NOSOTROS O ELLOS (PARTE 15)
EL HUEVO DE LA SERPIENTE
¿Qué es lo que produce riquezas? Es decir, ¿Qué es lo que produce todos
los bienes necesarios para vivir, para que la vida continúe?
La respuesta es: LA FUERZA DE TRABAJO. Y ¿qué es la fuerza de trabajo?
Es el gasto físico-intelectual realizado por el trabajador que se consume cuando
éste produce un bien que posee valor de uso, es decir, que es útil, que es
necesario o que es requerido como necesario.
Ese gasto lo puede realizar trabajando con sus músculos, trabajando con
herramientas que alivian la utilización de sus músculos o controlando que los
robots funcionen de acuerdo a lo programado. Ese gasto lo puede hacer diseñando
con un lápiz o con una computadora, también estudiando, investigando y desarrollando
nuevas ideas.
Este elemento denominado por la Economía Política
Científica como “fuerza de trabajo” no puede faltar en la
producción de bienes materiales y espirituales en el mundo, en el país, en una
ciudad, en una fábrica.
No es el único elemento necesario para producir bienes, pues son tres
los que se amalgaman para que ello sea posible: materias primas, herramientas y
la mencionada fuerza de trabajo.
Pero es la fuerza de trabajo, provista por el trabajador, el único de
esos tres que puede tomar las materias primas y utilizar las herramientas para
generar un nuevo y útil bien.
Por lo tanto podemos afirmar que es la fuerza de trabajo del trabajador la
que mantiene la vida en el mundo, podemos simplificar que gracias al trabajador
la vida continúa.
En el modo de producción capitalista el trabajador no sólo mantiene la
vida del planeta, sino que, al ser explotado y despojado de parte importante de
su trabajo, es obligado, plusvalía mediante, a mantener parásitos sociales, que
se enriquecen a su costa y que, para seguir haciéndolo, necesitan que el
trabajador continúe existiendo.
Por tanto el capitalismo requiere, para continuar vigente, REPRODUCIR
FUERZA DE TRABAJO, ya que los trabajadores somos seres humanos, envejecemos y
ya no poseemos la fuerza de la juventud y morimos llevándonos con nosotros la
mercancía más valiosa, la fuerza de trabajo, a la tumba.
Por eso, el los inicios del capitalismo, el mismo se “esmeraba” en que
la fuerza de trabajo no se agotara y por ello, el reemplazo de la misma era
garantizada por la procreación de nuevas personas que iban a ser destinadas, a
la explotación, reemplazando a los mayores que ya no les eran útiles.
Con el transcurso del tiempo y con el avance de las luchas sociales y
políticas, la reproducción de trabajadores no alcanzaba para sostener el
sistema, pues éstos se sindicalizaban, se manifestaban, se “politizaban” y
ponían en peligro, no la plusvalía, sino el modo mismo de explotación.
Ello requería no sólo reproducir fuerza de trabajo (inevitable para
cualquier sistema) sino reproducir a la vez, y cada vez con mayor frecuencia,
“comunicadores sociales” que realizaran permanentemente una “apología” del
sistema imperante.
Esa apología no es sencilla de realizar, pues debe considerar como
“bueno” al sistema más oprobioso que jamás conoció la historia de la humanidad;
un sistema que en sólo 300 años produjo más víctimas que en los seis mil años
de historia escrita o en los dos millones desde que el mono iba convirtiéndose
en hombre.
Al no ser sencillo ocultar la verdad se requiere trabajo intelectual
talentoso, donde el talento es el ingrediente necesario para hacer de una
mentira verdad. Esa verdad inventada es reproducida por los medios de
comunicación masiva propiedad de las grandes corporaciones infinidad de veces
por los distintos canales que poseen: cine, televisión, Internet, periódicos,
diarios, radios, ONG, partidos políticos adictos, asociaciones profesionales,
etc.
El hecho paradojal es que no pueden prescindir de la fuerza de trabajo
“sucia” que requieren para que sus medios puedan llegar a toda la comunidad y
convencerlos que el capitalismo y la
burguesía son los campeones de la libertad y la democracia y los demás son los
tiranos y dictadores.
Deben mantener la reproducción de los Lanata, de los Bonelli, de las
Magdalena, de los Nelson Castro y de otra serie de “comunicadores sociales” que
han hecho una piltrafa de la profesión periodística.
