jueves, 29 de agosto de 2013

LA DÉCADA DE 1880-1890

La Nación Argentina estaba fracturada en (al menos) tres poderes políticos que convivían en la ciudad de Buenos Aires: el Gobierno Nacional, que presidía Domingo Faustino Sarmiento; el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, cuyo gobernador era Emilio Castro y el Gobierno de la Ciudad, presidido por Narciso Martínez de Hoz. Los tres gobiernos se encontraban enfrentados entre sí, pero cada uno ejercía su autoridad sobre su área.  

Tres años antes de iniciarse esa década, en el año 1871, se desata en Buenos Aires la epidemia de fiebre amarilla, la que es utilizada por el Gobierno de la Ciudad para culminar con la vida de los negros que habían quedado con vida luego de ser carne de cañón en las guerras que se habían desarrollado, pasando así, de mayoría a nada.

La ciudad no poseía sistema de drenaje pero había agua filtrada que se utilizaba para las locomotoras de vapor y para uso exclusivo de unos cientos de porteños de los barrios ricos. Para el resto de la población de la ciudad la situación era por demás precaria. Los famosos conventillos, habitados por los negros, los afro-argentinos y los primeros inmigrantes que se hacinaban en su interior, carecían de todo, en especial de agua potable. Y algunos de ellos se encontraban a orillas del Riachuelo, con aguas servidas y plagado de desperdicios lanzados por los saladeros y mataderos existentes. Los pozos negros contaminaban el agua de las napas y el Río de la Plata era la fuente donde los aguateros, sin ningún tratamiento, llenaban de agua sucia sus carros. Las condiciones para que la fiebre amarilla hiciese estragos en la población débil, estaban dadas. El Gobierno de la Ciudad, con Martínez de Hoz como presidente nada hizo, salvo ayudar a los suyos a que abandonaran Buenos Aires y prohibir el carnaval de marzo de 1871. Fue la población negra, la que vivía en las condiciones más miserables, la que pagó caro el precio del abandono y del planificado genocidio por parte del ejército que cercó las zonas para evitar que ingresaran al ya denominado “barrio norte”. Murieron en masa y fueron sepultados en fosas comunes. Entre los que tuvieron el privilegio de abandonar la ciudad y el contagio se encontraban todos los jueces de la Corte Suprema, el presidente Sarmiento, el vicepresidente Alsina, sus ministros y la mayoría de los diputados. Parte del clero también huyó, pero otra se quedó y dejó abierta las iglesias para refugiar enfermos. De esa manera, muchos médicos, enfermeras, sacerdotes y monjas, honrando su profesión, ayudaron, se contagiaron y murieron.

La oferta y la demanda feudal-capitalista estaban preparadas para especular con las desgracias y la muerte de miles de seres humanos. El precio de los ataúdes se decuplicó y también el de los medicamentos que se creían (ilusoriamente) que podían evitar el contagio. También cobraban tarifas elevadas para sacar a la gente de la ciudad. Los negros, que no disponían de dinero, fueron condenados al exterminio. La década de 1880 empieza sin “esos negros de mierda”. Pero el capitalismo genera una nueva clase social, destinada a ser la se encargue de cambiar la historia de la humanidad: el proletariado. Y las ideas revolucionarias llegan desde Europa junto con el imperialismo inglés. Unos para dominar y explotar, otros para producir y liberarse de la explotación. Esas ideas, que algunos trasnochados pequeños-burgueses (en general provenientes de Europa) consideran “europeizantes” son las que traen a Nuestra América obreros revolucionarios y hombres progresistas que por ser “europeizantes, fueron perseguidos, torturados, encarcelados, y expulsados de Europa.

