NOSOTROS
O ELLOS PARTE 20
En el año 2006 se cumplían 30 años del golpe genocida
empresario-militar en nuestro país y también se cumplían 30 años de esas
valientes mujeres que enfrentaron con coraje sin par a los genocidas.
Con motivo de ese aniversario, la Asociación Madres
de Plaza de Mayo, seleccionó a 30 personas para que cada una de ellas ofreciera
su opinión con relación a ese acontecimiento nefasto que fue la dictadura. Entre
ellos se encontraban Osvaldo Bayer, León Ferrari, Eugenio Zaffaroni, León
Rozitchner, Eduardo Pavlovsky, Norberto Galazo, Adrián Paenza, Carlos Aznarez, Teresa
Parodi y Victor Heredia. Tuve el honor de ser uno de los seleccionados y de
todos surgió el libro UN PAÍS 30 AÑOS (El pañuelo sigue haciendo historia).
He tomado tres de los 30 escritos; el de Osvaldo
Bayer, el de Victor Heredia y el que me tocó escribir. De los tres señalaré
sólo algunos párrafos que tienen relación con la historia y con el momento
actual de la misma, por la que estamos transitando. Y también tienen que ver
con la Memoria, con la tarea de mantenerla viva, no dentro de un museo, donde
sólo puede ser observada, sino dentro del cerebro, de donde puede ser evitada
su repetición.
Antes haré algunas cortas referencias a ese órgano
material tan vital que es el cerebro humano. Todo lo existente, absolutamente
todo, ha surgido por el desarrollo de la materia. En el mundo orgánico, la amplia
diversidad de organismos, son resultado de la materia viva, son el resultado de
las acciones de las leyes de la naturaleza.
Los primeros seres vivos denominados “pre-celulares”,
surgieron hace 2.500.000.000 de años y estaban desprovistos de núcleo y de
envoltura celular, desarrollándose en el agua o en lugares muy húmedos. Eran
seres muy elementales pero ya contenían
las propiedades fundamentales para mantenerse vivos: las partículas
albuminoideas (proteínas) se alimentaban, crecían y se reproducían dividiéndose
por la mitad
Pasaron miles de años para que se desarrollara una
envoltura que los cubría y protegía, del medio ambiente, formándose un núcleo
que se encargaba de actuar como regulador de los procesos vitales. De esa
manera se construye la célula y con ella se da comienzo al período de los organismos
unicelulares, los que tomaron dos caminos que dieron origen a la primera
división del mundo orgánico: el reino animal y el reino vegetal.
De los organismos unicelulares se pasa a los
pluricelulares, organismos que contienes miles, millones, cientos de millones y
miles de millones de células. Ello les permite a estos nuevos organismos,
aumentar el tamaño y generar diversidades que debieron ir adaptándose a los
cambios que se producían en el planeta. Ello los hace productos del desarrollo
histórico y es lo que Darwin señala como “evolución”
La vida animal arranca con los protozoos (unicelulares
parecidos a la ameba), lo siguen las esponjas y los celentéreos de donde surgen
dos ramas: la menor que la integran los gusanos, moluscos y artrópodos y la
mayor que también se divide en dos: los equinodermos (como la estrella de mar)
y los cordados (integrado por todos los vertebrados entre los cuales estamos
nosotros).
Los vertebrados se inician con peces sin mandíbulas
(ostracodermos) y cuando se desarrollan las mandíbulas aparece el viejo
tiburón. Posteriormente se da un paso importante, mayor a pisar la luna, que es
pisar la tierra. La
vida marina pasa a la parte continental del planeta cuando los vertebrados
evolucionan como anfibios (estegocéfalos). Fueron reptiles los primeros, los
que en su evolución generaron los primeros mamíferos y, los voladores, las
primeras aves.
Pasaron millones de años y una parte de los mamíferos
se desarrolla desde el mono al hombre actual, siendo su principal
característica durante esa evolución, desarrollar un órgano sumamente complejo
que lo diferencia del resto de las especies: el cerebro humano.
Dicho cerebro es un órgano pluricelular que está
compuesto esencialmente de neuronas y células gliales. Se estiman que cada
cabeza nuestra contiene 100.000.000.000 de neuronas y 10 veces más de células
gliales, es decir 1.000.000.000.000 de ellas, que son el soporte y custodia de
las neuronas y del procesamiento
cerebral de la información.
Pareciera ser que, en nuestro país, esas células
gliales están fallando en la cabeza de millones de personas. Posiblemente
actúen virus, pero el antídoto es mantener viva la memoria, de allí que recurro
a ese libro publicado por las Madres en sus 30 años.
