sábado, 14 de diciembre de 2013

NOSOTROS O ELLOS Nº 61

EL IMPERIALISMO Y SUS GUERRAS: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (6)

La ofensiva soviética continúa obteniendo importantes triunfos. A los cinco meses de iniciada, recupera 48 mil kilómetros cuadrados de territorio y avanza sobre por un corredor de 700 kilómetros. La derrota de los alemanes, pero en particular, el triunfo de los soviéticos, mejora el estado de ánimo de todos los combatientes antifascistas, en especial, de los que operaban y combatían desde la Resistencia.

En Casablanca se reúnen, entre el 14 y el 23 de enero de 1943, Rooselvert y Churchill aplazando nuevamente la apertura del “segundo frente” y adoptando el “plan Husky” que comprendía la invasión de Sicilia. El objetivo público era mostrar a sus pueblos que algo se estaba haciendo, pero el encubierto era no incomodar a los nazis que aún libraban batallas por la toma de Stalingrado. Sabían que el ejército alemán estaba en grandes dificultades y no iban a interferir ellos en debilitarlo aún más, por eso, segundo frente: NO.

Nunca pensaron que ese ejército que protegían sufriría una derrota tan catastrófica. En Casablanca continuaron con su habitual estrategia de decir una cosa y hacer otra o no hacer nada. Manifestaron, eso sí, su decisión “irrevocable” de brindar “ayuda” a la Unión Soviética.

Del segundo frente, sólo promesas, pero cuando llega la confirmación de la derrota del ejército alemán en Stalingrado resuelven moverse con más rapidez. Tropas inglesas y yanquis dan un nuevo impulso a los combates de África septentrional que culmina en mayo del 43, A partir de allí lanzan adelante el “Plan Husky” desembarcando en Sicilia el 10 de julio de 1943.

El 22 de junio de 1941 los alemanes habían iniciado la guerra para exterminar la Unión Soviética. Habían pasado días más de dos sangrientos años; años donde los soviéticos habían enfrentados, solos, la poderosa maquinaria nazi-fascista y la habían parcialmente derrotado, marcando el ocaso del ejército alemán.

Ahora sí, no antes, como se habían comprometido; ahora sí, no antes, cuando era posible evitar millones de muertes y destrucción de bienes; ahora sí, ingresan las tropas “aliadas”, pero a Sicilia, y muy lejos de ser aún el “segundo frente”.

En Sicilia solo hay una pequeña guarnición alemana que no ofreció mucha resistencia. Esa guarnición fue hecha prisionera, pero las dos divisiones alemanas allí ubicadas pudieron retirarse intactas. Un diario británico reproduce la nota de su corresponsal: “Nuestra táctica de persecución parecía semejarse al intento de matar una lagartija muy ágil con un enorme martillo; aquella desaparecía apenas levantábamos éste”. Las pérdidas alemanas en esas “batallas” serían insignificantes.

Era lógico, desde ese 10 de julio del 43 los “aliados” impulsaban a esas tropas a marchar al frente soviético, a fortalecer la nueva ofensiva que apenas 5 días antes Hitler había iniciado contra los soviéticos. Lo sabían bien, pues el 15 de abril de ese año Hitler la había ordenado manifestando:

 “Esta ofensiva tendrá la importancia de darnos la iniciativa para la primavera y el verano. Por esa razón todos los operativos deben realizarse con gran cuidado en energía. En las zonas de ataque principal, emplearse grandes unidades selectas, el mejor armamento, oficialidad escogida y la mayor cantidad de municiones. Todo jefe y todo soldado deben comprometerse del alcance trascendental de esta ofensiva”.

Coherencia total de los “aliados” con todas sus acciones (calculadas o no) hasta la fecha impulsadas, la lógica indicaba que esos aliados “no producirán daños a las tropas alemanas pues pueden ser útiles para fortalecer la nueva ofensiva nazi-fascista contra la Unión Soviética. “Al bebé hay que ahogarlo en su cuna”. El dicho de Churchill se mantenía vigente, lo que sucedía era de que el bebé resultaba ser demasiado resistente y su cuna también.

