martes, 4 de noviembre de 2014

NOSOTROS O ELLOS Nº 163

Los dos Feinmann (el bueno y el malo) constituyen una unidad

Conocemos a ambos Feinmann por sus posiciones políticas y, de esa manera, hemos llamado “bueno” a José Pablo, quien siempre ha “acompañado” las políticas progresistas y “malo” a Eduardo, que siempre se ha manifestado como un retrógrado, reaccionario empedernido.

Existe, entre esos primos, una aparente diferencia, que los separa en el pensar y en el convivir. Juan Pablo el bueno no lo reconoce como familiar suyo y Eduardo el malo insiste en que lo es aunque no lo quiera ser.

Pero ellos poseen una cosa en común, una fuerte y poderosa cosa en común, que lo hacen o lo convierten en una unidad. Y no me estoy refiriendo a la sangre, es decir, al vínculo familiar. Tampoco a la religión. Me estoy refiriendo a una posición ideológica común. Sí, eso que los separa y los enfrenta, sin embargo los amalgama fuertemente. Con distintas maneras de expresarse ambos son furibundamente anticomunistas y, lo expresan, en forma directa o mediante “parábolas”, siempre, en cada escrito, en cada nota, en cada charla, en cada oportunidad sin importar el tema que tratan. 

Feinmann, el malo, es frontal y no da lugar a equívocos, es un fascista activo, cuya característica central no es tanto hacer una apología del fascismo que suscribe, sino la de atacar con dureza todo acto popular, toda acción que mejore la calidad de vida de la gente, en consonancia con los sectores del imperialismo a los que ahora se les denomina “capital concentrado”. Es, a la vez, torpe, limitado en sus expresiones, lo que lo obliga a llevar el diccionario a cuesta y a utilizarlo arbitrariamente, sin ubicarlo en el tiempo. Agrede y acepta ser agredido, en particular, pues sabe que cuando el “invitado” se va, él se queda, y puede continuar con las agresiones, ahora sin someterse a respuestas, durante semanas. Y es, esencialmente, anticomunista, sin ocultarse en parábolas.

Feinmann, el bueno, es tangencial, escribe muy bien, posee muchos conocimientos no sólo de filosofía, también de cine, de música, de arte en general. Supera largamente, en ese aspecto, a su no reconocido pariente. Y es, también, esencialmente anticomunista, ocultándose en parábolas.

Feinmann el bueno puede escribir de arte un artículo de una página, pero siempre en esa página surgirá una “mención” despreciativa al comunismo, a la Unión Soviética, a la ideología, marxista. Lo hace aplicando todos sus conocimientos. Lo hace con astucia y cautela, con previo y mesurado razonamiento. Sabe que escribe para un público “progresista”, en especial en Página 12 o en el canal Encuentro, entonces se esmera en utilizar toda su capacidad en satisfacer a esos lectores desarrollando el tema con gran solvencia para… incorporar la frase premeditada, donde manifiesta no sólo su odio al comunismo, sino, y eso es lo más importante, manifestar su gran capacidad de trasladar, solapadamente, ese odio a los lectores. Además, siempre cita, en sus notas, a lo que para él es (o fue) el más brillante filósofo del siglo XX, Martín Heidegger, que puso al servicio del nazismo toda su capacidad intelectual desde el año 1933 y es hoy un referente de los denominados “neonazis”. Feinmann el bueno “separa” al Heidegger filósofo del Heidegger partidario del nazismo, como si se pudiera hacer. Como si la filosofía careciera de ideología. Como si la filosofía no estuviese vinculada a las clases sociales, al interés económico. De esa manera intenta sortear los hechos reales y evitar juzgarlo no por lo que hizo sino por una parte de lo que escribió De esa manera, la apología del nazismo es reemplazada por la apología del filósofo del nazismo.

Sin embargo, muchos lectores estarán pensando que en este artículo que escribo hay una marcada exageración, hay una marcada injusticia, sobre un hombre sabio que se ha colocado de esta vereda. A ello intentaré responder, con mis limitados recursos, que el dominio cultural al que somos sometidos no proviene exclusivamente de los medios de comunicación masiva como Clarín, La Nación, TN, etc. al servicio del imperialismo por medio de sus periodistas mercenarios y cipayos. Ese dominio cultural no afecta a lectores de Página 12, al contrario, los enfurece más, pero… es ese lector el que recibe el mensaje de un hombre que escribe bien, que muestra y demuestra lo que ese lector sabe bien, pero que necesita que alguien “superior” le acompañe ese razonamiento.

