NOSOTROS O ELLOS Nº 39
CAPITAL, CAPITALISTA Y CAPITALISMO (1)
Hemos desarrollado, en números anteriores de NOSOTROS O ELLOS, la
categoría “trabajo” y hemos
determinado (demostrado) que el trabajo es
una relación entre las personas y la naturaleza, que esa relación se pone
en marcha mediante el trabajador, que en esa marcha el trabajador utiliza su Fuerza de Trabajo, el trabajo vivo, para
con ella y con las cosas extraídas originalmente de la naturaleza, más, con los
instrumentos que utiliza, crear un nuevo bien, una nueva riqueza que, en
definitiva, es la que mantiene la vida sobre el planeta. Toda la riqueza existente es
producida por la Fuerza de Trabajo del Trabajador. Esa FT, ese “trabajo
vivo” es el que se materializa en el nuevo bien. Parte de esa riqueza la
consumimos para poder continuar existiendo y otra parte la utilizamos. Pero
hay excedentes, y esos pueden acumularse como reserva social o como
atesoramiento privado.
Considerando que el trabajador es el responsable único de la producción
de toda la riqueza existente (trabaje con
sus manos, con el aporte de herramientas que mejoran la calidad y eficiencia de
su trabajo o controlando el buen funcionamiento de sistemas de producción
altamente sofisticados), podemos afirmar que ya contamos con un elemento
surgido del análisis que nos va a ser muy útil para aclarar de dónde proviene
el capital. Para ello comenzaremos con la definición que recibe esa categoría en
el diccionario de nuestra lengua, sin la menor intensión de quedarlos con lo
que allí éste define:
Para el diccionario, la primera acepción de capital es perteneciente, o relativo a la cabeza, la
segunda se refiere a la doctrina cristiana (los siete pecados “capitales”), la
tercera sobre una población principal. “La Capital”; la cuarta sobre algo muy
grande: “virtud capital”, la nueve sobre alguna actividad principal en una
región: Mendoza, “capital” del vino, la diez a la “Letra Mayúscula ”
y la once a una saliente en el trazado de una fortaleza. No vamos a usar nada
de esto. Vemos que la acepción cinco se refiere a: “hacienda, caudal, patrimonio”; la seis a: “valor de lo que, de manera periódica o accidental,
rinde u ocasiona rentas, intereses o frutos”; la siete a: “cantidad de dinero que se presta, se impone
o se deja a censo sobre una o varias fincas, sobre todo cuando es de alguna
importancia”; la ocho a: “factor de producción constituido por inmuebles, maquinarias e
instalaciones de cualquier género que, en colaboración con otros factores, principalmente el trabajo, se destina a la producción de bienes”.
Vamos a afirmar categóricamente que ninguna de esas acepciones del
diccionario de la Real Academia
Española se acerca a una real definición de lo que es el
capital. No obstante, siempre existe algo que rescatar y a ese algo lo hemos
señalado en negrita, pero sabiendo
que son especies de “chispazos” obligados por la realidad, que la misma
acepción luego diluye al mezclarlos con otros conceptos y palabras comunes. La acepción
ocho es la que más se aproxima, pero no a la definición de capital sino a una
de sus clasificaciones (capital fijo y también como parte del capital
constante), que, además, incluye la falacia de agregar “en colaboración” con
otros factores, “principalmente el trabajo”.
Siempre señalamos que el diccionario no es neutro y al tomar la
definición de una palabra de éste debemos señalar, a la vez, si hay intereses
económicos, políticos y sociales detrás. Este caso, de cómo el diccionario define
la palabra capital, es demostrativo de lo que estamos afirmando: la no
neutralidad en las definiciones, es real.
Pero una cosa es decirlo y otra demostrarlo. ¿Estamos de acuerdo de que
toda la riqueza que se produce es generada por el trabajador? ¿Tenemos aún
dudas de ello? Creemos que no, si la hay al final está el correo donde
libremente pueden expresarse sabiendo, además, que nunca damos por cerrada
definitivamente una definición (ni un fenómeno) y estamos dispuestos a cambiar
si se demuestra que no estamos en lo cierto y a defender lo afirmado si no se lo
demuestra. Ahora avancemos: toda la riqueza es producida por el trabajo del
trabajador. Toda, sin excepción. El capital se forma con la acumulación de esa
riqueza creada por la fuerza de trabajo y se forma pues esa riqueza no queda
para el que la genera, sino la toma alguien, que puede ser un Estado o un
“capitalista”. Formado de esa manera el capital adquiere gran valor, y nada nos
impide entonces definirlo de esta manera: acepción una: trabajo acumulado que se le ha expropiado al productor de los bienes
materiales y espirituales (productor
es el que produce, es el trabajador);
acepción dos: valor que, como
resultado de la explotación de los obreros asalariados, produce plusvalía; acepción
tres: valor (plusvalía) que se que se
acrecienta en la reproducción; acepción cuatro: determinada relación social de producción, correspondiente a una
determinada relación histórica de la sociedad, que toma cuerpo en una cosa
material y le infunde un carácter social específico; acepción cinco: dinero cuando éste es aplicado a la compra
de medios de producción y fuerza de trabajo (capital monetario).
Hemos determinado catorce clasificaciones fundamentales de “capital” que
desarrollaremos de aquí en adelante y ellas son:
- En función de la plusvalía: capital monetario, capital productivo,
capital industrial, capital mercantil y capital comercial.
- En función del valor: capital constante y
capital variable.
- En función de su movilidad: capital fijo y capital circulante.
- En función del atesoramiento y de la
especulación: capital usurario,
capital de préstamo, capital bancario, capital financiero y capital
ficticio.