Y aquí notamos una gran
diferencia: si un trabajador común, cuya misión es crear un bien necesario,
hace su trabajo mal, lo echan, lo “desocupan” y lo reemplazan por otro que haga
su trabajo bien. Pero si un trabajador periodista o notero, en los medios
“democráticos” trabaja bien, lo echan, lo desocupan y lo reemplazan por otro
que haga su trabajo mal.
En nuestra sociedad capitalista el monopolio necesita reproducir
trabajadores productivos que hagan el trabajo bien y trabajadores de medios que
lo hagan mal. Ello equivale, simplificando, expresar que el sistema en el cual
vivimos requiere de trabajadores buenos que le produzcan plusvalía para
mantener sus privilegios y trabajadores malos para que ese privilegio no se
note o se convierta en una cuestión “razonable”.
Pero en la sociedad no hay, por suerte, tantas personas que se presten a
realizar el trabajo sucio que se les requiere. Y como en el capitalismo rige la
ley de oferta y demanda, no les es fácil ubicarlas y menos formarlas y son
“caras” Además esas personas no le generan plusvalía, pues (al ser “caras”) le
pagan mucho más de lo que valen, pero le generan “estabilidad”, es decir,
logran que la gente en general y el analfabeto funcional en particular, les
crea y por ende se coloquen de parte del sistema criminal y genocida, logrando éste,
de esta manera, mantenerse vigente más tiempo.
Esa vigencia es nefasta para la humanidad. Equivale
a millones de muertes inocentes ya sea por hambre o por guerras. Por lo tanto,
esos “comunicadores sociales”, que saben muy bien lo que hacen, se convierten
en “partícipes necesarios” de los crímenes y genocidios realizados por el
imperialismo del cual dependen sus altos ingresos y estabilidad.
Hambre: en el mundo se producen
anualmente 2.550 millones de toneladas de cereales, que si lo llevamos a kilos
son 2.550.000.000.000 para un mundo que alberga 7 mil millones de personas:
ello significa 365 kilos por año por persona, o 1 kilo por día por persona de
cereales (no soja) como trigo, maíz y arroz. Pese a esa riqueza producida por
los trabajadores, más de 2 mil millones de personas no reciben las calorías
necesarias para recomponerse; miles, en especial niños, mueren por día y en
varios países la esperanza de vida al nacer no supera los 50 años.
Guerras: Sólo la segunda guerra
mundial entre las potencias imperialistas los muertos superaron los 35 millones
de seres humanos, los mutilados alcanzaron 28 millones y miles de poblados,
ciudades, y bienes producidos por el trabajador durante siglos fueron
destruidos. En general, entre la primera guerra mundial entre los monopolios y
las realizadas por el interés económico y apoderamiento de recursos de países
“en desarrollo”, los crímenes y genocidios superan la suma de 100 millones de
personas entre muertos y mutilados.
Sumados Guerra más Hambre,
producidas por la burguesía en sus 300 años de vida, llegamos a la pavorosa suma
de más de 300 millones de seres humanos. ¿Será esa la razón de porqué Magdalena
Ruiz Guiñazú se siente “orgullosa de ser burguesa”?
Pero retornando a la reproducción de los “partícipes necesarios” que
mencionaba, el grupo mediático sabe que Lanata se va a morir y ello le
representaría una pérdida enorme. No es fácil lograr otro personaje igual, que
supera al Nelson y al Marcelo.
Pero el que “busca encuentra” dice el refrán. Y así es: lograron formar
un Lanata en su versión femenina, una periodista “dispuesta a todo” aunque ese
todo se encubra expresando “sólo me peleo con el poder corrupto”. Y lo dice,
como “periodista” trabajando para medios donde la corrupción es la norma. Lo dice estando
en el programa del perverso y mentiroso Lanata, el “Lanata sin filtros”, lo
dice pues logró romper el cascarón que la retenía dentro del huevo y hacerse
visible.
A los buenos maestros en perversidad hay que superarlos. Hay que superar
a su “’idola” total que es Magdalena; a los que le “enseñaron muchísimo” como
Marcelo Bonelli, pero el desafío mayor es superar y reemplazar a Lanata.
Mercedes Ninci (“la incisiva”) reúne todas las condiciones para ello. Y
Clarín lo sabe.
Oscar Natalichio
Director
Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEyS)
11/09/2013
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