“…Volveré a estos temas cuantas veces me lo indique el curso de mi investigación y mi polémica. Tal vez hay en cada uno de esos ensayos el esquema, la intensión de un libro autónomo. Ninguno de esos ensayos está acabado: no lo estarán mientras yo viva y piense y tenga algo que añadir a lo por mí escrito, vivido y pensado. Toda esa labor no es sino una contribución a la crítica socialista de los problemas y la historia del Perú. No faltan quienes me suponen un europeizante, ajeno a los hechos y a las cuestiones de mi país. Que mi obra se encargue de justificarme contra la barata e interesada conjetura. He hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvación para Indo-América sin la ciencia y el pensamiento europeos u occidentales… Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del socialismo peruano.” Fragmento del inicio del libro “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” escrito por el camarada José Carlos Mariátegui.

La población argentina en 1880 era de 2.559.839 habitantes y al finalizar la década (1890) de 3.472.777 habitantes. Había crecido en 912.938 personas, pero el fenómeno no es tan simple. En igual período ingresaron 1.196.200 obreros y revolucionarios provenientes de España, Italia, Francia y Alemania. La mayoría trabajadores perseguidos por haber participado en acciones revolucionarias que fueron derrotadas. Para que los números se acomoden a la realidad señalaremos que se fueron de nuestro país, en igual lapso 569.300 personas y que hubo un crecimiento local de 288.038 personas netas.

En 1880 la población urbana era del 32,12% (822.285 personas) y la rural el 67.88% (1.737.553). Para 1890 esa proporción comenzaría a variar lentamente hacia lo urbano: el 35.6% se registra en ciudades y el 64.4% en las zonas rurales. El PBI total era de 3.297.800.000 de dólares (de 1990) en 1880 (1.534,39 por habitante) y pasó a ser de 8.855.000.000 de dólares (también equivalentes a 1990) en 1890 (2.549,83) manteniéndose sin variación el valor de la onza de oro: 20,67 dólares y tasas de interés anual entre el 2 y 3%. El país estaba creciendo, como pasa en cualquier país capitalista, junto con la explotación, la marginación y la miseria. La diferencia con el pasado era que los “europeizantes” no estaban dispuestos a ser sometidos de por vida y comienzan a organizarse y unirse para dar batalla a la explotación a la que son sometidos.  

En el Esbozo de Historia del Partido Comunista de la Argentina  publicado por Editorial Anteo en enero de 1948 podemos leer, en su primera página del primer capítulo:

“Las condiciones favorables para la formación de la organización sindical y política de la clase obrera en la Argentina, comenzaron a crearse a fines del siglo pasado, en particular, en el período de 1880 a 1900. La fuerte inmigración de esa época que trajo al país un gran número de obreros, profesionales y campesinos europeos (alrededor de un millón y medio de personas) –Nota: el total ingresado en esas dos décadas fue de 2.388.520 personas aunque no todas se quedaron en el país, por tanto el número afirmado en el esbozo es aproximadamente correcto- que se dedicaron a la agricultura, a la industria y al comercio, contribuyó grandemente a crear esas condiciones favorables”.

“Al mismo tiempo que afluían al país los inmigrados, tuvo lugar una penetración intensiva del capital extranjero, que se colocó en ferrocarriles, en frigoríficos y en algunas industrias secundarias (los principales capitales extranjeros importantes invertidos en el país fueron ingleses, llegando éstos a predominar en nuestra vida económica y a deformar nuestra economía, a fin de adaptarla a los intereses de Inglaterra, potencia importadora de materia prima y alimentos y exportadora de productos manufacturados). La extensión de la red ferroviaria y el desarrollo de las relaciones mercantiles, el impulso adquirido por la agricultura y la aparición de algunas industrias tuvieron como resultado el nacimiento y desarrollo de la burguesía moderna y de la clase obrera propiamente dicha”. –Nota: podemos observar lo afirmado en el esbozo muy claramente en el crecimiento del PIB en los rubros concernientes al campo (año1880: 814 millones de dólares de 1990 y año 1900: 1.540 millones de dólares de 1990) y la industria (año 1880: 234 millones de dólares de 1990 y año 1900 1.256 millones de dólares de 1990). Se toma como equivalencia el dólar 1990 a efectos de que la comparación se realice a igual paridad; de esa manera hablamos de crecimiento real, casi dos veces en el campo y casi seis veces en la industria- .

