Con la derrota de los Estados Unidos en Vietnam, el nuevo giro de la situación política internacional significó un duro revés para la política exterior de “vietnamización”, genocidio y terrorismo de Estado de la administración Nixon, como parte de la estrategia global norteamericana de la “Contención del Comunismo”, dirigida a hacer retroceder el proceso revolucionario mundial que tomó auge después de 1945 con la expansión del socialismo en Europa, Asia y América Latina, en esta última región con la Revolución cubana y la expansión del movimiento de liberación en las áreas coloniales del llamado Tercer Mundo.
La victoria vietnamita expandió el ejemplo de sus raíces populares hacia todos los pueblos del planeta y abrió una coyuntura global favorable a la paz y la estabilidad internacional frente a la frustración hegemónica y militarista de los círculos de poder norteamericanos.
Dos imágenes perduran en la memoria de la humanidad desde el 30 de abril de 1975: el tanque T-54, marcado con el número 843, sobre la verja derribada del mal llamado Palacio de la Independencia y los funcionarios militares y civiles de la embajada norteamericana saliendo -literalmente por el techo- de los edificios públicos, incluida su propia sede diplomática en Saigón.
Para el pueblo de Vietnam concluía una cruenta historia de dolor y resistencia. Tras más de un siglo de espera, la unidad de la nación, avizorada por Ho Chi Minh, era una certeza.
Para el pueblo de Vietnam concluía una cruenta historia de dolor y resistencia. Tras más de un siglo de espera, la unidad de la nación, avizorada por Ho Chi Minh, era una certeza.
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