NOSOTROS O ELLOS Nº 453
¿SE PUEDE VIVIR ASÍ EN NUESTRO PAÍS?
reproducimos este testimonio de uno de los 31
detenidos por el armado perverso del gobierno para ensuciar una marcha digna y
pacífica.
al final agregaremos nuestra opinión.
EL PAÍS PÁGINA 12 05
de septiembre de 2017 · Actualizado.
Los detenidos
durante la marcha del viernes denuncian arrestos al voleo y maltrato policial
“No sabía dónde estábamos ni adónde íbamos”
Cristian Vázquez
no asistió a la
movilización. Cuando salía del trabajo, comenzó a filmar lo
que pasaba. Fue arrestado. Cuenta cómo los amenazaron y los hicieron desnudar.
“Uno piensa que (la policía) va a estar para cuidarte, pero te das cuenta del
trato que tienen. Esto es cualquier cosa.”
Cristian Vázquez tiene 30 años,
trabajaba en el área de sistemas de una empresa de Defensa y México. El
viernes, casi a las ocho de la noche salió del trabajo y como todos los días
caminó por Defensa en dirección a Plaza de Mayo. Cuando llegó, encontró el
final de la marcha por la desaparición de Santiago Maldonado. Sacó su celular
para empezar a trasmitir en directo lo que pasaba. Se detuvo a preguntar a la
gente qué ocurría y se dio cuenta de que estaban deteniendo a un periodista. En
la última imagen de su cámara se ve el gas pimienta chorreado. Pasó las
siguientes cuarenta y ocho horas detenido, incomunicado. Escuchó a una mujer
policía apenas los habían subido a un camión celular pedirles nombres y
apellidos. “Y en un momento dice: ‘Bueno, como no me responden, ¿qué quieren?
–escuchó Cristian– ¿Ser desaparecidos también?’ Y ya ahí empezamos a
preocuparnos. Fue un momento incómodo para todos porque no sabíamos dónde
estábamos, dónde íbamos a ir, la camioneta daba vueltas, como pudimos nos
sacamos el precinto de las manos y logramos avisar a nuestros
familiares”.
–¿Qué pasó el viernes?
–Estaba saliendo del trabajo, en
Defensa y México. Trabajo en el área de sistemas de una empresa. Habré estado
hasta las siete y media. Me voy para Defensa hasta Plaza de Mayo, como hago
todos los días, y me quedé mirando la marcha. Había mucha gente que se estaba yendo,
otra que seguía ahí, y de repente la policía empezó a avanzar. Había
manifestantes que se estaban enfrentando. Corrí para la Casa de Gobierno porque
parecía una cacería. Había policías por todos lados y era como que no teníamos
salida. Para cualquier lado por dónde queríamos ir había un desastre,
piedrazos, la policía tirando con las escopetas. Eso me llevó a ir para Avenida
de Mayo. En un momento quisieron agarrar a un periodista. Yo mismo lo vi,
estaba siendo detenido. Fueron otros colegas a querer sacarlo y no hubo
opción: creo que se lo llevaron igual. En ese momento, cuando la gente se
dispersa, un policía me tira en la cara, a medio metro, gas pimienta. Me
detienen y me suben a la camioneta.
–¿Pudo decir algo?
–Con el gas pimienta me caí, tengo
en las rodillas unos moretones, me levantaron, me llevaron adentro. Les dije: no
puedo respirar. Era la primera vez que me detenían, nunca me habían
tirado gas. No podía respirar, no podía ver, estaba esposado, no podía ponerme
nada en la cara. Yo
le decía al policía, pero no me decía nada. Me deja ahí tirado, en medio de la camioneta. Cierra. Y
olvidate. Te tratan como cualquier cosa.
–¿Qué pasó después?
–No veía nada. Subieron a otro
muchacho, un chileno, que trató de calmarme porque yo podía escuchar pero no
podía ver nada, no podía hablar bien. Él me dijo: “Yo soy periodista, a mi me
agarraron de la nada”. Y así empezaron a subir a un montón de
muchachos. No tenían nada que ver con los incidentes. Después nos dieron unas
vueltas, en un momento se llenó la camioneta de gente y yo podía ver un poco
mejor. Subieron a otro chico con gas pimienta. No teníamos noción del tiempo.
Subieron a unas chicas. Y de pronto sube una mujer de la policía de la Ciudad,
y empieza a preguntar nombres y apellidos. Y en un momento dice: “Bueno, como no me responden, ¿qué quieren?
