viernes, 8 de agosto de 2014


NOSOTROS O ELLOS Nº 143

LA PARADOJA DE LA HISTORIA: ISRAEL FASCISTA

En varias oportunidades hemos mencionado que el fascismo es la expresión política del imperialismo, a veces encubierta bajo una democracia formal que acepta sus reglas, otra bajo una dictadura militar que ejecuta sus reglas y, finalmente, de una manera descarnada y directa que es la fusión de todas las instituciones republicanas con los intereses de los grupos financieros más poderosos y belicistas que las reemplazan, asumiendo éstos todo los poderes que emanaban o emanan de ellas para allanar el camino a la obtención de sus objetivos.

El imperialismo es el capitalismo hoy, es el capitalismo “normal” de estos dos últimos siglos, capitalismo que se va concentrando velozmente donde pasa a predominar lo financiero sobre la producción, es decir, pasa a dominar la especulación sobre la generación de bienes materiales.

Pero no se encuentra disociado lo financiero con lo productivo, pues posee un mismo origen: el sistema capitalista. Simplemente se trata de la unión de la gran industria con los grandes bancos lo que generó el inicio de la denominada oligarquía financiera.

Y como el capitalismo industrial genera permanentemente exclusión e inequidad, los resultados son obvios para el propio capitalismo como sistema económico-social; señalaremos dos:

  1. Margina y excluye ciudadanos y al hacerlo excluye consumidores. En el informe mundial de desarrollo humano encontramos estos datos, que pueden incluso ser parciales: 2.500 millones de personas son pobres o “vulnerables a la pobreza”, lo que significa, para estos últimos, que un aumento del pan, de los alquileres o de los transportes lo colocan directamente bajo la “línea de la pobreza. De esos 2500 millones, la mitad se encuentran el lo que se denomina “pobreza extrema” y sobreviven con ingresos que no llegan al equivalente de 30 dólares mensuales. De esos 1250 millones, el 80% sufre de “desnutrición crónica”, es decir, son muertos con vida. Es de notar, en especial para compararlo con nuestro país, que el 90% de la población mundial carece de pensiones y de seguro de desempleo, que la desocupación le quita futuro a los jóvenes, ya que el 15% de los mismos no encuentran trabajo y el 60% de ellos realizan tareas en empleos precarios, informales (en negro) sin poseer ninguno de los derechos que las luchas de los trabajadores han obtenido en los últimos tres siglos. Los salarios relativos, es decir, qué porcentaje recibe un trabajador de la riqueza que con su trabajo produce, se han reducido considerablemente y, por ende, repercute en el salario real en la mayoría de ellos, que cobran más pesos y pueden adquirir con ellos menos bienes. La reducción de salarios relativos posee como efecto directo incrementar la brecha entre ricos y pobres, de esa manera hoy observamos con enorme indignación para las buenos ciudadanos que, las 85 personas más ricas del mundo poseen un patrimonio igual al de las 3.500 millones más pobres y que, dentro de los trabajadores se incluye a los gerentes de las grandes corporaciones, los “ejecutores” de los planes de empobrecimiento global, cuyos “honorarios” son desde 300 a 10 mil veces más que el de un trabajador especializado. Algunos de ellos “ganan” en un mes lo que un trabajador requiere toda su vida activa. Hace unos meses atrás, el mismo informe se refería a que 86 personas poseen más bienes que 3250 millones, en éste informe son 85 las personas y 3500 los que poseen igual valor en bienes. Esa tendencia a la concentración es una ley del capitalismo que el capitalismo no puede eludir y que se basa en la competencia interimperialista, competencia por el poder de dominar al mundo y obtener de ese dominio la mayor cuota de ganancias, pues, y esto debe ser considerado por todos los buenos creyentes, el capitalismo posee un solo Dios: el dios dinero, dios generador de sufrimientos, muertes, torturas, saqueos, destrucción, contaminación y, también, y eso es lo paradojal de ese sistema perverso, de la eliminación de consumidores.
  2. Reduce por exclusión a los consumidores pero no deja de incrementar la plusvalía, es decir, sus ganancias, producto de la aplicación (y apropiación) del conocimiento científico aplicado a la producción, que también es apropiado por el imperialismo. Es decir, el conocimiento desarrollado durante los seis mil años de historia escrita, acumulable a través de generaciones de trabajadores, científicos y filósofos es, en esta etapa del capitalismo, propiedad privada del mismo. ¿Qué pasa entonces? ¿Qué efectos se produce en la sociedad toda? La plusvalía, es decir, las ganancias que registran estas grandes corporaciones, no van a ser destinadas a la producción de bienes materiales porque, aunque los ciudadanos los requieran, hay 3500 millones de ellos que no pueden pagar. Pues el capitalismo se dirige exclusivamente a la “demanda solvente”, a los que poseen el dinero para pagar los bienes que el trabajador contratado y sus máquinas producen. De esa manera, el dinero de la plusvalía, de la ganancia, no se reinvierte, es decir, no se utiliza en reproducir sino se acumula como “capital financiero”. Y esa acumulación es potencial, año tras años se agregan nuevas “ganancias”. Y como ese capital es improductivo, es parasitario, su única misión es la especulación, el saqueo de naciones, el saqueo de empresas capitalistas más débiles, el saqueo de la sociedad toda a través de las especulaciones en alimentos, en viviendas, en salud y, lo más horrible, en la guerra como principal actividad productiva. A veces me tiento de salir del análisis científico y expresar con términos no académicos: ¡cómo se puede ser tan boludo de aceptar que criminales, saqueadores y genocidas sean los que rigen el futuro de la humanidad! Pero es necesario mantener la calma, pues esa “boludización global” también posee su explicación científica; se encuentra en el dominio cultural y también en los “fondos” que van a las ONG, a los periodistas mercenarios y a los “vendepatrias” que reclutan en cada país como lo hacen con Massa y Macri en el nuestro, por sólo nombrar a los dos más “lamebotas” y mediocres.

