viernes, 20 de septiembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS PARTE 17

CRISIS ESTRUCTURAL Y CRISIS COYUNTURAL EN LOS MODOS DE PRODUCCIÓN

Cuando nos referimos a una crisis coyuntural estamos señalando las crisis periódicas propias del modo de producción vigente, en este caso la formación económico-social capitalista, que no ponen en riesgo a dicha formación ya que son parte integrante de la misma, donde esas crisis “la resuelven” en breves plazos y donde, una vez “superada”, se regresa a actividad cotidiana.

Las crisis coyunturales son frecuentes dentro del modo de producción capitalista y se resuelven, como había mencionado, en plazos cortos. De esta manera es correcto afirmar dos aspectos: a) una crisis coyuntural no es de largo plazo y b) son múltiples crisis y su constante e inevitable repetición sirve para demostrar la naturaleza del sistema. En cambio, la crisis estructural es sólo una, que posee principio y fin. Ambos extremos, principio y fin son reflejados en cambios progresivos que se producen en la sociedad. El período que va desde el inicio hasta el final de la crisis estructural no es breve, al contrario, es muy prolongado, y ese período, si bien su duración es de difícil estimación, indica claramente que se ha comenzado a recorrer el camino de la sustitución de un modo de producción (el vigente) por otro modo de producción más progresivo (el que lo reemplaza).

A ese período prolongado lo podemos denominar como la transición de una formación económica social a otra y, como tal, es un período complejo, lleno de contradicciones, donde es fácil confundirse, pues en la transición conviven (también inevitablemente) dos sistemas: el que está destinado a desaparecer pero aún posee el poder y el que se encuentra en condiciones de reemplazarlo pero aún debe madurar.

Daré ejemplos sobre las dos tipos de crisis mencionadas:

  1. La crisis coyuntural es, esencialmente, una “crisis de superproducción”. La producción de bienes materiales en el capitalismo no deriva de una planificación previa acordada entre las empresas propietarias de los medios de producción (materias primas, maquinarias, instalaciones, etc.) ya que el capitalista compite con otro capitalista por el dominio del mercado. Es una competencia feroz, donde “todo vale”, desde el saqueo, al espionaje, al asesinato, al soborno, a las guerras y a los genocidios. Pero además, el capitalismo se dirige a la “demanda solvente”, es decir, a aquellos que poseen dinero para pagar y con ello comprar lo producido. No les interesa la demanda global, que es muy superior a la solvente (producto de la inequidad), pues el único objetivo del modo de producción capitalista, el único –repito- es realizar la plusvalía obtenida mediante la explotación al trabajador, lo que significa convertir esa plusvalía en dinero “constante y sonante” y ello sólo lo logra con el solvente, sea ese solvente, personas, empresas o el Estado. Ese triángulo formado por la no planificación (anarquía), la competencia entre ellos y la solvencia necesaria del “consumidor” es el que produce las crisis coyunturales de la que el capitalismo sale destruyendo o paralizando las “fuerzas productivas”, es decir, dejando de producir durante el período necesario para descargar de sus almacenes el stock de mercancías producidas en exceso. Se observa con claridad esas crisis en la industria automotriz, por ejemplo, donde la acumulación de vehículos no vendidos obliga a las empresas a paralizar las actividades. ¿Quién asume el costo? Cuando se deja de producir se frenan las fuerzas productivas. Éstas se integran con cuatro componentes: las materias primas, las maquinarias, el conocimiento científico y la fuerza de trabajo. Al frenarse la producción, las materias primas y las maquinarias no se utilizan, el conocimiento científico se paraliza, pero esos tres elementos no “sufren”. Los que sufren son los trabajadores, no sólo de la empresa que los suspende (la automotriz en este caso) sino de todas las demás empresas vinculadas al proceso productivo y de venta: desde las proveedoras hasta las comercializadoras. Por eso es correcto afirmar que las crisis coyunturales la pagan exclusivamente los trabajadores en primer lugar y, en segundo lugar, las empresas más débiles (PYMES) que no pueden soportar el paro de las actividades aunque ello sea de corta duración. Las crisis coyunturales se manifiestan en todos los rubros de la producción, independientes unos de otros.
  2. La crisis estructural es una crisis del sistema en su conjunto y comienza cuando éste ya no posee el dominio global del planeta. Comienza cuando el sistema que lo va a reemplazar empieza a quitarle espacio. La Gran Revolución Rusa marca el inicio de la crisis estructural del capitalismo, así como la Revolución Francesa marcaba el inicio de la crisis estructural del feudalismo. Ambas revoluciones, la francesa y la soviética no se consolidaron; a la francesa le siguió la restauración monárquica y a la soviética la restauración capitalista, pero la iniciación de la crisis estructural  no tiene retroceso y, pese a esas “derrotas” avanza hacia su destino histórico ya que éste dependen de leyes que “no se pueden burlar ni torcer” como decía el “CHE”, aunque hay que advertir que, si bien esas leyes existen, la historia la hacen los hombres, las masas, donde el motor principal es la lucha de clases. La crisis estructural es una “crisis histórica” y se monta fundamentalmente sobre la maduración de las condiciones subjetivas, mientras que las crisis coyunturales son crisis temporales y se montan fundamentalmente sobre las condiciones objetivas. la crisis estructural posee la incidencia de las leyes que indican claramente el inevitable enfrentamiento entre las fuerzas productivas, que están capacitadas para alimentar a la demanda global, contra las relaciones de producción capitalista, que están orientadas a la demanda solvente. Las crisis coyunturales son, esencialmente, crisis de oferta y demanda. Cuando el capitalismo ingresa en la etapa de la crisis estructural, se produce un marcado fenómeno en las crisis coyunturales: éstas son más frecuentes y algo más extensas en el tiempo.