Cuando está amaneciendo, el 5 de julio, el ejército nazi-fascista inicia la ofensiva en un estrecho frente de ataque que va desde el mar de Berentz hasta el mar Negro. Un frente de sólo 50 kilómetros a diferencia del de 600 kilómetros de la ofensiva anterior. Ahora se atacaba en dos direcciones a Kursk, centro industrial, textil y del tabaco, rescatada por los soviéticos en principios de 1943. Desde el sur de Orel se ataca a Kursk desde el norte y desde la región de Belgorod se ataca a Kursk por el sur.

Miles de tanques tomaron parte de la batalla “más pavorosa de la historia de las guerras”. Una semana después de iniciada la ofensiva nazi-fascista, el 12 de julio de 1943 el ejército rojo los había contenido y ahora lanzaban la contraofensiva. Los soviéticos rompen la línea enemiga y liberan a Orel y Belgorod el 5 de agosto y a Jarkov el 23.

En las batallas de Kursk y Oriel, el ejército rojo aniquila 30 divisiones alemanas. Así como la batalla de Moscú mostró que el ejército alemán no era invencible, así como la batalla de Stalingrado marcaba el inicio del ocaso de ese poderoso ejército, la batalla de Kursk lo colocó al borde del desastre. A partir de esa batalla los alemanes ya no pensaron en ganar la guerra sino en retener los territorios conquistados.

El ejército rojo continuó avanzando logrando liberar territorios en un frente de mil doscientos kilómetros, desde la desembocadura del río Beresina hasta el mar Negro. Los alemanes debieron cruzar el Dnieper.

La coalición nazi-fascista entra en crisis. El 24 de julio de 1943 (doce días después de iniciada la contraofensiva del ejército rojo contra los alemanes en Kursk) el Consejo Fascista Extraordinario le retira la confianza a Mussolini. Un día después de ese retiro de confianza, el rey, que lo apoyó en toda su aventura, le pide su renuncia y designa en su lugar a Manuel Badoglio. Mussolini, “la persona más aborrecida de Italia”, dicho por el propio rey, es encarcelado.

Nada es casual. La caída de Mussolini no es casual. En noviembre de 1942, el Partido Comunista Italiano y otros grupos antifascistas crean el Comité del Frente Nacional. A principios de 1943 se desarrolla un amplio movimiento huelguístico. Se generaliza la lucha por ponerle fin a la guerra, la lucha por la paz. Se hace carne la idea de que el fascismo está derrotado. Se reclama castigos a sus partidarios y la Resistencia recibe cientos de nuevos combatientes. La industria ya no podrá abastecer la demanda de la guerra y empezaba a faltar materia prima, combustibles y el país se estaba quedando sin alimentos. El ejército pierde todos los dominios de Italia en África y 10 de sus divisiones son aplastadas en el frente soviético.

Badoglio no rompió enseguida con Alemania, pero mientras mantuvo negociaciones “secretas” con el alto mando “aliado” intentando conseguir una paz “honrosa”. El 3 de septiembre el gobierno italiano firma el armisticio y el 13 de octubre le declara la guerra a Alemania.

Ese mismo día 13 comienza el desembarco de las tropas “aliadas” en Calabria, la Italia meridional. Pese a que debieron enfrentar a sólo 10 divisiones alemanas, los aliados avanzaban hacia el norte con pasmosa lentitud empleando la artillería para bombardear ¡campos vacíos! ¿La razón?

La razón la fijaron los políticos del imperialismo: 1) conservar el régimen capitalista; 2) sostener el aparato político y social del fascismo; 3) Aplastar a los movimientos de Liberación Nacional; 4) Hacer caer toda la responsabilidad sobre un hombre, Mussolini, y no un sistema, el sistema capitalista y 5) salvaguardar a los empresarios, a los banqueros, a la oligarquía y a muchos represores.

