LAS MUJERES DE NUESTRA AMÉRICA: 7. MICAELA
BASTIDAS – JUANA AZURDUY
Esta introducción es para sólo este número. Cuando leemos los diarios, o escuchamos en
radio o vemos en la TV a mujeres “periodistas”, dirigentes opositoras (políticas,
gremiales, comentaristas, etc.) de diversos signos, pero todas ellas jugando
para la extrema derecha, observamos sus puntos en común con los hombres.
- Son traidoras esas afortunadamente pocas,
que nacieron aquí, aunque se consideren “argentinas”, operan para
potencias extranjeras, en este caso, operan para los grandes grupos
concentrados, para los monopolios, para el imperialismo, para esa
predominante oligarquía financiera.
- Son mercenarias todas esas que
ensucian su origen de mujer. Su traición a los más elementales principios
no es siquiera un sentimiento, es una profesión (es un “servicio” que
prestan), por lo tanto, como cualquier trabajo, perciben un salario tanto
en blanco como en negro por la vergonzosa tarea de mentir, engañar y
ocultar verdades. Son las que sirven a una potencia extrajera, las que
operan a cambio de una paga y otras ventajas adicionales, como ser,
algunos “premios” o “condecoraciones” para los grupos que generan 19 mil
niños muertos por día.
- Algunas de
ellas alcanzan la categoría de criminales, es decir, su trabajo es contribuir
a asesinar a aquellos que los “jefes” le señalan. También de generar caos
y crear situaciones de “inseguridad”. Funciona así justificando (desde los
medios, desde el Congreso o desde los juzgados) el gatillo fácil, los
extraños “suicidios”, y los premeditados incendios donde se quema
documentación comprometedora. También los crímenes directos cometidos por
sus patrones.
- Son, por
excelencia, mediocres. En
especial maledicientes. José
Ingenieros definía así a este tipo de “humano”: “La maledicencia es una
serpiente que se insinúa en la conversación de los envilecidos: sus
vértebras son nombres propios, articuladas por los verbos más equívocos
del diccionario para arrastrar un cuerpo cuyas escamas son calificativos
pavorosos”. “El malediciente, cobarde entre todos los envenenadores, está
seguro de la impunidad, por eso es despreciable…” “Los mediocres deben ser
juzgados por la intérlope función que desempeñan en la sociedad:
abiertamente nociva a todo idealismo que importe un esfuerzo hacia
cualquier perfección”.
- ¿No creen
ustedes que Mirta Legrand, que Mercedes Ninci, que María Santillán, que
Elisa Carrió, que Patricia Bullrich y otros especimenes encuadran
perfectamente en estas definiciones? Incluso me atrevería a afirmar que superan
lo descrito por ese gran personaje de nuestra historia que sigue siendo
José Ingenieros. Pero la inmensa mayoría de mujeres no son así.
- Como mencionamos grandes personajes de
nuestra historia, no vamos a referir a esas grandes mujeres, que modelaron
Nuestra América con sólidos principios, muy lejanos de la mediocridad de algunas
y de la maledicencia de otras. Mujeres patriotas y nunca traidoras. Mujeres
con grandes ideales y nada de mediocridad. Mujeres valientes y no
cobardes. Mujeres justas y no asesinas ni cómplices de asesinos. Mujeres
Madres.
- Mujeres en donde sus acciones son
inmortales y de una grandeza que éstas nombradas enanas al servicio de la
oligarquía financiera jamás podrán alcanzar aunque se esfuercen todas sus
vidas.
HOY DOS GRANDES MUJERES: MICAELA BASTIDAS Y
JUANA AZURDUY
Micaela Bastidas Puyuqawua vivió
pocos años, desde su nacimiento en 1744 hasta su ejecución el 1781. Sólo 37
años. Pero esos 37 años demostraron en esta muy bella mujer, su temple, su
heroísmo, su voluntad indestructible y su entrega a una causa justa: la libertad.
Cuando estaba por cumplir los 16
años esta joven heroína contrae matrimonio con José Gabriel Condorcanqui, que
se conoce más como Túpac Amaru II.
Su apellido materno proviene de
su madre, mujer indígena y el paterno de un español, de esa manera su origen
era Zamba (amerindia) y su coraje, adquirido por el ejemplo y las enseñanzas de
su marido, a quien aconsejó y quien no hubiese sido derrotado y asesinado si
hubiese seguido sus acertados consejos:
“Chepe mío, estás perdiendo el
tiempo; hasta cuándo me vas a llenar de pesadumbres; por qué te equivocas, o
por qué no marchas al Cuzco… Bastantes advertencias te di para que
inmediatamente fueras al Cuzco, pero hasta ahora has dado todas las batallas
dándoles tiempo para que se prevengan, como lo han hecho poniendo cañones en el
cerro Picchio y otras tramoyas tan peligrosas que ya no eres sujeto a darle
avance”.
Micaela no fue la única mujer que
intervino con gran valor, junto a ellas se sumaron Cecilia Amaru y Tomasa
Condemayta, todas acompañadas por
grandes grupos de mujeres quechuas y aymaras.
Por no escuchar a Micaela, por no
tomar Cuzco cuando las condiciones eran propicias y darle espacio al enemigo a
fortalecer esa ciudad, Túpac Amaru es derrotado y tomado prisionero junto a esa
gran mujer, su esposa y sus dos hijos, de 18 y 10 años.