Osvaldo Bayer, fragmento:
“¿Qué clase de pueblo era cuya tolerancia
pasiva, si, su consentimiento criminal hizo posible que se desataran poderes
tan perversos?” Así se preguntaba en 1945 la periodista norteamericana Margaret
Bourke-White, de Life Magazine, ante los habitantes de Bergen, luego de haber
visitado el campo de concentración de Bergen-Belsen, en los últimos días de la
guerra.
Cuando en el caso argentino, vemos el método aplicado
durante los años de la dictadura: secuestros, torturas, vejaciones en todas sus
gamas más despiadadas, derecho de botín –a los perseguidos se les robaba hasta
los hijos, perversión no conocida hasta ahora en la historia –desamparo y
persecución de la familia de la víctima, y por último “desaparición” del
secuestrado (es decir: no otorgarle ni siquiera el derecho de la vida o de la
muerte), todo un concepto que involucra el neologismo “muerte argentina”, ante
toda esa realidad, la pregunta que se hubiese hecho Margaret Bourke-White
treinta y cinco años después, sería similar.
Porque, como hijos de esta sociedad –los militares-
que según estudios recientes de sociología provienen un noventa por ciento de
la clase media y a su vez más de un ochenta por ciento de familias católicas,
cómo esos hijos fueron capaces de algo así calificado por ellos mismos con la
sorprendentemente cínica expresión de “excesos de represión”. Todo eso fue
posible por la sociedad civil que los acompañó y rodeo con entusiasmo, o que
guardó silencio cómplice, o que hizo de “oposición constructiva” (toda esa
fauna mansamente demoníaca de los que saben “cuerpear” la situación con medias
palabras desensillando no hasta que aclare sino solamente para reacomodar las
cargas y atento el olfato a cualquier cambio para trocar la senda por la ruta).
Además de aquellos que negaron la realidad o aquellos otros –lo más peligrosos-
que hablaron mucho para no decir nada, que hablaron de persecuciones en otros
mundos mientras en nuestras calles se mataba a la mejor juventud.
Victor Heredia, fragmento:
La vi a mi madre levantar una mano y acariciar la
cabeza de su nieta Camila, como si intentara asir en esa caricia algo de lo que
se había ido con mi hermana María Cristina. Un gesto tan sutil como la ternura,
un primoroso batir de alas de quien busca en el presente algo del pasado y del
futuro. Descubrí enamorado de ese instante que me señalaba un camino
sustancial: teníamos que reverenciar lo que nos había quedado de ellos, apostar
a la vida a pesar del odio. Lo repetí hasta el cansancio en cada uno de mis
poemas, en cada reportaje, en cada charla. Cuando me interrogaban acerca de mis
sentimientos respecto de la dictadura decía con absoluta sinceridad y
convicción: no quiero venganza, quiero justicia… Me pregunté por aquellos días
y lo hago aún hoy: ¿Qué nos sucedió para conformar en los setenta un Estado tan
ajeno a nuestros ideales, tan desmesuradamente incorrecto, tan lejano a la
letra de nuestra Constitución? ¿Cómo pudo suceder que aceptáramos esa
iniquidad, sin intentar siquiera un amago de resistencia cívica ante los
secuestros de nuestros hermanos, de nuestros hijos y compañeros, frente al
encarcelamiento y la tortura de los dirigentes estudiantiles y obreros? Me
respondí con dolor que nuestro discurso revolucionario se limitaba a un bello y
juvenil sueño de estudiantina. Que jamás habíamos tomado en cuenta, con la
gravedad necesaria, el sentido religiosamente “reservado” que merece la
militancia en tiempos de resistencia… Este país perdió una generación entera de
hombres y mujeres valiosísimos casi sin inmutarse y gritando los goles del
Seleccionado Nacional, en el 78. Tuvimos que soportar a los sectores ofendidos
con los comentarios internacionales sobre lo que sucedía en la Argentina ya que
consideraban que todo lo que se decía sobre las Juntas Militares era una mera
exageración. Los grandes medios de comunicación se pusieron al servicio de la
dictadura y, desde la perversidad de su genuflexión, apañaron el eslogan “los
argentinos somos derechos y humanos”, cuando todos sabíamos de la tragedia de
los secuestros y desapariciones, de lo que sucedía en las cárceles clandestinas
y en las madrugadas represivas en todo el territorio nacional. Los compadezco.
Sinceramente me dan pena, porque cargarán en sus almohadas la horrible culpa de
haberse hecho a un lado, de volverse sordos, ciegos y pusilánimes y dejar que
la muerte paseara oronda entre nosotros. Hemos pagado con sangre el costo de nuestros
ideales, toda una generación pagó con su propia vida el sueño de una más digna,
menos miserable que la que soporta este país desde hace siglos. Aquellos años
no sólo devastaron la economía nacional, no sólo destruyeron a una Argentina
que fuera el faro intelectual de América, no sólo corrompieron a la clase
política, también rompieron nuestra estructura humana, el sesgo más valioso que
teníamos como individuos: dejamos de pertenecer a esa pluralidad maravillosa
que se llama humanidad, para transformarnos en seres solitarios, ajenos a la
solidaridad, vacíos de capacidad de análisis y comprensión por el prójimo.
