martes, 12 de noviembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS Nº 39

CAPITAL, CAPITALISTA Y CAPITALISMO (1)

Hemos desarrollado, en números anteriores de NOSOTROS O ELLOS, la categoría “trabajo” y hemos determinado (demostrado) que el trabajo es una relación entre las personas y la naturaleza, que esa relación se pone en marcha mediante el trabajador, que en esa marcha el trabajador utiliza su Fuerza de Trabajo, el trabajo vivo, para con ella y con las cosas extraídas originalmente de la naturaleza, más, con los instrumentos que utiliza, crear un nuevo bien, una nueva riqueza que, en definitiva, es la que mantiene la vida sobre el planeta. Toda la riqueza existente es producida por la Fuerza de Trabajo del Trabajador. Esa FT, ese “trabajo vivo” es el que se materializa en el nuevo bien. Parte de esa riqueza la consumimos para poder continuar existiendo y otra parte la utilizamos. Pero hay excedentes, y esos pueden acumularse como reserva social o como atesoramiento privado.

Considerando que el trabajador es el responsable único de la producción de toda la riqueza existente (trabaje con sus manos, con el aporte de herramientas que mejoran la calidad y eficiencia de su trabajo o controlando el buen funcionamiento de sistemas de producción altamente sofisticados), podemos afirmar que ya contamos con un elemento surgido del análisis que nos va a ser muy útil para aclarar de dónde proviene el capital. Para ello comenzaremos con la definición que recibe esa categoría en el diccionario de nuestra lengua, sin la menor intensión de quedarlos con lo que allí éste define:

Para el diccionario, la primera acepción de capital es perteneciente, o relativo a la cabeza, la segunda se refiere a la doctrina cristiana (los siete pecados “capitales”), la tercera sobre una población principal. “La Capital”; la cuarta sobre algo muy grande: “virtud capital”, la nueve sobre alguna actividad principal en una región: Mendoza, “capital” del vino, la diez a la “Letra Mayúscula” y la once a una saliente en el trazado de una fortaleza. No vamos a usar nada de esto. Vemos que la acepción cinco se refiere a: “hacienda, caudal, patrimonio”; la seis a: “valor de lo que, de manera periódica o accidental, rinde u ocasiona rentas, intereses o frutos”; la siete a: “cantidad de dinero que se presta, se impone o se deja a censo sobre una o varias fincas, sobre todo cuando es de alguna importancia”; la ocho a: “factor de producción constituido por inmuebles, maquinarias e instalaciones de cualquier género que, en colaboración con otros factores, principalmente el trabajo, se destina a la producción de bienes”.

Vamos a afirmar categóricamente que ninguna de esas acepciones del diccionario de la Real Academia Española se acerca a una real definición de lo que es el capital. No obstante, siempre existe algo que rescatar y a ese algo lo hemos señalado en negrita, pero sabiendo que son especies de “chispazos” obligados por la realidad, que la misma acepción luego diluye al mezclarlos con otros conceptos y palabras comunes. La acepción ocho es la que más se aproxima, pero no a la definición de capital sino a una de sus clasificaciones (capital fijo y también como parte del capital constante), que, además, incluye la falacia de agregar “en colaboración” con otros factores, “principalmente el trabajo”.

Siempre señalamos que el diccionario no es neutro y al tomar la definición de una palabra de éste debemos señalar, a la vez, si hay intereses económicos, políticos y sociales detrás. Este caso, de cómo el diccionario define la palabra capital, es demostrativo de lo que estamos afirmando: la no neutralidad en las definiciones, es real.

Pero una cosa es decirlo y otra demostrarlo. ¿Estamos de acuerdo de que toda la riqueza que se produce es generada por el trabajador? ¿Tenemos aún dudas de ello? Creemos que no, si la hay al final está el correo donde libremente pueden expresarse sabiendo, además, que nunca damos por cerrada definitivamente una definición (ni un fenómeno) y estamos dispuestos a cambiar si se demuestra que no estamos en lo cierto y a defender lo afirmado si no se lo demuestra. Ahora avancemos: toda la riqueza es producida por el trabajo del trabajador. Toda, sin excepción. El capital se forma con la acumulación de esa riqueza creada por la fuerza de trabajo y se forma pues esa riqueza no queda para el que la genera, sino la toma alguien, que puede ser un Estado o un “capitalista”. Formado de esa manera el capital adquiere gran valor, y nada nos impide entonces definirlo de esta manera: acepción una: trabajo acumulado que se le ha expropiado al productor de los bienes materiales y espirituales (productor es el que produce, es el trabajador); acepción dos: valor que, como resultado de la explotación de los obreros asalariados, produce plusvalía; acepción tres: valor (plusvalía) que se que se acrecienta en la reproducción; acepción cuatro: determinada relación social de producción, correspondiente a una determinada relación histórica de la sociedad, que toma cuerpo en una cosa material y le infunde un carácter social específico; acepción cinco: dinero cuando éste es aplicado a la compra de medios de producción y fuerza de trabajo (capital monetario).

Hemos determinado catorce clasificaciones fundamentales de “capital” que desarrollaremos de aquí en adelante y ellas son:

  1. En función de la plusvalía: capital monetario, capital productivo, capital industrial, capital mercantil y capital comercial.
  2. En función del valor: capital constante y capital variable.
  3. En función de su movilidad: capital fijo y capital circulante.
  4. En función del atesoramiento y de la especulación: capital usurario, capital de préstamo, capital bancario, capital financiero y capital ficticio.