Y Feinmann el bueno lo hace con eficacia y, además, utiliza ese mensaje para incorporar su anticomunismo y su admiración fundamentalista por el filósofo del fascismo. Y mostraré un claro y fresco ejemplo de lo que afirmo: la contratapa de Página 12 de antes de ayer, domingo 2 de noviembre de 2014.

Con el título “Cultura de la libertad, cultura del sometimiento” José Pablo el bueno escribe un muy interesante artículo que sugiero lean ustedes completo pues en este espacio sólo haré referencia a algunos tramos del mismo. Desde ya, les aseguro, nos vamos a sentir muy identificados con lo que Feinmann el bueno desarrolla:

“Sería perder el tiempo indagar en Tinelli como persona. No sé cuál fue el año –este o el anterior- en que abrió su temporada con un ranking que conmovió a todos. El número del éxito abrumador rondaba o se acercaba (como resultado de un milagro que nadie había previsto) al 50%. Se instaló la certeza: la mitad del país miraba a Tinelli. ¿Qué ofrecía? Basura. He analizado programas suyos buscando algo, un más allá de la pavada, de lo guaso, lo soez, lo ridículo, o lo pornográfico. Nunca lo encontré. Su aspecto es agradable. Tiene una sonrisa que podría lucir en otro contexto. Pero se empeña en ser –cada vez con mayor convicción- lo que viene siendo desde dos largar décadas. Fruto de la devastación cultural del menemismo, sigue ejerciendo esa estética con las permisividades que los tiempos le abren.”

…”El centro del problema no es Tinelli. Si no es él habrá otro. A esta altura seguramente es su propio productor. Pero el canal que lo contrata, ¿por qué lo hace? Porque a la gente le gusta. Y no: eso es falso. A la gente termina por gustarle eso que todos los días le tiran por la cabeza. Pero si intentan algo mejor de a poco los gustos irán cambiando”.

No sólo estamos de acuerdo con esas afirmaciones y casi todo el texto que continúan, sino que observamos que ese cambio, cuando se le ofrece al público, éste se va incorporando a su gusto y elevando su autoestima. La televisión pública ha ido creciendo considerablemente en base a programas de alta calidad y algunos noticieros, como el de C5N ha superado al mediocre y mentiroso TN. Lo que indica claramente que la televisión puede ayudar a elevar el nivel cultural de los espectadores o a mantenerlos en la mediocridad y la frivolidad necesarias para ser dominados.

Hemos leído ya las tres de las cuatro columnas y nos sentimos identificados en todo lo que allí expone Feinmann el bueno. En la cuarta y última notamos algunos cambios, uno menos importantes pero reiterativo en todos sus escritos, la referencia al filósofo del fascismo:

“Más que el ultra-culo (que es, sí, una cosa en tanto es una mercancía), el cosificado es el pobre tipo mira-culos. Lo que se cosifica es su libertad. El ultra-culo es una herramienta del poder para cosificar la libertad de los sujetos (gran definición de Heidegger de Ser y tiempo), pero ese señorío se expresa aquí por medio del ultra-culo”.

Pero esa referencia al filósofo del fascismo es apenas un reflejo condicionado pequeño, el otro, el mayor de todos, el más lapidario, el casi inexplicable es el siguiente, es la conclusión del escrito, presten atención al mismo que es textual:

“Duele decirlo y es imposible no hacerlo: si los socialistas del siglo XX hubieran ganado habrían hecho lo mismo. De otro modo. Pero no otra cosa”.  

¿Qué pretende decir con esa frase el Feinmann bueno? El mismo escribió, lo hubiesen hecho: De otro modo. Pero no otra cosa...

Y finalmente agrega: ¿Hay alguna esperanza? Y marca sólo una esperanza: “Por ahora, saberlo, denunciarlo”.

Así finaliza su artículo, que señala que nada se puede cambiar. Hay que “saberlo” esto de que nada se puede cambiar. Hay que saber esto de que capitalismo y socialismo es lo mismo, es el mismo perro con distinto collar. Y hay que denunciarlo como única alternativa. ES VERGONZOSO.

Ese es el mensaje que trasmite, que incluye no sólo el desánimo, la no existencia de alternativas, sino incluye también la mentira pues en Cuba no se venden culos, en China tampoco y en Vietnam menos. Ni de este modo ni “de otro modo”.

Pobre el Feinmann malo, siempre continúa atrás del “bueno”, incluso en maldad.


Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
05/11/2014

LOS QUE LUCHAMOS POR UN MUNDO MEJOR JAMÁS HAREMOS LO MISMO

LA CONSTRUCCIÓN DEL SOCIALISMO ES TAMBIÉN LA CONSTRUCCIÓN DEL HOMBRE NUEVO Y DEL FUTURO

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