NOSOTROS O ELLOS Nº 163
Los dos Feinmann (el bueno y el malo)
constituyen una unidad
Conocemos a ambos Feinmann por sus posiciones políticas y, de esa
manera, hemos llamado “bueno” a José Pablo, quien siempre ha “acompañado” las
políticas progresistas y “malo” a Eduardo, que siempre se ha manifestado como
un retrógrado, reaccionario empedernido.
Existe, entre esos primos, una aparente diferencia, que los separa en el
pensar y en el convivir. Juan Pablo el bueno no lo reconoce como familiar suyo
y Eduardo el malo insiste en que lo es aunque no lo quiera ser.
Pero ellos poseen una cosa en común, una fuerte y poderosa cosa en
común, que lo hacen o lo convierten en una unidad. Y no me estoy refiriendo a
la sangre, es decir, al vínculo familiar. Tampoco a la religión. Me estoy
refiriendo a una posición ideológica común. Sí, eso que los separa y los
enfrenta, sin embargo los amalgama fuertemente. Con distintas maneras de
expresarse ambos son furibundamente anticomunistas y, lo expresan, en forma directa
o mediante “parábolas”, siempre, en cada escrito, en cada nota, en cada charla,
en cada oportunidad sin importar el tema que tratan.
Feinmann, el malo, es frontal y no da lugar a equívocos, es un fascista
activo, cuya característica central no es tanto hacer una apología del fascismo
que suscribe, sino la de atacar con dureza todo acto popular, toda acción que
mejore la calidad de vida de la gente, en consonancia con los sectores del
imperialismo a los que ahora se les denomina “capital concentrado”. Es, a la vez,
torpe, limitado en sus expresiones, lo que lo obliga a llevar el diccionario a
cuesta y a utilizarlo arbitrariamente, sin ubicarlo en el tiempo. Agrede y
acepta ser agredido, en particular, pues sabe que cuando el “invitado” se va, él
se queda, y puede continuar con las agresiones, ahora sin someterse a
respuestas, durante semanas. Y es, esencialmente, anticomunista, sin ocultarse
en parábolas.
Feinmann, el bueno, es tangencial, escribe muy bien, posee muchos
conocimientos no sólo de filosofía, también de cine, de música, de arte en
general. Supera largamente, en ese aspecto, a su no reconocido pariente. Y es,
también, esencialmente anticomunista, ocultándose en parábolas.
Feinmann el bueno puede escribir de arte un artículo de una página, pero
siempre en esa página surgirá una “mención” despreciativa al comunismo, a la Unión Soviética , a
la ideología, marxista. Lo hace aplicando todos sus conocimientos. Lo hace con
astucia y cautela, con previo y mesurado razonamiento. Sabe que escribe para un
público “progresista”, en especial en Página 12 o en el canal Encuentro,
entonces se esmera en utilizar toda su capacidad en satisfacer a esos lectores
desarrollando el tema con gran solvencia para… incorporar la frase premeditada,
donde manifiesta no sólo su odio al comunismo, sino, y eso es lo más
importante, manifestar su gran capacidad de trasladar, solapadamente, ese odio
a los lectores. Además, siempre cita, en sus notas, a lo que para él es (o fue)
el más brillante filósofo del siglo XX,
Martín Heidegger, que puso al servicio del nazismo toda su capacidad
intelectual desde el año 1933 y es hoy un referente de los denominados
“neonazis”. Feinmann el bueno “separa” al Heidegger filósofo del Heidegger
partidario del nazismo, como si se pudiera hacer. Como si la filosofía
careciera de ideología. Como si la filosofía no estuviese vinculada a las
clases sociales, al interés económico. De esa manera intenta sortear los hechos
reales y evitar juzgarlo no por lo que hizo sino por una parte de lo que escribió
De esa manera, la apología del nazismo es reemplazada por la apología del
filósofo del nazismo.
Sin embargo, muchos lectores estarán pensando que en este artículo que
escribo hay una marcada exageración, hay una marcada injusticia, sobre un
hombre sabio que se ha colocado de esta vereda. A ello intentaré responder, con
mis limitados recursos, que el dominio cultural al que somos sometidos no
proviene exclusivamente de los medios de comunicación masiva como Clarín, La
Nación, TN, etc. al servicio del imperialismo por medio de sus periodistas
mercenarios y cipayos. Ese dominio cultural no afecta a lectores de Página 12,
al contrario, los enfurece más, pero… es ese lector el que recibe el mensaje de
un hombre que escribe bien, que muestra y demuestra lo que ese lector sabe
bien, pero que necesita que alguien “superior” le acompañe ese razonamiento.