La transición, tema que no es objeto de desarrollo en esta nota, no es un camino recto. Hay (y lo hemos vivido) avances y retrocesos. Más en esta transición, que va del capitalismo al socialismo hay novedades, ya que por primera vez en la historia se trata de transitar a una sociedad donde la propiedad privada sobre los medios de producción, la explotación del hombre por el hombre (el trabajo vivo) y la propiedad sobre el conocimiento (trabajo histórico acumulado) no van a formar parte de la misma. En las anteriores transiciones, del esclavismo al feudalismo y del feudalismo al capitalismo, nunca estuvo en juego cambiar la propiedad privada ni la explotación, sino el darle a las mismas, “formas más eficientes”.

Estamos pues hablando de una transición mucho más compleja, que debe producir cambios históricos profundos y de nuevo tipo, que debe desterrar hábitos y costumbres arraigados desde siglos atrás, que debe enfrentarse a situaciones confusas y a un enemigo que aún posee dominio cultural y dominio bélico, y además, es una transición donde se pone en juego la existencia misma de la humanidad.

Esta transición incluye a muchos, debe interesar a casi toda la población, ya que es la vida misma la que se pone en juego. Esta transición es necesaria recorrerla tratando de evitar las trampas y laberintos a los que el dominio cultural del imperialismo conduce a gran parte de la población. En esta transición la unidad de la población mundial por la defensa de la vida, por la paz, por la justicia social es tarea urgente. Esa inmensa función de unir todo lo distinto pero que tienen de común enfrentar a un mismo y poderoso enemigo, requiere utilizar ciencia, paciencia y conciencia y, además, reconocer que no pensamos iguales pero que debemos marchar juntos. Es decir, respetar al que es aliado en la defensa de la vida.

¿Por qué debemos unirnos? Porque el imperialismo, segunda y definitiva fase del capitalismo, no sólo explota a los trabajadores, sino elimina a los capitalistas más débiles, proletariza a grandes sectores de la población, orienta la producción hacia la demanda solvente y genera guerras y destrucciones de donde luego se realimenta montado sobre millones de cadáveres. Además, va predominando cada vez más y a mayor ritmo, el capital financiero, parasitario y depredador, sobre el capital industrial, generador de bienes materiales y espirituales producidos por la fuerza de trabajo física e intelectual del trabajador.