¿Ser desaparecidos también?” Nos empezamos a preocupar, fue un momento
incómodo para todos porque no sabíamos donde estábamos, dónde íbamos a ir, la
camioneta daba vueltas. Como pudimos nos sacamos el precinto de las manos y
empezamos a comunicarnos con nuestros familiares, pero eso fue un momento
bastante incómodo para todos.
–Hasta entonces tenían los
teléfonos.
–Hasta ahí todos teníamos
celulares y estábamos con precintos, pero nos empezamos a ayudar. Mandamos
mensajes. Agendamos los teléfonos, empezamos a mandar fotos a todos lados y la
ubicación con el Google Maps porque nos daban vuelta todo el tiempo y encima
diciéndonos esas cosas. Nos preguntábamos qué iba a pasar. No entendíamos nada
y estábamos asustados. Un momento terrible.
–¿Qué pasó después?
–Nos llevaron a Saavedra, la
comuna 12. En el trayecto nunca nos dieron justificación de nada. No hablaban.
Nos tomaron las huellas. Nombre, apellido, datos, todo. Nos sacaron los
celulares, nos sacaron todas las cosas de valor. Una policía estaba filmando
con una cámara. Yo pregunté por qué, pero ellos nos decían: vos
seguí, seguí adelante. No podíamos hablar. Cada uno fue a una celda
individual. Y pasamos toda la noche del viernes en una celda individual. A la
madrugada nos levantaban a cualquier hora a tomar las huellas de nuevo,
declaración de nuevo.. El sábado seguimos sin saber qué iba a pasar. Vino la
policía a la celda de cada uno a preguntar si teníamos teléfono de algún
abogado. No me acordaba el teléfono de nadie. “Si no viene ningún familiar a
testificar que vos vivís en esa dirección que declaraste, se te va a dificultar
la salida”, me decían. Como pude convencí a un oficial de otro turno para que
se comunique con mi novia a través de las redes sociales. Cuando preguntábamos
qué va a pasar: siempre decían no sabemos: “Esto recién empieza”. Así, hasta
que llegaron los trasladados a Comodoro Py del domingo y otra vez dilataron
todo, fue terrorífico. Cuando llegamos a Lugano a la madrugada nos dijeron que
íbamos a estar en libertad, pero nos volvieron a tomar las huellas, nos
tuvieron cuatro horas dando vueltas, encerrados otra vez.
–¿Los desnudaron?
–En plena madrugada, del sábado o
domingo –no recordas ni dónde estás–, pero eran como las tres de la mañana,
empezaron a golpear las celdas para despertarnos y escuché que una de las pibas
estaba gritando y después me enteré, dicho por ella, que se metieron a su celda y la hicieron desnudar. Se metió
una mujer a pedir que se desnude, había una cámara filmándola. Dijo que había
como un flash y anotaban todos los tatuajes que tenía. A los muchachos que
tenían tatuaje también los hicieron desnudar. Si tenías tatuaje tenías que
desnudarte frente a toda esa gente. Como yo no tengo tatuaje, no me lo
pidieron, sí me hicieron sacar la remera. Pero al resto las desnudaron y me parece
que es horrendo, va en contra de todos los derechos humanos.
–¿Le dijeron de qué lo acusaban?
–Me dijeron que estoy imputado y
no podía creerlo: me nombraron a mí y
otros chicos diciendo que se me vio agrediendo a la policía, resistiendo a la
autoridad, atentando contra el Estado, tirando piedras, bombas molotov, cuando
en ningún momento vi bombas molotov en la manifestación. El fiscal me tomo la declaración. Conté todo lo que pasó. Y después
volvimos otra vez al calabozo. Me asignaron un abogado público. Y
todo así, no sabés qué va a pasar después. No dicen nada. Todo era
incertidumbre.
–¿Quiénes eran los otros
detenidos? ¿De dónde venían? ¿Qué pasó con ellos?
–Al comienzo hablábamos con los
chicos a través de la celda, a los gritos. Cuando estábamos juntos no podíamos
hablar, pero en los momentos de traslado podíamos decirnos algo. Sobre todo en
Lugano, cuando nos pusieron a todos en la misma celda. Ahí pude escuchar mejor
la historia de todos. Había un periodista. El chileno que subieron después que
yo también estaba sacando fotos. Otro muchacho, por ejemplo, salía de comer con otros, dieron la vuelta,
se toparon con la policía y los subieron. Después, está el caso del
venezolano que tenía un problema con el documento pero es el único que quedó
detenido y nos contaba desde la otra celda, a los gritos, que salía con su
novia de comer una pizza y lo levantaron. Casos así, todos, la gran mayoría. O
sea, gente que no tuvo nada que ver con los hechos.
