NOSOTROS O ELLOS Nº 115
LAS CAUSAS DE TODAS LAS COSAS.
De TALES a LENIN. Un repaso sobre la historia
de la Filosofía y los filósofos.
13. Las tres etapas: De Tales
a Lenin: Los Sofistas
Los Sofistas (Hacer del saber una profesión): Protágoras (484-411 a .n.e.) y Gorgias (485-377 a .n.e.)
¿Hay una verdad no opinable? “El único
criterio real de verdad es la experiencia individual ya que no hay leyes
externas ni verdades objetivas, sólo hay opiniones”. El “logos” puede ser
también utilizado para mentir (la retórica): quien crea poseer la verdad
buscará argumentos convincentes fundados,
quien carezca de verdades empleará argumentos
persuasivos válidos. “Las palabras pueden engañar porque los hombres no
tienen representaciones seguras del pasado y del futuro”. Con relación a la
verdad, los idealistas consideran que ella es subjetiva, es decir, que depende
del hombre ya que es quien determina por sí mismo la veracidad de sus
conocimientos sin tener en cuenta el estado real de las cosas. Protágoras
expresa ello al afirmar “el hombre es la medida de todas las cosas”.
El término fenómeno, en filosofía, indica lo que de una
cosa aparece en contraposición a lo que es en sí misma. Se llama fenomenismo a
la idea de que el conocimiento humano no puede considerar a la realidad en modo
absoluto y objetivo, sino observar o percibir en ella las apariencias. Fueron
los sofistas los que iniciaron la doctrina fenomenista con fuerte significado
subjetivo, relativo y escéptico: no hay verdades absolutas (relativismo), no
hay afirmaciones universales, todo depende del sujeto y de la situación en que
se encuentre.
Gorgias sostiene
tres tesis que son las más extremas de toda la filosofía:
1. Nada existe;
2. Si algo existiera no podrá ser pensado y
3. Si algo
existiera y pudiera ser pensado, no podría, en cualquier caso, ser comunicado
ni explicado.
Muchos lo
consideran una osadía retórica, otros una broma dialéctica para desconcertar al
auditorio. En realidad utilizaba esas tesis para él mismo probar lo contrario y
con ello afirmar que no hay verdad absoluta e incontrovertible, sino sólo
opiniones. Que no existe ningún logos, sino sólo retórica, que el mundo no es
dominado por la razón sino por el azar.
Fenomenismo:
Idea de que el conocimiento humano no puede considerar la
realidad en modo absoluto y objetivo, sino sólo percibir en ellas las
apariencias (los fenómenos).
Relativismo:
No hay verdades absolutas, ya que cualquier afirmación es
siempre relativa al punto de vista personal, a la sociedad a la que pertenece y
al modo de pensar.
Retórica:
El lenguaje es un medio a través del que los hombres
establecen las recíprocas posiciones de poder: “el logos puede ser también
utilizado para mentir”.
“Protágoras,
contemporáneo de Demócrito, era partidario de la democracia griega. Su
filosofía es, en el fondo, materialista. Reconoce la existencia del mundo
material, la mutabilidad de la materia, su “fluidez”… “Pero en los problemas
del conocimiento se inclinaba hacia el idealismo, diciendo “el hombre es la
medida de todas las cosas”. Cada hombre, a juicio de Protágoras, concibe al
mundo a su manera; no puede haber un conocimiento fidedigno del mundo. Lo que a
uno le parece verídico a otro puede resultarle falso.”
“Gorgias… se acercó
más que Protágoras al idealismo subjetivo y al escepticismo. Negaba la
posibilidad de un conocimiento auténtico y exacto del mundo; también dudaba de
la existencia objetiva de la naturaleza” SHEGLOV.
Al principio, la
palabra “sofista” se les adjudicaba a los eruditos en cualquier ciencia, en
especial se los designaba así a los maestros de filosofía, matemáticas,
mitología, ética y, muy especialmente, a los que querían dominar el arte de la
elocuencia (retórica y oratoria).
En la ciudad estado
Atenas, el arte de la elocuencia era un arma indispensable para actuar en las
asambleas, en los tribunales y en las polémicas en general. Señalemos que en
los tribunales no había fiscales ni abogados y que cada uno debía defenderse
personalmente y el que acusaba debía sostener convincentemente su acusación.
Era habitual que se formularan falsos cargos, por tanto, el dominio de la
oratoria se tornaba muy valioso para defenderse o dar precisión a las ideas.
Los ciudadanos recurrían a los sofistas para salvar esta limitación.
Conocemos esta
anécdota:
Un joven le solicita a Protágoras que le enseñe retórica
y dialéctica. El maestro acepta y acuerda con él un contrato que estipula que
el estudiante debería pagarle una suma de dinero (como honorario) sólo en el
caso de que ganara su primer proceso judicial.