Los “aliados”, Inglaterra y los EEUU, compartían las funciones de autoridades de ocupación. Como buenos representantes de los monopolios, esa misión común no evitó que compitieran entre ellos y se enfrentaran para darles prioridad en el despojo a sus propios intereses. Así se enfrentan, a modo de ejemplo, la inglesa Shell con la norteamericana Standard Oil.

Mientras los soldados y los civiles continuaban muriendo en la guerra, los monopolios, de ambos grupos, utilizaban testaferros para adquirir a precio vil las acciones de las sociedades anónimas italianas.

Es obvio que la ocupación no representaba los intereses del pueblo italiano y que iba a hacer todo lo posible para evitar que un gobierno popular los reemplace. Churchill le envía una carta a Rooselvert donde le dice que él contaba con el gobierno de Badoglio como fuerza para impedir la bolchevización de Italia.

La dictadura de Mussolini cae, pero el poder queda en manos de los monopolios, otros, pero monopolios al fin. No obstante, el hecho de que el fascismo haya caído, resultó un contundente triunfo de los patriotas italianos.

Muchas conferencias efectuaron entre sí los aliados. Sin convocar a la URSS, ya que estimaban (y propiciaban) su derrota o su extremo debilitamiento. Pero cuando a mediados de 1943 estaba quedando claro que el ejército rojo, sin sus ayudas, estaba derrotando al nazi-fascismo, y que en vez de debilitarse se fortalecía con el enorme arsenal que arrebataba al enemigo, que se fortalecía con los altos niveles de productividad alcanzado, que se fortalecía por la enorme simpatía internacional que despertaba en todos los pueblos del mundo, consideran que la URSS debe integrar las próximas conferencias.

En el tercer trimestre del 43, en el otoño, se realiza en Moscú la llamada “Conferencia de Moscú” donde el gobierno soviético pregunta cuando van a abrir el segundo frente, una pregunta casi irónica, si esa vil demora no siguiera costando vidas humanas. No obtuvo respuesta. Se avanzó en otros puntos, siempre por exigencia de los soviéticos: 1) extirpar al fascismo y establecer un régimen democrático en Italia sin limitar los derechos del pueblo; 2) Anular la anexión de Austria por parte de Alemania y 3) Castigar a los criminales de guerra.

Costaba arrancarles a los “aliados” posiciones que ataquen el corazón y motor del fascismo, el imperialismo alemán. Es de recordar que todas las instalaciones de cámaras de gas para exterminio masivo fueron provistas por firmas alemanas  ligadas a los monopolios yanquis y que los llamados “carros de la muerte” se fabricaron en Alemania en empresas que pertenecían a la Ford y a la General Motors. O que el Bank of International Settlements, del banquero yanqui Tomás Mackitrik compraba al Reich  Bank alemán el oro robado por los nazis incluyendo los dientes de oro extraído a cientos de miles, más de un millón, de personas asesinadas en las cámaras de gas.

Al imperialismo nipón le ocurre algo similar a lo sucedido con los “aliados” y los nazis. Especulaban con la segura derrota del ejército rojo y concentraron su mayor fuerza en el norte de China para ocupar rápidamente la URSS. Descuidaban así sus conquistas en el Pacífico. Debilitaban el frente del pacífico. Ello les permitió a los norteamericanos recuperarse de las derrotas anteriores. Se combate en Guadalcanal y cae en poder yanqui en febrero de 1943. Más adelante, en septiembre, caen Nueva Guinea y Salomón. Pero hay un ejército que no especula y que se moviliza en un país con un pueblo que quiere romper las cadenas de la opresión y recuperar su tradicional dignidad nacional: China                        Continuará…

Oscar Natalichio
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEYS)
12/12/2013


No hay comentarios:

Publicar un comentario