–¿Cambió su visión de la policía?
–Yo no tengo orientación política
ni tengo un fanatismo político, pero te puedo decir que entendí la bronca de
ciertos grupos con la policía: realmente lo entendí en primera persona. Uno
piensa van a estar para cuidarte pero cuando formas parte de esto, te das
cuenta el trato que tienen. Esto es cualquier cosa. Viene un político, levanta el
dedo y dice vayan a levantar a cualquiera para tener detenidos. Teníamos
mucha bronca. Acá hay una responsable que todos sabemos quién es. Te da bronca
porque vos podes pasar por la calle y te levantan así y ahí se discute la
democracia.
–¿Se quedaron con sus cosas?
–En mi caso, se quedaron con mi
notebook. Yo estaba con un morral y adentro tenía una notebook de la empresa. Ahí tengo la
tarjeta de acceso. Todo el tiempo les decía: yo pasé por ahí porque trabajo
ahí, pero me decían que no, que por algo estaba. Siempre buscaban una
justificación. ¿Yo tirando una bomba molotov con una máquina del trabajo e
identificación del trabajo? Pero me respondían que me tendría que haber ido. Es
como que se burlaban. Me incautaron eso. No pude ir a trabajar y voy a ir a
Comodoro Py a reclamar también los celulares. Y todo lo de valor: billetes,
monedas, la SUBE, la tarjeta de débito.
–¿Su novia pudo encontrarlo
rápido?
–Nadie sabía nada. Hay que
decirlo, como yo no tengo tatuajes ni el pelo pintando, conmigo pudieron hablar.
Y mandaron el mensaje a mi novia. O sea, todo depende del rostro que
tengas.
–¿Sabe qué lugar y hora pusieron
en la acusación?
–Es una vergüenza: como decimos en
la jerga de sistemas, fue un copy paste. A todos nos pidieron exactamente lo
mismo, que atentamos contra el Estado, la policía, que pusimos bombas molotov,
tiramos piedras. Una vergüenza. Me acuerdo que yo estaba viendo todo lo que
pasaba y empecé a trasmitir en vivo. Cuando estaban agarrando a un periodista.
¿Un periodista?, dije yo. En ese momento me tiraron gas pimienta.
–¿La filmación pudo haber detonado
la detención?
–En ese momento yo compartía la
filmación en vivo, puede ser. Puede ser que sea eso: estábamos todos filmando.
Me hiciste pensar. No sabes lo que era eso. Era un calabozo de la era medieval.
Un inodoro putrefacto. En ese momento estábamos solos y desde afuera se
escuchaban los bombos pidiendo nuestra libertad. Eso nos dio mucha fuerza.
Después cuando vimos a la Madre de Plaza de Mayo que fue a Comodoro Py a
visitarnos con Ismael Jalil de la Correpi eso fue tremendo. Fue increíble ver a
la abuelita que nos dio fuerzas. ¡No sabes que fuerza tiene esa señora!
Es cierto,
comparado con la dictadura empresaria-militar de 1976 eso es una “democracia”;
pero no deja de ser preocupante la situación ya que, el poder real (los grandes monopolios en su mayoría
extranacionales) ocupan también el poder formal, es decir, invaden todas las
instancias con que se desarrolla una República. Los CEOs ocupan el Ejecutivo
con todos sus ministerios; ocupan los principales resortes de la “justicia” con
los abogados de las empresas multinacionales incluso en la Corte Suprema , y
cuentan con la complicidad de parte de la sociedad civil (de los denominados
analfabetos funcionales) que, junto con falsos opositores, le dan una fuerte
presencia en la cámara de diputados. El chantaje y el manejo de fondos les permiten
controlar a las provincias y a sus senadores y de esa manera se cierra el
primer ciclo. Del segundo se encargan los medios de comunicación por intermedio
de sus mercenarios mintiendo, generando odio y desinformando.
¿Merecemos los argentinos vivir en un régimen que saquea,
reprime, miente, persigue, empobrece, destruye presente y futuro y se jacta de
todo ello? Alguien alguna vez señaló: “El
esclavo que no lucha por ser libre merece ser esclavo”.
CENTRO DE INVESTIGACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES (CIEYS)
05/09/2017
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