Esas catorce clasificaciones concentradas en cuatro funciones (en función de qué…) nos van a permitir ir observando, paso a paso, el comportamiento del capital en sus distintas modalidades a las que luego agregaremos otras categorías vinculadas, también importantes, como son: centralización del capital, concentración del capital, ciclos del capital, rotación del capital y circulación del capital.

Vamos a utilizar la abstracción de una manera desmedida, que es la forma que más nos gusta. Vamos a suponer que ustedes, unos cien de ustedes, estén cursando esta materia en un gran salón donde Juan y yo dictamos este curso. Y tenemos que explicar cómo se forma el capital originario: entonces reducimos la iluminación a una semi-penumbra, Juan cierra aparatosamente los accesos con llave y regresa al frente de la clase. Yo les pido, de muy buena manera, que ustedes, los cien, coloquen todas sus pertenencias, sean en dinero o en especies, sobre nuestro, mientras, Juan, para sacarlos de la sorpresa de que estoy solicitando, extrae de su portafolio una ametralladora y la va armando rápidamente, efectuando unos disparos a la pared para comprobar que funciona. Una vez que los oyentes se dieron cuenta que no se trataba de una broma (uno recibió un balazo en una pierna), comenzaron involuntariamente a dejar todas sus pertenencias. Entonces, Juan se dirige a una de las puertas cerrada y la abre eligiendo e indicando a, al menos 70 de los concurrentes, que se retiren, los que hacen con premura. A los otros se les pide calma, entonces yo anuncio que con este capital original que de esa manera logramos, con Juan iniciaremos una empresa y necesitamos veinte operarios y que, “quienes se ofrecen” primero, obtendrán el puesto.

Parece un cuento ¿no? Sin embargo, la acumulación originaria del capital fue realizado de similar manera, salvo que, en vez de un curso de 100 personas, se trató de países y continentes que albergaban a millones de personas y que, saqueos y genocidios mediante, posibilitaron el desarrollo del capitalismo. La acumulación originaria del capital es:

Un proceso histórico de transformación violenta de los productores directos (campesinos y artesanos fundamentalmente) en obreros asalariados y de las riquezas saqueadas a pueblos y naciones, entre ellas las mercancías en stock, los medios de producción (en especial la tierra), las materias primas y los tesoros, etc., para ser convertidos en capital monetario al servicio de esa nueva formación económica social que surgía y que se denomina capitalismo.

Una vez finalizado el período inicial de saqueo, el capital pasa a incrementarse, como fuente principal, por medio de la plusvalía.

¿Qué es, entonces, esa categoría tan vital para el capitalismo, ese titulado “capital monetario”?

Es común escuchar a personas decir “estoy ahorrando para tener un capital de reserva para enfrentar alguna emergencia”. La acumulación de dinero de por sí es atesoramiento, no es capital aunque por costumbre así lo llamemos. Podemos convertir en capital ese atesoramiento si decidimos invertir el dinero en un proyecto productivo, es decir, utilizar el dinero para comprar la materia prima, las maquinarias y la fuerza de trabajo. Sólo en ese caso el dinero se convierte en capital. ¿Qué tipo de capital? Monetario, pues es dinero que habíamos atesorado y pronto va a dejar de ser dinero, ya que lo vamos a gastar. ¿Con que objetivo? Con el de obtener un incremento de ese dinero a través de la plusvalía (a través de obtener ganancia en la actividad productiva iniciada).

Carlos Marx señalaba cuál era la fórmula más simple del capitalismo: D > M > D´, fórmula que, pese a su simpleza, contiene en su despliegue todo lo que representa y es este sistema en el cual gran parte de la humanidad todavía lo sufre.

Adelantaremos, pues luego desarrollaremos esta ecuación con detalles que nos permitirán conocer muchos fenómenos, entre ellos el inevitable predominio del capital financiero en el mundo bajo el sistema capitalista, que la D inicial es el capital monetario, que > M > es el proceso donde se genera el nuevo valor, el proceso industrial y que D´ no es nada más que la D inicial incrementada por la plusvalía, es decir es D + p (capital monetario inicial más la plusvalía obtenida en ese ciclo).

De esta manera definimos al capital monetario como la suma de dinero transformada en capital, es decir, en valor,  y destinada a la obtención de plusvalía. También habíamos anticipado que el capital monetario inicial (la D inicial) dura poco, ya que debe gastarse en comprar la materia prima y las herramientas y maquinarias necesarias para elaborar un nuevo bien y deben, además, contratar trabajadores (comprar su fuerza de trabajo) para que esas materias primas y esas maquinarias se pongan en funcionamiento. El capital monetario pasa, de esa manera, a transformarse en capital productivo.

Y si bien la D inicial, o sea, el capital monetario inicial, se convierte rápidamente en capital productivo, lo hace pues el final de un ciclo productivo se lo resucita con mayor valor (D´ o D + p). Y de paso diremos que el final de ese ciclo requiere no sólo de la producción de un nuevo bien, sino de su comercialización (venta) y cobranza del mismo, ya que la plusvalía se produce con la producción del bien, pero se realiza en el mercado, en el consumo y en el uso. Sólo de esa manera la D inicial se convierte en D´. Es decir, el capital monetario aparece, en el nuevo ciclo, incrementado.

Tenemos para rato, son catorce las clasificaciones y hemos incursionado en la primera. En nuestro caso, la paciencia es una virtud, pero no tan grande como la curiosidad por aproximarnos a la verdad.

Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
12/11/2013



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