Y Feinmann el bueno lo hace con eficacia y, además, utiliza ese mensaje
para incorporar su anticomunismo y su admiración fundamentalista por el
filósofo del fascismo. Y mostraré un claro y fresco ejemplo de lo que afirmo:
la contratapa de Página 12 de antes de ayer, domingo 2 de noviembre de 2014.
Con el título “Cultura de la
libertad, cultura del sometimiento” José Pablo el bueno escribe un muy
interesante artículo que sugiero lean ustedes completo pues en este espacio
sólo haré referencia a algunos tramos del mismo. Desde ya, les aseguro, nos
vamos a sentir muy identificados con lo que Feinmann el bueno desarrolla:
“Sería perder el tiempo indagar en Tinelli como persona. No sé cuál fue
el año –este o el anterior- en que abrió su temporada con un ranking que
conmovió a todos. El número del éxito abrumador rondaba o se acercaba (como
resultado de un milagro que nadie había previsto) al 50%. Se instaló la certeza:
la mitad del país miraba a Tinelli. ¿Qué ofrecía? Basura. He analizado
programas suyos buscando algo, un más allá de la pavada, de lo guaso, lo soez,
lo ridículo, o lo pornográfico. Nunca lo encontré. Su aspecto es agradable.
Tiene una sonrisa que podría lucir en otro contexto. Pero se empeña en ser
–cada vez con mayor convicción- lo que viene siendo desde dos largar décadas.
Fruto de la devastación cultural del menemismo, sigue ejerciendo esa estética
con las permisividades que los tiempos le abren.”
…”El centro del problema no es Tinelli. Si no es él habrá otro. A esta
altura seguramente es su propio productor. Pero el canal que lo contrata, ¿por
qué lo hace? Porque a la gente le gusta. Y no: eso es falso. A la gente termina
por gustarle eso que todos los días le tiran por la cabeza. Pero si
intentan algo mejor de a poco los gustos irán cambiando”.
No sólo estamos de acuerdo con esas afirmaciones y casi todo el texto
que continúan, sino que observamos que ese cambio, cuando se le ofrece al
público, éste se va incorporando a su gusto y elevando su autoestima. La
televisión pública ha ido creciendo considerablemente en base a programas de
alta calidad y algunos noticieros, como el de C5N ha superado al mediocre y mentiroso TN. Lo que indica claramente
que la televisión puede ayudar a elevar el nivel cultural de los espectadores o
a mantenerlos en la mediocridad y la frivolidad necesarias para ser dominados.
Hemos leído ya las tres de las cuatro columnas y nos sentimos
identificados en todo lo que allí expone Feinmann el bueno. En la cuarta y
última notamos algunos cambios, uno menos importantes pero reiterativo en todos
sus escritos, la referencia al filósofo del fascismo:
“Más que el ultra-culo (que es, sí, una cosa en tanto es una mercancía),
el cosificado es el pobre tipo mira-culos. Lo que se cosifica es su libertad.
El ultra-culo es una herramienta del poder para cosificar la libertad de los
sujetos (gran definición de Heidegger de Ser y tiempo), pero ese señorío
se expresa aquí por medio del ultra-culo”.
Pero esa referencia al filósofo del fascismo es apenas un reflejo
condicionado pequeño, el otro, el mayor de todos, el más lapidario, el casi
inexplicable es el siguiente, es la conclusión del escrito, presten atención al
mismo que es textual:
“Duele decirlo y es imposible no hacerlo: si los
socialistas del siglo XX hubieran ganado habrían hecho lo mismo. De otro modo.
Pero no otra cosa”.
¿Qué pretende decir con esa frase el Feinmann bueno? El mismo escribió,
lo hubiesen hecho: De otro modo. Pero no otra cosa...
Y finalmente agrega: ¿Hay alguna esperanza? Y marca sólo
una esperanza: “Por ahora, saberlo, denunciarlo”.
Así finaliza su artículo, que
señala que nada se puede cambiar. Hay que “saberlo” esto de que nada se puede
cambiar. Hay que saber esto de que capitalismo y socialismo es lo mismo, es el
mismo perro con distinto collar. Y hay que denunciarlo como única alternativa.
ES VERGONZOSO.
Ese es el mensaje que trasmite, que incluye no sólo el desánimo, la no
existencia de alternativas, sino incluye también la mentira pues en Cuba no se
venden culos, en China tampoco y en Vietnam menos. Ni de este modo ni “de otro
modo”.
Pobre el Feinmann malo, siempre
continúa atrás del “bueno”, incluso en maldad.
Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones
Económicas y Sociales (CIEYS)
05/11/2014
LOS QUE LUCHAMOS POR UN MUNDO MEJOR JAMÁS HAREMOS LO MISMO
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