“Quizá más que en ningún otro país, el movimiento obrero y revolucionario de la Argentina se ha nutrido de hombres e ideas de otros países. En efecto; así como las ideas filosóficas de los enciclopedistas franceses –que dieron su base ideológica a la revolución americana de 1776 y a la francesa de 1789- influenciaron grandemente el movimiento de independencia nacional de la Argentina, las ideas de los movimientos obreros y revolucionarios de Francia, Alemania, España o Italia influenciaron grandemente el movimiento obrero y revolucionario de nuestro país. Las ideas y las experiencias de esos países fueron traídas a la Argentina por obreros revolucionarios y hombres progresistas, muchos de los cuales habían salido de sus respectivos países huyendo de la persecución contrarrevolucionaria, después da haber participado en movimientos revolucionarios que fueron derrocados.” Nota: Los revolucionarios provenientes de Europa crearon, inicialmente, las “secciones”, que unían a hombres provenientes de una nación con un idioma común: el de origen. Pero poco a poco, esa particularidad inicial se fue diluyendo con trabajadores nativos, a tal nivel que, en algunos casos, e influenciados por la social democracia, lo nativos llegaron a impedir la incorporación de “extranjeros” en sus listas.

El conocimiento no posee límites ni se lo puede enmarcar en un área. El conocimiento es el producto del trabajo físico e intelectual desarrollado desde que el hombre dejó de ser mono hasta nuestros días. Todo nuevo avance, aún el errado, se monta sobre conocimientos anteriores (aún los errados). El marxismo no parte de cero y de allí sus tres fuentes integrantes del mismo: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Pero montarse sobre esas bases no significa quedarse en ellas, por ello afirmaba Lenin:

“Marx profundizó y desarrolló el materialismo filosófico, lo llevó a su término e hizo extensivo su conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es una conquista formidable del pensamiento científico… La filosofía de Marx es el materialismo filosófico acabado, que ha dado una formidable arma de conocimiento a la humanidad y sobre todo, a la clase obrera”.

“La economía política clásica anterior a Marx se había formado en Inglaterra, en el país capitalista más desarrollado. Adam Smith y David Ricardo sentaron en sus investigaciones del régimen económico las bases de la teoría del trabajo base de todo valor. Marx prosiguió su obra. Fundamentando con toda precisión y desarrollando consecuentemente esa teoría, y poniendo de manifiesto que el valor de toda mercancía lo determina la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en la producción”… “Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de unas mercancías por otras), Marx descubrió relaciones entre personas. La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la teoría económica de Marx”.

“Cuando el régimen feudal fue derrocado y vio la luz la “libre” sociedad capitalista, en seguida se puso de manifiesto que esa libertad representaba un nuevo sistema de opresión y explotación de los trabajadores. Como reflejo de esa opresión y como protesta contra ella, comenzaron inmediatamente a surgir diversas doctrinas socialistas. Pero el socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba a la sociedad capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba con su destrucción, fantaseaba acerca de un régimen mejor, quería convencer a los ricos de la inmoralidad de la explotación. Pero el socialismo utópico no podía señalar una salida real. No sabía explicar la naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, ni descubrir las leyes de su desarrollo, ni encontrar la fuerza social capaz de emprender la creación de una nueva sociedad”.

“Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase fundamental fue alcanzada sin desesperada resistencia. Ni un solo país capitalista se formó sobre una base más o menos libre, más o menos democrática, sin una lucha a muerte entre las diversas clases de la sociedad capitalista”   

No hay nada de europeizante en esta importante parte del pensamiento universal que como es obvio, se desarrolla y profundiza en aquellas áreas geográficas donde las condiciones y los protagonistas logran hacerlo. El marxismo, y luego el marxismo-leninismo es hoy adoptado por China con sus características históricas propias (Tareas y objetivos fundamentales del Estado: “Seguir el camino de construcción de un socialismo dotado de peculiaridades chinas y concentrar las energías en la modernización socialista del país; el PCCh continúa dirigiendo al pueblo de las diversas etnias de China para que, bajo la guía del marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong y la teoría de Deng Xiaoping, persista en la dictadura democrática popular y en la reforma y apertura, desarrolle la economía de mercado socialista, perfecciones la legalidad socialista y, mediante los propios esfuerzos y la lucha ardua, realice gradualmente la modernización de la industria, la defensa nacional y la ciencia y tecnología, a fin de convertir a China en un país socialista, próspero, democrático y civilizado”); es adoptado por Vietnam con sus características históricas propias ( El XI Congreso del Partido Comunista de Vietnam: “El Partido tiene que dominar, aplicar en forma creativa, contribuir a desarrollar el Marxismo-Leninismo y la ideología de Ho Chi Minh, enriquecer incesablemente la intelectualidad, elevar la valentía política, la moraleja y la capacidad organizativa para ser capaz de resolver los problemas propuestos por la revolución en la actualidad.”; es adoptado por Cuba con sus características históricas propias (De la Constitución de la República de Cuba: “Herederos y continuadores del trabajo creador y de las tradiciones de combatividad, firmeza, heroísmo y sacrificio forjadas por nuestros antecesores; por los aborígenes que prefirieron muchas veces el exterminio a la sumisión; por los esclavos que se rebelaron ante sus amos; por los que despertaron la conciencia nacional y el ansia cubana de patria y libertad; por los patriotas que en 1868 iniciaron las guerras de independencia contra el colonialismo español y los que en el último impulso de 1895 las llevaron a la victoria de 1898, que les fuera arrebatada por la intervención y ocupación militar del imperialismo yanqui; por los obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales que lucharon más de 50 años contra el dominio imperialista, la corrupción política, la falta de derechos y libertades populares, el desempleo y la explotación impuesta por capitalistas y terratenientes; por los que promovieron e integraron y desarrollaron las primeras organizaciones de obreros y campesinos, difundieron las ideas socialistas y fundaron los primeros movimientos marxistas y marxistas-leninista; por los integrantes de la vanguardia generación del centenario del natalicio de Martí, que nutridos por su magisterio nos condujeron a la victoria Revolucionaria popular de Enero; por los que masivamente cumplieron heroicas misiones internacionalistas: GUIADOS por el ideario de José Martí y las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin…”).

El marxismo-leninismo es la más poderosa herramienta con que cuentan los trabajadores para finalizar con la explotación y la propiedad privada de los grandes medios de producción y de la ciencia, en cualquier parte del mundo. Adjudicarle a esa herramienta universal, un origen local sólo es posible con dos objetivos: a) para privar a los trabajadores de cualquier parte del mundo de la herramienta que necesitan utilizar para su liberación y b) para querer “destacarse” individualmente como un “creador” (pequeño burgués) de “originales” teorías “nacionales” o “regionales”. El marxismo-leninismo no sólo no desconoce la historia del país donde se aplica sino que se fortalece con todo lo valioso de ella más su cultura originaria y tradiciones, tal como lo señalamos en China, en Vietnam, en Cuba; tal como lo señalara Mariátegui y otros tantos revolucionarios latinoamericanos. El esbozo, en su primera página de 150, ya lo deja en claro cuando aún no había Partido Comunista en la Argentina.

Pero muy pronto se crearán las condiciones para que los argentinos cuenten con la existencia de un partido revolucionario. Pero esas condiciones atravesaron hechos históricos como el de la revolución de julio de 1890, la celebración inicial del 1º de Mayo,  la fundación del Partido Socialista, el enfrentamiento de 1905, la huelga de 1909 y la represión del centenario.

  Oscar. Introducción a la Historia del Partido Comunista Argentino.  Segunda entrega. 25/06/13




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