lunes, 2 de diciembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS Nº 49

VALOR

Como es habitual en nuestros análisis, comenzaremos por el diccionario para interpretar lo que éste define como “valor”. Como posee 13 acepciones, sólo vamos a tomar la que para el diccionario es la principal y aquellas otras que posean algún tipo de vinculación con la categoría valor que vamos a desarrollar.

Acepción 1: Grado de utilidad o aptitud de las cosas, para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite.

Acepción 2: Cualidad de las cosas en virtud de la cual se da, por poseerlas, cierta suma de dinero o equivalente.

Acepción 7: Rédito, fruto o producto de una hacienda, estado o empleo.

Acepción 13: Títulos representativos o anotaciones en cuenta de participación en sociedades, de cantidades prestadas, de mercaderías, de depósitos y de fondos monetarios.

Ahora daremos nuestra definición que, de rehacer el diccionario, pasaría a ser la acepción 1:

VALOR: TRABAJO SOCIAL MATERIALIZADO EN LA MERCANCÍA.

Aclaramos que ello no significa, de nuestra parte, desconocer las otras acepciones, sino que, al no incluir la más importante de ellas, el diccionario, quienes son los responsables de compilarlo, miran hacia otro lado, en especial cuando una definición puede, potencialmente, servir para demostrar la naturaleza real de un fenómeno, pues saberlo “conspira” contra el “sistema legal” vigente.

Pero no todo se puede tapar, y por ello los académicos lo camuflan (le otorgan apariencias para que puedan confundir o engañar). Es el caso de las acepciones 1, 2, 7 y 13, las que se encuentran “camufladas” No son falsas, sólo ocultan las verdaderas causas.

La acepción 1 se refiere a un tipo de valor, al valor de uso que debe poseer toda cosa y que significa que esa cosa satisface una necesidad individual o productiva, material o espiritual, Si esa cosa no posee valor de uso, si no satisface esa necesidad y no proporciona bienestar o deleite, o ayuda a mejorar nuestra vida, la misma carece de valor.  Esas cosas, además, poseen una fuerte vinculación con la historia, con los hábitos y costumbres, con la regionalidad, etc. Por ejemplo: Hemos decidido convocar a cualquiera de ustedes que posea dinero para iniciar un emprendimiento industrial. ¿Qué produciríamos? Preguntan los interesados. Vamos a producir carretas para se arrastradas por bueyes, le respondemos. Al escuchar nuestra respuesta en el año 2013, lo primero que surgiría es una sonrisa acompañada de un movimiento oscilante de la cabeza o, directamente dirían: nos están cargando. ¿Sería la misma respuesta si ello lo hubiésemos planteado en 1800? La carreta ya no posee valor de uso social, la podríamos producir, pero nadie la compraría y por ello nadie la produce. La silla posee un valor de uso, satisface una necesidad, debemos estar sentados en algún momento del día y la silla sirve para ello, pero si producimos sillas con clavos de punta en la asentadera, nadie que no sea masoquista la compraría. El valor de uso es el valor primario y necesario para que la cosa se fabrique.

La acepción 2 se refiere al valor de cambio sin definirlo como tal. Nadie regala nada (y menos en el capitalismo), por tanto, si ustedes quieren sentarse deben usar una silla y deben comprarla y deben pagar por ella una suma de dinero (pesos) o equivalente (trueque) ¿Por qué? Porque posee valor de uso.

La acepción 7 se refiere, en una de sus partes, a la plusvalía o a la especulación y en otra parte a la remuneración, a lo que percibimos como salario por nuestra venta de la Fuerza de Trabajo. Cuando se inicia un trabajo productivo (lo hemos explicado) se lo hace con el objetivo de incorporar valor a cosas que ya lo poseen, pero en menor grado. De ese nuevo valor que se incorpora, una parte va al salario y otra queda como “ganancias” o plusvalía. Es cierto, como dice el diccionario: da “réditos”.

La acepción 13 está definiendo lo que es Capital Ficticio, donde se juntan, títulos, acciones, bonos, especulación, morbosidad e ingenuidad entre otras cuestiones. Todos esos papeles, que se definen también como valores, se “negocian en una “bolsa” que se define en consonancia: Bolsa de Valores.

Habiendo pasado revisa a esas acepciones de la Real Academia Española, nos dedicaremos a explicar el porqué de nuestra definición y la pretensión de considerarla como acepción 1. Pero antes, y continuando con ejemplos simplificados que ofuscan a muchos académicos, le pedimos nos acompañen en el siguiente razonamiento (teniendo siempre a mano nuestro correo donde pueden expresar sus indignaciones):

Tomemos dos objetos, dos cosas, dos mercancías: un tenedor de acero y una locomotora para un tren de alta velocidad. Son, ciertamente, cosas muy distintas, ¡un miserable tenedor comparado con una elegante y veloz locomotora! Ambas cosas poseen “valor de uso” y ambas cosas poseen, por tener valor de uso, valor de cambio (o, simplemente: valor). Hay diferencias; cualquiera de nosotros podemos comprar un tenedor, pero no está a nuestro alcance comprar una locomotora, además, el tenedor para nosotros mantiene su valor de uso, pero la locomotora, por más espacio que logremos en el patio (si lo tenemos), dejaríamos afuera su valor de uso. Si fuese un vagón comedor o dormitorio o vagón común quizá le podríamos dar un uso práctico, pero, lo cierto es que las dos cosas poseen valor de uso y por eso se fabrican, una está al alcance de nuestro presupuesto y la otra no pensamos jamás en adquirirla, hasta que en este tonto ejemplo alguien se lo señala. En realidad estamos señalando, de manera contundente, que el valor de uso de las cosas no es para todos, sino que responde al tiempo (como el ejemplo de las carretas), a los hábitos (dormir sobre alfombras o sobre camas) y, a si ese valor de uso es para consumo (producto final) o para producir otros bienes (materia prima, producto intermedio).