Trabajadores, campesinos, estudiantes, intelectuales, amas de casa, niños y ancianos, comerciantes, pequeños y medianos empresarios, prestadores de servicios, cuentapropistas,  no poseen un futuro digno y por ello deben integrarse en una marea humana dispuesta a proteger la vida y la dignidad. Sólo en el socialismo ello es posible, pero son muchos los que deben estar de esta vereda y no lo entienden o no lo aceptan. Son los que creen que hay margen para construir un capitalismo con rostro humano. Saber que no es posible es una ventaja. Criticar al que cree que es posible es un error. Tenemos que transitar juntos un largo y complicado camino y es en ese recorrido, juntos, es donde todos vamos a ir modificando nuestra conducta y logrando más claridad en los objetivos. TODOS,

Estamos atravesando una década histórica donde en nuestra patria chica y en nuestra patria grande se han producido cambios de enorme importancia es esta marcha hacia una sociedad de nuevo tipo, con las limitaciones que le imponen el grado de desarrollo de la conciencia social, el grado de organización de las masas, la potencialidad de los liderazgos, las historias, hábitos y culturas propias o ajenas implantadas.

La unidad de medida es sencilla. No hace falta ser erudito o politólogo, hace falta no ser analfabeto funcional, de romper con el dominio que los medios, de los que privilegian la muerte a la vida, llevan adelante. La unidad de medida es sencilla y está al alcance de todos, no de los “especialistas” que embarran la cancha para confundir, de cualquiera de nosotros:

2001 con 54% de la población bajo la línea de pobreza….
2001 con 200 pesos de salario mínimo
2001 con represión y muerte
2001 con exilio involuntario de los científicos que deberían lavar platos
2001 con la industria desmantelada y la formación de técnicos inexistente
2001 con bajísimos presupuestos para salud, educación, cultura, etc.
2001 con un estado sólo existente para la represión de las protestas sociales
2001 con una mortalidad infantil del 20 por mil
2001 con una expectativa de vida de 72 años
2001 con una deuda externa que superaba al PIB
2001 con la estafa de las AFJP y la miseria a los jubilados
2001 con un país sin reservas y sin futuro
2001 con un 25% de desocupados
2001 con un 60% de desocupados entre los jóvenes
2001 con cero niños protegidos

Podemos continuar la lista, pero como muestra vale lo mencionado. La unidad de medida es sencilla, tómate el trabajo de colocar esos datos actualizados del año 2013 o 2012 y en ellos encontrarás hacia dónde avanzamos. Es la realidad objetiva que para algunos no alcanza y para otros es suficiente. Es la transición fortalecida aunque no consolidada. Pero eso es otro tema del cual también escribiré.

Ahora quiero compartir lo importante que es seguir avanzando, entendiendo que no hay avance lineal, que no podemos avanzar con abstracciones sino con hechos concretos. Las abstracciones nos ayudan a entenderlos y, una vez comprendida la esencia, hay que bajar a la realidad, ahora mejor comprendida.

La posibilidad de regresar al 2001 es real. ¿Eso queremos? ¿Estamos seguros de que eso queremos? ¿Todo está tan mal como nos dicen?  ¿Podemos ser tan ingenuos de tragarnos las mentiras infantiles que nos quieren hacer creer? Todo es posible en la viña del señor. Pero también todo se puede cambiar en la misma viña, lograr desterrar el masoquismo.

¿Hiciste la comparación 2001-2013? Entonces, ya sabés qué elegir. Elegí continuar con estos cambios, y si crees que no son suficientes, elegí seguir luchando para que se profundicen. Pero no te pongas la remera del CHE para ir al monumento a la Bandera con la Suciedad Rural. El CHE no merece tamaña injuria.

Oscar Natalichio   
Director
Centro de Investigaciones económicas-sociales (CIEyS)

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