En síntesis, no existen dos capitalismos y éste es del capitalismo de hoy, sin duda más salvaje que el inicial, que ya era salvaje en su propia estructura. Recuerden, hagan memoria, que las jornadas laborales iniciales del capitalismo menos salvaje eran de 16 horas de lunes a sábado, que trabajaban los niños desde los 6 años y que, por ser la jornada tan extensa, debían los trabajadores y sus familias, “vivir” alrededor de las fábricas. Recuerden el saqueo colonial de los recursos naturales y el neocolonial de los recursos financieros y la deformación de la economía. Y más que nada recuerden que ese capitalismo nunca ofreció nada, ya que la jornada de ocho horas fue resultado de gestas heroicas de las luchas de los trabajadores y de sus partidos políticos.

Ese capitalismo de hoy, el imperialismo que tan bien, tan acertadamente anticipaba Lenin, es el que predomina y ha llegado a tal grado de concentración que los excluidos, los marginados, los 3500 millones de ciudadanos, están de más, son un estorbo y, de alguna manera, hay que sacarlos del medio.

Para ello hay que acostumbrar a la población mundial que el asesinato de indefensos niños, de mujeres y ancianos, de muchachos y muchachas es “habitual”, así es el ser humano”. Hay que familiarizan la muerte, observar, sentados desde una colina como lo hacen los colonos israelitas o en la pantalla de la televisión de todos los canales o en las redes sociales, la destrucción de los bienes como viviendas, electrodomésticos, muebles, enseres, libros, etc. Hay que acostumbrar a la sociedad de que allí está el poder omnipotente que puede asesinar a refugiados en escuelas, en hospitales, que puede destruir las plantas de agua potable, las de generación de energía, que puede impedir que la pesca para que no haya alimentos y la población se desespere cada vez más. Que cada observador “sepa” lo que le puede ocurrir si se rebela.

Y es tanto el poder del imperialismo que hasta un pueblo como el israelita, que fue brutalmente agredido por el régimen fascista, hoy apoya, masivamente al fascismo, se suma al genocidio olvidándose de su propia historia. Ello lleva a que surjan “representantes del pueblo israelí” tal como la “bella” asesina Ayelet Shaked, diputada por “La Casa Judía” y que se expresen de este modo (Ver NOSOTROS O ELLOS Nº 140):

“Detrás de cada terrorista se encuentran decenas de hombres y mujeres sin los cuales él no podría involucrarse en el terrorismo. Todos ellos son combatientes enemigos y, ciertamente, deben morir. Eso incluye también a las madres de los mártires que envían a sus hijos al infierno entre flores y besos. Los hijos de los hijos deberían seguir: nada sería más justo. Deben desaparecer, como asimismo los hogares donde se cría a las serpientes. De no ser así, muchas serpientes más pequeñas serán creadas.”

Con misiles y con especulación financiera, el fascismo está destruyendo la humanidad, pero no le va tan bien. Los israelitas desmemoriados han considerado que los ataques al pueblo de Gaza ha siso “un empate” (encuesta realizada a la población israelita en agosto). No hablan de triunfo, pero consideran empatar a asesinar a más de 2 mil palestinos, la mayoría niños y mujeres, equiparándolos al casi centenar de muertos por parte de los agresores. Pero lo cierto es que se equivocan y mucho, pues, tal como lo manifestara Carlos Aznárez en “resumen Latinoamericano” ocurrió todo lo contrario: “el pueblo palestino abrazó a sus hijos más corajudos, a esos que en las peores circunstancias de dieron batalla al enemigo”.   

Y esa es la esperanza del mundo, que el fascismo no se imponga, que los fondos buitres que lo dirigen junto con el complejo militar industrial no se impongan. La Unión Soviética fue el factor determinante de la derrota del intento de dominio mundial del fascismo al derrotarlo en la segunda guerra mundial. Los judíos, los buenos judíos, saben que así ha sido y saben también de los horrores de esa etapa del imperialismo. Hoy Israel no es el país de los judíos, es, en general, una colonia base de los EEUU y, en particular, un engranaje del fascismo financiero internacional.

Tal como sucedió en el 45, el fascismo debe ser derrotado, tanto en el plano militar (con el logro de la paz en el mundo), como en el financiero. Un mundo sin genocidas, sin criminales de guantes blancos que matan de hambre y enfermedades a 19 mil niños por día, sin especuladores, sin mercenarios a su servicio, sin traidores “locales”, ES POSIBLE.


Oscar Natalichio
Centro de Estudios Económicos y Sociales (CIEYS)
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08/08/2014

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