Esas catorce clasificaciones concentradas en cuatro funciones (en
función de qué…) nos van a permitir ir observando, paso a paso, el
comportamiento del capital en sus distintas modalidades a las que luego
agregaremos otras categorías vinculadas, también importantes, como son: centralización del capital, concentración
del capital, ciclos del capital, rotación del capital y circulación del
capital.
Vamos a utilizar la abstracción de una manera desmedida, que es la forma
que más nos gusta. Vamos a suponer que ustedes, unos cien de ustedes, estén
cursando esta materia en un gran salón donde Juan y yo dictamos este curso. Y
tenemos que explicar cómo se forma el capital originario: entonces reducimos la
iluminación a una semi-penumbra, Juan cierra aparatosamente los accesos con
llave y regresa al frente de la
clase. Yo les pido, de muy buena manera, que ustedes, los
cien, coloquen todas sus pertenencias, sean en dinero o en especies, sobre
nuestro, mientras, Juan, para sacarlos de la sorpresa de que estoy solicitando,
extrae de su portafolio una ametralladora y la va armando rápidamente,
efectuando unos disparos a la pared para comprobar que funciona. Una vez que
los oyentes se dieron cuenta que no se trataba de una broma (uno recibió un
balazo en una pierna), comenzaron involuntariamente a dejar todas sus
pertenencias. Entonces, Juan se dirige a una de las puertas cerrada y la abre
eligiendo e indicando a, al menos 70 de los concurrentes, que se retiren, los que
hacen con premura. A los otros se les pide calma, entonces yo anuncio que con
este capital original que de esa manera logramos, con Juan iniciaremos una
empresa y necesitamos veinte operarios y que, “quienes se ofrecen” primero,
obtendrán el puesto.
Parece un cuento ¿no? Sin embargo, la acumulación originaria del capital
fue realizado de similar manera, salvo que, en vez de un curso de 100 personas,
se trató de países y continentes que albergaban a millones de personas y que,
saqueos y genocidios mediante, posibilitaron el desarrollo del capitalismo. La
acumulación originaria del capital es:
Un proceso histórico de transformación
violenta de los productores directos (campesinos y artesanos
fundamentalmente) en obreros asalariados y de las riquezas saqueadas a pueblos
y naciones, entre ellas las mercancías en stock, los medios de producción (en
especial la tierra), las materias primas y los tesoros, etc., para ser
convertidos en capital monetario al servicio de esa nueva formación
económica social que surgía y que se denomina capitalismo.
Una vez finalizado el período inicial de saqueo, el capital pasa a
incrementarse, como fuente principal, por medio de la plusvalía.
¿Qué es, entonces, esa categoría tan vital para el capitalismo, ese
titulado “capital monetario”?
Es común escuchar a personas decir “estoy ahorrando para tener un
capital de reserva para enfrentar alguna emergencia”. La acumulación de dinero de por sí es atesoramiento, no es capital
aunque por costumbre así lo llamemos. Podemos convertir en capital ese
atesoramiento si decidimos invertir el dinero en un proyecto productivo, es
decir, utilizar el dinero para comprar la materia prima, las maquinarias y la
fuerza de trabajo. Sólo en ese caso el dinero se convierte en capital. ¿Qué
tipo de capital? Monetario, pues es dinero que habíamos atesorado y pronto va a
dejar de ser dinero, ya que lo vamos a gastar. ¿Con que objetivo? Con el de
obtener un incremento de ese dinero a través de la plusvalía (a través de
obtener ganancia en la actividad productiva iniciada).
Carlos Marx señalaba cuál era la fórmula más simple del capitalismo: D
> M > D´, fórmula que, pese a su simpleza, contiene en su despliegue todo
lo que representa y es este sistema en el cual gran parte de la humanidad todavía
lo sufre.
Adelantaremos, pues luego desarrollaremos esta ecuación con detalles que
nos permitirán conocer muchos fenómenos, entre ellos el inevitable predominio
del capital financiero en el mundo bajo el sistema capitalista, que la D
inicial es el capital monetario, que > M > es el proceso donde se genera
el nuevo valor, el proceso industrial y que D´ no es nada más que la D inicial
incrementada por la plusvalía, es decir es D + p (capital monetario inicial más
la plusvalía obtenida en ese ciclo).
De esta manera definimos al capital monetario como la suma de dinero transformada en capital, es decir, en valor, y destinada a la obtención de plusvalía. También
habíamos anticipado que el capital monetario inicial (la D inicial) dura poco,
ya que debe gastarse en comprar la materia prima y las herramientas y
maquinarias necesarias para elaborar un nuevo bien y deben, además, contratar
trabajadores (comprar su fuerza de trabajo) para que esas materias primas y
esas maquinarias se pongan en funcionamiento. El capital monetario pasa, de esa manera, a transformarse en capital
productivo.
Y si bien la D inicial, o sea, el capital monetario inicial, se
convierte rápidamente en capital productivo, lo hace pues el final de un ciclo
productivo se lo resucita con mayor valor (D´ o D + p). Y de paso diremos que
el final de ese ciclo requiere no sólo de la producción de un nuevo bien, sino
de su comercialización (venta) y cobranza del mismo, ya que la plusvalía se
produce con la producción del bien, pero se realiza en el mercado, en el
consumo y en el uso. Sólo de esa manera la D inicial se convierte en D´. Es
decir, el capital monetario aparece, en el nuevo ciclo, incrementado.
Tenemos para rato, son catorce las clasificaciones y hemos incursionado
en la primera. En
nuestro caso, la paciencia es una virtud, pero no tan grande como la curiosidad
por aproximarnos a la verdad.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones
Económicas y Sociales (CIEYS)
12/11/2013
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