El
inolvidable papel de la URSS en la historia.
Por Néstor Núñez
Este nueve de mayo marcará otro
aniversario (67 años) de la victoria de los pueblos de la extinta Unión
Soviética sobre la Alemania nazi.
Y si con la existencia de la URSS los enemigos insistieron siempre en demeritar ese enorme aporte soviético al devenir humano, e intentaron atribuirlo al Occidente que, por el contrario, amparó a Adolfo Hitler como el predestinado a “borrar el comunismo” de la faz del mundo, qué otras falacias y manipulaciones no se podrían esperar luego de la desaparición del primer estado de obreros y campesinos de la historia.
Y si con la existencia de la URSS los enemigos insistieron siempre en demeritar ese enorme aporte soviético al devenir humano, e intentaron atribuirlo al Occidente que, por el contrario, amparó a Adolfo Hitler como el predestinado a “borrar el comunismo” de la faz del mundo, qué otras falacias y manipulaciones no se podrían esperar luego de la desaparición del primer estado de obreros y campesinos de la historia.
De hecho, la poderosa maquinaria mediática no ha
cesado en fabricar su propia versión de la Segunda Guerra Mundial.
Así, el intencionalmente tardío desembarco de los
aliados occidentales en Normandía, Francia, en 1944, se presenta como “el giro”
decisivo de la contienda, mientras se ignoran deliberadamente las batallas del
Ejército Rojo a las puertas de Moscú, en Leningrado, Stalingrado o el Arco de
Kurks, que quebraron definitivamente el espinazo del ejército germano hasta la
toma de Berlín en mayo de 1945.
Nada se dice de los más de 20 millones de
soviéticos caídos, en lo que la URSS llamó con toda justeza “la Gran Guerra
Patria”, ni de la destrucción por el enemigo de 30 por ciento del patrimonio
material del gigante euroasiático.
El manto del malintencionado desdén pretende cubrir
además el hecho de que, durante la contienda, las tropas soviéticas liberaron
13 países de Europa y Asia, con población de más de 200 millones de personas.
A la vez, se tergiversa el hecho de que, desde la
victoria de aquel nueve de mayo, el socialismo desbordó las fronteras de la
URSS y se convirtió en referente global y fuerza, la cual contribuyó
decisivamente a cambiar el mapa del mundo a favor de no pocos pueblos
oprimidos, a pesar de la permanente agresividad imperialista y los innegables
errores e insuficiencias que marcaron la propia experiencia política soviética
y de Europa del Este.
Lo sabemos bien los cubanos a quienes la URSS nos
tendió desde muy temprano su mano solidaria frente a las intenciones
destructivas de Washington contra la revolución victoriosa en enero de 1959.
De la Unión Soviética llegó buena parte del armamento
que hizo trizas la invasión mercenaria por Playa Girón hace poco más de medio
siglo, y permitió a las Fuerzas Armadas Revolucionarias convertirse en elemento
disuasivo ante la agresividad militar gringa.
Además, desde la patria de Lenin se nos suministró
copiosa colaboración económica y técnica, brindada en términos que sentaron
ejemplo en materia de intercambio entre la gran potencia global y la pequeña
nación subdesarrollada.
Si bien el devenir de la historia impuso la
indeseada desaparición de la URSS y de la experiencia socialista europea por la
mezcla letal de sus inconsistencias internas y de la sostenida belicosidad
imperialista, ello nunca demeritará el heroísmo, el estoicismo y el altruismo
del pueblo que echó sobre sus hombros la dura tarea de librar al mundo de la
peste parda.
Quienes aún saben valorar y agradecer -y los
cubanos somos de esos- no pueden menos que rendir tributo a los verdaderos
héroes de tan duros y cruciales tiempos.
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