Más adelante, ya terminado los estudios, el joven (en su
primer proceso) se niega a intervenir en el juicio. Protágoras declara que le
iniciará un proceso ya que, cualquier decisión del tribunal le sería siempre
favorable ya que, si el discípulo ganaba, debía pagarle de acuerdo con lo
acordado en el contrato; y sí, por el contrario, perdía, también debería
pagarle ya que esa sería la resolución de la justicia.
El alumno, que había aprendido muy bien las enseñanzas de
su maestro, respondió que en ningún caso le corresponde pagar; si perdía el
proceso no pagaba pues así lo señalaba el contrato y si lo ganaba era porque el
tribunal fallaba a su favor, cómo iba a pagar por un juicio que ganaba.
Esa doble
“solución” es lo que se denomina “dilema” y eran muy utilizados por los
sofistas en las polémicas y con fines pedagógicos. Se planteaban problemas como
éste: “¿Mentiría una persona que miente y al mismo tiempo reconoce que lo que
dice es mentira?
Los sofistas
iniciales no crearon una escuela filosófica determinada. Algunos sofistas eran
partidarios de la democracia y otros, de la aristocracia. Les
interesaba profundizar sobre el pensamiento humano, sobre el papel del hombre
en la vida social, sobre las costumbres y las leyes. En general no
incursionaban sobre las ciencias naturales salvo cuando las requerían para
comprender alguna situación de la vida social.
Afirmaban que tanto
las leyes como las costumbres poseen un carácter relativo. Que cada pueblo
tiene sus leyes y sus costumbres. Que los que unos consideran vergonzoso y
malo, puede ser digno y bueno para otros.
Los sofistas fueron
los promotores del “contrato social”, según el cual estados, leyes y costumbres
son el resultado de un “acuerdo” entre las personas, acuerdo conciente y
voluntario, en que “dioses y seres fantásticos” no intervenían para nada.
Jenofonte afirmaba que es el hombre el creador de todo lo existente y es, por
ello, el que creo a los dioses a su imagen y semejanza.
Los sofistas no
eran homogéneos en sus teorías y eso era característico en ellos: la tesis de
la relatividad de las concepciones, de las normas éticas, de las formas de
apreciar los fenómenos de la vida, es colocada por Protágoras como un principio
general filosófico, al sintetizar:
“El hombre es la
medida de todas las cosas: de las que son, por cuanto son, y de las que no son,
por cuanto no son”.
Si bien los
sofistas iniciales se encargaron de demostrar con muchos ejemplos que no
existen dioses, creencias y hábitos religiosos universales o permanentes,
Protágoras se abstenía de emitir juicio sobre ellos, con relación a este tema
afirmaba que no podía emitir juicio alguno. Expresaba:
“No puedo decir si
los dioses existen o no existen, pues muchos son los obstáculos que impiden
saberlo: la oscuridad del problema y la brevedad de la vida humana”.
Muchos aspectos de
los sofistas se conocen por Platón, pero éste filósofo despreciaba a los
sofistas, decía que trataban de presentar lo “débil” como “fuerte”, las falsas
razones como valederas. Para él Protágoras era un individuo que intenta salir
de apuros señalando que el signo que permite distinguir entre el conocimiento y
la ignorancia es la utilidad: es verdadero lo que es útil. Y se preguntaba “¿Y
el los casos en que lo útil para unos es perjudicial para otros?”
Los sofistas fueron
degradándose a la par de la decadencia de Grecia. Quedaron reducida a una
escuela en donde se enseñaba cómo derrotar verbalmente al adversario sin
importar si éste poseía o no la razón. Terminaban defendiendo “con pasión”
hipótesis y tesis en manifiesta contradicción con la realidad.
Obras:
Como escribió que
era imposible afirmar tanto la existencia como la inexistencia de los dioses,
Pitágoras fue expulsado de Atenas y sus obras fueron quemadas en la plaza de
esa ciudad estado. Gorgias, quien vivió viajando por toda Grecia, ejercía con
enorme éxito la retórica y la vida sana que lo llevó a morir a los 108 años. Se
le atribuye tres obras: “Sobre la naturaleza y el no-ser”; “Elogio a Elena” y
“Apología de Palamedes”.
Centro de Estudios Económicos y
Sociales (CIEYS)
1º de Mayo. Día del trabajador.
oscarnatalich@fibertel.com.ar
Próximo capítulo:
14. Las tres etapas: De Tales
a Lenin: El Siglo de Pericles - SÓCRATES.
No hay comentarios:
Publicar un comentario