No obstante esa tremenda diferencia que existe entre un tenedor y una locomotora de alta velocidad, hay dos cosas que poseen en común y son básicas, no sólo para esos dos objetos sino para todos los objetos que existen, que vemos, vimos y veremos, sean metálicos, de madera, de papel, de plástico, de tierra, orgánicos o inorgánicos, minúsculos o enormes, dulces o amargos, etc. ¿Cuáles son esas dos cosas?

Todos ellos están fabricados con productos extraídos originalmente de la naturaleza.

Todos ellos contienen Fuerza de Trabajo materializada dentro de sí.

Si el tenedor y la locomotora no tienen incorporada la fuerza de trabajo del ser humano no habría ni tenedor ni locomotora y la materia prima utilizada quedaría con roca con contenido de hierro tal como en la naturaleza surgió.  ¿Es así? Afirmamos, rotundamente, que es así. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia está en la cantidad.

Ustedes, inmediatamente, observarán que un tenedor pesa unos 100 gramos y una locomotora pesa varias toneladas, de allí pueden deducir que es lógico que posea más valor una locomotora que un tenedor pues posee más materia obtenida de la naturaleza. En ese ejemplo, en caso de que lo piensen de esa manera, nosotros les afirmamos que es un error, que no es así, que los productos de la naturaleza no poseen valor, que se encuentran allí desde hace millones de años, 4,6 mil millones de años que fue donde se formó nuestro sistema solar con ocho planetas más uno enano, más 140 lunas conocidas, más millones de cuerpos menores. Dentro de este enjambre, cuatro planetas son rocosos y, gracias ello, en el nuestro hay, desde hace 4,6 mil millones de años, rocas que contienen mineral de hierro, lo que fue descubierto por el hombre en el siglo XII antes de nuestra era, o sea, hace 4 mil años. Vemos estos números comparativos:

Roca conteniendo hierro: 4.600.000.000.000 años
Período utilizando hierro:                     4.000 años

¿Es la roca la que le da valor al tenedor o a la locomotora? Para nada: la roca es gratis como el aire. Si el tenedor y la locomotora han adquirido valor es otra cuestión y si posee la locomotora más valor que el tenedor es por la cantidad mayor de esa otra cosa que debe ser utilizada para producir.

Esa otra cosa es la utilización de la Fuerza de Trabajo del Trabajador. Utilización que se realiza en buscar y encontrar rocas que contengan mineral de hierro, en construir herramientas que permitan extraerlas, trasladarlas, procesarlas, fundirlas, laminarlas, etc. hasta que llegan a un taller como materia prima. En cada etapa se va incrementado el valor del producto intermedio en consonancia con la cantidad de FT utilizada, la cantidad de horas materializadas en lo que al final sería la lámina de hierro, esas que ustedes ven en los rodillos que peligrosamente transportan camiones por las rutas.

Vamos a suponer que la tonelada de acero inoxidable laminado se venda a 15.000 dólares (moneda aún mundial) ¿Qué son esos 15 mil dólares dentro de una tonelada? El trabajo de miles de personas, en gasto de esa Fuerza de Trabajo materializada en la tonelada de acero inoxidable. Ese valor, ese trabajo social materializado, es el que adquiere el taller que fabrica tenedores y el que fabrica locomotoras.

Con una tonelada de acero inoxidable, el que produce tenedores de 100 gramos puede convertirlos en 10.000 unidades, que ya incorporan de la lámina su trabajo histórico de 1,5 dólar por unidad.

Por otra parte la locomotora es de 100 toneladas (las hay desde 50 hasta 150) y por ello incorpora por unidad 1.500.000 dólares sólo en acero.

Y, a partir de allí, cada producto debe materializar el trabajo vivo que se realiza donde se está construyendo, siendo, obviamente, la producción de tenedores más fácil y más sencilla que la de una locomotora. Se requiere muchísima más fuerza de trabajo para terminar una locomotora que un tenedor.

Este recorrido obvio que estamos realizando nos permite demostrar que el valor es creado por la fuerza de  
Trabajo, por el consumo de energía física e intelectual que se materializa en el producto terminado. Cuanto más trabajo materializado contenga un bien, sea este un escarbadientes o una casa de madera, más valor adquirirá. Ese valor, lo paga en dinero el que lo adquiere, y ese dinero, como lo hemos explicado, proviene del circuito de la distribución de la riqueza, donde una parte, como salario, la recibe el trabajador y otra, como plusvalía, queda en manos del propietario de los medios de producción. Otras leyes menores actúan en el capitalismo, son de base especulativa, como oferta y demanda o precios de monopolios.

El mundo capitalista es así. Si queremos que no sea esa su característica, si queremos que no sea la explotación del hombre la que genere tanta miseria en un planeta donde hay tanta riqueza, debemos cambiarlo, simplemente cambiarlo. La historia, sus leyes, nos ayudan, pero, desgraciadamente, la historia la hacen los hombres y no Dios, por esa razón, salir del sistema capitalista es mucho más difícil que producir locomotoras y requiere de valentía, ciencia, consciencia, organización, constancia, paciencia y unidad de todos los trabajadores para lograrlo. Lo bueno es que se puede, y que hay ejemplos.

Oscar Natalichio
02/12/2013
Centro de Investigación Económico y Sociales (CIEYS)



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