nota que sugerimos sea leída. En ella se menciona que la tendencia a la concentración continúa e incluso se acelera en períodos de crisis del propio sistema, es decir, la crisis como gran negocio. Allí se menciona que un 0,7% de la población mundial controla el 41% de la riqueza mundial.  Que de la crisis que dejó sin trabajo a millones y sin viviendas a miles, surgieron 2,2 millones de nuevos millonarios. Y un artículo de Alfredo Zaiat en ese mismo diario menciona que en España hay 675 mil viviendas sin vender y unas 500 mil en construcción. ¿La solución para ese “desequilibrio”? Es muy simple: demolerlas, ya que es muy costoso mantenerlas. Y se basan en la “experiencia”  exitosa en Irlanda donde “terminar las viviendas es más costoso que derrumbarlas”.

NOSOTROS, los trabajadores, que mantenemos la vida  y ELLOS el capitalismo, que se encarga de destruirla.

Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
04/11/13

oscarnatalich@fibertel.com.ar.  

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