El 18 de mayo de 1781 “la gran civilización europea” y la España feudal
viven su día de fiesta. Micaela y Túpac son obligados a presenciar la muerte de
su hijo. Luego le tocó el turno a ella. Subió altiva y enfrentando con
resistencia a sus verdugos cuya primer sanguinaria acción era cortarle la lengua. Se dice que no
lo pudieron hacer en vida, que primero hubo que matarla. Dos “civilizados”
españoles, ante la tenaz resistencia de esta gigantesca y delgada mujer, le colocaron
una soga al cuello mientras de un lado y otro tiraban con fuerza. No moría y
recurrieron al garrote. No moría y finalizaron su “cristiana labor” matándola a
patadas sobre todo el cuerpo, en especial en los pechos.
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Juana Azurduy vivió muchos años. Nació en
Bolivia, en el departamento de Chuquisaca el 12 de julio de 1780 y vivó 82
años, falleciendo en Sucre el 25 de mayo de 1862.
Se casó con Manuel Ascencio
Padilla (nacido en el Virreinato del Perú), quién desde Cochabamba se plegó a
la Revolución de Mayo y reconoció a la Primera Junta y por ello fue designado comandante
civil y militar de una amplia zona que abarcaba, además de esa ciudad,
Chuquisaca y Santa Cruz de la
Sierra. Juana había participado activamente en la Revolución
del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca.
Cuando los maturrangos
recuperaron el control del Alto Perú, el 20 de junio de 1811 tras la batalla de
Huaqui, colocaron en prisión a Juana y sus cuatro hijos y confiscaron todas las
tierras propiedad de ellos y sus familias. Padilla, en una acción sorpresiva
logra rescatarlos y en 1812 Juana y su marido se colocaron a las órdenes del
general Manuel Belgrano, jefe del Ejército del Norte. Padilla es muerto el 14
de septiembre de 1816 y su cabeza
mostrada sobre una punta de lanza en la Plaza de La Laguna. En esa batalla
Juana fue herida y su marido muere al recatarla.
Belgrano nombró a Padilla coronel
sin saber que había sido muerto por los maturrangos y cuando se entera nombra
teniente coronel a Juana Azurduy. No sólo le mataron al marido cuando fue
herida en la batalla, antes habían secuestrado a sus cuatro hijos matando a los
dos varones y utilizando como señuelo a las dos niñas. Padilla logra rescatar a
éstas en una nueva acción temeraria.
Juana organizó el batallón
“Leales” y luego de la derrota de Ayohuma del 9 de noviembre de 1813 pasan, con
su marido, a realizar acciones de guerrillas contra el invasor colonial. Juana
combate valerosamente, continúa luego de la muerte de Padilla y pasa a unirse a
Martín Miguel de Güemes hasta su muerte en 1821. A partir de allí le
espera el reconocimiento de los burgueses y hacendados: la soledad y la
miseria.
En 1825, luego de visitarla el Libertador Simón Bolívar, al observar la
miserable situación en que vivía esa enorme mujer, avergonzado, la ascendió al
grado de coronel y le otorgó una pensión. Luego de comenta
al mariscal Antonio José de Sucre: “Este país no debería llamarse
Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo
hicieron libres.”
Otra gran mujer, Manuela Sáenz, que también posee el
grado de Coronel, le escribe el 8 de diciembre de 1825: “El
Libertador Bolívar me ha comentado la honda emoción que vivió al compartir con
el General Sucre, Lanza y el Estado Mayor del Ejército Colombiano, la visita
que le realizaron para reconocerles sus sacrificios por la libertad y la
independencia…”
Pero Juana regresa a la miseria
al dejar de percibir su pensión en 1830. Reclama sus bienes confiscados por los
maturrangos al gobierno de Bolivia quien se lo niega y como respuesta el
gobierno de José María Linares le quita definitivamente la pensión que le había
sido otorgada por el Libertador Simón Bolívar y aumentada por el General Sucre.
Murió, con la sola compañía de su única hija sobreviviente, en medio de
la miseria y del temporal olvido, cuando iba a cumplir los 82 años.
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Las mujeres han siempre jugado un enorme papel en la historia de la humanidad. Durante
los 50 mil años de la sociedad primitiva o el denominado comunismo primitivo,
las mujeres conducían las tribus, administrando sus escasos bienes de manera
colectiva. Era la época del matriarcado y de la distribución justa. Cuando se
inicia la historia de las sociedades divididas en clases sociales antagónicas,
cuando se inicia el esclavismo, la mujer pasa a ser la más explotada y
maltratada. Así hasta nuestros días, pese a las “mejoras” logradas.
En Economía Política siempre resaltamos que en el mundo existen dos
tipos de reproducción que hacen a la vida: una, producto del trabajo que genera
día a día los medios de subsistencia que necesitamos para vivir y otra la reproducción de la vida misma,
reproducción que se produce dentro del vientre da la mujer y que garantiza que
nuestra especie continúe.
El producto que consumimos
contiene trabajo, el nacimiento de un nuevo ser: AMOR. En honor a las madres y
a las MADRES, vamos desde el CIEYS a reproducir la primera parte del poema “UN
DÍA” de Pablo Neruda:
A ti, amor, este día
a ti te lo consagro.
Nació azul, con un ala
blanca en mitad del cielo.
Llegó la luz
a la inmovilidad de los cipreses
Los seres diminutos
salieron a la orilla de una hoja
o a la mancha del sol en una piedra.
Y el día sigue azul
hasta que entre en la noche como un río
y haga temblar la sombra con sus aguas azules.
A ti, amor, este día.
Oscar Natalichio
8 de marzo –DÍA DE LA MUJER
Nuestro homenaje desde el Centro
de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
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