Bastarías recuperarla para darle sentido a la palabra que nos llena la boca
cotidianamente: democracia.
Oscar Natalichio, fragmento:
El 24 de marzo quedará registrado en nuestra memoria
como la fecha más oprobiosa de la historia de nuestro país. Fecha que ningún
argentino debe olvidar, so pena que el olvido se convierta en una repetición de
esos actos llevados a cabo por criminales profesionales en la barbarie de matar
a personas indefensas, de torturar a mujeres, jóvenes y niños, de robarles sus
pertenencias y también de apropiarse de sus hijos, para criarlos, en muchos
casos –menudo horror- en sus propios hogares, manchados con la sangre de sus
verdaderos padres, a quienes dieron muerte lenta mediante la aplicación de
suplicios inenarrables. Un homicidio es la muerte de una persona causada
violentamente por otra. Cuando la muerte es producida alevosamente se la
denomina crimen o asesinato. Y cuando esa muerte alevosa, cuando ese crimen
alevoso se generaliza, sobre un pueblo, sobre una raza, sobre una manera de
pensar, estamos en presencia de un genocidio. Un homicidio puede ser producto
de un trastorno de la razón, de un arrebato, de un ataque de furos. El
genocidio jamás. EL GENOCIDIO SE PLANIFICA, meticulosamente. Se les proveen a
los ejecutores de los recursos necesarios. No es un arrebato. No hay trastorno
de la razón. Por
el contrario: hay objetivos claros y concretos, llevados adelante por un grupo
pensante, con plena conciencia de lo que se propone y sin ningún tipo de
escrúpulo para cometer los crímenes en masa que consideren necesarios para
proteger sus intereses. Porque allí se encuentra el objetivo central: se trata
de defender los privilegios de los grandes monopolios, se trata de que nadie
interfiera en la explotación del trabajo y del trabajador que les produce las
ganancias; se trata de que nadie intente cambiar el marco jurídico que
“legitima” esa explotación; se trata, en definitiva, de mantener y acrecentar
la “cuota de ganancias”…
El genocidio en nuestro país fue planificado e
impulsado por el Consejo Empresario Argentino (CEA), que hoy continúa bajo el
nombre de Asociación Empresaria Argentina (AEA). El CEA fue presidido
inicialmente por el genocida Adalbert Kriguer Vasena, quien había sido ministro
de Economía en la llamada “revolución libertadora”. Y en 1976 pasa a dirigirlo
otro genocida, José Alfredo Martínez de Hoz, también -¡vaya coincidencia!-
ministro de Economía durante el período nefasto. Los planificadores del
genocidio, y por tanto genocidas, constituyen un verdadero “estado mayor”. Este
fue integrado con los siguientes delincuentes impunes, todos grandes
empresarios, como lo denuncian en el libro “Argentina de Rodillas” José Vélez y
Jaime Fuchs. Eduardo Oxenford, director del grupo financiero, luego director de
YPF con el asesino Videla y ministro de Industria y Minería con el asesino
Viola. Luis María Gotelli, director de los bancos Roberts e Italia, de la empresa Pirelli y
de Hirían Walter, además de poseer grandes extensiones de tierra e integrar la
comisión directiva de la
Sociedad Rural y de haber sido ministro de Energía y Obras y
Servicios Públicos en la dictadura de Onganía, habiendo participado activamente
junto al grupo Macri…
En dicho artículo incluyo a Federico Zorraquín (ADEPA), a Eduardo García (Banco Shaw,
Dálmine Siderca y FIEL), a Guillermo Klein, a Armando Braun (genocida de
pueblos originarios) a Patrón Costa, a José Estensoro (BJ service) a Guido
Martelli, a Francisco Soldati, todos integrantes del CEA y a sus “tanques pensantes”, entre ellos
Machinea, Cavallo, Alemán, Dañino Pastore, Álvaro Alzogaray y otros
El trabajo sucio lo hacen los esbirros y los sicarios,
ambas piezas fundamentales para proteger los intereses de los monopolios. Les
otorgan amplios poderes y ello confunden a muchos que creen que castigando a
los criminales que se exteriorizan, la justicia llega, cuando los “castigados”
son, apenas, la parte superior de un témpano.
Hoy, repito, la disyuntiva es la misma, o NOSOTROS o
ELLOS. No podemos dudar ni quedarnos a esperar la carroza. Cada uno de
nosotros debe ser un militante por la vida impidiendo que el 27/10 triunfe la
muerte.
Oscar Natalichio
Director
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales
(CIEYS)
25 de septiembre de 2013 con pasajes de marzo del 2006
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